lunes, 30 de septiembre de 2013

Memoria de los Cuerpos
O la obsesión de moler el tiempo

Por Adriana Tafoya

Crujan en lo inmutable,
Cuerpos,
lo ferroso que avanza
sobre lo delicado de las cosas rotas
y las cuida para que sigan siendo siempre pequeños
desmenuces,
                        objetos fragmentarios, pero bellos,
con la belleza que da la permanencia,
estables,
calmos como las grúas en el instante en que fallecen
y caen sobre una suavidad de pernos y tornillo
quietos,
ligeramente estrangulados por el tiempo
pero hermosos, aún, (p. 69)


Fuente de imagen:
http://www.panoramacultural.net/?cat=8
Si un poeta se identifica por su voz, por la unicidad que lo distingue, de su carácter o estilo que impregna en las letras, y lo hace parecer sólo sí mismo, entonces Max Rojas es un poeta inconfundible, poseedor de ese trombón que lleva por voz y cada vez que habla retumba grave el ambiente y vuelve de pronto al paisaje un bosque de árboles secos.
Cuerpos I. Memoria de los cuerpos, editado por VersodestierrO con apoyo de la AEM, es un portón que se abre lentamente, igual que se abre la ventana de un subsuelo, las puertas del infierno cuando éste quiere dejar salir a las ánimas que habitaron la tierra para volver en busca de nuevas vidas. Es el comienzo de un poema, que incluso Rojas no imaginaba lo que sería ahora: un poema largo (de gran envergadura) como lo es la ceniza de un cigarro sobre el cenicero cuando la plática está deliciosa y se olvida el humo que envicia el ambiente.
Así nos conduce Max en su máquina de vapor, que semeja un ferrocarril pesado, de metal que se antoja inamovible, y que para moverse requiere horas de impulso, brasas y muchos hombres de carbón para inyectarle su poder de palabras chirriantes. Pero en sí será una máquina que después no podrá detenerse y conducirá a los viajantes a su destino, muy lejos de donde imaginaban llegar. A fin de cuentas es un tren que lleva a los que huyen a un sitio donde nadie podrá encontrarlos. Un lugar caótico, o por lo menos lleno de un orden incomprensible, donde los vagones atraviesan dimensiones y no obedecen el tiempo lineal: respecto a esto Rojas escribe en la “advertencia preliminar” a Cuerpos:
Al interior de cada libro no hay tampoco, en muchas ocasiones ilación entre versos. Salta —el poema— de una obsesión a otra y parece que se va pero regresa, enfantasmado, para adentrarse a un espejo y huir hacia regiones frías y convertirse en un trombón que asiste a los velorios para hacerlos un poco más alegres. Es un caso, el de este poema, de una lógica-ilógica o, para que suene un poco más presuntuoso, una especie de “lógica” poética que no acierto a explicarme, pero que me ha metido en los más oscuros vericuetos del caos y la demencia, así sea en el orden de lo imaginario.
De tal modo que este poema descuartizado y al mismo tiempo cosido ahora ya en 24 libros, hace pensar en las Reflexiones sobre la poesía de Enrique González Rojo Arthur, a manera de esclarecimiento, en las cuales habla también de una lógica poética que reside en los poetas, y dice así:
Muchos poetas —y de los mayores a veces— no quieren saber nada de la Estética o la Poética. Su quehacer se les antoja único e inefable. En la puerta que conduce a los litorales de su “inspiración”, colocan el letrero de “se prohíbe la entrada”, y cualquier reflexión sobre la interioridad o entresijos de su práctica poética, les parece una arbitraria intrusión racionalista. En cierto sentido les asiste la razón. Tomando en cuenta, en efecto, que mientras el poeta camina con pies alados, y toda Poética lo hace con pies de plomo, ¿tiene sentido pretender sujetar el vuelo del primero al torpe caminar de la segunda? El poeta descubre momentáneamente, a golpe de imaginación, a vivencia desenterrada, lo que al crítico o al esteta le lleva años en presumir, aislar, tematizar. Si es que existe la lógica poética, al poeta no le es necesario —o no le ha sido— saber de ella, ya que su genio, su musa o su numen le permiten no sólo cantar sino hacerlo en ocasiones de modo maravilloso e inolvidable. Pero detengámonos un momento en este punto. Así como los hombres antes de formular los principios básicos de la lógica y desarrollar sus mecanismos esenciales ya pensaban lógicamente o, lo que viene a ser igual, así como hay multitud de individuos que jamás han leído a Aristóteles, Bacon o la lógica de Port Royal, etc., y sin embargo  discurren lógicamente, los poetas, aunque nunca hayan pensado en la existencia de una lógica poética o, incluso, rechacen terminantemente su mera posibilidad, han creado su poesía dentro de una lógica especial por ellos ignorada. (p. 31)
Tomando en cuenta la reflexión anterior, la lógica de Max Rojas en este poema es que no puede haber conclusión posible. Que no quiere llegar al irremediable fin. Se decide a romper un silencio que duró cerca de 30 años y una vez adentrado en ese vacío, el eco se revienta interminablemente, voz tras voz, como ondas en el agua al saltar una piedra hacia el otro lado sin divisar nunca la orilla.
Es un camino terrorífico en reversa, hasta el primer día del hombre, cuando la primera madre parió al primer humano y se pudieron definir ambos (madre e hijo) como tales y  no como simios o alguna otra clase de animal extraño incapaz de hacer grafías en las piedras o en los árboles o aullar alguna canción con partitura de glifos acuíferos.
Max Rojas hace este viaje desesperado hacia la carne, hacia la tierra de la fascinación carnal. Poeta materialista que no quiere resignarse a esa muerte que traemos atada a nuestro traje de humanos. Es esta complicación de aferrarse a la carne la que hace los hombres no sepan morir, y se arremolinen en busca de salidas en el espejo furioso de la memoria, en donde aparecen los más temibles fantasmas en busca de regresar al presente para demonizar todo y hacer que lo que ahora parece derruido se vuelva radiante, aunque sea sólo en un destello vehemente de tinta, en un inalterable pulso de cirujano dispuesto a disectar ese cuerpo obtuso e imposible de entender que es lo irrecuperable: esa musa de invisible carne que es el tiempo. Invento dramático en donde los Cuerpos transcurren como una serie de puntos infinitos en donde el mundo que se construye es sólo la maqueta del fin de algo irremediable como lo es el fin del camino de los que dejaron atrás hace mucho su vida, y quedaron atrapados en el Círculo.
Max, como todos nosotros, huye de la Muerte:
Huir de todo
en fuga de uno mismo hacia sí mismo,
errancia indetenible,
exilio en condición de sombra hacia los cuerpos
que ama,
cuerpos tan borrosos que ya no caben en ninguna parte,
no pueden circular como objetos materiales
no suben escaleras
o bajan por los puentes
que permiten el paso de los ríos,
sólo nombres  (p. 58)


Así, de una manera Heggeliana el poeta cada vez que se da alcance ha partido ya hacia otra Errancia. Sólo detrás de los nombres, de los ríos que son la vida o vidas que se dirigen al Mar, al sitio donde el sonido de las olas cubre todo vestigio humano. Escribe Rojas esa partitura para trombón y silla junto al mar como una forma de enfrentar el rugido incontenible de lo que no podremos controlar. Y medita:

Sólo hay mitos
o desoladas intemperies cubren con un manto de piedad
los signos que anticipan los próximos destierros,
o se escuchan sonadas abstracciones en que lo real
se pierde en sus afanes turbios,
su calvicie brutalmente
ornamentada con alambres verdes,
tendederos de agónico canario amarillento por la bilis
que le sale de su canto amargo,
su dulce canto estrafalario
que huye hacia lo loco y se estrangula con sus manos
enjauladas (p. 78)

Las manos de Max Rojas son jaula donde viven grandes pájaros, que seguro abrirá para que viajen al sitio donde no existe el tiempo, al menos ese tiempo de segundos y horas que tanto pregonan los hombres, pájaros que llegan y permanecen dormitantes en un poema interminable; hermosa parvada de letras que astillará más de dos mil ojos.


Memoria de los Cuerpos. Cuerpos I (Editorial VersodestierrO) mereció el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2009.


sábado, 28 de septiembre de 2013

Wilhelm Reich: Freudomarxismo y OVNIs

Por Víctor Flores Anzaldo.

Óclesis


Fuente de imagen:
http://otravezmecagomessenger.wordpress.com/2011/07/
“Porque eres esclavo de ti mismo, de tu abulia, no admites que nadie te diga lo que tienes que hacer, pero tú no haces nada ya que te propones grandes metas que luego eres incapaz de conseguir porque no te responsabilizas ni le das constancia a esas tareas que tu, y solo tú te propones. Dices querer cambiar la sociedad y sin embargo no quieres cambiar ni un ápice tu propia existencia.” Es un fragmento de un escrito póstumo intitulado ¡Escucha pequeño hombrecito! Médico, psicólogo y psiquiatra de origen austriaco-estadounidense Wilheim Reich (1897-1957), pero además inventor de una teoría denominada “orgón” (derivado de <<organismo>> y <<orgasmo>>). El psicoanálisis o charloterapia, como él la denominó-eran sesiones interminables para curar a un paciente, en cambio Reich masajeará, estirará y retorcerá para lograr hacer llorar, a veces vomitar a sus pacientes que luego estaban liberados de sus males; cabe señalar que sus métodos sólo han funcionado con fieles seguidores de sus ideas y no con escépticos. Discípulo de Freud y amigo entrañable de Malinowsky, por sus ideas radicales y originales, es expulsado del Partido Comunista Alemán y de la Asociación Psicoanalítica Internacional en 1934. Para Reich la mayor parte de la población sufre patologías mentales y vive en condiciones de fuerte represión sexual. Reich considera que para el dominio de una clase social sobre otra se necesita que la mayor parte de la población sufra una atrofia en su vida sexual, pues eso garantiza a las clases dominantes individuos pasivos y que acaten la autoridad sin cuestionamientos. De esta manera, Reich concluye que el Capitalismo es incompatible con la salud mental de la población, que sólo se podrá lograr de la mano de la abolición de la sociedad de clases, es decir, a través de la revolución socialista. La unidad de psicoanálisis y marxismo es conocido como freudomarxismo, su legado es importante para autores como Marcuse o Althusser; aunque la réplica al freudomarxismo es que se trata de un funcionalismo reduccionista de lo psíquico a lo económico y por consiguiente de la represión psíquica a la ideológica. Pero para los psicoanalistas fue incómodo ver que sus pacientes se curaban pronto y la fama de Reich se expandía velozmente. Sale huyendo del nazismo de Alemania (1933) y por su obra “Psicología de masas en el fascismo”, Malinowsky, Wolfe y Johnson atraen a EUA a Reich como docente en septiembre de 1939. Con pocos recursos crea el Instituto Orgonón y su editorial, asimismo un centro de investigación. La oleada OVNI de 1952 fue muy mencionada en toda la Unión Americana, pues justamente el 19 de julio de ese mismo año, los OVNIs sobrevolaron el Capitolio en Washington D. C.; él mismo durante sus experimentos se fijó que aparecían OVNIs cuando experimentaba con un aparto que inventó llamado cloudbusters o “revientanubes”, que a la vez funcionaba para hacer crcer el pasto en lugares áridos y semidesérticos, además vio que tales objetos lo seguían “como atentos a sus experimentos al aire libre”, lo cual reporta a la Fuerza Aérea, entonces la Agencia Federal de Control de Alimentos y Productos Farmacéuticos (FDA, por sus siglas en inglés) se fija en Reich quien ya tenía un antecedente de escándalo (El Tribunal de la Nación le advirtió que no debía mover su equipo fuera de los límites de Main, la razón no se la dijeron , pero el proyector HAARP o de Modificación climática ya tenía patente secreta, ahora desclasificada con el No. 4, 686,605), sin embargo, él continúa sus prácticas y experimentos de modificación del ambiente a la par que lo hace con los cuerpos de sus pacientes por medio del Acumulador de Energía Orgónica. En una ocasión en que las luces de OVNIs parecen estáticos, a Reich se le ocurre apuntar a las luces con su aparato, los objetos parecen apagarse por momentos, pero continúan en su posición, por lo cual deducía que no eran estrellas por estar más lejanas y considerar que no podrían ser afectadas por su invento, pero sí eran esos aparatos, cercanos como para afectarlos; una vez mejorado su invento, en otra ocasión les apunta y logra dejar de verlos brillar, entonces, pasa su reporte –creyendo ser un ciudadano patriota- a la Fuerza Aérea- diciendo haber encontrado un arma contra los alienígenas, pero entonces la FDA toma en serio su papel para achacarle un delito, le cuestionan el traslado de sus aparatos de un Estado a otro de la Unión Americana sin un permiso explícito, en realidad una treta burocrática, la madrugada del 12 de diciembre de 1941 el FBI lo saca de su casa para trasladarlo a Ellis Island donde se le trata de situar bajo los lineamientos de la Enemy Alein Act, no obstante, todo el proceso de encarcelamiento está plagado de anomalías y Reich es encerrado bajo un juicio “express” por nimiedades y tecnicismos ridículos, Malinowski trata de defenderlo y a la vez darle ánimos desde México, pero muere en 1942 (¡?) de un paro cardiaco. Aquí tiene su raíz la teoría de la conspiración sobre Reich, ¿Cuál fue el verdadero motivo de su aprensión y encarcelamiento? Y aún más ¿Hubo encontrado un artefacto que afectaba el vuelo de los OVNIs a causa de la alteración a la ionósfera y “romper” sin desearlo un “Pacto Secreto” de intercambio de tecnología alienígena por permiso para experimentar en la población civil como lo insinúa el Coronel P. Corso en Down of de Age, por ser un civil que intentaba defender a su Nación con un aparato terapéutico? Pues sus colaboradores fueron dispersados, sus inventos y aparatos reducidos a “polvo”, mientras que toda su obra escrita desaparecida en el Incinerador Gansevoort de N. Y. el 23 de octubre de 1956, declarado “esquizofrénico progresivo”, muere encarcelado un año después de un paro cardiaco (¡?), cuando él era un hombre completamente sano al momento de ser apresado.

miércoles, 18 de septiembre de 2013


H.P. Lovecraft socialista: ¿Cthulhu rojo?

Paco Echeverría
Óclesis


Ilustración de Víctor Anzaldo 
Gracias a los trabajos de investigación de Valerio Evangelisti, Gianfranco de Turris, Sebastiano Fusco, entre otros exponentes de la Literatura Fantástica Italiana, los trazos tradicionales que han configurado la estampa del escritor norteamericano Howard Phillips Lovecraft se ha resquebrajado, como parece que ha ido sucediendo también con muchos otros personajes. Por ejemplo, hoy se sabe que Vincent van Gogh no se cortó su propia oreja sino que la perdió en una pelea con su colega Paul Gauguin tras una trifulca frente a un burdel, asimismo las actuales pesquisas han arrojado datos de que la muerte del gran poeta Vladímir Maiakovski más que suicidio fue un asesinato ordenado por Iosef Stalin.
            Efectivamente, los que nos especializamos en el estudio de la vida y obra de Lovecraft de manera seria, sabemos de sobra que algunos de sus biógrafos comúnmente lo han presentado como un hombre solitario, doliente, traumado y otros muchos caracteres, que si bien son ciertos hasta cierto punto, muchas veces se ha abusado de ellos. Por desgracia han construido un Lovecraft que la imaginación colectiva ha aprehendido sin indagar si muchas las peculiaridades que se le endilgan son reales o no, perpetrando así, como ha sucedido también en el caso de Edgar Allan Poe, una “tradición” impuesta hacia los lectores pasivos.
            Sin embargo, no solamente los lectores pasivos han caído en esta vorágine de especulaciones en torno a la figura lovecraftiana, sino que peor aún, las mismas agrupaciones culturales dedicadas al estudio del fenómeno fantástico en la Literatura presentan filistea conducta cuando salen a la luz nuevas interpretaciones o contradicciones, producto del desmenuzamiento de los rasgos que los biógrafos “tradicionales” han pasado por alto. En medio de un escándalo mojigato niegan y rasgan sus vestiduras a toda clase de propuestas que trastornen el sacrosanto perfil habitual del escritor de Providence, máxime si se atiende a los rasgos de su pensamiento sociopolítico, y al “giro” que supuestamente dio hacia el socialismo.
Definitivamente, esas posiciones trasnochadas en nada contribuyen al esclarecimiento de las líneas maestras del devenir histórico tanto de la vida y obra de H.P. Lovecraft.
Ahora bien, abordar a un autor desde la perspectiva ideológica que lo reviste es indicar —como comenta Giovanni Sartori — la parte política de un sistema de creencias; llevar a la vez una carga de verdad (elemento cognitivo) y una carga de pasión (elemento dinámico). Por tanto, es absurda la parafernalia de algunos, como bien lo dice Jean Bruhat, de actuar como una especie de Metternich que tiemblan a la más mínima mención de los términos “socialismo” o “comunismo”.
Hasta la década de 1920, Lovecraft fue un abierto simpatizante de Hitler y Mussolini y se estremecía ante la idea del comunismo, algo común en los ciudadanos norteamericanos de la época. Podemos ver esta conducta en su artículo “Bolshevism” (Bolchevismo, 1919), en el que se refiere a la Gran Revolución de Octubre como “el nocivo ejemplo del infrahumano populacho ruso, el elemento menos inteligente de todo el mundo”. No hay que olvidar que ya desde la década de 1860,  cuando Marx se encontraba residiendo en Londres, su influencia se había reducido a un pequeño grupo de personas, situación que aprovecharon los conservadores para presentarlo a él y posteriormente a los Soviets como demonios de la clase trabajadora, capaces explotar sistemáticamente las peores pasiones del pueblo llano para “minar y destruir la paz y la moral de la sociedad civilizada”.
Afortunadamente, ante la victoria de Franklin D. Roosevelt en las elecciones de 1932, H.P. Lovecraft virará su pensamiento sociopolítico para abrazar el conjunto de medidas económicas  llamadas “New Deal”, y poco a poco irá cediendo terreno a las ideas del socialismo, un rasgo poco estudiado, pero que cobra relevancia para entender los rasgos de su vida ya en plena madurez, y a la vez, extirpar el unilateral artificio que se tiene de él como fascista acérrimo.
De Turris y Fusco en su artículo “Compagno Cthulhu” (Camarada Cthulhu) dan a conocer un par de cartas de Lovecraft que por su contenido resultan reveladoras. En la primera, fechada el 19 de junio de 1936, el escritor se define como socialista, pero dentro de la corriente del fabianismo y en manifiesta oposición al marxismo; en la segunda misiva, del 8 de julio de 1936, Lovecraft escribe: “En la primavera de 1931, por primera vez en toda mi vida he aceptado las argumentaciones sociales y políticas de la izquierda. Y no las evado más. De hecho siempre me he inclinado más a la izquierda —aunque he rechazado totalmente los dogmatismos específicos del marxismo puro, que indiscutiblemente se fundan sobre estupideces (falacias) científicas y filosóficas bien precisas”.
Como podemos advertir, gradualmente el conservadurismo lovecraftiano se irá refrescando, y efectivamente simpatizará con el Fabianismo, una organización socialista de principios del siglo XX, pero conforme comienza a interesarse por la crítica marxista de la economía reconocerá el valor del colectivismo, del marxismo y hacia el final de sus días la socialdemocracia sueca. He aquí una carta de Lovecraft de 1936 dada a conocer por Valerio Evangelisti en la que el escritor estadounidense reconoce la extraordinaria labor de Marx y Engels: “La gran inteligencia de Marx y Engels, y su capacidad de vislumbrar el futuro está fuera de discusión, así como la importancia de los principios económicos que han descubierto y formulado”.
Según Evangelisti, este reconocimiento refleja que H.P. Lovecraft ya se había acercado a la lectura del “Manifest der Kommunistischen Partei” (Manifiesto del partido comunista), además de la positiva influencia que estaba ejerciendo sobre él la ideología de algunos de sus amigos muy relacionados con la izquierda como era el caso de Robert E. Howard o el escritor comunista Frank Belknap Long.
Cabe aclarar que las exploraciones realizadas por parte de estos investigadores italianos, han creado dos vertientes: la primera representada por Evangelisti es considerada “extremista” ya que trata de hacer encajar forzosamente a Lovecraft como un marxista convencido, cosa que no fue así dado que detestaba cualquier tipo de ortodoxia, por lo menos la ortodoxia marxista que ya había generado la URSS; la segunda corriente representada por De Turris y Fusco es más moderada y critica las especulaciones de la anterior.
Seguramente si la muerte no se hubiese llevado a Lovecraft a una edad todavía productiva, al igual que H.G. Wells, hubiera utilizado la literatura fantástica para hacer fuertes críticas al “Establishment” norteamericano de postguerra, y por qué no, hasta su genio le hubiera dado vida a un “Cthulhu rojo”, dejando con un palmo de narices a aquellos “tradicionalistas”  —como dice Gustavo Faverón Patriau— que se agazapan a un canon intelectual dudoso en sus mejores momentos e indignante en los peores, que reúnen lecturas seudo-históricas de la antigüedad clásica y de la Edad Media así como a escritos sociológicos, económicos, políticos y esotéricos de intelectuales definidos por su proximidad al fascismo en diversos grados y variantes.
De ahí, que el trabajo de investigación serio y concienzudo de grupos dedicados a la Literatura y la Filosofía como “Óclesis. Víctimas del Artificio”, “Fisura” o “Colectivo Minutero” en la ciudad de Puebla, vayan creando un espacio no-excluyente en donde a través del franco reconocimiento previo de los individuos y del entorno han de ser también espacios democráticos, abiertos y participativos, fuera de las reacciones conflictivas cuando se da el caso de una autoridad monolítica y autoritaria que bajo sus unilaterales decisiones, obstaculiza el sano desarrollo de la libertad de investigación y sobre todo, de la convivencia humana dentro de las agrupaciones culturales, por medio de estatutos y reglamentos, “mezcla de tecnofobia, ignorancia ramplona y pasión por pegarle a todo lo que huela a innovación para no darle la cara a esta realidad desfondada” (usando la expresión de Ignacio Lewkowicz).
Con base a lo comentado hasta este momento, lo único rescatable es que el giro ideológico de H.P. Lovecraft cumple las palabras citadas por Francisco Cardona Castro en una obra biográfica que dirigió sobre Karl Marx (2002, Madrid. Edimat Libros): “La doctrina marxista se podrá o no admitir, podrá uno manifestarse partidario de ella o no o su más acérrimo enemigo, pero lo que no puede hacerse es prescindir olímpicamente de la figura de Marx y de lo que ha representado en el mundo contemporáneo que nos ha tocado vivir.

domingo, 1 de septiembre de 2013

ÉL
Por: Ludwigvan Bustamante Silva
Ella se balanceaba con la barbilla tocándole las rodillas y los brazos rodeándole las piernas cuando el conejo comenzó a saltar, azotándose una y otra vez contra las paredes de su jaula. El humo se escapaba por la ventana entreabierta, las flautillas estaban tiradas en la alfombra. El café hervía ya, pero ella tampoco lo notaba. Era ensueño lo que vivía, mientras su cuerpo deseaba sexo ella lo engañaba con altas dosis de fantasías, el pequeño buró se había convertido en un museo mientras su acompañante revisaba los cajones con avidez.
Fuente de imagen:
http://viajera-del-rio.blogspot.mx/2009/02/entre-odios-y-amores-el-y-ella-iii.html
El dinero comenzó a caer derramándose mientras abría el último de ellos: eran monedas de oro, no reconocí la naturaleza de las acuñaduras, pero brillaban intensamente; sólo entonces decidió aventurarse él en un chapuzón y nadar entre las monedas, se vistió una escafandra, de seda para evitar ser disuelto por el medio tan ácido, en el casco de la misma estaba conectada una manguera, sólo fluía libertad hacia el interior del traje, cuyo otro extremo estaba suelto, pendiendo al borde del cajón, para evitar morir ahogado. Los sinsabores que lo atormentaban fuera eran estúpidos nadando entre tanto oro. No quería apoderarse de tal sostén económico, no quería salir de aquél cajón siendo rico, sólo buscaba hallar el telón de aquél mundo que le habían fabricado sus “semejantes”. Nadaba con avidez hacia abajo, y a menudo temía que la manguera que le proveía libertad no fuese lo suficientemente larga, sin embargo ese joven  ignoraba que el largo de aquélla manguera se aumentaba por la fuerza de cizallamiento que ejercía la libertad sobre sus paredes internas, mas él no podía despreocuparse, y cuando la presión de la profundidad apretaba todo su cuerpo como la atmósfera aprieta a un globo, él buscaba liberarse de esa presión como un globo que empuja a la atmósfera, y simultáneamente tiraba, con cautela, de la manguera, no se fuera a quedar a medias.
La pendulante señorita observaba el tatuaje en el dorso de su mano izquierda; por alguna razón, quizás estúpida o quizás inteligente, se había tatuado Andrómeda, que se expandía y retraía frente a sus ojos, como lo propuso Edwin Hubble hace algunos años; sólo entonces sufrió la fuerza centrípeta, que la comenzó a atraer al centro, mientras la galaxia sufría la centrífuga, que la obligó a comérsela.
Cuando por fin sintió que sus oídos se liberaban de las infinitas presiones del capitalismo salvaje, apareció un humo denso, tan espeso que parecía agua. Aleteó con fuerza, y antes de notarlo ya poseía aletas, pie de pato, sindactilia en los miembros inferiores y quiso reír, pero recordó el instrumento que le proveía libertad, temiendo que fuera a zafarse intentó contener la risa, pero no pudo; mientras reía, la manguera conectada al casco aumentó su diámetro, para su sorpresa, mientras sus esfínteres de excreción ya se habían dilatado inconteniblemente. El humo que era ya más fácil de disipar, pronto se convirtió en un abigarre de mierda, cálices, astillas con olor a incienso, trocitos de vidrio, fragmentos de cerebros humanos, pedazos de plástico puntiagudos de los cuales pendían muchos pequeños circuitos eléctricos, conectados en una red que parecía envolver todo el mundo, y ese asqueroso mar de podredumbre y pobreza pestilente lo empujaba de vuelta hacia el denso humo de transición; sólo entonces comprendió dónde se hallaba y tiró del zipper en la pierna derecha de su escafandra, extrajo una sonrisa gigante, de esas que se compran en las tiendas de bromas o como las que se pintan los payasos, y se la pegó sobre el casco de seda, mientras abría su calota para extraerse casi todo el encéfalo, que guardó en un frasco con formol, devolviéndolo a la bolsa ya vacía.

La jovencita estaba ya en el centro de Andrómeda, girando y temiendo alejarse demasiado de casa. Entonces comenzó a levitar, primero de puntas, irremediablemente subía más y más, no era mentira que la gravedad es la fuerza que nos atrae a la Tierra, ¡es cierto! Nuestros pies serían herramientas inútiles sin los 9.81 metros por segundo al cuadrado que nos siembran al planeta azul, sin los 760 milímetros de mercurio que aplastan nuestras cabezas. Giró la vista hacia donde sabía estaba el hogar, aunque el absoluto silencio de la galaxia vecina le fascina, no quiere partir, pero su joven amigo nada desnudo, tratando de descifrar el misterio de los disfraces que se nos venden por todos lados, y no lo puede abandonar a su suerte, puede sentirlo cada vez más profundo, pero sin saber en dónde se encuentra, sólo lo sabe un poco más debajo de la realidad (yo diría más cerca de).
Cuando la sonrisa apareció sobre su casco, pudo flotar con libertad entre aquél chiquero, la más inmunda alberca de mierda, soporte de la realidad que se vive fuera de las mentes. Por fin, logró escapar a la densa argamasa pérfida, y apareció frente a un vacío blanco, blanco por completo. Justo al salir de la mierda sintió cómo ardía su escafandra. Entonces la retiró de prisa, sacudido por las llagas que le comenzaban a aparecer sobre el cuerpo por el calor de combustión desprendido en aquél pírico episodio. Temió por su respiración, pero el ambiente no parecía denso, casi por quimiotaxis comprendió cómo debía actuar. En el fondo de aquél vacío, oculto con la vista baja, apareció un homúnculo, enflaquecido, emaciado, humillado y languidecido por el vacío (perdón si repito la palabra, pero no hay otra forma de llamarlo), por la falta de alimento allá abajo. No podía aquél chico, entusiasmado y nervioso, mirarle el rostro que miraba el suelo, infinitamente blanco, una blancura excesiva, ni las vestimentas que limpió Jesús en aquél monte eran tan molestas a la vista como la blancura de este sitio, aunado a esto, un silencio más pesado que cualquier ruido antes escuchado: el silencio de la soledad.
Ya estaba ella fuera del cajón sin fin, preocupada.
Alcanzó a tocarle el hombro a aquél humanoide aborrecible, pequeño, anémico crónico; sólo entonces volteó, el fenómeno, y despidió un grito despreciable, en el cual su boca se abrió exageradamente, cual monstruo, dislocando sus mandíbulas del cráneo, su escaso cabello se agitó, y sus desorbitados ojos ictéricos y fuera de sí protruyeron aún más. Aquélla boca abierta desmesuradamente generó un agujero negro que absorbió estrepitosamente al curioso visitante, que sin mucha molestia entró en la cavidad oral que lo atraía, y amaneció a un mundo de colores psicodélicos y figuras amorfas, de estética impresionante. Un placer visual sin corteza de asociación lo redimía de su, hasta entonces limitada, apreciación; rápidamente colocó el encéfalo en su sitio y su área 17 recibió aquél orgasmeante impacto que cercenó todos sus prejuicios, su primitivo concepto de belleza; era incontenible la magnitud de felicidad que lo inflaba como un globo, de tal modo que se sentía a punto de reventar.
Desde afuera, ella tiró de la manguera con fuerza, con la esperanza de rescatarlo. Aún con la percepción tiempo-espacial alterada, sabía que ya había pasado mucho, y no notaba ningún movimiento proveniente de las profundidades del oro. Tiró con fuerza, una y otra vez de la manguera, para poder rescatar a su compañero; sin embargo, el extremo de la manguera estaba vacío, sólo adherido a él, las cenizas de la escafandra.

Cierto que por su atrevimiento debí perdonarle, pero no podía dejarle volver después de haber visto tanto.