martes, 30 de julio de 2013


Convocatoria abierta para revista Óclesis 





Miscelánea Oclética V

Petru Cimpoeşu. Literatura de la confusión

Penélope Córdova


Publicado en Laberinto, Suplemento Cultural de Milenio, Sábado 17 de Julio de 2010


Por: Paco Echeverría


Fuente de imagen: Exprofeso para Óclesis
Por Arturo Vázquez Muñoz
Transición es un eufemismo que se utiliza en los países que experimentaron el paso del comunismo soviético al capitalismo. Lo que en realidad significa es Confusión. A finales de los noventa, Rumanía luchaba por ser un digno miembro de la Unión Europea; los rumanos comprendieron que debían comportarse a la altura, aunque sin saber exactamente cómo hacerlo. El escritor Petru Cimpoeşu (1952), considerado como uno de los mejores prosistas de su país, escogió a los inquilinos de un insulso bloque de viviendas en provincia para simbolizar el caos que reina desde esos años. Un santo en el ascensor (Ed. Intermon Oxfam-Icaria, 2007) utiliza irónicamente la figura de San Simeón Estilita, quien en el siglo V rezó durante treinta y siete años en lo alto de una columna con el fin de alcanzar la bienaventuranza. En la ciudad de Bacau, calle de las Ovejas, el zapatero Simión, del primer piso, decide encerrarse en el ascensor y orar desde las cumbres de la octava plaza.
            Así como Joseph Roth convirtió el Hotel Savoy (1924) junto con sus habitantes en una metáfora del cambio, de la pérdida asumida y de la búsqueda de un lugar en una realidad maltrecha, en el edificio de Un santo en el ascensor, Cimpoeşu despliega la crónica ficticia de una transición desequilibrada. Lo que en Roth es resignación e impotencia, en Cimpoeşu es ingenuidad y esperanza, acaso por ello resulte tan cómico. De aquel desajuste social e individual nació la leyenda negra de que “las cosas eran mejores con Ceausescu”. El capitalismo sirve de poco cuando, dice el escritor rumano, el poder económico está en manos de los antiguos comunistas y su aparato represor.
            Da la impresión de que Cimpoeşu, al escribir sobre la tragedia de su país, se ríe a hurtadillas, maliciosamente. Un santo en el ascensor convierte el tono solemne y acusador de la literatura con fines sociales en un cómico desfile de hombres y mujeres absurdos en un mundo que no acaba de comprender porque la democracia les llegó con unas cuantas décadas de atraso y no saben qué hacer con ella. El lector también sonríe, no sin desconfianza, cuando se entera de los supuestos milagros y profecías de Simión, quien, con parábolas urbanas y profecías, alecciona a sus vecinos e interpreta el papel de guardián de consciencias. Sin embargo, la broma deja de serlo cuando uno se encuentra a sí mismo entre esos incautos inquilinos y cae en cuenta que, a pesar de no haber vivido tras un telón de acero, la propia situación no está muy lejana.

            La confusión como condición del hombre del siglo XXI, abanderado de la democracia, la tolerancia y la libertad, es una constante oculta que revela las tres anteriores como falacias de un discurso político. Acaso sólo un milagro podría hacer de la libertad globalizada el paraíso prometido, pero si es verdad que el reino de los cielos está lleno de pobres de espíritu, tal vez convendría dejar de rezar. Esta novela, como el espejo de Stendhal, demuestra que, en realidad, los últimos serán siempre los últimos.

domingo, 28 de julio de 2013

Puntos suspensivos
Por: Kikey

Fuente de imagen:
http://www.oem.com.mx/elheraldodechiapas/notas/n2715576.htm
Puntos suspensivos-1
Si alguna vez fuimos uno solo tú y yo aún no lo sé, lo que me queda claro es que la compatibilidad y aquello llamado química preexistía en aquel tiempo de caricias continuas. Sexo o no, aún me acuerdo del ritual. Solías dejarme en la cama desnuda por momentos muy cortos, si no era por tu ida hacia el cajón de los preservativos, era porque irías al refrigerador para sacar aquel hielo que hacías recorrer en mi cuerpo mientras me tapabas los ojos.
Quizás debí decirte que aquello último no me excitaba en lo absoluto, pero posteriormente cuando mi piel absorbía aquel derretir frio sólido, me provocaba un cierto escalofrió que al quedar nada de aquella agua hecha un cubo, me elevaba la temperatura al máximo, cuando por fin me descubrías la vista. Rozar tu espalda era la mejor parte, pese a que esa postura la adquirías para desprenderte de todo ese flujo de vida metido en un látex.
 Después dormías  y tal vez nunca te diste cuenta de que te observaba, de que mi vida era perfecta en esa posición inclinada hacia a ti y que aquel ciclo tan cero productivo de sosegarse, comer e ir de nuevo a tu encuentro, era la mejor forma de desperdiciar y ganar tiempo irónicamente.
Ahora mis prácticas son muy diferentes a todo aquello que hiciste de mí por noches y tardes, y aunque es más salvaje y mucho mas explícito, carece de enfermedad de mi parte, de una locura de saber que si hay una dulce muerte, sería de esa manera; con la vista muy en alto mientras una boca trepaba por mi frente…

Puntos suspensivos/2
Tengo que admitir que alguna vez conté con un amor altamente rentable.
Uno de esos que te sorprende con flores, uno de aquellos que además te esperan a la salida de la escuela, y más aparte, que aún les ocultas a tus padres.
 De los que te hacen recordar esencias, sonidos  y lugares.
Unos de los que incluso rebasan la ciencia del amor en cuanto a tiempo de enamoramiento, uno que se siente tan eterno que al dormir junto a él, sientes tanta  paz que incluso se le llega a confundir en dulce muerte.
 Un amor, de los que sus recuerdos se guardan a color.
Uno de esos que contó con más de un millón de besos y billones de condones en la basura.
 Con miles y cientos de mensajes en texto, con no sé cuántos disgustos, y un poco más de pretextos.
 Con un poco más en disculpas y perdones que se dieron en décimas.
Un amor de aquéllos que se convierte al final en milésimas, en los que se sigue contando con el punto que fue haciendo de una cantidad positiva, una negativa.
Un amor de los que disminuyendo el porcentaje con el que le echas de menos, aun no se logra convertir en ausencia…

Puntos suspensivos (3)

Una vez de ocio logré contar en ti alrededor de 40 lunares repartidos entre tu cara, manos, espalda y pecho. Cuando tuve que matar el tiempo hallé 5 rasguños entonces: de brazos, rodillas y piernas. Al fin me estaba quedando dormida, pero vi, de 6 a 7 grietas en tus labios y cayendo nuevamente en el aburrimiento fue cuando acerté con 3 marcas que igual yo tenía; del palpitar, el sentir y la esencia…

domingo, 21 de julio de 2013

De posteridades

Armando González Torres

Publicado en Laberinto, Suplemento Cultural de Milenio, Sábado 29 de Mayo de 2010


Fuente de imagen:
http://guarenabiblio.blogspot.mx/2012/08/el-legado-de-miguel-hernandez-regresa.html













Por:  Francisco Echeverría.

Los sepulcros de nuestros autores dilectos no descansan y los afectos y famas íntimas siguen sometidas a la voluble movilidad del gusto. Quizá sólo unos pocos autores pueden presumir una prominencia invariable en las bibliotecas personales, el resto sube o baja lugares constantemente. En el caso de Miguel Hernández (1910-1942) autor entrañable de mi adolescencia y este año centenario, cierta incomodidad retrospectiva adereza mi relectura de su poesía inspirada en el amor, la indignación social y el relato de la desgracia. Acaso Miguel Hernández es un poeta célebre por la empatía que su obra genera con un público más amplio que el lector habitual de poesía, por su vida marcada por la tragedia y por su asociación a una circunstancia histórica fundamental, que es la Guerra Civil española. Por lo demás, su trayectoria es una épica de la voluntad literaria: nace con todos los incentivos en contra para ser escritor, en un pueblo aislado y en el seno de una familia pobre, absolutamente apartada del arte, acosada por la necesidad y violentamente angustiada por las inclinaciones poco pragmáticas del hijo. En algún momento, deja la escuela para ayudar a la familia, aunque el apoyo de un sacerdote y de sus amigos lo mantienen en contacto con la lectura y le permiten perseverar en la ilusión. El pertinaz aspirante, tras una serie de tropiezos, por fin logra abandonar el pueblito asfixiante, establecerse en Madrid en empleos modestos y comenzar a socializar y publicar. Al mismo tiempo, el joven se acerca a los círculos de izquierda y, cuando la guerra estalla, juega un papel activo como miembro del bando de la República. En el curso de la refriega, e poeta, ya casado con su novia de juventud y padre de un hijo, es apresado y muere cautivo cuando apenas rebasa los 30 años.

            En Hernández, a diferencia de otros autores, hay más un dramático itinerario vital que una biografía intelectual: su formación en lo rica y anárquica que puede ser la educación de un autodidacta de pueblo, antes del Internet, no tiene ni por asomo la formación intelectual y el bagaje poético de sus contemporáneos y sus inquietudes literarias son básicamente confesionales y testimoniales. Los dos temas fundamentales de Hernández el amoroso y el político, se funden de manera magistral en unos cuantos poemas, aunque en el conjunto de su producción revelan a un poeta limitado en recursos y registros, con una idea esquemática de su pasado y una ignorancia casi estremecedora del presente poético. En fin, las mieles del prestigio provienen de una mezcla de valor intrínseco, casualidad, inercias estéticas y razones sentimentales, mercadotécnicas o políticas. Lo cierto es que Hernández no ostenta casi ninguno de los rasgos que exaltan los cánones contemporáneos y acaso su longevidad en el firmamento literario tiene que ver con un raro fenómeno de “condolencia estética” que consagra a un autor en el que se combinan la figura del hombre de bien, con la vocación poética más inflamada y el martirio político.

lunes, 15 de julio de 2013



S/T 2004. Grabado
Isis Samaniego

Isis Samaniego o el engaño del ojo [1]
Conrado Zepeda Pallares

“Mi castración siempre ha sido imaginada, un hombre me perturba y se introduce en mi cuerpo poco más o menos a las tres de la mañana, anda en mis zapatos y se pasea por los jardines; se esconde en el pozo de mis ojos y juega a seducir a la niña de mis adentros.”
Edipo, Isis Samaniego Y Valencia

El engaño del ojo, define así Baudrillarc al arte en Seducción. Con esta afirmación establece la supremacía “femenina esencial” del acto creativo sobre la masculina, en cuanto que la percepción masculina se encuentra más en contacto, más en sintonía con la realidad, mientras que la manera de ver de las mujeres es más simulada, envolvente y oscura. La seducción es el arte de las mujeres, es la vida de las mujeres, la “manera” (la Gran Manniera, el gran estilo en italiano), el gran hallazgo de la creación humana y del acto creador humano. Para la pintora Isis Samaniego el arte es una provocación de realidades que son “realidades” pero que todo mundo quiere ver otra cosa: Así cuando dibujo una mariposa, es una puta “mariposa” y nada más y cuando escribo una mariposa quiero decir una “mariposa”.
Isis Samaniego Y Valencia García nos revela en entrevista ciertas ensoñaciones, reflexionadas en autocrítica, en su pintura y escritura. Originaria de Río Blanco, Veracruz: Cuna del movimiento obrero y cuna de mi origen subversivo, la pintora vivió en los poblados importantes circunvecinos, así, Córdoba, Orizaba, Ciudad Mendoza, Nogales y Jalapa fueron auditorio de sus palabras y de sus dibujos: Siempre me gustó dibujar y escribir, siempre fui una escribana, poeta no, porque La Poesía, con mayúscula, es una superioridad que sólo encontré fusionando palabra e imagen. En los primeros años de la década de los 90 del siglo pasado comenzó a estudiar en la Escuela de Artes de Jalapa pero me corrieron al medio año, fue en el DF. donde encontré lo que buscaba (...) Llegas al DF, el gran rollo es ser quienes somos y estamos en escena, es un problema “ser artista” en México pero “ser artista mujer” es impasable. En la Escuela Superior de Comercio y Administración del Instituto Politécnico Nacional Isis llegó a trabajar a la prefectura en 1998 después de haber estudiado Contaduría Pública entre Orizaba y Jalapa: Ahí hice mis primeras exposiciones colectivas, siempre me patrocinó el Instituto, en mi pueblo nunca habría llegado a la Torre de PEMEX, por ejemplo (...) En el DF aprendí que “sólo quien se mueve, sale en la foto” (...) En el DF sí hay una buena apertura, hay mucha gente que es luchona y eso promueve que “tú seas”, aunque déjame decirte que si no eres, en ninguna parte vas a ser”.
En la Ciudad de México conoció a Juan Soriano con su exposición de esculturas monumentales en el zócalo: Ha sido uno de los artistas que más me ha impactado, Juan Soriano “es”, expone lo que siente y expone lo que es, a pesar de sus años y de su homosexualidad sabe cómo moverse porque sabe cómo ser. Algo que siempre admiro de la gente es su capacidad para ser niño y Juan Soriano nunca ha dejado de serlo. En 2000 tuvo su primera exposición individual en el Teatro Ignacio de la Llave, recinto artístico de Orizaba, dos años después fue invitada para una exposición individual en la ciudad de Puebla entre febrero y marzo: Recuerdo muy bien el último día porque era el día de la mujer, al ver toda mi obra en esta ciudad, decidí quedarme aquí y aquí sigo. En agosto de este mismo año, Isis Samaniego ingresa a la Maestría en Ciencias Sociales con énfasis en Ciencias de la Cultura de la Universidad Autónoma de Tlaxcala e impartida por la Universidad Autónoma Metropolitana – Iztapalapa: No sabes lo interesante que resultó ingresar a una maestría donde los enfoques son otros de los administrativos. En mi vida me había topado con el tal Bourdieu ese, o con los filósofos alemanes, vaya que fue bueno enfrentarme con todo.
Samaniego Y Valencia concibe la pintura como la oportunidad idónea para alcanzar lo inefable, aquello que la escritura sólo esboza, asimismo considera la pintura como una fuente inagotable catártica y purificante, que abre y enfrenta: Siempre he sido muy tímida, cuando creo que ya no tengo palabras y éstas no bastan tienes las manos para completarlas, para terminar lo que no dijiste. Eso te deja muy en paz. Cuando los sueños son pesados, y despiertas como cansado el cansancio de las manos te hace el sueño más ligero. Aún si no tuviese manos, tengo la boca para seguir redactando, aunque otros crearan con las manos lo que yo digo.
Nuestra artista cree que la literatura y la pintura están íntimamente ligadas: Paul Klee tiene razón, “todo empieza con un punto y una línea”. La pintura es una gran poesía visual. Desde el inicio de la pintura hubo poesía. La escritura en mí se vuelve una obligación cuando empiezo a enamorarme, pero no de cualquiera. La gente que se enamora de cualquiera no escribe, pero nosotros, Conrado, nosotros nos enamoramos y entonces escribimos por necesidad.
Isis cree que su arte no es feminista porque choca con las categorías de la diferencia y del conflicto de ésta: Soy una mujer que trata de dar una salida al concepto súper deteriorado de la masculinidad. Mi pintura de mujer, creada por una mujer aspira a incluir lo masculino, no creo en las diferencias. Así, la estética perfecta humana no está en el cuerpo de una mujer ni en la de un hombre, está en el cuerpo de un adolescente, de un joven sin desarrollo pleno. Pero además la estética no está en el físico, está en la puta cabeza.
Por último Isis nos comparte sus “presencias” del arte contemporáneo y reflexiona en torno a éste: Mi fuerte ha sido el surrealismo y el cubismo, adoré desde el inicio a Picasso y a Dalí, y tú puedes verlo. Ahora quiero ser con mi arte, mi gente. El arte contemporáneo está muy deteriorado, no hay nada que no se haya hecho ya en los sesenta, en los cincuenta, en los cuarenta y puedo ir más atrás. Recuerda a Danton: “el arte ha muerto”. Aunque no creo que haya muerto del todo, de hecho creo que todos quieren estar en el arte, pero tanto quieren estar que se sacan unas cosas, que bueno... Yo quiero que la gente me entienda, que cuando dibujo un niño con un caracol, la gente diga “Ah, es un niño con un caracol”. Las lecturas, las otras lecturas del arte ya estarán en otra parte, en los que accedieron a otros conocimientos. Yo no quiero la misma gente en mis exposiciones. Pierre Bourdieu nos dice que si la gente no tiene el capital cultural de cualquier modo entiende al arte. Todos queremos estar en el arte. Pero ¿por qué buscar lo que no somos? Yo quiero ser mi gente sin caer en el simplismo del folklore, quiero ser la conjugación de lo que soy: surrealismo y dualidad.
Isis Samaniego engaña al ojo y el espectador o lector se pregunta ¿quién es esta artista con aspecto indescifrable? En Edipo, relato sentido hasta lo paroxístico, la artista afirma que ella es la historia de su relato, la provocación de la duda, la creación de la duda en la gente, aunque cuando dibuje un niño con un caracol la gente crea que es un niño con un caracol. Isis es la pintora del engaño del ojo, la que se imagina con la incertidumbre del ojo y la urdimbre que crea: En esta historia me imagino, lo supongo. Edipo venció al padre; el cuerpo nunca se encontró, nadie supo a dónde fue, desapareció después de la tragedia. Tengo miedo porque yo lo veo en mis sueños, en el espejo donde me asomo, y hasta desnuda me intimida con su cinismo de tocar mi cuerpo que no es el suyo. Sólo te lo contaré a ti… Edipo cree que soy yo.

Cuetlaxcoapan, 11 de febrero de 2005



[1] Entrevista realizada el 11 de febrero de 2005 a la pintora en su apartamento en el centro de la ciudad de Puebla, antigua Cuetlaxcoapan.

miércoles, 10 de julio de 2013


Cena para Tres

Por: Hugo López Coronel  


A Davronel, por su incansable aspecto.

Quizá ella fue; no, quizá él.

Fuente de imagen:
http://desibilasypitias.blogspot.mx/2012_05_01_archive.html



















Ella, con sonrisa fingida y unos ojos mentirosos abandona la postura que mantuviera desde hace rato; coloca su bolso sobre la mesa y confiesa su desnudez con la mirada. Antes de decir nada, se pone en pie y vociferando todo un torrente de sangre se enfila hacia la puerta sin ni siquiera voltear. Sólo ha dejado dos palabras en aquella atmósfera tenue: chao cariño.
Desperté en medio de mis sueños despedazados en la almohada, con la frente perlada de desasosiego… otra vez. Algo dentro de mí crece y me carcome como un cáncer. Llueve. Las nubes en el fondo oscuro danzan en un tono rosáceo que me transporta más allá de las paredes.
A mi lado duerme… otra vez.
La comida en casa de los Fuentes ha sido el principio de nuestra desesperanza. Durante la cena, ella confesó después de seis copas de vino blanco la comezón que en el alma siente. Yo, escéptico, no daba crédito a aquella escena, mis labios se fruncieron hasta casi reventar cuando mi boca intentó callarla. Ella ríe a carcajada abierta con un claro tinte de nostalgia, de deseo prohibido, de amargo desdén encasillado muy a adentro. El señor Fuentes me ha dicho salud. Yo correspondo con una suave sonrisa. Ahora sé que esa angustia no es por mí, que no soy yo el que consuela sus noches frías, no soy la marea que sube hasta su pecho para acariciarla con la blanca arena y la brisa temprana en días de verano.
Las mujeres se apartaron y ahora las escucho hablar sin que sepan. Ella les cuenta sin pudores del otro, el que camina mis pasos de vuelta a casa una vez que me he ido. Ríe. Las demás la miran admiradas. Yo, desde mi rincón, río también; en el fondo tengo ganas de incrustarme en la tapicería y esperar a que el fuego de sus ojos incendie la casa. Pero no, sigo mi camino, el señor Fulano me espera para seguir brindando.
Puede que haya aumentado la maleza en estos días, mi corazón, mis pulmones y mis arterias lo presienten sin prisa. La cara buena del mundo me mira de soslayo al choque de las copas. Su tintinear me escuece la espalda. Si fuera café, voltearía mi taza para leer los posos como cuando era niño y Matilde no me observaba ensuciar su vajilla predilecta.
La invitación llegó temprano, ella la puso sobre el tocador y ahí permaneció por días, hasta que nuestros gritos permitieron encender mi cigarrillo, descosí los botones de mi camisa para que sus manos navegaran libremente. Han sido tan sólo seis años de dulce compañía, el único detalle fue su adiós desde que lo colgó al sol para secar las enormes lágrimas envueltas en caramelos de cristal. Conciliamos asistir a la cena desde que mañana no nos vemos, ya nunca.

El papel está enjugando la tinta de limón. Basta una llamarada para que vuelvas, hasta que quieras; porque ahora finges no darte cuenta, en estos instantes en que tu risa ha estrellado el cristal con el que brindo.

martes, 2 de julio de 2013

Carlos Monsiváis como estrella








Carlos Monsiváis como estrella

Ramón Cota Meza


Publicado en Milenio, sábado 17 de Julio de 2010


Por: Paco Echeverría

La obra y personalidad de Carlos Monsiváis han sido enaltecidas con razón y suficiencia. No es impropio hablar de sus fallas, así sea para emparejar el score. Dejé de leerlo hace más de veinte años, después de estar expuesto a su influencia un largo periodo. Para ser sincero, me cansó. Por gratitud y en busca de estímulo intelectual volvía a él de vez en cuando pero lo encontraba críptico, estancado, intransitable.
            Ahora busco la causa de su estancamiento, pero la tarea me rebasa. Releerlo me es humanamente imposible, y la crítica disponible es escasa y encomiástica. La exigua crítica extranjera es más críptica que su propia obra. Traducciones cadi no hay, lo cual es sintomático. Hace tiempo intenté traducir un texto suyo al inglés y me derrotó. Para traducirlo hay que descifrarlo, y una vez descifrado queda poco por traducir.
            Monsiváis buscó representar el espíritu de su tiempo, pero vivió dividido en dos épocas. De los años cincuenta absorbió el compromiso comunista; de los sesenta protagonizó el gesto libertario. Su trayectoria es un intento para conjugar ambos espíritus: exaltación de los ídolos y expresiones populares de antaño como si pertenecieran a la sociedad de masas aflorada en los sesenta. Trasladó su motivo político (búsqueda del “sujeto revolucionario”) a la caótica eclosión social de los sesenta.
            Su obra escrita y su actuación pública están impregnadas de esta disparidad. Su modelo es el New Journalism, especie de paraperiodismo “que explota la autoridad factual del periodismo y las licencias de atmósfera de ficción” (Dwight MacDonald). El New Journalism murió con el Rock & Roll a principios de los setenta, pero Monsiváis siguió explotándolo. Era lo conveniente para representar los supuestos anhelos de las masas personificadas en la voz del escritor.
            Los protagonistas del New Journalism iniciaron su trayectoria intelectual en la postguerra. De los años cincuenta heredaron el aura del star system, el cual proyectaron con fuerza a la situación enteramente nueva de los setenta. Sus temas eran los fenómenos de masas y las experiencias marginales, pero a diferencia del periodismo tradicional, aparecían como personajes de sus propias narraciones. Así se volvieron celebridades.
            Igual Monsiváis. “Me he convertido en feature” (artículo principal), me dijo la primera vez que intenté conversar con él. Pero al parecer gozaba esa posición. Era más afín a las estrellas del espectáculo que a los escritores. Dialogar con él no era fácil. Asumía que los escritores iban a verlo para recibir su bendición. Cuando escuchaba algo que no le parecía, arrebataba la palabra y apabullaba con un comentario sarcástico. Esto es obvio incluso en sus entrevistas en televisión.
            Otro anacronismo suyo es la forma de su crítica al poder, totalmente de los cincuenta, la burla de los personajes principales, como es un espectáculo de carpa, aunque son fuerza literaria. Hacer escarnio de los políticos no era digno de los intelectuales novatos de los setenta. Lo importante era comprender el mundo en que vivíamos, así que los dislates de políticos no importaban. Queríamos saber los intereses que representaban, no advertimos con su lenguaje inane.
            Monsiváis se alimentaba de declaraciones de políticos, clérigos y demás. Fue cruel con ellos, pero evadió el debate con intelectuales de su calibre. “Monsiváis no es un hombre de ideas sino de ocurrencias […] pepenador periodístico […] por ejemplo, en la revista Notitas Musicales, una declaración ridiculizable de una joven cantante, que él adereza con burlas y sarcasmos baratos, naturalmente sin firma”, dijo Octavio Paz a fines de 1977.
            En esta polémica Monsiváis adujo ideas sectarias que nunca corrigió. Por ejemplo, que para criticar al socialismo había que tener la autoridad moral que sólo la lucha por construirlo puede dar. Su apoyo a la movilización del candidato perdedor en la elección presidencial de 2006 fue irresponsable y dañó al proceso democrático. No presentó ninguna prueba del fraude proclamado. Su aparición junto al presidente legítimo fue un espectáculo patético, digno de una crónica sarcástica suya.
            Para la posteridad se justifica publicar una selección de sus crónicas y ensayos, pero hace falta un examen crítico de toda su obra. Se verá entonces que tiene más paja que grano, si bien el grano es valioso.