miércoles, 10 de marzo de 2021

 

Sonrisa en Backstage

 

Por: Melisa Sofía.

 

Ha iniciado un nuevo día de trabajo.

Y obviamente estoy lista para triunfar.

Creo que tengo el mejor trabajo del mundo, amo lo que hago y recibo mil cumplidos a diario. Soy modelo profesional desde hace muchos, muchos años, y a pesar de ello jamás he perdido el toque. Sigo siendo tan solicitada y divina como desde el primer día.

Muchas veces las novatas me piden consejos sobre esta profesión, y yo no soy nadie para negarles un poco de este brillo cósmico con el que nací. De todas formas, si una triunfa lo hacemos todas; pues en este negocio y en el mundo todo termina por ser recíproco, y el karma se nivela, o algo así.

Las tendencias cambian cada temporada y cada una me sienta como un guante. He visto a miles de mis pupilas y amigas dejarse caer tras unas cuantas colecciones. No todas aguantan este ritmo de vida, y lo comprendo. Se necesita muchísima fuerza emocional y mental para mantenerse a flote en este remolino de ideas y expresiones que se modifican cada que sopla el viento.

¿Les cuento un secreto? En todo esto el físico pasa a ser segundo plano. Con los años te das cuenta de que no es ni remotamente importante si no tienes los pies bien plantados en el suelo. Las agallas y los nervios de acero son lo que me han llevado a ser la mejor durante años.

Y es que cada prenda y estilo me luce fabulosa. Claro que luzco como una reina sin importar qué me ponga, pues al final es la actitud y el porte que tú tengas. Ponme un par de trapos viejos y los haré resaltar como si fuera la última colección de las más prestigiosas casas de alta costura.

La serenidad, majestuosidad y encanto que emanamos mis compañeras y yo termina por inspirar a las mujeres que vienen a vernos. Quieren verse como nosotras, lo sé, lo veo en su mirada. Por lo que casi siempre tratan de copiar nuestro estilo para sentirse mejor con ellas mismas.

La verdad me da mucha tristeza esos casos. Porque lo dije arriba, no es cuestión del físico y no es sólo por el hecho de que somos profesionales del modelaje… Lo digo en serio, no te rías. El secreto es cómo te sientes tú en la prenda, y viceversa, cómo haces que la prenda se sienta contigo.

Porte, queridas, porte.

El porte y la seguridad son la clave.

¡Oh, qué bien! Ana viene a presentarme el vestuario que luciré hoy. Parece que en esta ocasión será un atuendo formal y elegante: Medias, falda, blazer… Aunque me recuerda un poco a la moda de los 40. Pero es lo curioso de la moda, sus fuentes de inspiración son inagotables y aun así le gusta hacer distintos homenajes a su propia historia.

Últimamente hemos visto que las tendencias actuales toman prestados elementos de épocas pasadas y los reinventan; logrando así una combinación exquisita.

Ana coincide conmigo, mi peinado actual no cuadra con mi atuendo de hoy. Así que se va a buscar a alguien para que arregle esto. Me agrada Ana, tiene excelente gusto y sabe los mejores secretos de moda.

Muy bien, ahora todo es perfecto y estoy lista para brillar ante miles de ojos que escrutinan hasta el último rincón de mi existencia.

Creo que esa es una de las razones por las que muchas novatas no continúan por este camino. La presión sobre nosotras llega a ser abrumadora en muchas ocasiones. Y gran parte del tiempo oímos comentarios tanto positivos como negativos, aunque todos sabemos que estos últimos son por envidia.

La jornada empieza. Corrijo ligeramente mi postura, pongo mi mejor sonrisa, aunque sé que nadie se fijará en ella, y saludo a todos los que pasan a mi lado, pues el que sea una superestrella no me hace olvidar los buenos modales.

Las damas de todas las edades voltean a verme, se imaginan cómo les luciría mi atuendo. A algunas les hace ilusión, y a otras… no tanto. Son lo suficientemente sensatas como para seguir de mí sin estancarse en mi figura.

Pasan las horas, las articulaciones están matándome, pero la jornada está por acabar, así que mantengo mi mejor sonrisa. Sé que nadie la ve, no es algo a lo que le presten tanta atención. Pero igual lo hago porque le da un toque especial a mi trabajo.

Quizá sólo Ana la percibe. Ella es especial, muchos ríen cuando les dice que tengo una sonrisa muy bonita, pues ellos no pueden verla. Esa es la razón por la que Ana me llama “Mona Lisa” porque dice que tengo una especie de sonrisa fantasma.

Y no la culpo, en realidad los maniquíes no suelen sonreír tanto, a menos que les prestes atención.

jueves, 4 de marzo de 2021

Evasión


Por: María Auxilio Spezzia Merlo.


Había sabido casi desde siempre que su imaginación la podía rescatar de los lugares y las situaciones más terribles, incómodas o aburridas. 

    Lo supo a los 6 años, cuando su mente la instaló en el cuartel general de los Súper amigos mientras sus padres la regañaban. Lo supo a los 13, cuando los chicos que le gustaban, gustaban de otras niñas, y entonces ella bailaba con cada uno de los susodichos en un jardín con grandes árboles, bajo la luna  y les confesaba su tonto amor,  cada noche al cerrar los ojos. Lo había practicado toda la preparatoria durante las aburridas clases de cualquier materia, huyendo de ellas a alguna isla paradisiaca, o a un concierto, o al fin del mundo; también en aquellas noches que no prometían nada, desbordaba su mente para que lo ocurriera todo, cobrándose con Johnny Depp lo que la realidad le quedaba a deber.

    Sí, ella sabía del infinito que guarda la imaginación; fue por eso que aquella tarde al caminar por el parque, cuando sintió un brazo desconocido ahorcándola y la punta de una navaja invadiendo sus costillas, sin pensarlo un segundo cerró los ojos y se echó a correr a la playa frente a aquel hotelito de ocho cuartos de la Riviera Maya;  corrió hasta pisar la arena fresca, hasta sentir  cómo la arcilla se iba entrometiendo entre sus dedos tras cada ola, hasta sentir las pequeñas conchitas yendo y viniendo sobre su piel. Abrigó los rayos del sol que atravesaron sus entrañas y se dejó caer a la orilla del mar. Y aquellas aguas saladas y quietas se inquietaron al tocarla, y la marea subió, y ella sintió cómo la humedad rebasaba su piel y sus pies dejaron de tocar la playa, y el azul del cielo invadió sus ojos.

    Y ni los gritos de la gente, ni  la sirena de la ambulancia impidieron que ella se entregara al mar, para no saber nunca lo que era la muerte.