martes, 6 de agosto de 2013

Antología de poetas sobre el cuadrilátero

Presenta: Hugo Israel López Coronel

“El encanto, el ritmo y la atmósfera del relato importan más que su objeto mismo”
Philippe Ollé-Laprune



Una gran preocupación del ser humano en el devenir de sus actos culturales ha sido el poder de comunicar. Pensar, simplemente, que en la comunicación lingüística por medio de la palabra escrita se persiga la “belleza” por sí misma como oposición a la “fealdad” nos instalaría en una afirmación con valores muy pretensiosos. El acto de comunicación, per se, radica en la más lograda manifestación de los conceptos, sentimientos y vivencias que necesitan ser transmitidos de manera que sean adecuadamente captados. La motivación, que se deriva de la labor de quienes han estudiado el funcionamiento lingüístico de los códigos que configuran nuestra realidad, se esboza cuando realizamos una reflexión más profunda de las leyes internas que modelan la estructura de los sistemas lingüísticos, hasta ahora estudiados, para transitar hacia el usufructo de ese mismo sistema materializado en el texto. Por ello, los significados y las interacciones, que en nuestros actos de comunicación se derivan de un proceso de negociación de significados, están sujetos a pautas de acción que van más allá de la mera intención de quien los “produce” o de quien los “negocia”, ya que estos se enmarcan en un ámbito de mayor extensión.
            Cuando una sociedad se recrea en algún aspecto de su realidad, lo primero que lo evidencia es el lenguaje. La crítica de la sociedad, en consecuencia, comienza con la gramática que establece los significados dentro de un universo diseñado para buscar y restituir el sentido que articula precisamente la praxis de esa realidad. Al lado de la cultura, en todas sus posibilidades, coexiste la oratoria que modula las esferas de la significación que nos instala en ese espacio que llamamos realidad, aspecto que nos conduce, a su vez, a una crítica de nuestra propia complicidad como parte del acontecer en los procesos de elaboración de los discursos que manifiestan esas posibilidades de configuración.
Parafraseando a Óclesis (s/f), la configuración del lenguaje, vista como fenómeno, se encuentra inscrita en la conciencia, esto es, en la esfera interpretativa del ser humano. “...el lenguaje es lo que configura al ser humano como humano; lo que hace al Yo ser Yo. El lenguaje no es una herramienta creada, ya que el ser humano lo necesita para afirmarse: es ego quien dice ego” (21-24). La sustancia poética del lenguaje pone en relieve la intervención de la actividad creadora del que escribe, a lo que Gorostiza (1955) se refiere como “no en un suceso que ocurre dentro del hombre y que es inherente a él, a su naturaleza humana, sino más bien como en algo que tuviese una existencia propia en el mundo exterior” (21). La palabra para el escritor constituye la herramienta para desarrollar propuestas estéticas, el escritor en su facturación codifica los mensajes en instrumentos “palabras” necesarios para su cabal expresión. Gorostiza afirma “…El poeta tiene ideas acerca de la poesía en las que manifiesta la relación que existe entre él, como inteligencia, y la misma sustancia que elabora” (21). La escritura es el devenir de la palabra a partir de la palabra, que en sí misma conlleva una labor estética y en la cual, afirmemos, la unidad mínima de significación recae en la enunciación del discurso mismo.
            Escribir es tal vez la manera más compleja de percibir las fronteras que separan confusamente la verdad de la mentira, con el fin de aprehender una realidad con frecuencia insondable y tratar de desprender de ella algunas certezas a partir de las dudas que el tiempo ha armado para resistir a todas las pesquisas imaginables.

          La Antología de poetas sobre el Cuadrilátero, trabajo editado por Adriana Tafoya y Andrés Cisneros, bajo el sello de VersodestierrO 2013, nos reúne la experiencia en un presente editorial del Torneo de Poesía Adversario en el cuadriláterO. Evento que se realiza desde el año 2007. Dicha antología, en un primer momento, nos lleva de la mano por un recorrido histórico en el carácter propio de la poesía como un deporte intelectual, pues, desde los orígenes de la humanidad, la palabra primero, y después el concepto, se encuentra presente en el acto creador del ser humano. En este sentido, como los mismos antologadores afirman: La noción de tiempo, ligada al espacio, son formas fundamentales de la existencia de la materia –propiedades inseparables-; desde esta perspectiva las relaciones de tiempo se expresan en el orden en que tienen lugar los acontecimientos que ocurren con simultaneidad en un espacio determinado. Esta perspectiva nos sitúa frente a la concepción que se tiene de la historia hecha palabra, en la que su sentido es la de explicar el presente desde una perspectiva del pasado o bien prever el futuro desde un pasado presente. Este binomio: historia-tiempo/espacio, en acto poético, entonces, refiere un discurso como parte de la misma inercia social que lo implica, y este constructo -universo de espacios y tiempos- configura la metáfora llamada historia/palabra/poesía, al menos en una vertiente primaria de la tradición discursiva en Occidente.
Este interés por la noción de temporalidad, dentro de la tradición del discurso occidental, ha estado presente de manera constante en el acto creativo en lo humano; preguntas como el cuándo o el dónde de la existencia, por una parte, y el paso del tiempo que convierte la vida humana en una marcha expedita hacia un futuro incierto, por el otro, representan dos estímulos poderosos en la intención de entender y ordenar el pasado para abrir horizontes de futuro y de esta manera transgredir la inevitable partida del tiempo, del sentido de lo acaecido –como referente circunscrito en el concepto de finitud, de pérdida, de muerte como desaparición, como término, como olvido-. A este respecto, Carlos Fuentes, en la Gran Novela Latinoamericana (2012), nos dice que “Entonces nos podemos percatar de que vivimos en mundos perdidos, de historias desaparecidas. Estos mundos y sus historias son nuestra responsabilidad: fueron hechos por hombres y por mujeres. No podemos olvidarlos sin condenarnos nosotros mismos a ser olvidados. Debemos mantener la historia para tener historia; somos los testigos del pasado para tener un futuro”.
Este recorrido histórico: griegos y romanos, la larga edad media, el renacimiento y después los procesos sociales y artísticos del neoclasicismo, romanticismo y las vanguardias (con todos sus ismos), el mundo posindustrializado, posmoderno, y quizá, por qué no, pospoético, en una latitud; en tanto la reflexión acerca de la praxis poética en México –como crisol de metamundos- vive en un paisaje y una sociedad que acogen y provocan esta creación como pocos pueden hacerlo. Compilada con ensayos como el “Un deporte más para el mundo” de Alejandro López, que nos lleva a la reflexión de una cultura “nacional” arraigada en los simbolismos del deporte, alimentada en la tradiciones mismas de nuestra sociedad. Encontramos así, los trabajos de Mario Dux Castel, Manuel Becerra Salazar, Gustavo Alatorre –poetas ganadores del 2007-. Sobre lo secular del ring, ensayo de Miguel Ángel Esquivel quien afirma que “la poesía por un momento perteneció a los dioses, en otro momento se separó de ellos, y en otro momento comenzó a resolver los problemas de la poesía, es decir, afirma él, los propios problemas de la realidad existencial del poeta. Andrés Cardo, en Crónica de una final anunciada, hace una remembranza en la significación del Segundo Encuentro. Así los nombres de Leticia Luna, Esaú Corona y Estephani Granda Lamadrid se cubrieron de gloria en el 2008. Encontramos también otros textos como el de Eva Castañeda: “la construcción de un canon intangible”, y ahí afirma que la poesía andaba en la calle cuando los poetas bajaron del Olimpo. Se suman a este reconocimiento Iliana Garma, Eduerdo Ribé y Sandino Bucio en 2009.  
Así mismo, Gunter Rojas nos presenta el trabajo “Oralidad o la poesía como un deporte” donde al final, reflexiona acerca del concepto “hacer de la poesía un punto de reunión”. Ensayos de Arturo Alvar, José Miguel Lecumberri complementan este tercer proceso. En 2010, Hortensia Carrasco Santos, Alina Hernández e Ibrahim Domínguez son los triunfadores. Complementan este espacio los ensayos de Graciela Roque García, Saúl Ibargoyen y Omar Soto Martínez.
La poesía adquiere sentido en la medida que va revelando, de manera progresiva, al ser humano. Revelación que no es, por supuesto, en automático, ni tampoco, ya no, por medio de la Gracia. Más bien habrá que restituir a la poesía su cualidad de horizonte en el cual el ser humano está al punto de anunciarse, cuando comienza a saber de sí mismo. Y con el saber la percepción de lo negativo, de aquello que limita y amenaza, de lo que, en el extremo, conduce a la muerte de no hacerse algo, al menos huir que es señal, ya, de acción.

En hora buena a todos los que han hecho posible este trabajo editorial.

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