martes, 20 de noviembre de 2012


Incubus, canto primero del no sé
Por: Mauricio Ruiz “El Brazo”
Texto publicado en la Revista Óclesis número 6


Obra gráfica de Gustavo Mora
Si seguimos así, un día me filtraré por el resquicio de la puerta y te observaré mientras duermes. Desnuda como acostumbras, pura como no te he conocido. Después me asombraré al ver tus pezones erizados. ¿Estás soñando que me besas? Te preguntaré entusiasmado de mí mismo.
Ya dentro de tus sábanas blancas, me acostumbraré al sonido de tu respiración, ese tacto del aire y tu pecho, ese oleaje de respiración tranquila, nada malo pasa, pues muy bien, duermes pasiva. De pronto una idea: Acercaré mi boca a la tuya y recitaré poemas, y tú respirarás mis palabras, las sumergirás dentro de ti, extraerás la vida, la fruta y el amor de mis versos. Exhalarás mis reproches, mis desplantes, mi arrogancia y mi veneno.
Pero si seguimos separando nuestros caminos, te juro que desesperado, te haré el amor mientras duermes sin que te des cuenta y al final, el agotamiento me derribará en la cama a un lado tuyo, dormiré sereno, feliz, completo, pues tal vez, sólo tal vez, algún día me permitas despertar dentro de ti.
-Carlos, despierta- él escucha una aguda voz, mientras una mano delgada lo mueve insistente.
-¿María?
-No… Adriana.


miércoles, 14 de noviembre de 2012


Auto de Fe

Por: Alan Gonzaga

Óclesis


Fuente de imagen:
http://www.vallenajerilla.com/berceo/gildelrio/autodefe.htm

Nota de advertencia: 


Si insistente preguntas... lo siento, ausente me encuentro gritos delirio hierro encaminado al encuentro de tus preguntas, tu esfuerzo.












No llores ingrato... arrastras flores escondiendo engaños, sentencias locos los aciertos ajeno al dolor, gozoso de mi encierro.

Juras triste el deceso: "la batalla ingrata
                                         arranca la clara,
                                         dejando por bien la daga
                                         la hiel amarga."

Emponzoñas pues el vino
resplandeciente fuego que vino
a quemar las notas del himno 
a romper las prendas de lino
para luego excusarte diciendo "el destino
                                                       borda mil hilos
                                                       sin saber del error el filo
                                                       cortar el tierno lirio”.

Por eso maldigo el nombre
que quitó el oro dejado el cobre,
por divertir al aburrido hombre
que lejano debería del dios el cofre.

Quitaste del desierto el hambre,
las estrellas amarraste con alambre
y obsequiaste al aire lúgubre
risas de un sol pobre.

Deseo tu muerte
verte triste
golpearte,
olvidarte,
sentirte y dejarte...               
maldita suerte y pensar que llegué a amarte... creerte.

Hoy espero derrumbado verte
y tu maldito arte ose dejarte
de nuevo
crucificarte 
y con mi más excelso corte vengarme...

Pienso sin Estado, luego entonces… fluyo[1]

Texto publicado en la Revista Óclesis 6.

Por: Francisco Hernández Echeverría

Óclesis 

Fuente de imagen:
http://sergioelbio.blogspot.mx/2012/04/primero-de-mayo-de-2012-losas.html
En correspondencia con la temática de este número de Óclesis, en estos momentos una peculiar patología social se advierte en nuestro entorno como consecuencia de lo poco asequible que ha resultado la modernidad: el vaciamiento posmoderno. Vaciamiento político, vaciamiento de las instituciones familiares, educativas y religiosas, vaciamiento del trabajo, vaciamiento del sujeto, son términos que constantemente escuchamos o leemos principalmente en los espacios académicos. Entre los textos que han aparecido en este tenor, es el del historiador argentino Ignacio Lewkowicz[2], titulado Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la fluidez (Paidós, Buenos Aires, 2004), el que ha causado cierta polémica, más que por el llamativo epígrafe por la forma en que aborda los temas que maneja.
En este libro, Lewkowicz nos ofrece cuatro capítulos procedentes de distintas mesas redondas en las que él mismo tuvo una activa intervención desde 1994. En su “Prólogo” Lewkowicz señala que ha seleccionado estas cuatro partes porque cree que constituyen “el recorrido de pensamiento que va del agotamiento de la condición estatal para el pensamiento estructural al umbral del pensamiento en la fluidez” (Lewkowicz, 2004: 12). Pero Pensar sin Estado es un libro polémico, difícil, seductor y provocativo a momentos, dado que Lewkowicz más que fijar su atención en lo que pareciera ser una llana anarquía o la terminante desaparición objetiva del Estado-nación nos habla del agotamiento, del desfondamiento, de la desfragmentación, del desdibujo en que ha caído el pensamiento estatal como centro de producción de subjetividad.
Es cierto que ya desde el siglo XIX se venía hablando de la crisis del Estado, incluso el jurista Hans Kelsen lo consideraba a éste como una ficción, como un discurso, y como tal, una realidad; en otras palabras, la ficción real existe como existe cualquier discurso, como bien nos lo dice Michel Foucault (1992: 162):

[…] en cuanto al problema de la ficción, es para mí un problema muy importante; me doy cuenta que no he escrito más que ficciones. No quiero, sin embargo, decir que está fuera de verdad. Me parece que existe la posibilidad de hacer funcionar la ficción en la verdad; de inducir efectos de verdad con un discurso de ficción, y hacer de tal suerte que el discurso de verdad suscite, “fabrique” algo que no existe todavía, es decir, “ficcione”.

En efecto, la ficción real no corresponde a una realidad sino que es una subjetividad que sostiene como horizonte el “fabricar” lo deseable, una reelaboración de algo real, real en el sentido que constituye la subjetividad; por tanto la idea de Estado-nación sí es una apropiación de la realidad, querida y necesaria, con interdependencia al imaginario colectivo para que esta ficción opere como el monopolio de la fuerza ejercido en los niveles jurídico y político. Así, con dicho monopolio en sus manos, el Estado se mueve como discurso “disciplinario”, útil para homogenizar la percepción de la realidad (psicología) de los miembros que lo integran y crear así un consenso nacional que promueva la idea de “normalidad” e “identidad” en la persona para que ésta pueda pasar a ser un sujeto del Estado, un “ciudadano”. Este es el basamento de la centralidad del Estado-nación.
No obstante, en estos tiempos actuales en que el neoliberalismo económico requiere de la mínima intervención estatal para que la combinación de flujo financiero transnacional, información y bioenergía no se vea limitada, la actividad central del Estado se ha visto dramáticamente comprometida haciendo que la costumbre de pensar en un Estado comprometido con el estímulo del mercado interno, garantizador de empleo y constructor de redes de protección social se vaya a la basura. El Estado otrora regulador del capital, hoy en día, a sido sobrepasado por éste, produciendo una penosa crisis al interior de su estructura que le ha llevado a perder en parte esa totalidad de que gozaba[3], y por ende, la subjetividad que producía en la sociedad igualmente se ha desvanecido dando lugar a que la ficción sobre la que se sustentaba ya no sea real sino que haya tomado la forma de ficción-mentira. De ahí el planteamiento de Lewkowicz de que el Estado se ha desfondado y que nos encontremos ahora en el umbral donde parece ser que el Mercado ha tomado las riendas para producir un nuevo tipo de subjetividad.
Bajo este planteamiento de crisis de la estructura estatal debemos ahora tratar de pensar sin ella, es decir, “pensar sin Estado” y pensar desde una fluidez constitutiva de una nueva subjetividad.
Uno de los términos utilizados por el autor que llaman mucho la atención es el de expulsión. Si el orden racional del Estado va encaminado a crear ciudadanos “normales”, “identitarios”, no debemos olvidar también que esta normalidad e igualdad dan a entender por añadidura lo “anormal” y la “exclusión” de algo. Justamente por esto, pensar que el Estado ha sido incluyente es una ingenua utopía de la modernidad porque  siempre se ha sido todo lo contrario: excluyente de quien se aparta de la normativa y de lo identitario; veamos simplemente nuestra historia patria para darnos cuenta de que los criollos acaudalados que llegaron a comprender las ventajas económicas y políticas que obtendrían con la separación de España, crearon un Estado con elementos “selectivos de la cultura” y no hicieron el mínimo intento de reconocer la Independencia como una expresión de las masas indígenas, mestizas y negras que reclamaban ser incluidas en el nuevo Estado.
Con esto, podemos decir que el Estado, de manera “natural”, disfruta de la ficción de su personalidad para actuar como policía político que defiende los intereses de las clases selectas de la cultura. Por esta razón tiene la tarea de producir normalidad e identidad en los ciudadanos mediante el establecimiento de un orden racional basado en instituciones disciplinarias creadas por este mismo orden (familia, escuela, hospital psiquiátrico, cárcel, fábrica, cuartel, iglesia). Por tanto, toda acción que se aglutine para contravenir las acciones del Estado, para alterar la normalidad (estrategias de resistencia y emancipación social), es considerada “locura” y es excluida para ser racionalizada, institucionalizada, disciplinada por el Estado puesto que la locura surge de esta misma disciplinariedad. A la sazón, el Estado se hace cargo tanto de la disciplina como de la locura. Por ello la prisión y el manicomio son instituciones históricas que se encuentran en función a las formas de dominación en una dialéctica de inclusión-exclusión, puesto que tienen la finalidad de construir lazos educativos que proporcionen “conciencia” al individuo de comportarse como un ciudadano normal.
Pero, si el discurso estatal está sufriendo un agotamiento y le ha cedido el paso a un nuevo discurso, el del Mercado, el ciudadano ha dejado entonces de ser el soporte subjetivo del Estado para devenir en consumidor: “Asistimos a una mutación del estatuto práctico del concepto de hombre —ahora determinado como consumidor—, una mutación del estatuto práctico del lazo social y del Estado” (Lewkowicz, 2004: 33), o bien, “[...] en nuestras sociedades la subjetividad es la mercadería por excelencia. El capital, a través del consumo, se apropia de la subjetividad en una escala nunca antes vista” (Gonçalvez, s/fecha).
Sin embargo, tanto el disciplinado ciudadano como el insatisfecho consumidor no dejan de ser categorías de dominación. Ya no se trata de obedecer normas a secas sino de consumir, rentabilizarse, para que el espacio social abandonado por las instituciones disciplinarias del Estado a la pobreza y a la catástrofe (otro término inquietante que utiliza Lewkowicz) sea fácil y completamente ocupado por nuevas modulaciones de control (máquinas cibernéticas, computadoras, robótica, medios masivos de comunicación, mercadotecnia política) que capturen las subjetividades alternativas y resistentes para transformarlas en subjetividades desvitalizadas, reaccionarias, autoritarias, paranoicas, micro y macrofascistas (Gonçalvez, s/fecha).
De este modo quien se comporta como no-consumidor es un nuevo “loco”, un excluido (desempleados, amas de casa, pueblos indígenas, desheredados, etc.), que cuando busca la posibilidad de entablar una lucha en pos de nuevas alternativas políticas y sociales como medio necesario para salvaguardar sus necesidades básicas da origen a una locura enloquecida como nos dice Lewkowicz; una locura que ante el desfondamiento de la disciplinariedad del Estado se encuentra “sin institución que la albergue, recluya, trate, normalice”, no quedando más que ser expulsada. “En las sociedades contemporáneas, las sociedades neoliberales, lo no incluido no se recluye; se expulsa. Los excluidos son desamarrados” (Lewkowicz, 2004: 107). De este modo aparece un nuevo tipo de reclusión, que ya no readapta sino que es “un mundo privatizado, un mundo de locuras privadas —en el sentido menos transgresor y más sórdido de la expresión—, o bien quedan expuestos a un mundo insensato de expulsados [depósito de pobres] en el que su locura o su cordura resultan irrelevantes” (Lewkowicz, 2004: 110).
Resulta imposible en un trabajo de este tipo hacer merecida justicia al interesante análisis que nos ofrece Lewkowicz en cada uno de sus capítulos. Aunque hay que reconocer que no todos los textos han interesado por igual a todos los estudiosos, principalmente en aquellos que experimentan renuencia ante la creciente pérdida de centralidad del Estado-nación y el terreno ganado por la fragmentación posmoderna. Y esto es hasta cierto punto justificable, puesto que estamos acostumbrados a aprehender la realidad como estructura y no como fluidez.
Algunos piensan que Lewkowicz cae en el exceso de analizar el Estado-cosa que genera subjetividades y que simplemente cambia el fetiche estatal por el fetiche de fluidez puesto que omite entender la crisis estatal en términos del antagonismo del capital o luchas al interior del Estado. Igualmente se le ha censurado que a pesar del título, no existe crítica alguna al Estado dando más la impresión de una nostalgia por la idea de Estado como enemigo del capital. Desde este punto de vista Lewkowicz no estaría muy lejos de los argumentos empresariales que desfondan el Estado sin tomar en cuenta los antagonismos sociales, desconociendo erróneamente que el verdadero punto de partida es el capital como el totalizador social.
Asimismo otros discrepan que Lewkowicz no dice quién produce la fluidez. Al respecto, podemos argüir que el autor al centrarse más en los vertiginosos cambios que se producen hoy, considera que no da tiempo de sedimentar la realidad, de reestructurarla. Tal vez por esto aísla la dinámica de la lucha de clases ubicada en otro umbral mitificado por la tradición estatal y, decide mejor partir de una dinámica de fluidez en la que dispersión, incertidumbre y contingencia constituyen condiciones básicas de la subjetividad contemporánea.
Ahora bien, ¿cómo impacta pensar sin Estado en las manifestaciones de creación artística y literaria? A partir del desafío que presenta la era de la fluidez capitalista global posmoderna algunos escritores y artistas han asumido una actitud de repensar y reflexionar sobre sus prácticas, pensarlo todo de nueva cuenta, habitar otro mundo que les permita construir un “yo” y un “nosotros” nuevo, renovado, capaz de militar dentro de nuevas estrategias estéticas de resistencia como táctica defensiva y no ofensiva, idóneas para configurar relaciones distintas en cada situación de la vida social (pensamiento situacionista), nuevas formas de lucha a través del arte y la literatura. Ésta es la experiencia que algunos grupos culturales están tratando de abordar y teorizar para abrir sus horizontes, principalmente el campo poético y teatral, pero aún falta mucho por hacer.
Podemos aseverar que el libro Pensar sin Estado despertará un gran interés no sólo en los lectores habituados a pensar desde los parámetros centrales del Estado, sino también en todos aquellos que hoy por hoy se preocupan en pensar la subjetivación fuera del Estado como algo nuevo.



BIBLIOGRAFÍA:

LEWKOVICZ, Ignacio (2004): Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la fluidez. Buenos Aires: Paidós.
FOUCAULT, Michel (1992): Microfísica del poder. Madrid: Ediciones de la Piqueta.
GONÇALVEZ BOGGIO, Luis (s/fecha): “Nuevas estrategias para el abordaje de los síntomas contemporáneos”, en Biblioteca  de Campo Grupal (Argentina). Obtenido el 22 de febrero de 2007, desde: http://www.campogrupal.com/estrategias.html




[1] Trabajo presentado durante las Jornadas Literario-Filosóficas del Centro de Investigación y Estudios Lovecraftianos. Puebla, Pue., julio de 2007.
[2] Lewkowicz centró sus estudios en la subjetividad contemporánea, definiendo un diálogo con el psicoanálisis, la filosofía contemporánea y la ética. Especialista en la Grecia Antigua y en las obras de Louis Althusser y Alain Badiou. Falleció en un accidente náutico en 2004.
[3] En parte porque podemos aún verificar enormes organizaciones técnicas, militares y administrativas con un vasto poder de influencia.

sábado, 10 de noviembre de 2012


De educación y otros demonios

Flor D. García Dávila

No es ninguna novedad el decir que el nuestro no es un país de lectores. Mientras, los docentes se debaten entre programas incongruentes y discentes que mayoritariamente se rigen por la ley del mínimo esfuerzo. No es difícil comprobarlo: nosotros también hemos sido estudiantes.
Estudiantes… ¿de qué? Hablamos sin duda de la educación “formal”, la que se imparte en la escuela, la que es avalada por un documento útil a fines laborales. ¿Y qué más? La educación que ha olvidado a la lengua española –viéndolo de manera simplista, dado el territorio plurilingüístico que habitamos.
Hemos escuchado antes, a manera de chascarrillo de café, que los libros de texto de hace cincuenta años bien podrían servir ahora para estudiar la licenciatura. Pero debiéramos darle el peso sintomático que le corresponde. Cada vez es menos el contenido curricular asignado por nivel educativo, y algo peor: nos estamos quedando sin teoría. Antes, un libro obligatorio de educación básica servía como fuente de consulta en niveles superiores, aunque fuese sólo de referencia; ahora, bajo el amparo de un mal entendido constructivismo, hallamos bibliografía colmada de actividades y cuestionarios nunca resueltos; de fragmentos de novelas que poco le hablan al alumno de la cohesión de la obra de arte como un todo.
Ya la cultura es un privilegio. La lengua materna se convulsiona, ignorada por sus hijos pródigos. Tan es así que los programas de bachillerato ya no contemplan el área de gramática, que sólo resulta engorrosa por su complejidad. ¿De dónde, entonces, tendremos lectores funcionales?
Viéndolo en el lado práctico, ¿cómo esperamos personas que puedan leer tres párrafos en un minuto y medio e identificar deficiencias en las estructuras oracionales como lo exige cierta prueba de aptitud para ingresar a la universidad? Por designio del gran capital la educación está ahora reservada para aquellos que logren acceder a grados de especialización, y la estrategia es eliminar a la mayor parte en el camino. Así, tan terrible: eliminar. Como si se tratara de un juego sucio o de una guerra –que algo hay de ambos. De ese modo papá gobierno no tendrá que preocuparse por invertir en investigación. Así seguiremos siendo “una gran fuerza de trabajo” para otros intereses.
La palabra construye el mundo, pero en nuestro contexto, ésta no es un fin en sí misma sino un simple medio: el elemento accesorio de una comunicación necesaria. Se usa. Pero nos enfrentamos a un uso de maquila, donde no hace falta conocer los materiales porque el trabajo, el enajenante trabajo de nuestra lengua, no lo requiere, ya que nunca llegamos a ver su producto final.
Nos olvidamos del poder que ejerce una estructura sintáctica bien construida. Cabe decir, bien dirigida. Y para muestra, nuestros spots televisivos, la venta de “ideas”, nuestros noticiarios truncos…
¿En dónde está la solución? Chi lo sà. Pero lo importante aquí es lo que hacemos mientras tanto.

* Texto presentado en la Mesa redonda sobre Educación, organizada por el Grupo Óclesis y donde se contó con la participación del Círculo de Lovecraft Puebla, A.C.

jueves, 8 de noviembre de 2012


Pedro Almodóvar: Perspectiva filosófica y de género

Por: Jorge Luís Gallegos
Óclesis

Fuente de imagen:
http://informe21.com/arte-espectaculos/pedro-almodovar-dice-si-se-quedara-ciego-se-dedicaria-dirigir-teatro

Pedro Almodóvar, es sin duda alguna uno de los cineastas más exitosos, no sólo del panorama español, sino también del mundial.
Él, presenta en cada una de sus películas a la humanidad desde su perspectiva, haciendo un análisis de la misma; además, de que en cada uno de sus filmes, nos es presentado un punto de vista filosófico neorrealista.
Al hablar de género, me refiero a la categoría de análisis, a partir de la diferenciación de la identidad sexual con base en la construcción social del individuo, separando así la naturaleza cultural y la sexual.
En las películas de Almodóvar, la mujer es explicada, a partir del neorrealismo italiano, que surge como una nueva forma de hacer cine, teniendo como principal característica la representación de la vida cotidiana, retomando a personajes de la calle: siendo éstos precisamente lo que toma para crear su historia y sus personajes.
Pedro, muestra su propia visión de Madrid, en donde conjuga con cada uno de los elementos que le da realce al filme. La escenografía se encuentra cargada de claroscuros y arte pop; la utilización de objetos reales son parte importante dentro de la trama; la música, en especial los boleros, son utilizados para resaltar los sentimientos de las mujeres. El manejo de cámara en primer plano hace parecer cada escena como si fuese un cuadro; el segundo plano, nos presenta a la ciudad; La utilización del traveling nos lleva  en una especie de laberinto.
En las películas de Almodóvar se presenta a la mujer como la principal protagonista de la misma; una mujer vista, desde sus ojos; la mujer que abandona los estereotipos planteados por la sociedad madrileña.
Carmen Maura, Victoria Abril, Verónica Forqué, Marisa Paredes, entre muchas otras, han servido como “afroditas” a Almodóvar para representar a sus mujeres; mujeres comunes y corrientes que son mostradas como débiles, no porque lo sean, sino por el peso que recae en ellas durante la trama.
Así pues, el cineasta español intenta romper con las estructuras de construcción, es decir, separar al sexo del género, para dar una resignificación a sus mujeres; los papeles que deben jugar dentro y fuera de casa, intentando reinventar los roles que juega en la familia, la sociedad, la escuela, la religión, en el cine y la literatura.
Pedro Almodóvar refleja la lucha entre la misoginia y la mujer, la mujer y la sociedad, la mujer y su ser mismo, a la mujer en crisis, a la mujer de carácter fuerte, a la mujer que sabe sobresalir de los problemas a los que se enfrenta, la mujer que exitosa en la vida profesional pero con un gran vacío existencial.
Aunque sus películas ha sido dos veces nominadas al Óscar y han ganado un sinfín de premios, el mayor mérito de las mismas es presentar a la mujer en esencia, alma y espíritu.

lunes, 5 de noviembre de 2012



Obra gráfica de Gustavo Mora.


Hasta la pregunta ofende

Para Manuel Manzo

Si el sapo es un corazón emponzoñado,
¿por qué se dice que el corazón
es un sapo que emponzoña?
Si la ponzoña es un sapo enamorado,
¿por qué se dice que el amor
es la cueva oscura donde vive el sapo?
Si el amor es un tremendo sapo,
¿por qué salta del corazón la ponzoña?
Si el corazón es una bolsa de ponzoña,
¿por qué canta tan bonito ese fiero sapo?

Hasta la pregunta ofende:
El amor es el veneno que el sapo sueña.


Víctor García Vázquez
Texto publicado en Revista Óclesis 6.

viernes, 2 de noviembre de 2012

El Deliro: entre la Locura y la Poesía

Por: Pablo Francisco Garay Marín.


Al final de la Edad Media, la lepra desaparece del
Mundo Occidental […] Durante siglos, estas
extensiones (Tierras) pertenecerán a la inhumano.
Del siglo XIV al XVII, van a esperar y a solicitar por
medio de extraños encantamientos una nueva encarnación
del mal, una nueva mueca del miedo, una magia renovada
de purificación y de exclusión.
Michel Foucault (1998)

Obra publicada en Óclesis 5.
Autor: Gustavo Mora
Una nueva encarnación del mal. Son las primeras líneas que se pueden leer en el ejemplar texto de Michel Foucault. Suenan contundentes, juiciosas, aventuradas, tal vez espinosas, pero bastante útiles, si se va a hablar de la locura, porque quizás debamos distinguir entre Locura y Psicosis. El punto es que para hablar del tema de la Psicosis, hay que hablar de la locura, de su historia, de sus formas y evoluciones, de su sufrimiento reclusivo, de los males y abusos de sus tratamientos, de las técnicas y los fármacos. Es aquí como inserto el libro de Foucault. Me parece que es un singular ejercicio de recoger todo cuanto sea posible de la locura, nos lleva en un recorrido que va desde los leprosos, los monjes, el teatro y la farándula, la medicina y la reclusión, las administraciones gubernamentales, en fin: todo un recorrido histórico, pero además –y he aquí una de sus riquezas- nos permite elucidar, todo un recorrido ideológico, especulativo e idiosincrático que la locura, como fenómeno, ha tenido a lo largo de la historia.
Esto es importante y retomamos nuestra frase inicial, porque justamente ha sido la concepción mayoritaria que se ha tenido de la locura, no sólo en aquellos siglos de las Narrenschiff, sino –a través de los años- hasta nuestros días, en que se asocia al mal-llamado “loco” con la tontería, la necedad, el crimen, el sin-sentido, la enfermedad incurable, la sin-razón y –no siendo la mayoría-como una estructura psíquica, ahora bien, si hablamos del delirio, no será diferente la concepción vulgar, al definir el delirio como una manifestación insensata del ser, como lo define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española:

Delirio; Desvariar, tener perturbada la razón por una enfermedad o por una pasión violenta. Decir o hacer desprovistos o disparates. Desatinar.

Pero cuál es la concepción inédita y genial –en su momento- de Freud acerca del delirio y que más adelante Lacan amplía. Freud afirma que el delirio, lejos de ser una manifestación insensata y futes, nos dice que el delirio engloba todo el núcleo de un conflicto psíquico que sólo es posible expresarlo mediante el discurso y que sólo a través del análisis de la lógica del delirio mismo es posible adentrarse en aquel conflicto psíquico. Esta afirmación la presenta a propósito de analizar un caso clínico del que fuera el Senatpräsident de la Corte Suprema de Justicia en Dresde Alemania, el Dr. Daniel Paul Schreber, que a partir de este análisis descrito con la genialidad de Freud, pasó a la fama de los anales de la historia del psicoanálisis.
Desde el punto de vista clínico, el delirio entonces queda como una tentativa de cura y es sólo a través del análisis de éste y sus componentes que el analista puede focalizar los elementos del delirio que son estructurales y estabilizarlos sin que por ello el delirio sea erradicado, pues es este mismo, un llamado de cura que hace generalmente el sujeto al otro que escucha, con el fin de hacer oír parte de su conflicto psíquico. Lacan continúa esta tradición y vas más allá al proponer la locura y el delirio, como un fragmento de genialidad creadora e incluso lo vincula a la poesía misma. En su visión que desarrolla a lo largo de su obra, la locura no era una deficiencia, ni incapacidad para la expresión como lo planteaba la Psiquiatría Tradicional (American Psyquiatric Association 1987).
La locura podía ser otra forma de expresión de la experiencia humana. Ello se ve ampliamente en las producciones creadoras de la locura donde ésta, no sólo no impide la creación, sino que puede ser la fuente misma. Allí donde se veía en el delirio una deficiencia, Freud y Lacan lo concebían como una actividad implicada en el orden del Sentido. Así en la locura, el delirio tiene en sí mismo un “valor de Realidad”. Desde otro enfoque, Lacan aparentemente va más allá de Freud, al afirmar incluso que el Delirio del mal llamado loco y los sueños-chistes-lapsus de la cotidianeidad, pueden ser la cara de una misma moneda, a saber; la Poesía. Poética que estalla en el enigma de la risa, se anuda en los avatares de la cotidianeidad y se cifra en el disfraz nocturno del deseo. Poesía maldita y miserable, aquélla del que se arriesga por ello, a vivir la pasión de los poetas malditos, aquéllos que se arriesgaron a viajar al infierno para contarnos de él.
Lacan retoma el uso del término de Poiesis de Heidegger para hacer referencia a ese momento “divino” de creación o alumbramiento, donde el Ser del Sujeto se deja poseer para dar paso a la creación. Heidegger usa la imagen de la metamorfosis del gusano, justo en ese preciso momento de alumbramiento. Lacan retoma este concepto, definiendo toda manifestación de lo inconsciente (lapsus, síntomas, deliro, etc.) como el momento de Poiesis, aquél donde el sujeto, en esa misma condición de sujeto de lo inconsciente, es presa de algo más, que lo habita y lo somete y de lo cual solo aflora en un precioso momento de creación. El loco de la Psiquiatría Tradicional puede ser el poeta de la modernidad, el miserable,  mi-ser-hable.

Bibliografía.
American Psychiatric Association (1987) Diagnostic and Stadistical Manual of Mental Disorders (3rd. Edition) New York.
Freud, S. (1998) Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente, tomo XII. Amorrortu editores. Buenos Aires.
Foucautl, M. (1998) Historia de la locura en la Época Clásica. Fondo de Cultura Económica. México.
Lacan, J. (1984) El seminario, libro 3 “Las Psicosis”. Paidós  Buenos Aires.
Lacan, J. (1999) De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis en Escritos II. Siglo XXI. México.
Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua (22nd ed.) Madrid, España.