domingo, 12 de julio de 2015


Prometeo, figura-dios del artífice 
y del artificio ante el Patros Logos


Francisco Hernández Echeverría[1]


Las jornadas de estudio organizadas por nuestro colectivo, “Óclesis. Víctimas del Artificio”, correspondientes al trimestre Enero-Marzo se enfocaron al análisis de un texto escrito por Sigmund Freud en 1913: “El interés del psicoanálisis para las ciencias no psicológicas”. Allí observamos que Freud, superando el esquema propuesto por Jean-Martin Charcot, no realiza distinción alguna entre los procesos llamados normales y los patológicos, posibilitando con ello que su práctica terapéutica se vincule naturalmente con otras disciplinas, entre las que encontramos la ciencia del lenguaje: el lenguaje no se limita sólo a la expresión del pensamiento en palabras, aunque sea la actividad anímica más privilegiada, sino también al lenguaje gestual y la escritura, teniendo en cuenta que las interpretaciones del psicoanálisis son un trabajo de traducción que permite comprender una forma expresiva que resulta ajena a nuestro pensamiento, es decir, la exégesis del símbolo (1).
            Dentro de dicha exégesis podemos ubicar al mito, el cual más que limitarse a un relato original pretende simbolizar aquello que mantiene al presente prisionero a dicho origen. Por ejemplo, en Totem y Tabú, Freud habla del papel que tiene la prohibición como anticipación de la culpabilidad que genera la actitud rebelde, es decir, del castigo que puede caer antes sobre aquel que pretende cometer un pecado, o mejor dicho, realizar llanamente lo que le dicte el deseo. Entonces la ley, la prohibición, será la piedra angular de la cultura, principalmente la prohibición del incesto, en particular, del incesto de la madre con el hijo, impuesta por el padre, por “la palabra textual del padre”, el principio del logos patriarcal, el logos basado en el mandato: el Patros Logos.
El padre, en consecuencia, “es él mismo una consecuencia, una consecuencia del lenguaje hablado, del establecimiento de la relación de causalidad entre el encuentro sexual y el nacimiento infantil y del cálculo que liga el tiempo de los procesos humanos con los sucesos en el cielo, con las lunas y los soles y las estaciones del año” (2).
            Bajo este esquema, Freud está inventando un mito “que es avalado por el estudio de las sociedades de primates: hay un macho alfa que puede gozar de todas las mujeres del grupo y que impide a sus descendientes varones el comercio sexual con ellas” (3). Tal hecho derivará en la sublevación de los hijos, incitados posiblemente por la madre misma, quienes se organizarán para darle muerte al padre, callando su culpabilidad parricida con la incorporación de la memoria del padre mediante la devoración de su carne y sus huesos, lo cual se exteriorizará con la construcción de un templo para su veneración. He aquí el origen del padre-tótem, el origen de la ley, de la religión, de la ordenación familiar y cultural, en última instancia, de la vida política centrada en instituciones que preservarán el Patros Logos como “autoridad totémica independientemente y por encima de la vida de los gobernantes y gobernados […] El padre-tótem es el responsable de la culpabilidad del hijo por sus deseos incestuosos; de ese modo, es quien decreta la imposibilidad de la realización de tales deseos (4).
            Esta explicación freudiana ha servido de base a muchos pensadores para el análisis de la crisis actual, derivada de la imposición de un Global Order único a través de un nuevo Patros Logos, que al impactar sobre la estructura material y en los imaginarios sociales decreta prohibiciones sobre los deseos libertarios y críticos a los devastadores efectos del sistema, que no son sólo financieros sino también sociales, políticos, culturales y hasta ecológicos, que por más que la saturación corporativa postmoderna y el oportunismo académico e intelectual nos traten de convencer de lo contrario, no son “sustentables”.
En este sentido, el filósofo catalán Eduardo Subirats ha abierto nuevas perspectivas de análisis sobre lo que él llama la Crisis Management, que es consecuencia del proceso civilizatorio fuertemente asido a la idea de progreso económico-industrial, el cual ha sido incapaz de definir un equilibrio social y ecológico globales, e incapaz de concebir un orden político mundial basado en la igualdad de las naciones y los pueblos en aras de la misma supervivencia de la Humanidad: “Estamos estropeando el delicado equilibrio ecológico que sustenta la vida humana. Esto significa, literalmente, pedir prestado a cargo de la vida de nuestros hijos” (5). Ahora bien, con el surgimiento de los tan coreados “posts” (“postmodernidad”, “post-estructuralismo”, “post-deber”), el sufrimiento y la desesperación humana han sido trivializados hasta su desfiguración, convirtiéndolos en un significante vacío propagado por la colonización comercial de la cultura y sus industrias de la comunicación que se han limitado en presentar “escenarios arquitectónicos corporativos de dimensiones colosales, deslumbrantes eventos electrónicos de la política global, y paraísos digitales y financieros: el espectáculo postmoderno” (6).
La postmodernidad se ha instalado bajo el grito de sus clichés más trillados: el fin de la historia, el fin del sujeto, el fin del trabajo, el fin de los metalenguajes, el último libro, el último cuadro, la muerte del intelectual, en resumen, el “final del humano”: “Estamos en el laberinto y ¡claro! es peligroso porque podemos caer en las garras del Minotuaro. Hay que ir con cuidado pero sí hay caminos. Los que están diciendo que no hay caminos son las corporaciones, que los únicos caminos que aportan son: la guerra, aumentar los presupuestos para los proyectos militares y para los bancos. Y entonces quién está desde hace mucho tiempo diciendo que la historia ha acabado y que estamos en la era de los post, son precisamente las corporaciones quienes constantemente afirman la necesidad del apocalipsis y la santa madre Iglesia” (7).
Evidentemente con el pretexto de una guerra global llamada contra el terrorismo o el narcotráfico —asegura Subirats, al igual que Raúl Zibechi (en http://www.youtube.com/watch?v=vXVV4IkQYDM)—, el verdadero objetivo corporativo-estratégico son los centros de extracción petrolífera, los centros de concentración acuífera, y las regiones productoras de minerales estratégicos y biodiversidad. Paralelo a esta situación no ha descuidado la destrucción de las instituciones educativas y la manipulación y control mediáticos pues: “El postmodernismo ha renunciado a las teorías críticas; ha abrazado el destino de una última conciencia intelectual; ha anunciado la abolición de la filosofía, del arte y de la resistencia política; los postmoderns han celebrado postsujetos, posthistorias, postpolíticas y posthumanos; y se han identificado con un proyecto corporativo de redefinición semiótica de identidades culturales y especies biológicas, del espectáculo democrático y de la propia conciencia humana, junto a su empaquetamiento comercial y su manipulación mediática” (8).
Efectiva y lamentablemente los mismos centros académicos se han prestado a ser cómplices oportunistas de esta situación, razón por la cual el pensador catalán asevera que hoy vivimos bajo el “arresto domiciliario de la inteligencia”, que nos ha sumergido en una actitud de pesimismo y un estado de apatía y entumecimiento ideológico provocado por la sobresaturación informativa postmoderna. De ahí la necesidad de ver con claridad, “esclarecer” el problema en el que estamos enfrascados.
Subirats partirá entonces de que la postmodernidad no ha sido una filosofía, sino su renuncia, pues su punto de partida es la negación de la filosofía como Aufklärung, Lumière, Enlightenment, que el filósofo traducirá mejor como Esclarecimiento más que como Ilustración. Por tanto, Subirats llamará esclarecimiento a: 1) Aquellas figuras del pensamiento filosófico, místico y mitológico de la historia de la Humanidad que han promovido la autonomía de la reflexión racional (Véase a Averroes o Kant); 2) Las filosofías de la luz (Véase a Shurawardi, Ibn Arabi) y 3) El desarrollo de las artes y las técnicas con una finalidad filantrópica, insubordinada a su apropiación corporativa y a su utilización genocida (Véase el mito de Prometeo encadenado de Esquilo).
En este último punto podemos notar que para abordar aquellas zonas de fracaso civilizatorio, Subirats ensaya respuestas echando mano del mito griego de Prometeo, sin que por ello pierda de vista lo concreto, es decir, no asciende al Olimpo para fantasear sino porque, según su visión de mundo, los mitos pueden reactualizarse, de tal manera que “la corporación de los dioses” persiste en destruir la planta humana en la Tierra (9). La corporación que ha fundado Zeus con los demás dioses personifica hoy en día los grandes consorcios financieros del planeta, que segundo a segundo, el pensamiento burocratizado de las universidades y la maraña de mensajes apologéticos que vomita la industria cultural tienden a oscurecer las causas y registros de sus crisis (10).
Por ello, la figura de Prometeo, el ladrón del fuego de los dioses para regalárselo a los hombres, simboliza “una perspectiva objetiva y afirmativa, como una gota de optimismo en estos tiempos de destrucción y exclusión” (11). El rescate de este mito para resignificarlo nos sirve de plataforma para penetrar en las entrañas de la postmodernidad que ha confundido el positivismo de August Compte y el tecnocentrismo del descubrimiento de la luz eléctrica —de Benjamin Franklin a Thomas Alva Edison— con el fuego sagrado de la reflexión y rebeldía titánica contra la opresión.
En el Prometeo encadenado del dramaturgo griego Esquilo, el fuego arrebatado a Zeus por el titán es definido como instructor de las artes: “el manantial del fuego robado, que es para los mortales maestro de todas artes y gran recurso” (12); igualmente en el Mito de Prometeo contenido en el Protágoras de Platón el fuego es identificado con las fuentes de energía necesarias para la conservación de la especie humana y para el desarrollo de la civilización: “En cambio, en la vivienda, en común, de Atenea y de Hefesto, en la que aquéllos practicaban sus artes, podía entrar sin ser notado,  y, así, robó la técnica de utilizar el fuego de Hefesto y la otra de Atenea y se la entregó al hombre. Y de aquí resulta la posibilidad de la vida para el hombre […] En el tallo de una caña me llevé la caza, el manantial del fuego robado, que es para los mortales maestro de todas artes y gran recurso” (13).
Cabe aclarar que esta mirada tecnológica y civilizatoria de un fuego indispensable para la supervivencia humana no es exclusiva del mundo griego, pues también ya se encontraba presente tanto en la religión de Zoroastro, así como en ciertos himnos dedicados al dios del fuego de algunas otras culturas de la Antigüedad. Sin embargo, en la progresiva expansión de la tecnociencia moderna ese fuego civilizador ha sido reducido catastróficamente a un tipo de cultura predominantemente tecnológica que absorbe y desplaza las formas tradicionales para empujar todos los ámbitos de la vida al consumo de petróleo, gas, uranio y plutonio, al surgimiento de conflictos y guerras fratricidas por acaparar a toda costa estos recursos. Este totalitarismo que gradualmente adquiere un carácter masivo despoja todos los actos humanos de su dimensión subjetiva, anulando por tanto las posibilidades de auténtica participación individual y colectiva, convirtiéndose en una seria amenaza de la supervivencia humana en todo el orbe.
            Entonces, si comparamos el fuego prometeico únicamente bajo esta acotación tecno-industrial del consumo indefinido de energía se cambia completamente el sentido de lo que en realidad entraña el mito y el culto al dios-titán Prometeo, pues como ya lo habíamos dicho precedentemente su significado es el de “instructor de las artes”, pues de lo contrario estaríamos pasando del fuego imprescindible para la supervivencia humana al fuego que aniquila su misma sobrevivencia. En otros términos, la idea de retomar el mito prometeico es para tratar de actualizarlo sin perder de vista la necesariedad de ese fuego para sobrevivir como especie y combatir, abandonando completamente la vulgar vinculación que se le ha hecho con la función explotadora de recursos o con su función como energía, para mejor verlo como luz que ayuda a tener claridad en la oscuridad, uno de los aspectos también indispensables para la supervivencia. Así, al tratarse de una claridad, el fuego se transforma automáticamente en “principio de formación intelectualmente esclarecedora, espiritualmente iluminadora y políticamente emancipadora de las tiranías. En pocas palabras, un principio de resistencia y no se sacrificio (14).
            Este será el programa de esclarecimiento subiratiano que no se detiene ante lo dado, sino en el análisis de una serie de conceptos que considera clave —la techné, la philia, el antropocentrismo, el mito de Pandora, el esclarecimiento y el sacrificio— con la finalidad de llevarnos a reconocer que el famoso titán, independientemente de proveer al hombre del fuego civilizador, le muestra al mismo tiempo la tarea de hacer crítica hacia el asunto sacrificial, pues en su comunicación con lo divino el hombre tiene la capacidad de construir una relación reflexiva.
La palabra techné significa técnica o arte, pero la techné prometeica no nace de la voluntad bíblica de sojuzgamiento y dominación total por medio de la violencia, que posteriormente derivará en dominación tecnocientífica planetaria a partir de las premisas baconianas que le darán cimiento a la sociedad industrial del siglo XVIII. La techné que Prometeo hereda al hombre es el fuego iluminador, el alumbramiento filosófico. En el Prometeo encadenado de Esquilo la palabra Philia (que significa amor fraterno, incluyendo la amistad y afecto) será lo primero que los verdugos de Zeus, Krátos (Fuerza) y Bía (Violencia), echen en cara a Prometeo mientras Hefesto, dios del fuego y de la fragua, lo encadena a unas rocas del Cáucaso para que un águila le devore todos los días el hígado como castigo por haber osado robar el fuego para los hombres: “para que aprenda a soportar la tiranía de Zeus y renunciar a sus sentimientos Humanitarios” (15). Más adelante el mismo Hefesto igualmente le recriminará a Prometeo: “Esto has ganado con tus sentimientos humanitarios” (16). Repetidas veces Prometeo es reprendido por su philia hacia el humano, su filantropía que le ha impulsado a robar el fuego iluminador de todas las artes desobedeciendo las palabras de Zeus, el Patros Logos.
De suma importancia es subrayar esto, ya que nos indica que la filantropía es una acción humana que rebasa la racionalidad que define a los humanos como agentes de un confuso proceso de acumulación monetaria conforme con la antropología capitalista de Adam Smith. Así mismo, el titán amigo de los mortales indiscutiblemente se encuentra más cercano al ideal antropofílico de cercanía, hospitalidad y amistad con la Madre Tierra (Gaia), que a la tradicional teoría filantrópica occidental muy asociada al ideal cristiano de caridad.
Bajo esta óptica, Subirats se opone a la visión de Francis Bacon cuando éste circunscribe la función del fuego bajo una noción industrial y tecnocientífica, ignorando el papel que el mismo fuego desempeña dentro del mito: resistencia, desobediencia y rebeldía hacia el Patros Logos. Es decir, le suprime al fuego la fuerza de Aufklärung, pero en cambio, le inventa una nueva direccionalidad, que inclusive hemos asumido como sagrada: el antropocentrismo, el ser humano como centro del universo; idea muy respaldada por la ciencia moderna y ejemplificada en las ferias industriales del siglo XIX o en la conquista del espacio del siglo XX. Con esto, el padre del empirismo reemplaza la antropofilia prometeica por una teleología antropocéntrica de la razón industrial que posiciona al hombre como centro.
Después Subirats analizará el concepto de Pandora como elemento de misoginia para justificar que la única responsable de las infinitas miserias de la familia humana a lo largo de la historia no es la expansión industrial y comercial con sus múltiples expresiones militares y políticas, sino… Pandora: “de esta fuente —afirma Bacon— provienen todas las guerras, todos los tumultos y todas las tiranías del género humano”. En referencia al concepto “esclarecimiento” —que como ya lo mencionamos anteriormente, suplanta el concepto de Ilustración ya que éste último en realidad no significa nada, es una palabra vacía: “lustre”, “ilustrarse”, “lustrarse”, lo que no significa “ser inteligente”— Prometeo representa el mito esclarecedor por excelencia, Prometeo mismo es el esclarecedor por antonomasia, que actúa como un sofista, no desde la amañada interpretación de Platón en el Protágoras (sophistoe), sino como sophistés que se encuentra directamente relacionado con la idea de “filósofo”, la cual era aplicada a los Siete Sabios o la exclamación de Kant: “¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento” (17).
Ya con la mirada esclarecida, la mirada inteligente, una mirada emancipadora que es capaz de desentrañar la lógica interior de las cosas debajo de su apariencia, podemos denunciar la tiranía del Olimpo (las Corporaciones de hoy) que ha impuesto su Patros Logos con leyes colmadas de alienación y promotoras del sacrificio que todos debemos hacer hacia ellas. Así, Prometeo no es creador ex nihilio, sino figura del segundo creador, figura del artífice y del artificio, pues al ser un crítico del ritual sacrificial de los dioses, impone un sacrificio contra el sacrifico (regalar el fuego), una relación dialéctica que resulte beneficiosa para los hombres, un sacrificio que transforma el sacrificio impuesto (prohibición según la tesis freudiana) en una acción reflexiva de separar y juzgar que tiene su punto máximo en la medida en que logra que los humanos utilicen el fuego divino como principio regenerador de la creatividad, del artificio mismo para gozar de “un nuevo esclarecimiento del humano humanizado” ante el nuevo Patros Logos de la liquidez postmoderna.

____________________________

(1) José Töpf y Heberto Rojo, Psicología, lo inconsciente, Eudeba, Buenos Aires, 2014.
(2) Néstor A. Braunstein, “El  mito científico de Freud”, en El Universal, suplemento “Confabulario”, México, 2013, pp. 4-5.
(3) Ibídem.
(4) Ibídem.
(5) Richard J. Barnet, La economía de la muerte. Siglo XXI, México, 1976, p. 12.
(6) Eduardo Subirats, “Life is beautiful. Esclarecimiento del Esclarecimiento, y el final del Postmodernismo”, 2012, en http://www.vitruvius.com.br/revistas/read/arquitextos/12.140/4201
(7) Eduardo Subirats en Alejandro Flores, “Debemos re-energizar la confianza en la creatividad: Subirats”, 2011, en: http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2011/10/24/debemos-re-energizar-confianza-creatividad-subirats
(8) En Eduardo Subirats, Op. cit., 2012.
(9) En Eduardo Subirats, Op. cit., 2011.
(11) Eduardo Subirats, “Prometeo o esclarecimiento en una edad de destrucción”, 2014. Conferencia organizada por el Colegio de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla (IMACP) del H. Ayuntamiento de la Ciudad de Puebla de Zaragoza.
(12) Esquilo, Tragedias, Grupo Editorial Tomo, México, 2007, p. 88.
(13) Platón, Protágoras, Gredos, Madrid, 1993, p. 320.
(14) Eduardo Subirats, Op. cit., 2014.
(15) Esquilo, Op. cit., p. 85.
(16) Ibídem, p. 86
(17) Immanuel Kant, Filosofía de la historia. Qué es la ilustración, Terramar, Buenos Aires, 2004, p. 33




[1] El autor es Maestro en Educación Superior por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Coordinador General de Óclesis. Víctimas del Artificio, y docente en diversas instituciones universitarias.