sábado, 23 de agosto de 2014

El Greco y Dostoievski en José Revueltas

Por: Linén Rojas Romero[1]

Fuente de imagen:
Álbum: Ordinary Finding Vol. 18
Gio McCluskey
Igor Morski
          Este año se cumple el centenario del natalicio de uno de los escritores más disidentes de México: José Revueltas (1914-1976). Es conocido por su activismo político como militante del Partido Comunista Mexicano (PCM), la manifestación más clara de su afán por combatir la injusticia y la desigualdad en nuestro país. Su inmensa producción novelística y ensayística es más que una obra panfletaria, es una literatura comprometida y crítica, aun de sus bases ideológicas. Hecho que, en 1943, lo expulsó de las filas del PCM. El presente texto quisiéramos dedicarlo a uno de los elementos constituyentes de la obra revueltiana, nos referimos a sus influencias artísticas.En especial a dos: Doménikos Theotokópoulos -El Greco- y Fiodor Mijailovich Dostoievski presentes en Los días terrenales (1949). Donde realiza una profunda reflexión en torno a dos aspectos que se vinculan: el arte y la política, de esta última, formula una crítica al PC y a su ideología. La novela es considerada una respuesta a sus antiguos camaradas.           Razón por la que recibió opiniones desfavorables por parte de la izquierda latinoamericana, entre ellos, Pablo Neruda. Como resultado, la novela fue retirada de mercado y el autor ordenó que no volviese a editarse: “En la historia de la literatura mexicana no se ha presentado todavía un caso similar al de Revueltas cuando pidió a sus editores retirar de la circulación Los días terrenales” (Ruiz Abreu 227).
          Los días terrenales narra las historias de varios personajes, cuyas acciones, sentimientos y reflexiones convergen en el PC del que todos son militantes. El personaje principal es Gregorio Saldívar, con quien abre y cierra el relato. Es enviado como delegado a Acayucan, Veracruz, para organizar a los pescadores y alinearlos al PCM. Sin embargo, luego de que Epifanía, una prostituta, mate a Macario Mendoza, sicario de los caciques, para proteger la vida de Gregorio a quien ama, este último se ve obligado a incluir el suceso en el informe que debe enviar al PCM. Como consecuencia, el Partido le ordena volver para ser juzgado pasando por alto los motivos en torno al asesinato y etiquetándolo como crimen pasional. Al final es puesto a prueba ordenándole encabezar la “marcha del hambre”, la cual parte de la ciudad de Puebla a la Capital. El texto concluye con el encarcelamiento de Gregorio en la Ciudad de México.
          Múltiples son las influencias y las relaciones de intertextualidad que la obra revueltiana ofrece; pero el caso que nos ocupa se manifiesta en un pasaje concreto del texto: la pesca de los juiles. Realizada por los devotos de la virgen de Catemaco, quienes aprovechan la madrugada, cuando aún duermen los peces, para emboscarlos en un recodo del río. El trabajo en medio de las sombras y las siluetas estilizadas permiten asociar el acontecimiento con el cuadro El entierro del conde de Orgaz (1588) del Greco, el cual conmemora el milagro en el que los santos Agustín y Esteban aparecen frente a la multitud para depositar en la urna funeraria al señor de Orgaz. El milagro tuvo lugar en la iglesia de Santo Tomé, Toledo, en 1323. La semejanza es propuesta por Gregorio, que además de activista es un antiguo estudiante de pintura. La asociación entre los elementos avanza al punto de que Saldívar se compara con el segundo monje, de izquierda a derecha del cuadro, el que porta el sayal más oscuro y habla con el otro monje mientras extiende la palma de la mano hacia arriba. La asociación será determinante como veremos más adelante pues resumirá la visión que Revueltas concibió en su novela sobre el comunismo. Sin embargo, para que la semejanza sea completa falta un tercer elemento: el cuerpo del Conde. El texto entonces hace aparecer, en medio del agua, el cuerpo de un hombre ahogado. Se trata de Macario Mendoza. Revueltas reflexiona en torno a la muerte, uno de los temas que más le apasionaban. No obstante, no nos detendremos ahí. Pues queremos llevar la muerte al punto en que está relacionada con el milagro y la religión. La muerte del Conde como la de Macario ya no les pertenece pero están obligados a permanecer en sus puestos por el simple hecho de estar muertos. Su muerte ahora pertenece a aquellos que la contemplan aunque no les importe. En el caso del Conde, a sus amigos y protegidos. En el de Macario, a la gente del pueblo de quien abusaba. Es necesario señalar cómo Revueltas se detiene para señalar el modo en que los otros asumen la muerte ajena, con indiferencia pero también con placer, con bienestar de saber que ellos no son los muertos. Finalmente, es una muchedumbre indiferente que alberga deseos propios y lejanos al acontecimiento mismo.
          Al respecto del milagro y la religión, quisiéramos abordarlos en su relación con el socialismo. En la novela, los miembros del partido son vistos como sacerdotes, el caso de Fidel: “Como un cura. Fidel era como un cura” (Revueltas 34). Ambas instituciones, la religiosa y la política, alcanzan un punto en el que importa una rectitud escalofriante que desdeña la naturaleza humana como una debilidad. El milagro desempeña entonces un siniestro papel, el de convencer a los feligreses. En la novela, el milagro está representado por la muerte de Mendoza, represor del pueblo y representante de la justicia de los hacendados. El pueblo, ante el acontecimiento mismo de la muerte se reúne, al darse cuenta de quién es el muerto, se alegra: en principio por no ser ellos los muertos y luego porque ha perecido un enemigo. “La satisfacción de todos por la muerte del odiado jefe de las Guardias Blancas se palpaba en el aire” (81). Este “milagro” ha sido operado, aunque los comunistas lo rechacen, por el mismo comunismo que desde el principio reunió a los pescadores en el río. Gregorio es quien ha ocasionado la muerte del asesino a manos de Epifanía. Remitiéndonos al cuadro del Greco, no sería gratuito el hecho de que San Agustín sea quien toma entre sus manos al Conde, en tanto, a distancia, uno de los representantes de su Orden juzga los acontecimientos fríamente. Así, Gregorio seguiría siendo el fraile agustino que habla con el franciscano.
          El comunismo como asociación religiosa, desde el punto de vista de sus militantes, tiene una misión sagrada: lograr reunir bajo su manto a todos los habitantes del mundo, a pesar de ser estos buenos o malos a pesar de su falta de solidaridad. Algo semejante es expresado por el propio Gregorio hacia el final de la novela:
No era improbable [...] que la última revolución de la humanidad, una revolución de los hombres sin clases, dentro de un mundo comunista, fuese la revolución contra el remordimiento. Las grandes masas idiotamentte felices, ebrias de la dicha conquistada, ajusticiarían a los filósofos, a los poetas, a los artistas, para que de una vez las dejaran en paz, tranquilas, prósperas, entregadas al deporte o algún otro tóxico análogo (200).
          Desde esta perspectiva, los comunistas son el grupo elegido para salvaguardar la felicidad de toda la humanidad a cambio de ser los únicos que están conscientes de ello, racional y aterradoramente conscientes de la necesidad del milagro. El milagro puede, y es, una mentira necesaria que permitirá a los comunistas reunir a todo la humanidad en torno de ellos. Por eso, probablemente, el fraile es agustino y se encuentra en el mismo espacio en que su patrono (San Agustín) carga al Conde de Orgaz para depositarlo en la tumba: Gregorio es el fraile agustino rodeado por los creyentes.
          La idea de un número limitado de elegidos sobre los que recae la responsabilidad del bien común había sido desarrollada por Dostoievski en El Inquisidor General. Ahí se desarrolla la idea de la misión asumida por los padres de la Iglesia romana que consiste en ofrecer a los hombres la felicidad absoluta aunque para ello sea necesario el sacrificio de los elegidos quienes han abandonado a Cristo y entregado su causa, engañando al hombre y despojándolo de la libertad. De acuerdo con el relato, la libertad es una pesada carga proporcional a la alta estima en que Cristo tiene al hombre. El texto parte del pasaje bíblico en que el diablo tienta a Cristo en el desierto. Tomando como base las tres tentaciones, Dostoievski da cuenta de los tres instrumentos por medio de los cuales, la Iglesia somete al hombre. Siendo uno de esos instrumentos es el milagro porque al ser contundente y ocurrir a los ojos de las personas, ya no se tiene derecho a elegir sino a rendirse ante la evidencia de que Dios verdaderamente existe.
          Dostoievski propone que el cristianismo debe estar basado en el derecho a la libertad del hombre para que éste puede elegir seguir a Cristo o no.
Nos someterán los secretos más penosos de su conciencia, nosotros resolveremos todos los casos y ellos aceptarán nuestra decisión con alegría, pues ella les ahorrará la grave preocupación de escoger libremente por sí mismos. Y todos serán dichosos; millones de criaturas, salvo un centenar por cada mil, los directores salvo nosotros los depositarios del secreto. Los dichosos se contarán por millares, y habrá cien mil mártires encargados del conocimiento maldito del bien y del mal. ( Dostoievski 232).
          Y aunque las figuras de la libertad son distintas en Revueltas y en Dostoievski, significan lo mismo. En el caso del escritor ruso, los Padres traicionan a Cristo; en el de Revueltas, los comunistas traicionan la libertad del hombre.

Bibliografía:
Dostoievski, Mijaíl. Los hermanos Karamazov. Edivisión, México, 1999.
Revueltas, José. Los días terrenales. Era, México, 1949.
Ruiz Abreu, Álvaro. José Revueltas: los muros de la utopía. Cal y arena, Mazatlán, 1992.




[1] La autora es Licenciada en Lingüística y Literatura Hispánica y candidata a maestra en Literatura Mexicana por la FFyL de la BUAP; colaboradora en Óclesis, Víctimas del Artificio.