sábado, 12 de agosto de 2017

La función de la crítica en la sociedad posmoderna
Por: Noé Cano Vargas.[1]

Nada tiene de asombroso que un país retome así periódicamente los objetos de su pasado y los describa de nuevo para saber qué puede hacer con ellos: esos son, esos deberían ser los procedimientos regulares de valoración. (Barthes, 1972, pág. 9).




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En 1902, a los 19 años de edad, José Ortega y Gasset inicia su actividad intelectual en los medios masivos, sus primeras publicaciones son artículos y ensayos que versan sobre distintas temáticas pero que dibujan puntos focales desde el principio, y con el tiempo, permite ver su línea de investigación, uno de ellos es la descripción que hace de las multitudes y de los hombres de talento tomando como punto de partida la crítica.
El primer trabajo dado a la prensa Vida Nueva denominado De la crítica personal es una temática que hoy cobra relevancia, enfatiza la función de ésta como una lucha individual, no de imposición, sino con base en la razón, para esto deja claro que no se puede ser imparcial ni impersonal en una crítica, en la actualidad podemos afirmar la importancia de su postura, tomemos un caso cualquiera, al emitir una opinión una persona toma partido, busca su conveniencia e interés mediante un proceso desde la trinchera de su pensamiento: busca, estudia, interpreta, razona, construye, resuelve y explica; bueno, eso debería de hacer.
Los individuos se construyen en sociedad, ésta es la suma de elementos comunes y a la vez de elementos diferenciadores, estos últimos son los que hacen de un individuo lo que es, le imprimen al sujeto su sello, por lo que su comentario es subjetivo, he ahí que la crítica es personal, el problema es la falta de un proceso riguroso y metódico a la hora de expresar su opinión, el desconocimiento de la situación, de sus factores, características, el argumento y contrargumento, así como la poca pericia para consultar las perspectivas históricas sobre el tema, hace que se forme un juicio a no ser que un prejuicio, si esta acción la realiza no solo un sujeto sino diez, cien, mil o más, estamos en problemas, pues la opinión de estas personas va a ser muy parecida, a su vez, eso conlleva a tomar una postura general, afirmar lo que la mayoría afirma o negar lo que la mayoría niega, entonces ¿se puede considerar crítica a la postura que adopta lo que la mayoría dice? ¿qué dotes especiales tiene la mayoría para adoptar como crítico su punto de vista?
La crítica, al ser personal, debe tener como cimiento ese repertorio de conocimiento que va acumulando empírica y científicamente de manera reflexiva, es cuando puede expresar una crítica, en caso contrario, cuál sería el objetivo, sería más fácil tomar consenso de la situación que se pretende. Volviendo al punto central, cuando estos elementos diferenciadores de un sujeto se presentan al emitir un juicio y permean en el entramado social es cuando es posible un cambio en la estructura de la vida, en caso contrario “¿Qué acontece? En fin de cuentas, el procedimiento se reduce a sustituir las influencias personales, el determinismo individual, a las influencias de la masa. La multitud como turba, como Joule, es impersonal por suma de abdicaciones, involuntaria, torpe como un animal primitivo.” (Ortega y Gasset, Obras completas Tomo I (1902-1916), 1966, pág. 16)
La cuestión es precisar cuál es la función de la crítica en un mundo globalizado y cambiante, donde las formas culturales que dan identidad a un país se van perdiendo al irse vinculando economías diversas y dispares, las mayorías, motivadas por recursos del sistema -publicidad, mercadotecnia, medios masivos-  solo van adaptándose, no toman conciencia hacia donde van, por su consistencia liquida sólo se dejan llevar, aún esto pasa en el sistema educativo, antes, el productor de ideas escribía para satisfacer necesidades y resolver problemas fundados en la realidad, hoy todo se ha vuelto superfluo, sólo se consume sin una necesidad objetiva, se obedece al placer de consumir las modas, dejando de lado la memoria y la tradición, en momentos de adversidad no hay un hilo ideológico conductor que los una a pesar de tener elementos de consumo en común y  al presentarse problemas no saben cómo afrontarlos.
México se encuentra en esa situación, con tantos problemas, pero sin saber cómo afrontarlos, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos de América, la globalización, las transnacionales, el internet, la mercadotecnia, los medios masivos y el mexicano listo a consumir cualquier cosa sin preocuparse siquiera por resolverlo por sus propios medios, esto conlleva a que la economía este regulada por capital extranjero, con el capital humano mexicano no se hace nada, se mantiene estancado por la falta de cultura emprendedora, el mismo Estado interesado en acaparar capital para el bien de los grupos políticos oligárquicos no desarrolla como debiera la economía propia, más bien viven consumiendo el erario público en prejuicio de la masa social que no piensa, ya sea porque no quiere, a la vez porque no se le ha dedicado el tiempo y el talento para desarrollar este proceso mediante una educación de calidad y porque está manipulada por intereses específicos para que no salga de la fosa en la que está sumida, al final de cuentas, dónde encontrar el talento, el punto está en la crítica, porque el ejercicio de la misma permite el desarrollo intelectual y social.
…en un pueblo hay tanta mayor energía cuanta más grande diversidad de pareceres, sobre cosas nimias inclusive. En resolución, únicamente donde los ciudadanos piensan cada uno sus pensamientos, podremos esperar ponernos alguna vez de acuerdo, al paso que donde todos piensan a una no hay acuerdo posible en las opiniones, por la sencilla razón de que nadie opina y todos tienen uno o varios magistrados que se encargan de pensar por ellos. (Ortega y Gasset, 1966, pág. 47)

Cuando una persona emite un juicio le deberían de acompañar dos componentes: tendencia y calidad, la primera enmarca la postura ideológica, la segunda el contenido de lo que enuncia, por lo que, si se repite en una gran diversidad de sujetos la misma situación fragmentaria carente de contenido, en qué proporción se puede considerar original y con calidad, más bien se le puede denominar vox populi, pero entonces deja de ser crítica y pasa a formar parte del repertorio ya sea consensado de cómo se ven las cosas, en otro caso, el discurso dominante es impuesto como dogma por aquellos con intereses específicos, el conocimiento es poder, el que lo domina, el que piensa por el resto es el depositario y ganador del consenso, lo impone como parte de la opinión pública.
Según sea la calidad de la crítica se puede utilizar para que cumpla una función dentro del entramado social, pero eso depende de los medios que se utilicen para que esa crítica llegue a la masa informe y la moldee, la propia crítica ya enmarca su tendencia ideológica, su táctica de guerra, su participación activa, ya sea a favor, en contra o como opción de cambio ante cierta situación, pues siempre dice algo a alguien, “…esa tendencia literaria, contenida de manera implícita o explícita en cada tendencia política correcta, es la que constituye, y no otra cosa, la calidad de la obra”   (Walter, 1934, pág. 1)
La crítica al ser personal, es un saber subjetivo que para ser en verdad crítico debe pasar por un proceso racional, además de vincularlo con el sentido común y la praxis, “<<Decir>> es expresarse en conceptos, y el concepto supone una actividad analítica, específicamente intelectual, que pocos individuos han ejercitado. El saber que se expresa en vocablos es superior al que se contenta con tener algo entre ente los ojos; (Ortega y Gasset, Estudios sopbre el amor, 2009, pág. 108), si ese decir se lleva al papel, el crítico tiene una función primordial al utilizar el lenguaje, “escribir es ya organizar el mundo, es ya pensar (aprender una lengua es aprender cómo se piensa en esa lengua) (Barthes, 1972, pág. 33).
El escritor desde su subjetividad y crítica personal piensa e interpreta el mundo, decir y escribir son la base, para existir debe de nombrarse, he ahí la función del conceptos, la primera barrera infranqueable para entender la realidad es el lenguaje, cualquier sujeto que quiera pensarse tiene que partir del lenguaje, tiene que conocer el lenguaje, tiene que aprender a leer, tiene que leer, resumir información, sintetizarla, y al final de este proceso puede ofrecer su crítica con base en el lenguaje articulado y lógico, pero antes de esta travesía tiene que conocer las reglas de juego, el uso del lenguaje, tiene que leer, porque “Es pues inútil (…) pedir al otro que se re–escriba, sino está decidido a re–pensarse.” (Barthes, 1972, pág. 33), o en palabras de Quino representado por la caricatura de Mafalda “Vivir sin leer es peligroso, te obliga a creen en lo que te digan”.
Concluyamos, la función de la crítica en los tiempos actuales es moldear mediante las opiniones de los hombres selectos el campo conceptual del hombre medio mediante herramientas que permitan captar esas ideas que con el tiempo se convertirán en ideologías que impacten con el tiempo las estructuras sociales, de eso depende el funcionamiento futuro de la sociedad con base en la influencia de los hombres egregios.
Cualquiera que sea su excelsitud y su perfección, no actuarán históricamente, sino en la medida que su ejemplo e influjo impregne al hombre medio ¡Qué le vamos a hacer! La historia es, sin remisión, el reino de lo mediocre. La Humanidad sólo tiene de mayúscula la hache con que la decoramos tipográficamente La genialidad mayor se estrella contra la fuerza ilimitada de lo vulgar. El planeta está, al parecer, fabricado para que el hombre medio reine siempre. Por eso lo importante es que el nivel medio sea lo más elevado posible… (Ortega y Gasset, 2009, pág. 108).

Esto sólo se puede lograr mediante la influencia de la crítica personal en el entramado social.

Bibliografía
Barthes, R. (1972). Crítica y verdad. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores. Obtenido de Uruguay piensa: www.uruguaypiensa.org.uy/imgnoticias/735.pdf
Ortega y Gasset, J. (1966). Obras completas Tomo I (1902-1916). Madrid: Revista de Occidente.
Ortega y Gasset, J. (2009). Estudios sobre el amor. México, D.F.: Fontamara.
Walter, B. (1934). El autor como productor. Obtenido de Archivo Chile: www.archivochile.com/Ideas_Autores/benjaminw/esc_frank_benjam0011.pdf



[1] Acerca del autor: Noé Cano Vargas es Maestro en Historia por la BUAP y miembro activo en Óclesis, Víctimas del Artificio.

martes, 8 de agosto de 2017

El compadre Mendoza: representación del mexicano nefasto

Por: Román Esaú Ocotitla Huerta[1]


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En el cuento de El compadre Mendoza se relata una historia quizás típica de un mexicano adinerado, engendrado de una herencia, astucia y capacidad en los negocios. Esta última cuestión se potenció en México a partir del pensamiento moderno, en donde el tema central -que aún persiste- giraba en torno al desarrollo social, económico y político que llevaría al país a otro nivel de vida que Estados Unidos –principalmente-, presumía mediante la industrialización y el discurso progresista que terminó por penetrarse en el imaginario de la sociedad contemporánea occidental. Para ello, Nora Pérez-Rayón (1999) explica la modernidad como sigue:

La modernidad se traducía en el terreno concreto de la salud; en el de la construcción de grandes obras públicas de utilidad y ornato; en el campo de la eficiencia militar; en el desarrollo de las comunicaciones por aire y tierra; en el culto a la estadística y en la necesidad de reglamentaciones jurídicas; en el descubrimiento del hombre, de sus orígenes y sus potencialidades; en el desarrollo de las ciencias naturales (…). Eso y mucho más era la modernidad para cualquier lector de  El Imparcial  o el Diario del Hogar, periódicos de amplia circulación cualquier día de 1900. La modernidad era sinónimo en este imaginario social de progreso material, civilización y cultura (p. 44).
     No obstante, dichas nociones se mantuvieron lejanas durante la revolución mexicana, pues entre movimientos armados, constantes batallas e ideologías distintas y preponderantes, el progreso de México se veía lejano. A pesar de aquel panorama complicado, muchos hombres lograron obtener provecho económico, político y social del complejo entorno en el que la gran mayoría del pueblo mexicano se vio apretado.
     Entonces, ¿por qué Rosalío Mendoza, personaje principal del cuento, es una representación nefasta del mexicano? Parecería una pregunta fácil de contestar, pues tan sólo con leer algún fragmento de la obra, podríamos imaginar a algún empresario actual y su proceder dentro de la sociedad. Sin embargo, la creación de un personaje como El compadre Mendoza surgió, por un lado, a raíz de resaltar la figura del mexicano que se estaba formando durante  las primeras décadas del siglo XX. Y por otro lado, la historia de vida de este personaje tiene sentido debido a su situación económica favorable, que dan lugar a determinadas formas de interrelación con los bandos en conflicto: la gente de Zapata y los del Gobierno. Estas formas se traducen en signos de hipocresía, cinismo y corrupción.
Con respecto a la hipocresía del mexicano, Rodolfo Usigli en Anatomía del mexicano (2005) escribe al respecto:

A la gran mentira colectiva de todos los tiempos-la esperanza- se suma entonces en los caminos de la revolución un procedimiento destinado a inflar, a decorar y a publicar las mentiras individuales. Este procedimiento es viejo y sus raíces se hunden en la antigüedad griega. Me refiero a la demagogia (…) La demagogia no es otra cosa que la hipocresía mexicana sistematizada en la política (p. 135). 
     Si pensamos en la demagogia como una de las más grandes estrategias que ha funcionado en la vida no sólo política del mexicano, sino de su cotidianidad, se sumarían las prácticas y expresiones que conducen a pensar que “el mentir es el único camino que conduce al éxito, al poder y a la riqueza”. Y aunque parezca descarado, se manifiesta de alguna u otra forma en la realidad de muchas personas que en busca de satisfacer sus vidas “sin sentido”, buscan el dinero como vía hacia la felicidad y todas sus implicaciones…todo ello basándose siempre en el decoro de las palabras.
Cuando se habla de aquellas características perniciosas del mexicano, es indicado hablar de un elemento primordial en la cultura mexicana, como lo es la identidad. De este concepto, Roger Bartra (1992) menciona lo siguiente:

La cultura nacionalista y revolucionaria, que durante decenios ha predominado en México, estableció sólidas redes legitimadoras que aseguraron la continuidad del sistema político mexicano. Pero estas redes culturales no sólo excluyeron las formas democráticas, sino que además estimularon el culto a una mexicanidad melancólica que se convirtió en el complemento natural del "importamadrismo" empresarial y laboral, así como de la corrupción oficial (p.60).
     ¿Será acaso que dichos comportamientos de Rosalío Mendoza- y del mexicano actual también-, están supeditadas al sistema político y a las implicaciones culturales y económicas? Quizás una de las respuestas la escribe Carlos Monsiváis en Anatomía del mexicano (2005):

Desde el siglo XIX, lo básico, para la mentalidad derechista, no es la nación, sino aquello que contiene y permite a la nación: la familia, último guardián de los valores morales y eclesiásticos. Y de la familia se desprende la Empresa, el culto al esfuerzo individual que prolonga el sentido de lo familiar en el mundo de las transacciones (…) A la izquierda nacionalista (…) le es muy importante el debate de la identidad nacional, a la que se les encomienda resistir hasta lo último el arrasamiento imperialista de valores y materias primas (p. 296).
     En el pensamiento de identidad nacional que se expresa en el sistema político, parece que ha estado más presente la mentalidad derechista, sobre todo por la cuestión de los valores. Y alejado de ello, está la izquierda nacionalista –que se ha observado como simples ideales que nunca se materializan y se quedan en anhelos de transformación-. Empero, a la par, el ámbito social estaba resaltando algo distinto en el período de la Revolución, como lo menciona Elsa Cecilia Frost en Anatomía del mexicano (2005): “La revolución de 1910 trajo un nuevo cambio. Desde entonces el indígena deja de ser una alteridad para convertirse en lo más radicalmente nuestro, biológica y espiritualmente” (p. 272). Y concluye de la siguiente forma: “la posición que el mexicano medio ha adoptado frente a su historia y su cultura: o criollo, conservador e hispanista, o mestizo, liberal e indigenista” (Cecilia, 2005, p. 272).
     Aunado a lo expuesto por Monsiváis y Cecilia, puedo considerar que Rosalío Mendoza es entonces la hipocresía hecha mexicano, pues sus comportamientos parecen permear todos los caminos socioculturales que se generaron en su contexto histórico, mientras que se mantiene alejada la reflexión sobre la situación de su entorno. Sin duda alguna, lo que más le preocupaba era lo propio: el dinero, su familia y su integridad.
A pesar de la relación que mantuvo con Felipe Nieto –uno de los generales del Ejército Zapatista-, Rosalío Mendoza no fue capaz de prescindir de la realidad política y económica que lo afectaban. Su cinismo y egoísmo se hicieron presentes para sacar a relucir al mexicano que muchos desenmascaramos en nuestras actividades y relaciones cotidianas, y que se ha gestado desde hace varias décadas. Ello no quiere decir que el mexicano siempre actúe de esas formas, pero si analizamos y reflexionamos los acontecimientos contextuales de la Revolución y el sentimiento de identidad, estas prácticas, ideas y comportamientos tuvieron su lugar en el mexicano contemporáneo. Y con respecto a una noción de identidad, alejada de las ideas de la política que me pregunté con anterioridad, Carlos Monsiváis (2005) menciona algo relevante:

La “identidad fue lo conseguido gracias a la imitación y el contagio, las reglas de juego de la convivencia forzada y de la reproducción fiel (hata donde esto era posible, nunca demasiado) de las costumbres atribuidas a los amos. Cambiaban los gobernantes, y persistía el entusiasmo por el valor básico, no el propuesto por el Estado y santificado o maldecido por la Iglesia, sino por lo que contiene (realidades, ilusiones, abstracciones, fantasmagorías) la palabra mexicano, para unos, el gentilicio de que ufanarse; para otros, designación peyorativa (p. 298).
     En conclusión, considero que la exposición del Compadre Mendoza en el libro de Mauricio Magdaleno es una clara imagen del mexicano que actúa basándose en su “instinto de supervivencia” para lograr sus objetivos más egoístas, en donde siempre se mantiene al margen de la preocupación comunal y del momento histórico que le toca vivir. No es menester del mexicano la reflexión profunda de la realidad que está ante sus ojos, y mucho menos cuando se trata de observar el mundo con ojos predispuestos hacia el manejo del dinero y de las relaciones para conseguirlo. El deseo de alcanzar la modernidad en este país siempre impulsó al mexicano a perseguir el cúmulo de ideas que de ésta derivan para lograr por fin lo que más ha deseado… pero nunca se mencionó que en dichos intentos se encontraba la corrupción, el egoísmo y la hipocresía como escudos para evadir la cruda realidad que México ha tenido impregnado dentro de sí desde hace tanto tiempo.

Bibliografía:
-Bartra. R. (2005). Anatomía del mexicano. México: Debolsillo.
-Magdaleno, M. (2003). Cuentos completos. México: Lectorum.
-Pérez-Rayón, N. (1999) México 1900: la modernidad en el cambio de siglo. La mitificación de la ciencia, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México. E-journal, núm. 18. Recuperado el 28 de mayo de 2017, de http://www.revistas.unam.mx/index.php/ehm/article/view/3012/2568
-Universidad Nacional Autónoma de México. (1992). Coloquio de Invierno. Los Grandes Cambios de Nuestro Tiempo: La Situación Internacional, América Latina y México. México: Fondo de Cultura Económica.




[1] El autor es estudiante de Comunicación en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la BUAP y colaborador de Óclesis, Víctimas del Artificio.

domingo, 6 de agosto de 2017

Carlita

Por: Leo Zepeda.



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Tenía exactamente 27 minutos sentado en ese puto sofá, era color vino, muy lindo y posiblemente muy caro pero muy incomodo. Tenía una cita, nada especial, esperaba a una mujer con la que tenía 9 meses saliendo, ella era blanca, delgada, muy elegante con ojos verdes y labios rojos, yo al contrario con mi facha de mal viviente como siempre. Nunca he tenido el buen hábito de ser una persona puntual; sin embargo, por azares del destino, ese día había llegado muy temprano a nuestra cita, debe ser porque olvidé servirle comida y agua a Pedra, Pedra es mi gata una maldita mal agradecida como todos los gatos.
Carla, así se llamaba mi novia, había decidido el lugar al cual iríamos, era un bar nuevo, de esos hipsters muy lindos pero nada prácticos y muy caros, el lugar se llamaba “The End”, en general no me molestaba el nombre, me daba igual pero debo aceptar que era un buen nombre. Lo que me molestaba del lugar era la gente, progresistas seudointelectuales de izquierda, en su mayoría jóvenes blancos y bien vestidos, ninguno de ellos tenía idea de nada en realidad, aunque bueno, nadie la tiene; lo único rescatable de ese lugar, por no decir muy rescatable, era el espacio en la barra para charlar y conocer gente, también las mujeres, no vi a ninguna fea en el tiempo que estuve ahí, hasta las gordas y las deformes parecían muy atractivas, debe ser la ropa, el dinero hace a cualquiera atractivo.
En la mesa continua a la mía había una pareja con un niño pequeño, de unos 3 años y un dálmata muy educado, el bastardo daba las gracias con una reverencia cuando le daban alguna galleta o algo así. Él era alto, en realidad muy atractivo con una melena rubia y barbón, era como Jesucristo solo que más guapo y sin clavos en las manos, ella era morena, tenía un cuerpo hermoso, no de esos cuerpos delgados con cintura pequeña y gran trasero que tanto me gustan, tampoco era una mujer grande con grandes piernas y senos, creo que era un punto medio, me encantó supongo que porque nunca había estado con una mujer así, tenia labios grandes y rojos, unos ojos negros profundos y unas piernas largas y bronceadas que no podía dejar de ver.
Me imaginé por largo rato sus piernas morenas y largas rodeando mi cintura mientras la penetraba y escuchaba su dulce voz gimiendo, tuve una erección y justo cuando iba a terminar llego Carlita. Traía un pantalón de mezclilla a la cintura, sus Vans negros y una blusa blanca, corta, que mostraba su abdomen marcado y su hermoso culo, sí ella era de esas delgadas que tanto me encantan. Lo que hablé ese día con Carla no es importante, nunca era importante lo que hablábamos, lo único bueno de esa relación era el sexo, sus olores, sus texturas el color de sus pezones y su tamaño, la forma de sus tetas y sus nalgas, su voz al gemir, como se movía, todo me encantaba de ella, y a ella debía encantarle algo de mí, por eso nuestra conexión al coger era como si nos amaramos, pero sólo amábamos cogernos, y eso estaba bien por mí.
Pedimos una chela, un tarro chelado y un club sándwich cada quien, Carla hablaba y hablaba, yo no le ponía atención pero no le importaba, ella seguía hablando; “Entonces esa pendeja no me quiere pagar… Me gustó mucho esa parte… estaba muy cansada pero igual me levanté… te quiero”, es lo único que logré escuchar de ella. Después de casi una hora empecé a ponerle atención, no a sus palabras, a ella. Estaba sentada muy sexy, con las piernas cruzadas, como de lado y con el codo recargado en su rodilla mientras con su mano metía y sacaba un popote a su boca como jugando, sus ojos no veían la mesa ni su comida ni a mí, ella seguía hablando y hablando mientras dirigía su mirada al Jesucristo hermoso de la mesa de junto, estaba tan embobada con él que ni se dio cuenta de que yo los miraba, el también la miraba, y cuando la morena hermosa se distraía él le sonreía a la puta de mi novia, no sé si ella se dio cuenta pero yo sí. Empecé a preguntarme si podría yo, un hombre normal con gustos y pasatiempos normales, feo, bueno no feo, normal pero pobre, podría competir con Jesucristo por la atención de una mujer, no de Carla o de su esposa, de una mujer, lo pensé demasiado evaluando cosas, como que tal vez puedo ser muy listo y el guapo pero estúpido, o que tal vez tengo el pene más grande que él y demás estupideces, en realidad sólo buscaba cómo otorgarme puntos, yo sabía que estaba perdido. Decidí dejarlo de lado, en realidad yo era indiferente a Carla y su atracción por otros hombres, ella aunque hermosa como cualquier modelo, no me interesaba mas allá del sexo así que no sentí celos y dejé que ellos siguieran con su jugueteo sin hacer nada, tal vez podrían sacar algo bueno de esto.
Carla seguía hablando y coqueteando, yo empecé a poner atención en otras cosas, como en los focos del lugar que eran protegidos por jaulas para pájaros, o en la mesera y el tatuaje de una vagina que tenía en el brazo izquierdo, siempre he sido bueno fijándome en pendejadas, de repente fijé mi mirada en esa linda morena esposa de Jesucristo y en su pequeñito hijo mulato, el estaba feliz, jugaba con una pelota mientras su madre le daba algo de comer en la boca, sonreía y miraba a su madre con toda la admiración del mundo. Por alguna extraña razón sentí muchos celos del niño en ese momento y no por estar recargado en los hermosos senos de su madre ni tampoco por la fácil vida que seguro le espera, sino por esa tranquilidad que irradiaba, se veía tan seguro de sí mismo, tan pleno, sonreía por todo y a todos y todos lo veían con mucha ternura, me pregunté si yo alguna vez habré sido así, si habré tenido esa chispa, no lo sé, supongo que no, siempre he sido un miserable que pasa el día pensando estupideces sin más sentido que el descontento propio. Pasaron diez minutos, me llené de un sentimiento horrible, como de opresión mientras el niño era más y más pleno, yo me sentía llorar, quería salir y respirar aire, interrumpí la estúpida charla de Carla.
-Voy al baño.
Ella asintió con la cabeza, caminé hacia el baño, oriné, me lavé la cara y hui de ese maldito bar, caminé por las calles, era temprano, había luz aún, vi mujeres hermosas y sus nalgas, cuando llegué a mi casa, me senté en mi escritorio viejo y desordenado y escribí un cuento sobre un petirrojo y su extraña necesidad por morir, lo titulé “paloma” solo así logré sacarme ese sentimiento horrible del pecho.
Cuatro días después recibí una llamada de Carla, me reclamó por abandonarla en ese bar, por dejarla con la cuenta y por no llamarla para disculparme, yo no dije nada, en realidad me sentía muy bien sin ella; sin embargo, al escuchar su respiración agitada y sus gritos en el teléfono tuve una erección, ya con el asunto duro no podía dejarla ir, le dije que moría de celos porque ella pasó toda la tarde coqueteando con ese Jesucristo hermoso, le dije que yo la amaba de una manera tan profunda y perfecta que el sentimiento era digno de un relato de Benedetti, su enojo se convirtió en compasión, me pidió disculpas mil veces, me dijo que no volvería a pasar y que se sintió muy mal por eso porque me amaba. Una hora después llegó a mi casa, con un six de tecate y comida china, traía una tanga roja con encaje y una blusa negra, ¡cómo amaba cogerme a Carlita!, tuvimos sexo ese día y muchos más, y siempre fue hermoso.

Tiempo después me contó que la morena se dio cuenta del coqueteo y le tiro a ella un vaso de agua de limón helado sobre el rostro para después golpear a Jesucristo, sólo pude pensar en lo mucho que me gusta el agua de limón.