martes, 11 de octubre de 2016

Ella

Hugo López Coronel


Obra gráfica
Isis Samaniego y Valencia
Ella girando, al centro de la habitación, deja escapar algunas risas. Los girones lejos de las puntas de los pies, sobre el eje que precisa la figura de ella, con rostro alegre. Ella sonríe. Ella gira. Ella estira los brazos, da un salto, vuelve a girar. Ella ríe.
          - No hagas ruido. Sabes que se molesta si te ve aquí.
Ella ignora la voz, continúa dando vueltas y saltos; y ríe. Un tono de pausa.
- ¡Qué importa!... Jamás entenderá-. Y vuelve a los saltos, a los giros, a las risas. Ángela se pone en pie y va hacia la puerta; pasa el seguro. –Sí, pero… a veces logra convencerme… y me da miedo… No me gusta oírlo. ¡He pensado que deberíamos irnos de aquí!-.
Ella detiene su danza y mira sorprendida a Ángela.
– ¿Qué dices? Sabes que no puedo dejar esta casa. Es lo único que queda de mi madre-.
Ángela baja la mirada, va hacia la cama y se sienta en la orilla.
– Perdona. A veces lo olvido-.
El silencio se hace. Ella vuelve a sonreír, regresa al centro de la habitación y gira, su risa es más intensa. Ángela, desde sí, la mira con cierto dejo de complacencia. Sonríe. Su rostro se ilumina y tímidamente sonríe.
Toc. Toc… Toc. Toc… Angustiada Ángela voltea la mirada hacia la puerta, ve que la manija se mueve de arriba abajo. Ángela vuelve el rostro.
– Te lo dije… Es ella otra vez-.
Su voz crepita en un solo instante toda su existencia. Ella, de inmediato, deja de girar y riendo corre hacia al armario.
- ¡Ángela! ¡Abre la puerta!
Lenta y temblorosamente Ángela quita el seguro. Da unos pasos hacia atrás. La puerta se abre.
– ¡Debes terminar con esto!-.
Ángela quiere interrumpir, pero su voz se enreda en la garganta y se ahoga. Entonces el llanto la domina, pone las manos sobre su rostro y se sienta en la orilla de la cama.
–Debes aceptarlo Ángela. Es por tu bien-.
El tono de la voz es suave, comprensiva.
En un instante, Ángela deja de llorar y levanta la mirada.
-¿Entonces…
-Sí Ángela… ¿Cuándo le dirás que ella no es real?
        


Santa Lucía, Puebla. 21 de febrero de 2009