domingo, 18 de agosto de 2013

El marxismo ante el tema de la muerte

Francisco Hernández Echeverría[1]
Óclesis



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Con la delación de los “errores del período stalinista” durante el XX Congreso del PCUS de febrero de 1956, una URSS muy fortalecida económica y militarmente, entró en un debate abierto bajo la consigna: “Todo para el hombre, respeto a la legalidad y a la dignidad de la persona”. Dejando de lado la cuestión de la lucha de clases se comenzó a hablar de resolver los problemas del socialismo y del hombre. Por un lado, “fue el principio de una reacción de explosiones en cadena que estremecieron al mundo comunista. Las más sobresalientes […] fueron la revolución polaca y la húngara” (1); por otro lado, más pacífico, se trataba de plantear un humanismo socialista, que bajo la égida de los intelectuales marxistas, escudriñaba sus garantías teóricas en Das Kapital, pero mucho más en las obras de la juventud de Marx.
            Sin embargo, este optimista “deshielo” comenzaría a declinar para principios de la década de 1960, el proceso de desestalinización había fracasado, y por ende, la clarificación a muchas cuestiones sobre los problemas de la construcción del socialismo se abandonó para retomar las restricciones dogmaticas. Pero ya era inevitable la inercia crítica hacia el énfasis en la producción material, hacia la lectura economicista y evolucionista del pensamiento marxista, y diversas corrientes comenzaron a impregnar la teoría. Tal fue el caso del existencialismo y del personalismo, tendencias que experimentarían un punto de quiebre radical en sus categorías fundamentales para reacomodar sus bases en función del “compromiso” político. Bajo este esquema comenzaría a desarrollarse una línea interpretativa moralista-humanista dentro del marxismo, la cual llegó a ocupar inclusive, un sitio central en la historia del movimiento obrero europeo.
            Con todo, no faltaron aquellos que se opusieron al entendimiento de estos dos grandes horizontes: el marxismo y el humanismo. Lo admirable fue que los frecuentes opositores no se circunscribían exclusivamente a los adversarios del marxismo, sino también a los mismos marxistas, que rasgaban sus vestiduras al considerar que el humanismo estaba siendo aprovechado como arma ideológica —directa o indirectamente— por los revisionistas para colocar en situación vacilante el carácter científico del comunismo.
No obstante, por encima de la controversia, muchos pensadores socialistas lograrían sensibilizarse frente a las contradicciones de la vida humana, sobre todo frente a las que podríamos llamar de carácter esencial, no coyunturales (2). Adam Schaff, por ejemplo, narra cómo una noche, en el curso de una conferencia pronunciada ante estudiantes, uno de ellos le lanzó la pregunta siguiente: “Y para usted, ¿qué sentido tiene la vida?” La pregunta constituyó para el pensador un acontecimiento auténtico. Su primera reacción —nos cuenta— fue de indignación. Era una imbecilidad atreverse a formular tal cuestión. Pero, prosigue, “cuando vi que cientos de ojos se fijaban en mí, esperando una respuesta mía, comprendí que la pregunta era importante” (3).
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El asombro de Schaff no era gratuito, “precisamente porque la lógica del sistema obligaba a descartar este problema como insignificante. Y esto por dos razones. En primer lugar, el estatuto teórico del marxismo impondría considerar como falsa o puramente ideológica toda cuestión no científica y, por consiguiente, toda cuestión que se refiera al sentido de la vida, de la historia, de la muerte” (4).
Esta falta de respuestas a la precariedad de la vida humana y las inevitables preguntas sobre su significado eran presentadas comúnmente por los adversarios de la URSS como una de las mayores debilidades del régimen, una “señal de impotencia”. A principios de la década de 1960 Ernst Bloch, Roger Garaudy, Vítězslav Gardavský, Leszek Kołakowski, Salvatore di Marco, Adam Schaff, entre otros, iniciarían una corriente filosófica marxista (llamada comúnmente neomarxismo) enfocada hacia la superación de las limitaciones del sistema con respecto a las preocupaciones de las personas ordinarias, tales como la libertad, la democracia, sus condiciones de felicidad personal, y aún más, pusieron sobre la mesa temas como la piedad, el perdón, la misericordia, el pecado, el amor y aquello que pone radicamente en cuestión el tema del sentido de la vida humana, cual es la muerte.
Pese a la visión materialista y atea por principio de estos pensadores, el tema de la muerte tomó nueva densidad ya que se le añadieron elementos filosóficos, psicológicos, culturales, e incluso teologicos, acercándose a los trabajos de grandes pensadores cristianos como Maritain, Mounier o Teilhard de Chardin, abriendo así una nueva época y un nuevo diálogo entre marxistas y cristianos.
El alemán Ernst Bloch sería un precursor en este sentido. No solamente un precursor —dice Gollwitzer (5)—, sino el autor marxista que aborda en concreto el tema de la muerte con mayor amplitud, honradez y profundidad.
Según Tamayo, Bloch toma muy en cuenta que la muerte del hombre se encuentra rodeada de diversos condicionamientos y circunstancias: “Condicionamientos históricos que la hacen, por ejemplo, enormemente temida en épocas como la del ocaso de la edad antigua […] Condicionamientos socioeconómicos provenientes, por ejemplo, de una sociedad de clases en la que la angustia letal se acrecienta en el hombre perteneciente a la clase dominante […] ‘Ante todo, la sociedad americana tiene necesidad de alejar la muerte de sus ojos, la misma necesidad que le impulsa a tener que reprimir en sí cualquier mirar hacia el futuro. Pues su perspectiva es su muerte como clase’ [dice Bloch]. Condicionamientos socioreligiosos también que orientan prospectivamente la mirada del moribundo en una sociedad agraria y religiosa hacia un angustioso post mortem, al revés de lo que sucede en una sociedad técnica y secularizada en la que la vista del agonizante se dirige más bien hacia atrás, hacia lo que tiene que dejar, hacia los objetivos que no ha podido alcanzar” (6).
Bloch es consciente de que la muerte es completamente antiutópica; en su obra Das Prinzip Hoffnung (El principio esperanza) la llama fortísima no-utopía, y lo reafirma en Experimentum Mundi (1975): “[…] En esta tierra difícil está al final de cada vida como única certeza plena la muerte, la antiutopía más fuerte” (7). Pero a pesar de tal anti-utopía de la muerte, Bloch trata de superarla con la conciencia de clase, la conciencia solidaria o socialista o del “héroe rojo” convertido en un Novum contra la muerte: “Todos llevan flores de antaño al sepulcro, flores ajadas o que resultan ya irreconocibles. Tan sólo una clase de hombres es capaz de marchar casi sin el consuelo tradicional por el camino que conduce a la muerte: el héroe rojo. Dando testimonio de la causa para la cual ha vivido hasta el momento de su muerte, camina hacia la nada sereno, frío, consciente, hacia esa nada en la que se le ha enseñado a creer como espíritu libre. Por eso su muerte sacrificial es distinta de la de los antiguos mártires; pues estos murieron casi sin excepción con una oración en los labios y creyeron haber conseguido el cielo […] Por el contrario, el héroe comunista […] se inmola sin esperanza ninguna de resurrección” (8).
En esta cita, Bloch exalta a los hombres y mujeres adheridos a organizaciones revolucionarias que se enfrentaron al absolutismo zarista y al fascismo hitleriano, cuyo precio a pagar fue el encarcelamiento, la tortura y la ejecución, sin que fuera posible que traicionaran la causa revolucionaria. De ahí la comparación que hace con el mártir creyente, el cual sirve como punto de referencia para identificar las semejanzas y diferencias, y poder así realzar la personalidad de su mártir ateo, el héroe rojo como testigo de la fe socialista hasta la sangre. Por ello su conciencia residirá en que sale al encuentro de la muerte más allá de la ilusión religiosa de ganarse el cielo a partir del tormento, sino con serenidad, lucidez y perfecto dominio de sí mismo. “La causa de esta actitud radica en que el héroe es materialista en el sentido filosófico, es decir, no cree en una trascendencia, no cree en un futuro juicio y sanción” (9).
Cabe mencionar también que Bloch no se interesó demasiado en esclarecer sus sugestiones teóricas, pues sabía con precisión que dentro de nosotros existe un núcleo oscuro imposible de disipar, pero no por ello se dejaba llevar por la trampa del enigma por el enigma, sino más bien intenta pasar de lo oscuro a lo claro sin discriminar aquellos elementos sombríos, grises. Esta actitud también la aplicaría al asunto de la muerte. Para Bloch, la muerte no es desconocida para el hombre, diariamente el ser humano experimenta la muerte mientras está vivo, y precisamente son estos momentos, los de densa opacidad, de intermitente oscuridad, lo que llena su vida misma. Así, al vivir el hombre la muerte como en una especie de velo, vive lo eterno en cada instante en que escucha y aprende a trabajar por la liberación de los hombres, de los otros, en pos de la otredad. En la esperanza blochiana, en la esperanza socialista, una nueva humanidad radica la plenitud humana, esperanza de que en cada hombre hay un militante que a semejanza de Prometeo “supera todos los límites establecidos, cuestiona todos los privilegios otorgados a los dioses y coloca al hombre como artífice responsable y esperanza última del universo” (10).

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(1) George Paloczi Horvath, Kruschev. Su camino hacia el poder, Plaza & Janés, Madrid, 1963, p. 176.
(2) Pfr. Alfredo Tamayo, La muerte en el marxismo, Felmar, Madrid, 1979, p. 21.
(3) Alfredo Tamayo, Op. cit., p. 19.
(4) Giulio Girardi, “El marxismo frente al problema de la muerte”, Concilium, No. 94, Madrid, 1974.
(5) En Alfredo Tamayo, Op. cit., p. 49.
(6) Helmut Gollwitzer, Krummes Holz-aufrechter Gang, Munich, 1971, p. 111.
(7) Ernst Bloch, Experimentum Mundi, Madrid, 1975, p. 1279.
(8) Ernst Bloch, Principio Esperanza, Aguilar, Madrid, 2004.
(9) Alfredo Tamayo, Op. cit., p. 104.
(10) Jan Milic Lochmann, “Platz für Prometheus”, en Evangelische Kommentare, No. 5, Berlín, 1972, p. 137.






[1] El autor es Maestro en Educación Superior por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Coordinador Académico de Óclesis. Víctimas del Artificio, Cofundador de los programas radiofónicos Los que vigilan desde el tiempo (Radio-BUAP) y Óclesis en la Radio (UVP). 

miércoles, 14 de agosto de 2013

Las Tonalidades del Alma
Laura Margarita Sánchez Peña

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I
-¡Por fin viernes! –Dijo Karime, cuando salió de la universidad rumbo a casa. El camino fue pesado, ella recordaba, mientras se sentaba en un asiento vacío junto a la ventanilla del camión,  que las clases de Farmacología habían estado más complicadas que la semana pasada, recordaba con cierto desconsuelo el día que su papá le sugirió que estudiara Medicina y se especializara en Psiquiatría, cuando ella no acertaba con sensatez lo que sería mejor estudiar. Había vivido  escuchando durante toda su vida, quizá con más 
precisión durante su adolescencia,  algunas historias sin nombre que a veces su papá contaba de su trabajo con pacientes  y la verdad que eso de curar con medicina los padecimientos psicológicos siempre le pareció una medida drástica, aunque necesaria, sin embargo, creía que tal vez sería bueno encontrar un placebo que sustituyera tanta fórmula graduada en miligramos que pudiera tener el poder mágico de aliviar tanto padecimiento humano, porque realmente se preguntaba sin respuesta: ¿En qué momento las personas pierden la cordura y su conducta se transforma en conflictiva y viven con sufrimientos? Nadie le daba luces en el camino a sus pensamientos, lo único claro que creía era que actualmente existían más alteraciones en todas las personas y que por el momento parecía que poca gente se podía salvar del caos mental que lograba provocar con éxito las exigencias del mundo moderno; por supuesto, que ella también se incluía en el grupo, así que, lo único que brillo en su mente saturada era que lo más saludable sería olvidar los textos, la gravedad de las personas, los debates con los compañeros de clase, las sugerencias de sus maestros y hasta los consejos de su papá cuando le hablaba de las  prácticas de terapias. Por lo menos, quería sentirse libre un fin de semana, el tiempo era corto y la vida tenía que aprovecharla, después de todo se había dado cuenta que la mente a veces funcionaba mejor con algunos engaños.
II
El camión se detuvo y ella bajo a tres calles de su casa, caminó y pasó junto a la “Nostalgia de la vida”, era una tiendita de tiradero de libros abandonados y que se vendían  por cualquier cantidad  insignificante de dinero.
La gente de las colonias cercanas  iban  a dejar ahí los libros que les estorbaban en el librero de sus casas o quizá les movía un sentimiento más altruista de que otras personas pudieran tener una buena lectura o la necesidad de que les pudieran dar unos cuantos pesos para darse el gusto de otras diversiones, en fin, el averiguar los motivos  ya no era importante para las intenciones de Karime que efectivamente sintió nostalgia por esos libros y se sintió atraída a entrar y ver si encontraba algo que le gustará. Empezó a ver que los libros estaban mezclados entre Contabilidad, Derecho, Medicina, Literatura, Sociología, Pedagogía, Astronomía, Filosofía, Música, Pintura y hasta temática deportiva.
En el fondo de la tienda había unos libros que parecían no entrar en ninguna de las clasificaciones anteriores, entre estos Karime encontró un libro que se llamaba: “Las tonalidades del alma”, no tenía autor y el libro tenía la pasta blanca y sucia, algunas hojas estaban rotas de las orillas, no tenía el año de su publicación   y llena de curiosidad decidió llevárselo.
Le pregunto al Sr que atendía la tienda: ¿Cuánto costaba ese libro? A lo que el Sr. respondió que era gratis, pues los libros del fondo, en su mayoría no estaban completos debido a que no todos estaban bien empastados y varias hojas se habían perdido con el transcurso del tiempo, pero le deseo que por lo menos el suyo pudiera estar entendible y completo. Karime de todas maneras se lo llevo con gusto.  

III.
Karime llego a casa con su nuevo amigo, el libro que ella había escogido, se sentó en el sofá de la sala y empezó a leer el epilogo:
“La felicidad es la tonalidad del alma que tiene todos los colores y se encuentra dentro de ti mismo”. Si quieres encontrarla tendrás que platicar con  los siguientes personajes: Sinceridad, Tiempo, Amistad, Amor, Tristeza y Soledad, pues todos ellos forman parte de la felicidad.
La segunda hoja decía:
Todo empezó cuando Felicidad convocó a su equipo de trabajo, les dio una cena y les dijo: -La gente en el mundo anda confundida, pues ya entre nosotros no  existe armonía y es el hecho de que la gente reduce su vida a “momentos  que no los hace sentirse completos”. Hay quienes gozan mucho de alguno de ustedes pero de manera inconstante, cuando alguno de ustedes interrumpe a otro, la persona empieza a sentirse confundida y desesperada, entonces ya no sabe qué hacer y vive pensando que hasta lo bueno de sus vidas pasará pronto.
-Hoy quiero-dijo Felicidad,  que cada una de ustedes exponga sus razones y lleguemos a un acuerdo.
Sinceridad dijo: -A veces me cuesta trabajo decir la verdad, aunque esa es mi chamba, cuando estoy con Amistad y Amor, me complico en la mente de la persona, pues estos dos compañeros generan tanta química rosa que aminoran mi trabajo, sobre todo Amor; en cambio cuando trabajo con Soledad, la cosa cambia pues me meto en el interior de la persona y la invito a que realmente me llame, sin embargo, a veces vengo cuando Tristeza quiere instalarse y algunas veces esta compañera exagera con su tono azul marino y de todas maneras ya no logro que nadie me escuche. Me siento incomprendida.
Tiempo dijo: -Yo no creo tener gran problema con los compañeros, hasta efectos medicinales tengo con las personas que me esperan en sus recuerdos y en sus procesos de curación cuando Amor  se aleja de ellos, que sería el único con quien tropiezo más seguido y me cuesta mucho trabajo curar esas heridas con las que a menudo me encuentro.
Amistad dijo: - Pues yo le sonrió a todos, claro que con Soledad no me llevo mucho, aunque debería de llevarme más, pues reconozco que en el silencio también se construyen cosas hermosas  que hasta fortalecen un carácter.
Tristeza dijo:  -A mí, nadie me quiere y quien vive  sólo conmigo hasta puede enfermarse, sin embargo, yo soy consecuencia de la ausencia de Amor y  Amistad, no me propongo hacer daño, pero cuando ya va pasando Tiempo, este ingrato no es para llamarle a las otras dos con más interés y liberarme a mí.
Amistad le interrumpió: - Es que casi siempre ando divirtiéndome por ahí y la verdad con frecuencia me pasó de frente cuando noto una cara triste. Perdóname Tristeza, de hoy en adelante cuando te vea iré a cambiarte pronto.
Soledad dijo: -Yo soy el ingrediente más filosófico de todos ustedes, conmigo entra la reflexión, Tiempo casi  se detiene frente a mí, Amor y Amistad son más valoradas cuando estoy yo, sin embargo, coincido con Tristeza, cuando nadie llega a cambiarnos pronto nuestro estado se vuelve enfermizo.
Amor dijo- Pues yo soy  muy sensible y al mismo tiempo muy fuerte. A veces quiero llegar con Tiempo y Amistad  en las citas con las personas pero ellos no están conmigo y si sólo tengo a Soledad y Tristeza pues como que no me nivelo y la verdad me doy a la fuga.
De pronto Felicidad interrumpió- ¡Calma compañeros! -Ahora que ya todos nosotros sabemos nuestras debilidades, ya pueden darse cuenta que tienen que estar todas juntas dentro de una persona, no pelearse entre ustedes, apoyarse y cuando vean que una permanece más en una persona será momento de que cambien sus roles, sólo así podremos conseguir que las personas no se destruyan ellas mismas o en contacto con otras personas.

IV
-Karime, Karime. –Se escuchó una voz. –Era su papá. –Hija, hace rato que te llamó. ¿Qué haces?
-Estoy leyendo un libro que me ha dejado una lección. Aún no lo termino papá, pero he comprendido hasta ahorita  que la mejor medicina para cualquier persona que se sienta mal de su ánimo es hablarle de los ingredientes de la felicidad e invitarla a que no trate de sanar las ausencias sino a que comprenda que los demás compañeros de la felicidad se han retrasado un poco en su vida porque quizá aún no terminan de ponerse de acuerdo entre ellos o quizá porque siguen teniendo una charla con una cena muy amena. Pero pronto llegaran y sanaran viejas heridas.

sábado, 10 de agosto de 2013

"Ver cómo nos vemos, vernos y comprender
que para comprender hay que volverse ciegos"
Las Ansias Carnívoras de la Nada.
Alejandro Jodorowsky


Ulises Bernal. Una narrativa de alteridad


Un incierto punto de partida desde la perspectiva de nuestro tiempo, especialmente al iniciar la “modernidad humana”, ha sido la problemática entre lo que “parece” y “lo real” o, dicho con otras palabras, “el ser en sí”. La cúspide entre “parecer” y “el ser real” ha sido el punto de partida de muchas discusiones en diversos campos del quehacer humano, especialmente respecto de la simple apariencia, soslayando el nexo entre “el ser en sí” y “parecer”. Se afirma, sin embargo, que en tanto hablemos de realidad, siempre lo hacemos desde nuestro entendimiento; sin embargo no significa en lo más mínimo traducir la realidad en algo intrínseco a la intelección misma. “Yo soy Ulises”, y es así como se nos presenta el autor de esta obra gráfica.
Obra gráfica:
Úlises Bernal
Ulises Bernal Ramos es originario de la ciudad de Puebla. Artista de toda la vida, dibujante empírico, argumentista de su tiempo, autodidacta e identificado plenamente con la voluntad contraria a lo que el sistema dicta, nos muestra su lenguaje no convencional con aquellas, las máscaras y maniquíes superpuestos en el nombre mismo de las cosas, y que tejido a la sensación de elegir un propio camino, se ha permitido despertar como un ciudadano común, descubriéndose perennemente en la disciplina que concibe por propias palabras como arte de sí mismo: - ...Creo que nací y con el tiempo me rehice... Un día elegí renunciar al mediocre trabajo horrendo del asalariado. En el año del 97 hice cartonería, después, me encontré un alebrije y me metí. Mi trabajo lo hago porque me siento bien: pintar, la música, la narración con el dibujo, el cómic, la ilustración fantástica. El surrealismo es mi dogma, mi forma de vida. Crecí en las páginas de los cómics bajo la influencia del agresivo e incisivo arte de la ilustración, discursos como Alejandro Jodorowsky, Roland Topor, Gabriel Vargas, Elio Flores y el arte pánico son mi influencia; me gusta compartir mi agrado por desestabilizar el sistema, por incomodar a la sociedad con lo que más le molesta, lo hago bien. Soy Ulises y soy un ignorante, e ignoro hacia dónde voy, pero me siento cómodo con esa ignorancia.
Ulises concibe el arte como una forma de vida; ese es el mecanismo, se vuelve guerrillero antiarmas que a través de su visión del arte busca aquel alebrije que mimetiza la apariencia humana bajo la tutela de “la bronca es que te entiendan”, renegado del pensamiento sistémico, individualista, encontrado en el cómic desde donde nace y se rehace afirma que su arte es una forma de vida conjuntada de muchas filosofías. “Puedo estar sin nada, pero sin arte no podría. Eso sí me duele”. Un artista en búsqueda constante, en continua disciplina, con la necesidad de tiempo, susceptible de la ofensa, su obra narrativa navega en el dibujo, la cartonería y el cómic, sustentados sobre la experiencia del yo como tensión. El ser es creativo, el ser es urbano por esencia, lo que significaría, que únicamente se constituye dentro de un mecanismo de alteridad. El otro es el yo, el otro, la otra parte la que no existe sino es por la suma, la yuxtaposición de incontables yos,  y que al mismo tiempo son yo. Son esas narraciones del inconsciente, del surrealismo inmanente, caleidoscopios que integran sus sueños, sus experiencias y los símbolos resultantes de introspecciones para llegar al espectador, para luego incomodarlo, vapulearlo con las mismas afrentas que de su propia humanidad brotan, como él mismo lo refiere. Concibe al cómic como una de las artes más completas porque es la síntesis de todas las artes, y gracias a la tecnología puedes de manera individual crear lo que deseas, de trazar las variables de una época convirtiéndola en todas las épocas. Me interesa todo lo "kafkiano". Soy Ulises, es él, Ulises, un ser mental buscando ascender a otro nivel mental a través de sus capacidades, sumergido en una alberca de imaginación, sin tiempo, sin prejuicio pero no sin imaginación. La cartonería es uno de sus proyectos más personales y se llama instructor de la misma. En los últimos tiempos ha dedicado su imaginativa a la calavera como tema, “la calavera es un símbolo constante”, lo siente como un tributo a los muertos. “Dejé de creer en la muerte porque la muerte es una utopía y la han tomado como otra idea de intimidación. Yo veo a la muerte como un motivo de expresión, como una equidad representada sin género. Todo es transformación, todo debería ser a favor y la muerte no es la excepción”. La charla concluye: te hacen creer que no se puede, por eso debes ejercitar tu visión y dejar que la locura te salga. La obra de Ulises presentada son bocetos personales, así definido por él mismo, son aquellos bocetos que resguardamos bajo el cobijo al otro lado de la oblicua mirada, “son propios”; a entender, desde la alteridad de un presupuesto, los concebimos bajo el impregnado de quién le toca estar frente a lo que parece ser, y ser el ser mismo. Es así, que en la intención por contemplar a quienes somos en realidad nos empuja al deseo de evitar las consecuencias por tener conciencia de uno mismo, con resultados tan dolorosos;  y entonces, el impulso por trascender nos invoca, y miramos la creación no sólo desde la intención por impactar al otro, si no que también, en el golpe asestado que se encierra como bulto en la carne que mueve el pulso para dar paso a la paradoja de la creación, de su creación, allende, donde la alteridad de su oblicua mirada  nos enfrenta a la reacción de las otras, las ya dibujadas en los rostros personales que Ulises, desde esta enfermedad causada por la aglomeración de la gente nos pone al alcance, apenas  despegamos la mirada del incierto punto de partida desde la perspectiva de este, también nuestro tiempo.


Puebla, febrero de 2006.

Óclesis  





martes, 6 de agosto de 2013

Antología de poetas sobre el cuadrilátero

Presenta: Hugo Israel López Coronel

“El encanto, el ritmo y la atmósfera del relato importan más que su objeto mismo”
Philippe Ollé-Laprune



Una gran preocupación del ser humano en el devenir de sus actos culturales ha sido el poder de comunicar. Pensar, simplemente, que en la comunicación lingüística por medio de la palabra escrita se persiga la “belleza” por sí misma como oposición a la “fealdad” nos instalaría en una afirmación con valores muy pretensiosos. El acto de comunicación, per se, radica en la más lograda manifestación de los conceptos, sentimientos y vivencias que necesitan ser transmitidos de manera que sean adecuadamente captados. La motivación, que se deriva de la labor de quienes han estudiado el funcionamiento lingüístico de los códigos que configuran nuestra realidad, se esboza cuando realizamos una reflexión más profunda de las leyes internas que modelan la estructura de los sistemas lingüísticos, hasta ahora estudiados, para transitar hacia el usufructo de ese mismo sistema materializado en el texto. Por ello, los significados y las interacciones, que en nuestros actos de comunicación se derivan de un proceso de negociación de significados, están sujetos a pautas de acción que van más allá de la mera intención de quien los “produce” o de quien los “negocia”, ya que estos se enmarcan en un ámbito de mayor extensión.
            Cuando una sociedad se recrea en algún aspecto de su realidad, lo primero que lo evidencia es el lenguaje. La crítica de la sociedad, en consecuencia, comienza con la gramática que establece los significados dentro de un universo diseñado para buscar y restituir el sentido que articula precisamente la praxis de esa realidad. Al lado de la cultura, en todas sus posibilidades, coexiste la oratoria que modula las esferas de la significación que nos instala en ese espacio que llamamos realidad, aspecto que nos conduce, a su vez, a una crítica de nuestra propia complicidad como parte del acontecer en los procesos de elaboración de los discursos que manifiestan esas posibilidades de configuración.
Parafraseando a Óclesis (s/f), la configuración del lenguaje, vista como fenómeno, se encuentra inscrita en la conciencia, esto es, en la esfera interpretativa del ser humano. “...el lenguaje es lo que configura al ser humano como humano; lo que hace al Yo ser Yo. El lenguaje no es una herramienta creada, ya que el ser humano lo necesita para afirmarse: es ego quien dice ego” (21-24). La sustancia poética del lenguaje pone en relieve la intervención de la actividad creadora del que escribe, a lo que Gorostiza (1955) se refiere como “no en un suceso que ocurre dentro del hombre y que es inherente a él, a su naturaleza humana, sino más bien como en algo que tuviese una existencia propia en el mundo exterior” (21). La palabra para el escritor constituye la herramienta para desarrollar propuestas estéticas, el escritor en su facturación codifica los mensajes en instrumentos “palabras” necesarios para su cabal expresión. Gorostiza afirma “…El poeta tiene ideas acerca de la poesía en las que manifiesta la relación que existe entre él, como inteligencia, y la misma sustancia que elabora” (21). La escritura es el devenir de la palabra a partir de la palabra, que en sí misma conlleva una labor estética y en la cual, afirmemos, la unidad mínima de significación recae en la enunciación del discurso mismo.
            Escribir es tal vez la manera más compleja de percibir las fronteras que separan confusamente la verdad de la mentira, con el fin de aprehender una realidad con frecuencia insondable y tratar de desprender de ella algunas certezas a partir de las dudas que el tiempo ha armado para resistir a todas las pesquisas imaginables.

          La Antología de poetas sobre el Cuadrilátero, trabajo editado por Adriana Tafoya y Andrés Cisneros, bajo el sello de VersodestierrO 2013, nos reúne la experiencia en un presente editorial del Torneo de Poesía Adversario en el cuadriláterO. Evento que se realiza desde el año 2007. Dicha antología, en un primer momento, nos lleva de la mano por un recorrido histórico en el carácter propio de la poesía como un deporte intelectual, pues, desde los orígenes de la humanidad, la palabra primero, y después el concepto, se encuentra presente en el acto creador del ser humano. En este sentido, como los mismos antologadores afirman: La noción de tiempo, ligada al espacio, son formas fundamentales de la existencia de la materia –propiedades inseparables-; desde esta perspectiva las relaciones de tiempo se expresan en el orden en que tienen lugar los acontecimientos que ocurren con simultaneidad en un espacio determinado. Esta perspectiva nos sitúa frente a la concepción que se tiene de la historia hecha palabra, en la que su sentido es la de explicar el presente desde una perspectiva del pasado o bien prever el futuro desde un pasado presente. Este binomio: historia-tiempo/espacio, en acto poético, entonces, refiere un discurso como parte de la misma inercia social que lo implica, y este constructo -universo de espacios y tiempos- configura la metáfora llamada historia/palabra/poesía, al menos en una vertiente primaria de la tradición discursiva en Occidente.
Este interés por la noción de temporalidad, dentro de la tradición del discurso occidental, ha estado presente de manera constante en el acto creativo en lo humano; preguntas como el cuándo o el dónde de la existencia, por una parte, y el paso del tiempo que convierte la vida humana en una marcha expedita hacia un futuro incierto, por el otro, representan dos estímulos poderosos en la intención de entender y ordenar el pasado para abrir horizontes de futuro y de esta manera transgredir la inevitable partida del tiempo, del sentido de lo acaecido –como referente circunscrito en el concepto de finitud, de pérdida, de muerte como desaparición, como término, como olvido-. A este respecto, Carlos Fuentes, en la Gran Novela Latinoamericana (2012), nos dice que “Entonces nos podemos percatar de que vivimos en mundos perdidos, de historias desaparecidas. Estos mundos y sus historias son nuestra responsabilidad: fueron hechos por hombres y por mujeres. No podemos olvidarlos sin condenarnos nosotros mismos a ser olvidados. Debemos mantener la historia para tener historia; somos los testigos del pasado para tener un futuro”.
Este recorrido histórico: griegos y romanos, la larga edad media, el renacimiento y después los procesos sociales y artísticos del neoclasicismo, romanticismo y las vanguardias (con todos sus ismos), el mundo posindustrializado, posmoderno, y quizá, por qué no, pospoético, en una latitud; en tanto la reflexión acerca de la praxis poética en México –como crisol de metamundos- vive en un paisaje y una sociedad que acogen y provocan esta creación como pocos pueden hacerlo. Compilada con ensayos como el “Un deporte más para el mundo” de Alejandro López, que nos lleva a la reflexión de una cultura “nacional” arraigada en los simbolismos del deporte, alimentada en la tradiciones mismas de nuestra sociedad. Encontramos así, los trabajos de Mario Dux Castel, Manuel Becerra Salazar, Gustavo Alatorre –poetas ganadores del 2007-. Sobre lo secular del ring, ensayo de Miguel Ángel Esquivel quien afirma que “la poesía por un momento perteneció a los dioses, en otro momento se separó de ellos, y en otro momento comenzó a resolver los problemas de la poesía, es decir, afirma él, los propios problemas de la realidad existencial del poeta. Andrés Cardo, en Crónica de una final anunciada, hace una remembranza en la significación del Segundo Encuentro. Así los nombres de Leticia Luna, Esaú Corona y Estephani Granda Lamadrid se cubrieron de gloria en el 2008. Encontramos también otros textos como el de Eva Castañeda: “la construcción de un canon intangible”, y ahí afirma que la poesía andaba en la calle cuando los poetas bajaron del Olimpo. Se suman a este reconocimiento Iliana Garma, Eduerdo Ribé y Sandino Bucio en 2009.  
Así mismo, Gunter Rojas nos presenta el trabajo “Oralidad o la poesía como un deporte” donde al final, reflexiona acerca del concepto “hacer de la poesía un punto de reunión”. Ensayos de Arturo Alvar, José Miguel Lecumberri complementan este tercer proceso. En 2010, Hortensia Carrasco Santos, Alina Hernández e Ibrahim Domínguez son los triunfadores. Complementan este espacio los ensayos de Graciela Roque García, Saúl Ibargoyen y Omar Soto Martínez.
La poesía adquiere sentido en la medida que va revelando, de manera progresiva, al ser humano. Revelación que no es, por supuesto, en automático, ni tampoco, ya no, por medio de la Gracia. Más bien habrá que restituir a la poesía su cualidad de horizonte en el cual el ser humano está al punto de anunciarse, cuando comienza a saber de sí mismo. Y con el saber la percepción de lo negativo, de aquello que limita y amenaza, de lo que, en el extremo, conduce a la muerte de no hacerse algo, al menos huir que es señal, ya, de acción.

En hora buena a todos los que han hecho posible este trabajo editorial.

sábado, 3 de agosto de 2013

Esferoide

...algo había valido la pena: la foto.
Podría pedirla y regalársela a María en una cajita de colores.

Luis María Davronel.

Por: Hugo Coronel.


Tú primero. La banca puesta al sol, repleta de las sombras de algunos años, se hizo necesaria. Coquita, has caminado por senderos que no se han delimitado en los mapas; ¡no ves que eso es malo!, te puedes perder y luego hay que buscar entre las flechas escasas de sentido. Qué maña la tuya de hacer anagramas cuando la gente transpira ese olor a noción de experta. Ya sabes, una buena plática se inicia con el tema del clima. ¡Todos somos responsables de la catástrofe ecológica! ¡Así eh, con énfasis! ¡Todos somos responsables de la catástrofe ecológica! Ya después puedes ir hilando los otros temas: tráfico, platillos exóticos, recetas para curar enfermedades raras, política; en fin, tú misma te darás cuenta de las palabras que hagan sobremesa. Pero así eh, con énfasis.
Resulta que los edificios presumen sus ventanas a lo largo de la plazuela. ¡Mirarlos!, cuesta más trabajo que contar los pasos que Coquita ha dado a lo largo de su vida. Me encanta el ronroneo de sus tacones, sobre todo cuando saltan la charca para no mojar los holanes. En la esquina, donde dejaron puestos los brazos y las piernas de ambas razas, se agazapan a esperar la caída del sol. Pico, pico, pico y rebota una y otra vez, ¿tú sabes qué comen? Ah, es verdad, tú primero.
...son como Argos con la atribución de juez. Es la verdad. Claro, hay que ser justos y decir que son todos unos conocedores, que aman (y comprenden) lo que para mí es inalcanzable filosofía...
Perdón, creo que debo insistir Coquita y vuelvo a repetirlo, son senderos no delimitados. Ellos siempre llegan a la hora exacta. Pasan a la mesa, degustan los platillos, se envanecen con los altares de su buen gusto y categoría, y por supuesto, la sobremesa es correcto terminarla con chascarrillos que vayan acorde con el marbete de las prendas. Por cierto, noté las nauseas que te hicieron ir al baño, y no fue una vez, déjame decirte, me parece que fueron varias, sobre todo cuando sacaron los trapitos a secar en las fotografías de la primaria. Entendí perfectamente que te quedaras sin nada qué decir, a mí también se me había olvidado todo.
Las varillas que soportaban nuestro peso parecían hundirse en la luz. Coquita seguía caminando entorno a la plazuela. Creo que yo también habría apretado las mandíbulas, los ojos, los puños. ¡Ficción! Tú primero lo dijiste. Entonces: silencio, paz, soledad. Me guardé tus palabras: es extraño ser el que se queda, sentirse como espacio remoto e invisible antes de pensar en marcharse también.

¡Luis! ¡Cuarto para la seis! ¡Ya ves! El pensamiento es el que siempre interrumpe el estadio de lo infinito y lo inmortal. Son tus palabras. Las mías, se callaron cuando Coquita voló al otro lado de la calle. Después, sólo me tuve que marchar.