De luto el comunismo
español por la muerte de Santiago Carrillo,
artífice de la
transición democrática en España
Por: Francisco
Hernández Echeverría
19 de septiembre de
2012
Óclesis
Desde
que lo aquejara una infección urinaria que le hizo ingresar dos días en el
hospital en 2011, Santiago Carrillo sólo fue visto en público a principios del
2012. Pero el 18 de septiembre pasado falleció en su casa de Madrid a los 97
años mientras dormía la siesta, después de que en la última semana empeorara su
estado de salud y de que en los últimos meses tuviera que ser hospitalizado en
diversas ocasiones.
Sus restos mortales fueron expuestos en la
capilla ardiente ubicada en el auditorio Marcelino Camacho del sindicato
Comisiones Obreras (CC.OO.) (1) en
Madrid, al que asistieron destacados políticos, artistas y decenas de
militantes comunistas, muchos de ellos envueltos en banderas republicanas, para
despedir al controvertido comunista que se convirtió en un referente de la
política española del siglo XX. Una imagen del histórico dirigente comunista
con la frase “El capitalismo puede llegar a destruir la especie humana”
presidió dicha capilla.
Santiago Carrillo nació en Gijón en
1915, y desde muy joven daría muestras de activismo y militancia singulares. Siendo
adolescente se unió a las Juventudes Socialistas del Partido Socialista Obrero
Español (PSOE, en adelante), donde inició su fuerte compromiso con la política
como un destacado promotor de la bolchevización. Con 19 años de edad ya era
Secretario General de las Juventudes Socialistas.
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Santiago
Carrillo muestra su carné de militante del Partido Comunista de España (PCE) en
Madrid, en una rueda de prensa clandestina en 1976 (tomada de Internet).
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Durante la Guerra Civil se afilió al Partido
Comunista Español (PCE, en adelante) y se integró en la Junta de Defensa de
Madrid con el cargo de Comisario de Orden Público. Cuando los franquistas casi
tomaban la capital la Junta decidió sacar de la cárcer a todos los militares
presos. Un convoy de autocares les trasladó fuera de Madrid y fueron asesinados
en Paracuellos del Jarama. En días posteriores hubo otras sacas de presos,
fusilados a su vez en Torrejón de Ardoz. A posteriori, el régimen franquista
hizo corresponsable de estas matanzas a Carrillo, “la mayor atrocidad cometida
en territorio de la República”, según el historiador Santos Juliá (2), aunque Carrillo en vida nunca dio
demasiadas explicaciones de este grave episodio, limitándose a negar su
responsabilidad en estos lamentables hechos que atribuyó a “grupos
incontrolados”.
Con la derrota de los republicanos,
Carrillo salió hacia el exilio en febrero de 1939, pasando por diversos países
hasta que fijó su residencia en París.
Cuando en 1942 muere el Secretario General
del PCE, José Díaz, siendo sustituido por Dolores Ibárruri, “La Pasionaria”, Carrillo
aplica la estrategia “dentrista” que atribuía a Iósef Stalin, consistente en
olvidar las ideas de la lucha de guerrillas contra Franco y mejor “tener
paciencia” para aprovechar los resquicios que dejaba la dictadura franquista en
los Sindicatos Verticales y otras organizaciones creadas y protegidas por la
misma dictadura, es decir, infiltrarse
en ellos.
En 1954 comenzó una renovación de la
dirección del PCE, con jóvenes procedentes del interior de España que
comenzaron a mezclarse con los exiliados. A finales de 1955, la Unión Soviética
apoyó la entrada de la España franquista en la ONU, en paralelo con el
cuestionamiento del autoritarismo de Stalin en Moscú, que había muerto dos años
antes. Carrillo publicó desde París un artículo en el que planteaba la política
de “reconciliación nacional” y aprobaba la incorporación de España a la ONU, en
contra de la dirección del PCE. Dolores Ibárruri le salvó de la expulsión, al
enterarse de la existencia de un informe secreto de Nikita Jrushchov condenando
las prácticas stalinistas.
Dolores Ibárruri dimitió en 1959 como
secretaria general del PCE. Al año siguiente, el VI Congreso de este partido
situó a Carrillo como Secretario General y a Ibárruri de presidenta, además de
lanzar la idea de la “huelga general política” como método de lucha contra el
franquismo. Pero la dictadura continuaría muchos más años en el poder.
Muerto Franco, el gobierno democrático
de Adolfo Suárez, un antiguo falangista apoyado por el Monarca y el poder del
Estado franquista, inició una serie de reformas políticas encaminadas a crear
una democracia bipartidista, sin autonomías ni comunistas legalizados. Para
allanar el camino, en septiembre Suárez convocó a los altos mandos militares y
les expuso sus propósitos políticos. Cuando le preguntaron por el PCE, el
presidente prometió no legalizarlo.
Carrillo regresaría en secreto a España
viviendo durante casi todo el año 1976 planeando una vía pragmática mediante distintas
fórmulas, pero sin renunciar a sus convicciones comunistas, que llevara al PCE
hacia la legalización, y así, pactar, desde el comunismo como partido clave,
una construcción democrática con la herencia civil del franquismo encarnada en
Adolfo Suárez.
De este modo, provocó al gobierno de
Suárez con una rueda de prensa en Madrid el 10 de diciembre de 1976. Al ser descubierto, fue detenido el día 22 de
ese mes, llevando una peluca que le haría famoso en toda España. Realmente,
Carrillo había forzado intencionalmente su detención para obligar al gobierno a
reconocer la existencia del PCE y acceder a su legalización. La oleada de protestas
que levantó esta acción y el proceso de cambio político en el que vivía el
país, provocaron que fuera puesto en libertad a los pocos días. Desde este
momento, Santiago Carrillo se convirtió en “un artífice absolutamente decisivo”
durante los años de la Transición
Democrática, contribuyendo de forma decisiva a levantar un espíritu de
consenso, entendimiento y convivencia para que dicha transición transcurriera
de forma pacífica. En este sentido, fue especialmente importante su
intervención para calmar los ánimos de la izquierda tras el asesinato fascista
contra los abogados laboralistas de un despacho de la madrileña calle de Atocha,
cometido el 24 de enero de 1977. Los contactos a través de terceros entre
Suárez, que buscaba apoyos para su proceso de democratización, y Carrillo
dieron paso a una primera entrevista personal tras dicho atentado.
Al calor de las reformas, el país se
conmovió en pleno Sábado Santo del 9 de abril de 1977, cuando Suárez legalizó
por sorpresa el PCE, irritando a los grupos conservadores, especialmente a la
cúpula militar, quienes insatisfechos empezaron a barajar ideas golpistas.
Mientras tanto, Carrillo no tuvo empacho en mostrar numerosos gestos de
moderación política y social de sus militantes, como fue el reconocimiento de
la Monarquía y de la bandera española, adelantándose en esto al propio Partido
Socialista. Toda su estrategia de este periodo estaba encaminada en conseguir
que el PCE fuera considerado como un partido capaz de vivir y trabajar en
democracia.
Carrillo se presentaría a los inminentes
primeros comicios democráticos de 1977, encabezando la formación comunista.
Pero aunque los resultados electorales no fueron favorables, el líder del PCE logró
un escaño de diputado por Madrid, que mantuvo en las elecciones de 1979 y 1982.
El 23 de febrero de 1981, mientras en el
Congreso se hacía la votación de investidura, el guardia civil Antonio Tejero y
camarilla penetraron al recinto disparando ráfagas de ametralladoras al aire
para amedrentar a los ministros y diputados, que se echaron al suelo tras sus
escaños, con las únicas excepciones de Adolfo Suárez, Manuel Gutiérrez Mellado
y del mismo Santiago Carrillo.
Esta intentona de golpe de Estado, mejor
conocida como el “F-23”, vacunaría la democracia por la que Carrillo estaba
inclinando todas sus potencialidades. La transición española, afirma Santos Juliá,
“no habría sido lo que fue sin aquellas invenciones de Carrillo que se llamaron
reconciliación nacional y ruptura pactada. Los tortuosos y laberínticos caminos
por los que tantos españoles acabamos incorporando valores democráticos a una
cultura política macerada en décadas de dictadura deben no se sabe cuánto a
este político profesional”.
En 1982 Carrillo dimitió como Secretario
General del PCE después de 22 años, una vez confirmado que su partido había
sido relegado definitivamente por el PSOE en la confianza electoral de la
izquierda. En 1985 es expulsado definitivamente del PCE por oponerse a la
presión que estaba ejerciendo el Partido sobre los socialistas. En medio de lo
que consideró una “izquierda en crisis” se limitó prácticamente a ser un observador,
a través de libros, artículos periodísticos e intervenciones radiadas. Funda el
Partido de los Trabajadores-Unidad Comunista, con el que no obtuvo escaño en
1986.
La biografía de Santiago Carrillo ha
recorrido casi un siglo de grandes acontecimientos de la historia de España. A
la fecha hay quienes todavía no entienden por qué Carrillo adoptó esta posición
de aceptar la Monarquía y aparcar la reivindicación de una tercera República,
por lo que consideran que ha pasado a la historia simplemente como el más
oscuro, encantador bolchevique stalinista, dogmático, demócrata, reformista, oportunista
y “monarquista” político de la democracia española y, quizá, del comunismo
europeo. Para otros, muchos de ellos protagonistas de la vida política
española, de una y otra ideología, España debe estarle muy agradecida a
Carrillo, ya que gracias a su lealtad con sus ideas y coherente en la defensa
de la clase trabajadora, la historia lo juzgará como el propulsor de la
evolución del stalinismo al eurocomunismo, y sobre todo, el reconciliador
decisivo de las “dos Españas” en la etapa de la Transición, cuyo empuje hacia la
ratificación de la Constitución, la “España constitucional”, sigue siendo una
norma que ha traído “concordia y prosperidad” a España.
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(1) Las Comisiones Obreras (CC.OO.) es una
confederación sindicalista española, vinculada en su fundación al Partido
Comunista de España, aunque independiente de cualquier partido político. Se
trata de la primera central sindical de España en número de afiliados y
delegados sindicales.
(2)
Las llamadas matanzas de Paracuellos fueron una serie de asesinatos masivos
organizados durante la Guerra Civil Española, y que llevaron a la muerte de
varios miles de prisioneros considerados opuestos al bando republicano
(falangistas, religiosos, militantes de la derecha, burgueses y otras personas
que en su inmensa mayoría habían sido detenidas por ser consideradas como
partidarias de la sublevación). Los hechos se desarrollaron en los parajes del
arroyo de San José, en Paracuellos de Jarama, y en el soto de Aldovea, en el
término municipal de Torrejón de Ardoz, ambos lugares cercanos a la ciudad de
Madrid.