sábado, 27 de enero de 2018

Embarazo masculino como mito y metáfora en el Banquete de Platón

Francisco Hernández Echeverría


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El Banquete o El Simposio (en griego antiguo Συμπόσιον, Sympósion) es junto al Phedro una de las más bellas páginas de la filosofía platónica. Se trata de un sutil y elegante coloquio compuesto hacia el año 380 a. C., cuyo objeto gira en torno al origen y las diferentes especies del amor que muchos han dado en llamar “la idea de amor platónico”.
Después de que los primeros cinco participantes han elogiado al amor, quedará al final la participación de Sócrates, quien a diferencia de éstos, decide no hablar por sí mismo, sino darle voz a una mujer: Diotima de Mantinea; dado que nadie mejor para hablar del amor que una mujer.
Sin embargo, sobre éste hecho desacostumbrado en la lectura de los Diálogos platónicos existen poquísimos estudios que penetren en la propuesta de Diotima al hablar de una especie de “embarazo masculino” y su analogía con la figura mítica y metafórica. Además de que bajo un contexto de práctica pederasta en la Antigua Grecia, tal vez sea un obstáculo para penetrar en las entrañas del “monólogo” de la sacerdotisa de Mantinea. Situación que abordaremos a continuación.
El Banquete es un texto que goza de viveza en la descripción de los caracteres, en lo que es superior al Gorgias y al Protágoras y por “la gran variedad en la exposición, armonía de tonos y portentosa gradación de estilos, desde el grotesco al sublime, supera el mérito de los restantes diálogos” (Diels, 1903, p. 35).
El poeta trágico Agatón organiza un banquete para celebrar su victoria por la presentación su primera tragedia durante las fiestas Leneas del 416 a.C., en el cual estarán presentes los más grandes representantes de la sociedad ateniense: Phedro, el médico Erixímaco, el poeta cómico Aristófanes y otros; sólo Sócrates se hace esperar. Se le ve dirigirse pensativo a la casa de Agatón y detenerse largo rato a la puerta, inmóvil y absorto, a pesar de las repetidas veces que se le llama, mientras se da principio a la comida. ¿No es esto una imagen sensible de su frugalidad proverbial, de su tendencia decidida a la meditación más que a esa actividad exterior que distrae a los demás hombres? Entra, por fin, en casa de Agatón al terminarse la comida, y su llegada imprime a la reunión un carácter de sobriedad y se gravedad desacostumbrada.
Tras la comida, Erixímaco propone a los convidados beber moderadamente, despedir a la tocadora de flauta y pasar el tiempo en mutuos discursos en alabanza del amor, de Eros, siendo éste dios uno de los más importantes, rara vez es encomiado como merecería.
Phedro habla como un joven, pero joven cuyas pasiones se han purificado con el estudio de la filosofía; Pausanias, como hombre maduro, a quien la edad y la filosofía han enseñado lo que no sabe la juventud; Erixímaco se explica como médico; Aristófanes tiene la elocuencia del poeta cómico, ocultando bajo una forma festiva pensamientos profundos; Agatón se expresa como poeta. En fin, después de todos los demás y cuando la teoría se ha elevado por grados, Sócrates la completa y la expresa en un lenguaje maravilloso, propio de un inspirado (Cuenca, 2000: p. 146).
Como podemos ver, públicamente la representación de Eros, hasta este punto todavía un dios, ha sido dibujado con atributos propios de los convidados, haciendo de sus discursos un elogio a sí mismos, es decir, proyectan sobre Eros sus propias personalidades (Martínez Garcés, 2015).
Después de haber expuesto los comensales de Agatón el concepto que les merece el amor, Sócrates desarrollará la suya.
Primero, Sócrates se burlará de sus compañeros de vida, pero sobre todo de la ficción de que son víctima, después los reprenderá y les hará admitir de cierta manera particularmente sofística que han hecho un gran esfuerzo por dar a saber lo que es Eros, pero que no lo han logrado. Sócrates considera que “hay que apartarse de los encomios que han hecho los oradores anteriores al referirse a Eros en tanto dios como pasión erótica, y mejor seleccionar los aspectos más hermosos y representarlos de la manera más atractiva posible” (Malet, 1963: 156). Lo que sus compañeros de banquete han hecho, no ha sido más que atribuir el mayor número posible de cualidades, las más bella, sean o no así realmente, sin importarles si éstas son falsas. Han hecho de Eros el más hermoso y lo mejor posible como lo podemos ver en el pasaje 198d.
De este modo, Eros ha sido alejado de la verdad, por lo que Sócrates se niega a seguir esta dinámica de encomio y mejor opta por decir la verdad a su manera, al mismo tiempo que invita expresamente a sus amigos a acercarse a la verdad sobre el famoso dios.
Ahora bien, podemos percibir que Sócrates presenta en este diálogo cierta personalidad un tanto ridícula, pues en algunos aspectos de su discurso es bastante desconcertante. Sócrates no parece ser Sócrates. Sin embargo, detrás de esta personalidad podemos encontrar los puntos esenciales de El Banquete, tales como: 1) la notable perspicacia que tiene el famoso filósofo en la naturaleza de la lógica; 2) la elección de una mujer, la sacerdotisa Diotima de Mantinea, quien prefiere el ámbito espiritual más que lo corpóreo y, 3) la notable importancia que le da al hecho de que esta misma mujer conozca y hable de Eros como ningún hombre lo hace. Pero aún más curioso resulta el hecho de que Sócrates, afirma al iniciar el diálogo, que si de algo sí sabe es precisamente de las cosas del amor.
Uno esperaría de Sócrates un acercamiento al tema erótico en el mismo tono de los anteriores disertantes, utilizando el medio de la interrogación sobre sus interlocutores para inducirlos a refutarse a sí mismos e incitándolos al deseo por el conocimiento. No obstante, prefiere presentarnos un carácter dual. Efectivamente, Sócrates tiene aquí un carácter dual, ya que nos habla de un diálogo que sostuvo con una mujer, indicando que lo que sabe de Eros no lo sabe por el conocimiento y la tradición ateniense, sino por una extranjera desconocida.
Con ello, Platón puede, en primer lugar, encubrirse y reeducar tanto a los primeros oradores como a sus ficciones, incluso destruir el más bello de los discursos hasta ese momento, el de Aristófanes. Y en segundo lugar, alejarse de las contradicciones que salen al paso, tal como es común en los primeros diálogos. Por tanto, parecería que aquí todo nos es dado sofísticamente, en gran medida, que podría decirse que fue inventado para la ocasión.
Sócrates pretende evocar las palabras pronunciadas 23 o 24 años antes de este banquete que los ha reunido, cuando con sólo 30 años de edad fue refutado por una sabia sacerdotisa de la misma manera como él ha refutado a Agatón. Es decir, Sócrates insinúa que él también creía todo lo mencionado por el anfitrión (197c-e) y que en realidad estaba firmemente convencido de que así era. Pero Diotima le presentaría la verdadera naturaleza de Eros (pasaje 203c-d), muy distante a los cinco elogiosos y tradicionales relatos que se han ofrecido antes los invitados.
Así, a diferencia de los discursos anteriores, que podemos decir que se presentan como virtuosos, el discurso de Sócrates es algo extraño, que a decir verdad, no es propiamente un discurso, puesto que éste parece meramente estar recitando lo que aprendió de Diotima. Inclusive, podemos decir que en este hecho se da una perspectiva poco convencional: un monólogo Diotima-Sócrates.
En el terreno de los grandes Misterios las mujeres desempeñaron un papel importante, más importante que en el caso de la religión oficial, y detrás de las relidades históricas de Diotima —si existió realmente o si fue una noble ficción platónica— es muy difícil separarla de su narrativa y la ficción dramática de su discurso en el diálogo. Ella es una experta en el amor, ella sabe de Eros. En contraste con las personalidades ocultas en los discursos previos, Diotima en el diálogo que entabla con Sócrates le propone una ética dirigida a regular las relaciones entre hombres. Esto es una paideia.
Según David Halperin, Platón no podía permitirse tres asuntos: 1) Representar al joven Sócrates como si hubiese sido iniciado en los misterios del deseo erótico por un hombre más viejo y sabio, un antiguo amante pederasta; 2) Colocar un sello de aprobación socrática a esta práctica social y 3) la valoración que le daban los atenienses a la pederastia.
Evitar que sea un hombre el portavoz de la doctrina erótica platónica permite que la metáfora y la distinción de sexos en la aproximación y extensión erótica se posicionen y atraigan los misterios del deseo erótico. La figura de Diotima permite así enfatizar el carácter específicamente femenino, que sirva como punto de apoyo en el tema del deseo erótico por medio de un vocabulario que remarca la pluralidad de los textos y del aparato conceptual que Platón utiliza para agotar todas estas cuestiones. Del mismo modo, la sacedotiza también nos convence de que abandonemos la creencia profundamente arraigada en la mente humana de que lo que amamos es insustituible.
Entonces podemos decir que el erotismo femenino y la experiencia reproductiva en la figura de la sacerdotisa de Mantinea enfocarán el interés de Platón por mostrar lo que realmente importa, y de lo que no se había hablado hasta ahora, lo ideal en la belleza. En consecuencia, Diotima introduce y desarrolla la imagen sin precedentes del embarazo masculino, a pesar de que introducir metáforas procreativas en contextos pederásticos podría parecer una gran incongruencia.
Siguiendo el análisis de Halperin, la metáfora formulada por Diotima sobre el embarazo masculino nos anuncia que los hombres son capaces de quedar embarazados, sufrir los dolores del parto, dar a luz, traer al mundo a su progenie y alimentar a sus pequeños. Esto implica que Eros, desde una perspectiva femenina, asegure que el verdadero objetivo del deseo erótico sea la procreación.
En el itinerario argumentativo del diálogo se considera que la metáfora comienza con la pregunta lanzada por Diotima a Sócrates: “¿Cuál es justamente ésta esfera social de Eros, puedes decirla?” (206b). Sócrates no da respuesta alguna, pues lo dicho por Diotima le parece ser algo que necesariamente tenga que ser adivinado. Ella le contesta que esa acción especial es efectivamente una procreación en la belleza, tanto según el cuerpo como según el alma. Así, Diotima afirma y declara que efectivamente el impulso creador lo tienen todos los hombres, no sólo según el cuerpo sino también el alma, donde se encuentra nuestra naturaleza de procrear (206c). Esto conlleva a la búsqueda solamente de lo bello, pues la procreación se limita a ese ámbito por no poder darse en la mujer. Lo cual implica que Diotima asimila la fecundidad y la reproducción con lo inmortal existente en el ser vivo, que evidentemente es mortal.
Con base en la afirmación anterior, Diotima descarta posibilidades antagónicas al relacionar lo compatible con lo divino. El punto esencial surge sólo en un contexto sexual (206c): es una mujer la que alecciona propiamente a estos hombres ignorantes de Eros, haciendo una analogía con el pene tanto en su estado erecto como en su estado flácido. Dice Diotima:

Cuando lo que tiene el impulso creador se acerca a lo bello se vuelve propicio y se derrama dentro y procrear y engendra. Pero cuando se trata de lo feo, afligido se contrae contra sí mismo, se aparta, se encoge y no engendra […] lo soporta penosamente. De ahí precisamente que lo que esta fecundado le sobrevenga un fuerte arrebato por lo bello, porque libera a quien lo posee de los grandes dolores del parto (206c).

Nos encontramos aquí dentro de una complejidad erótica elaborada por Diotima, que hace participes a los hombres del embarazo espiritual, pues esto le lleva a que la excitación masculina que va desde el despertar del miembro viril, su  crecimiento y su completa erección, hasta la eyaculación con el derrame del semen, que tiene la potencia de un nuevo ser. Posteriormente sobreviene otra expresión directa y clara. Cuando no hay nada que excite el impulso creador, resultado de su acercamiento a lo feo, este se queda flácido, inmóvil, no consigue despertar, o en todo caso no llega a su completa erección, retiene el líquido y con una interrupción que conlleva al dolor del parto, es decir, un dolor precisamente similar al que mantienen los testículos cuando al haberse excitado el miembro viril no se ha logrado una eyaculación. Así, bajo estas analogías de imagen sexual queda confirmado por Diotima la tesis de que Eros es el amor de la generación y la procreación de lo bello.
            Hasta ahora podemos pensar que Platón, con el término “embarazo”, se refiere al estado de excitación que precede al coito; segundo, el término “nacimiento” parece hacer referencia a la eyaculación del hombre, ya que es el nacimiento de la semilla con la cual el hombre metafóricamente está embarazado. La figura empleada para el embarazo masculino se ha mostrado evidente. Por una parte, Pender sostiene que la procreación espiritual en general corresponde a la experiencia física, la asemeja con la procreación biológica como de hecho debe ser, pero en función del sentido que se le dé a la metáfora para arreglarlo con un orden. Por otra parte cuando Diotima se refiere a la procreación sólo en lo bello, indica que sólo está enfocándose en la experiencia sexual masculina, ya que la idea de dar a luz o eyacular en algo, entendiéndose que solo puede ser en lo bello, es solo aplicable a los hombres. Es por ello que la afirmación de Diotima de que el hombre embarazado abraza los cuerpos bellos y no a los feos porque, como se ha dicho, sin belleza no puede haber ningún nacimiento, sin excitación es imposible que pueda haber eyaculación. Por lo tanto, según Pender, desde que el hombre embarazado quiere dar a luz éste con agrado estará dispuesto a encontrar aquella belleza que le ayude a lograr el plan mencionado: el punto creador.
Podemos concluir diciendo que dentro de la idea de embarazo espiritual masculino se encuentra la base desde la cual deben partir los fecundos del alma, los que al estar en contacto con lo bello crean hijos más bellos e inmortales, diferentes de los otros humanos, es decir, procrean hijos del alma. Y decir que toda persona tiene acceso a esta ascensión y disposición erótica es un punto a favor del análisis de Halperin y a la vez un punto a favor en Platón, aunque definitivamente coincidimos con Halperin cuando nos recuerda que somos nosotros hoy en día los que estamos obsesionados con la división entre tipos de sexualidad.
Cuando decimos “hijos del alma”, en lo primero que pensamos es en las ideas generadas por el pensamiento según un impulso erótico, pues específicamente apenas estamos dando el primer paso para ascender peldaño por peldaño, y a través del diálogo, hacia algo aún más importante, que es según Diotima, el conocer el fin de la belleza en sí. Y en esta afirmación valoramos que la verdadera belleza, la espiritual, está a un nivel sumamente supremo al de la belleza común, externa y física. De este modo, “para acceder a esta belleza primordial, debemos iniciar un recorrido que asciende y va encontrando a su paso que la belleza es en cualquier plano ontológico lo inmediatamente reconocible y atrayente de lo bueno(Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, 1981, vol. XL: p. 2349, las cursivas son nuestras).
En efecto, tal vez la necesidad de salvar a Atenas de las terribles catástrofes por las que está pasando, Platón quiere reflejar en esta metáfora una necesidad de salvación para el hombre, que sólo se puede lograr a través de Eros, es decir, ascendiendo del amor de un solo cuerpo hermoso al de dos, de éstos al de los demás cuerpos, a las características de la forma de la belleza junta, es decir, a las ocupaciones hermosas, a la belleza de las actividades de las instituciones, de las leyes y normas y de las bellas ciencias, a la ciencia por excelencia, la ciencia de la belleza suprema en su pureza, sin honrar lo humano, sin colores humanos, inclusive sin honrar a Atenas o al mismo Sócrates, porque son gracias vanas condenadas a perecer, bellezas a todas las dichas de la tierra, lo que sólo es dado al hombre a quien Dios ama porque ve en él la virtud, que alcanza la inmortalidad (Martínez Garcés, 2015). Por tanto, el conocimiento de Eros nos hace buscar la sabiduría, nos proporciona un conocimiento que nos permite relacionarnos con lo mejor de la naturaleza para hacer del conjunto un todo.
De esta manera Diotima le explica a Sócrates lo que un hombre espiritualmente embarazado debe hacer si quiere alcanzar la revelación final de los misterios del amor, si quiere alcanzar una visión de la belleza en sí. El hombre debe convertirse en un amante de la belleza, en el sentido más virtuoso o en el más abstracto posible. Solo así lo mortal pude pasar por lo inmortal, e incluso devenir en una amistad y un acercamiento con los dioses por haber intentado igualarles. Nos elevamos por una escala móvil en la que consideramos que el pensamiento platónico nos brinda, en voz de Diotima, una vía externa que nos ayuda a dejar todo aquello que tenemos arraigado, concordando completamente con el análisis de Martha C. Nussbaum de que el hombre creyendo haber aprehendido a Eros ha caído en terribles abismos e ingenuidades generadas por sus intrascedentes caprichos. La pregunta aquí es: ¿Estamos realmente preparados para ser persuadidos por Diotima?


Referencias Bibliográficas


CUENCA, Luis Alberto de (2000): “El Banquete. Argumento”, en Platón, Diálogos (Critón, Fedón, El banquete, Parménides). México: Edaf.
DIELS, Hermann Alexander (1903): Die Fragmente der Vorsokratiker. Berlín: Walther Kranz.
ENCICLOPEDIA UNIVERSAL ILUSTRADA EUROPEO-AMERICANA (1981). Madrid: Espasa-Calpe.
MALET, Alberto (1963): Grecia. México: Editora Nacional.
MARTÍNEZ GARCÉS, Raziel (2015): “Sócrates-Diotima: el embarazo espiritual masculino y su función en el Symposium”. Conferencia organizada por el Colegio de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, durante la Mesa de Ontología y Metafísica en el marco de las XVIII Jornadas Filosóficas Leibniz. Auditorio Elena Garro, 20 de Noviembre. Puebla, Pue., México.
PLATÓN (2000): Diálogos (Critón, Fedón, El banquete, Parménides). México: Edaf.





domingo, 21 de enero de 2018

La Hegemonía Estadounidense en México
Por: Francisco Pérez Toledo.
           

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La hegemonía estadounidense en el hemisferio, específicamente en México, es patente y se manifiesta en diversos aspectos, incluidos los económicos, políticos, de relaciones exteriores, geopolíticos, de gobernabilidad, entre otros. A diferencia de lo que considera la población mexicana en general.
          En la actualidad existen diversas condiciones que pueden hacer pensar que la injerencia de Estados Unidos en los asuntos mexicanos se ha recrudecido y, si se permite la expresión, se realiza de manera más cínica. Lo anterior, al enarbolar en la práctica la teoría del determinismo de la globalización para disfrazar los afanes imperialistas de la potencia del norte.
          Se abordan diversos conceptos de hegemonía, los cuales tienen puntos de coincidencia y divergencia entre ellos. Sin embargo, el término hegemonía en el contexto del sistema mundo capitalista está lejos de ser anticuada o alejada de la realidad social, política y económica.
            Posteriormente, se intenta una aproximación a la hegemonía de los Estados Unidos y a la forma en que este país ejerce su propio estilo de preeminencia sobre todos las demás potencias y países periféricos.
            De igual forma se analiza, de manera somera, la relación de América Latina con los Estados Unidos y la forma en la que este país ejerce su poder, sobre todo tratándose de los llamados tres “grandes” de Latinoamérica.
            Se estudia el inicio de la relación México-Estados Unidos y el hecho de que los afanes imperialistas del vecino son anteriores a que se revelara como el país que ejerce la hegemonía a nivel mundial.
         Muy importante nos parece el apartado dedicado al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, sobre todo porque se trata del principal instrumento jurídico internacional, de carácter económico, en el que se basa la primacía de Estados Unidos sobre nuestra nación.
            Finalmente, se analiza de manera superficial, por la limitación del texto, la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, sobre todo porque se presenta como el complemento perfecto del TLCAN para los afanes imperialistas estadounidenses al combinar el aspecto económico con el de seguridad nacional, obvio en aras de fortalecer la posición de Estados Unidos en América del Norte, en el continente y en todo el mundo.

Concepto de hegemonía.
(Wallerstein, 1991) señala que el concepto de hegemonía resulta de gran trascendencia, no sólo por lo concerniente al moderno sistema mundial que analiza hasta el período de los años setenta, más bien por lo que respecta al concepto en la actualidad y el empleo del mismo dentro del proceso de cambio de hegemonía, esto dentro del propio sistema mundial, en relación con el proceso globalizador que comienza en los años ochenta.
La hegemonía supone algo más que un estatus de centro. Podría ser definida como una situación en la que los productos de un determinado Estado del centro se producen con tanta eficiencia que son competitivos incluso en otros Estados del centro y, por consiguiente, ese Estado del centro es el principal beneficiario de un mercado mundial enteramente libre; para sacar partido de esta superioridad productiva, tal Estado debe ser lo bastante fuerte como para impedir o reducir al mínimo las barreras políticas internas y externas que se oponen al libre flujo de los factores de producción; y para conservar su ventaja, les resulta útil fomentar ciertas corrientes, movimientos e ideologías intelectuales y culturales.  El problema de la hegemonía es que es pasajera. (Wallerstein, 1991, p.51)
En consideración de Wallerstein (1991), “La hegemonía es una rara condición; hasta la fecha sólo Holanda, Gran Bretaña y los Estados Unidos han sido potencias hegemónicas en la economía-mundo capitalista” (p. 51).
Los términos militar, político, económico e ideológico de la hegemonía son condiciones para el establecimiento de una economía-mundo, los cuales no son incluidos en el concepto de hegemonía actual, ni futura, salvo que hablemos de una economía-mundo compartida.
            La hegemonía está centrada, de manera histórica, en las relaciones de poder, sobre todo entre Estados-nación. Ornelas (2002), afirma que el concepto se refiere a “…los procesos a través de los cuales un grupo social o un Estado alcanzan determinados objetivos, encauzando la acción de conjuntos más amplios (otros grupos y otros estados)” (p. 30).
            De forma clásica, se puede decir que “la hegemonía está constituida por los procesos de creación de consenso que permiten su encauce” (Ornelas, 2002, p. 30).
            Ornelas (2002) señala que, por lo normal, las cuestiones económicas se consideran como datos externos a la hegemonía. Por esto, el referido autor indica la importancia de introducir la explicación de los procesos económicos como elemento constitutivo de la hegemonía.
            De esta introducción en la explicación de los procesos económicos del concepto de hegemonía, Ornelas (año) propone un concepto de liderazgo económico: “…síntesis de las relaciones de poder en el terreno económico” (página). Este concepto tiene dos elementos fundamentales: capacidad de monopolización y liderazgo tecnológico.
            Nos parece importante el nuevo concepto de liderazgo económico, ya que hace evolucionar la noción de hegemonía. Lo anterior se afirma ya que como lo refiere el mismo autor, el líder económico no necesita aplastar o eliminar a sus competidores, sino que únicamente requiere imponer sus modos de funcionamiento, controlar el mercado y, por lo tanto, recibir la parte más amplia de las ganancias (Ornelas, 2002).
            La globalización no elimina la existencia de un poder hegemónico, tampoco la competencia y lucha entre las potencias que integran el sistema, para asumir su liderazgo. Desde el principio, la economía-mundo capitalista funciona a través de un poder hegemónico que dirige, regula y organiza el sistema en su conjunto (Guillén, 2007).
 De conformidad con lo señalado anteriormente, para Guillén (2007), el rol de potencia hegemónica ha sido jugado de manera sucesiva por las ciudades-estados mediterráneas, los Países Bajos, el Reino Unido y Estados Unidos.
La hegemonía en el sistema de estados-nación, se ejerce por la fuerza, es decir la coerción, y también por el consenso; para Guillén (2007), en realidad se ejerce por una combinación de ambas. La hegemonía implica que la potencia dominante aplica, para preservar su dominio, los medios violentos en cuanto resulte necesario, aunque también puede ocupar el liderazgo, reconocido por los otros estados.
Para que una potencia se considere hegemónica, los demás países deben haber aceptado, no solamente de manera pasiva su capacidad de coerción, sino también se reconoce que logra establecer el consenso en el conjunto sistémico.
De esta manera se puede decir que el interés particular de la potencia dominante debe representar o reflejar al menos el interés general de los estados que integran la economía- mundo capitalista, de lo contrario el consenso deja de existir y pone en riesgo la cuestión del sistema. La coerción es llamada dominación “dura” porque representa el uso o la amenaza de la violencia, en cambio la capacidad de establecer consensos es denominado “poder blando” (Guillén, 2007).
La hegemonía se sienta sobre bases nacionales como lo dice Cox. No puede existir hegemonía a nivel mundial, si la clase dominante de la potencia hegemónica, no la tiene en el espacio nacional (Guillén, 2007).
La hegemonía mundial es la extensión a nivel internacional de la establecida a nivel nacional por los grupos dominantes. Dicho de otra manera, la hegemonía se construye dentro del marco del estado nación y de ahí se proyecta hacia el exterior (Guillén, 2007).
Nos parece que la concepción de hegemonía o de país hegemónico o “hegemón”, es importante para reconocer un fenómeno que es bastante viejo, al contrario de lo que los partidarios o enarboladores de la globalización señalan la existencia de un país líder es necesaria para la existencia del sistema mundo capitalista, ya que es imprescindible que exista la posibilidad de que un ente pueda hacer valer sus determinaciones al sistema para proporcionar orden y coherencia al mencionado sistema.
No obstante, surge la interrogante sobre la posibilidad de coexistencia de dos o más países hegemónicos o si tal situación es imposible. La historia nos ha mostrado que a lo largo del tiempo sólo un país ha logrado la posición de supremacía a la vez.

Hegemonía Estadounidense.
La hegemonía estadounidense juega un papel de primer orden en la globalización y en el futuro del capitalismo, según Guillén (2007). En opinión de Gunder Frank (2003) la hegemonía estadounidense en el mundo se basa en tres pilares:
1.    El dólar como moneda mundial, cuyo monopolio de emisión lo tiene Estados Unidos.
2.    El Pentágono, es decir la capacidad militar sin rival.
3.    El gobierno y los medios de comunicación que ocultan los elementos anteriores a la opinión pública, tanto mundial como local.
            Para Gunder Frank (2003) la moneda norteamericana es “….literalmente un Tigre de Papel impreso y cuyo valor se basa en la aceptación y credibilidad en el mismo por parte de todo el mundo” (p.2).
De acuerdo a este autor la confianza en esta moneda puede disminuir y desaparecer de un día para otro y provocar que se pierda más de la mitad de su valor. Lo anterior, de manera inevitable tendría como resultado frenar el consumo y la inversión estadounidense y debilitaría la llamada fortaleza del dólar (Gunder Frank, 2003).
            Por lo tanto, también se vería comprometida la capacidad militar de los Estados Unidos para desplegar su aparato militar a nivel mundial. De igual modo cualquier desastre militar debilitaría la confianza en el valor del dólar.
            La debilidad de la economía estadounidense hace pensar a Gunder Frank (2003) que el único pilar que le queda a Estados Unidos para mantener la economía política y la sociedad estadounidense es el factor militar. Para este autor los casos de Irak, Yugoslavia y Afganistán hacen pensar que si no se juega según las reglas de Norteamérica se puede seguir la misma suerte. Pero esto no es únicamente aplicable a los “enemigos” del sistema estadounidense, también puede referirse a los “aliados”.
            La confianza de Estados Unidos en la estrategia del chantaje político-militar puede llevarlo a la bancarrota, una vez que la debilidad del soporte del dólar se venga abajo; esto puede llevar a tensar demasiado la cuerda y a ser tirado por tierra por sus competidores (Gunder Frank, 2003).
            Estados Unidos tiene solo dos activos de importancia mundial, aun así estos pueden ser insuficientes, el referido autor señala que son el dólar y su política militar.
La globalización es uno de los medios principales que utiliza Estados Unidos, como potencia hegemónica, para intentar conservar y reproducir su liderazgo y poder. Una evidencia de lo anterior son las declaraciones de Henry Kissinger: “La globalización no es más que otra palabra para referirse a la dominación de Estados Unidos” (Guillén, 2007, p. 147)
La lucha de Estados Unidos por conservar su hegemonía explica los cambios producidos en la política comercial de este país. Se pasó de una postura favorable a la solución multilateral en la apertura de mercados durante el periodo de la posguerra, a una política de varias vías.
Sin abandonar el marco multilateral del GATT se impulsan y favorecen mecanismos bilaterales y regionales para poder enfrentar y contrarrestar la competencia y los esfuerzos de integración de la Unión Europea y los países de Asia Pacífico. Para Guillén (2007) el regionalismo es una expresión de la declaración hegemónica de Estados Unidos y el ascenso de potencias mundiales.
Estamos de acuerdo con las manifestaciones de que la hegemonía norteamericana está en franco declive, sin embargo es evidente que los Estados Unidos no dejarán esa posición voluntaria y pacíficamente.
De acuerdo con las teorías del descenso de los países hegemónicos, nos falta contemplar la faceta más peligrosa del gigante norteamericano, ya que el único poder real y absoluto que le queda es el poder militar, el cual está visto, no dudará en usar en contra de aquellas naciones o sociedades que puedan poner en riesgo su posición de nación dominante.
Esto es especialmente importante para el resto de América, sobre todo Latinoamérica y el Caribe que es considerada por la visión estratégica de los Estados Unidos como su “patio trasero”, su “coto de caza”. Lo anterior cobra más relevancia para el caso mexicano que comparte una frontera inmensa con la nación hegemónica en declive.

América Latina.
Corresponde destacar puntos relevantes de la que F. Braudel (1994) denomina La otra América, mismos que se detallan de la siguiente forma: “…la más extensa mitad del continente,… la que primero Francia (en 1865 y entonces no sin segundas intenciones) y después toda Europa, han concedido el epíteto de latina.  Es una América Unitaria, con muchas peculiaridades, dramática y desgarrada, en lucha consigo mismo … queremos considerarla en sí misma como merece ser observada: en su humanismo de gran calidad, en sus problemas particulares, en sus evidentes progresos.  Hasta hace poco, estaba muy adelantada con respecto a América del Norte (Estados Unidos y el Canadá), fue la primera América rica, y, por lo mismo, la primera codiciada… Pero esto es ya una realidad del pasado y la suerte ha cambiado.  Actualmente, América latina está muy lejos de ser un continente feliz: tiene un exceso de aspectos sombríos.  En ella no se puede decir que haya amanecido totalmente”. (p. 371).
            En relación con lo anterior, Braudel (1994) detalla una importancia a lo que él designa como la primera diferencia entre las dos Américas, el liberalismo espontáneo, por lo que concierne a los prejuicios étnicos, como la diferencia en los tonos de piel. Sin embargo, en algunas partes del mundo se ha producido la casi-fraternidad de las razas. Dicho esto se concluye que estas circunstancias han sido resultado de otras circunstancias históricas que son a su vez resultado de las determinaciones e imposiciones del conquistador blanco, a las otras dos vigorosas razas: la raza amarilla (para Braudel sólo los estadunidenses podrían llamar “pieles rojas” a los indígenas) y la raza negra.
En relación con la ubicación de América Latina dentro del sistema mundial, Braudel (1994) destaca que: “las fluctuaciones económicas son marejadas imprevisibles.  Esta América corre tras su destino material.  Lleva siglos así, casi siempre más en calidad de víctima que de beneficiaria.  Tiene que actuar con precipitación y si quiere vender tiene que producir, cueste lo que cueste, azúcar, café, caucho, charqui o nitratos, cacao, y siempre a bajo precio…Este proceso es la clave, tanto del pasado como del presente de América latina. Se ha tenido que someter a todas las exigencias de la demanda mundial: en materias primas, en una economía que, al principio, fue estrictamente de tipo colonialista y que, después de la época colonial, se perpetuó bajo la forma de una economía de dependencia. (p. 371).
Al presentarse cambios frecuentes de la demanda exterior, no sólo especializó a ciertas ramas de regiones de la América latina, sino que, el auge y crecimiento eran efímeros y estaban imposibilitados para esparcir sus beneficios, al mismo tiempo que este efecto trajo consigo un derroche de espacio y hombres.
América Latina todavía depende bastante de las variaciones económicas y  políticas que ocurren en Estados Unidos. La interdependencia de las repúblicas en Latinoamérica, bajo el liderazgo  y dominio de los Estados Unidos, es un fenómeno que se acentuó y alcanzó un grado excepcionalmente elevado en el curso de la Guerra fría. Anteriormente en la segunda guerra mundial ya se había reducido bastante las relaciones económicas, políticas y militares de los países latinoamericanos con otras potencias. Los Estados Unidos consiguieron preservar de manera amplia su preeminencia sobre los asuntos económicos, políticos y militares del continente (Ianni, 1974).
El liderazgo y dominio de los Estados Unidos en el hemisferio no ha sido en términos absolutos y monolíticos. La historia de cada país revela tenciones y fricciones e incluso conflictos serios en asuntos económicos, políticos y militares. El carácter muchas veces tenso, de las relaciones entre Latinoamérica y los Estados Unidos se evidencia en diversos hechos históricos como la política exterior independiente, realizada por países en los cuales se organiza de manera política la insatisfacción al estilo de imposición o dominio norteamericano, la victoria de la revolución socialista en Cuba, la experiencia del gobierno socialista de Salvador Allende en Chile; y ciertas ambiciones de independencia y hegemonía de algunos gobiernos, en Argentina, Brasil y México, con respecto a sus vecinos y en relación con el propio Estados Unidos (Ianni, 1974).
 Ianni (1974) no pretende negar o minimizar la importancia de las alianzas entre los norteamericanos y América latina. Refiere que en un mismo país los gobiernos pueden ser más o menos racionalistas o dóciles hacia los Estados Unidos. Asimismo los gobiernos norteamericanos, por su parte, han variado su estrategia y práctica diplomática hacia América latina. La solidaridad de los negocios interamericanos produce además de interdependencia tensiones y conflictos que pueden ser indicativos de tendencias nuevas en las relaciones interamericanas.
En todos los ámbitos de la política norteamericana, así como en su proyección exterior hacia Latinoamérica se advierte que los propósitos específicos a alcanzar en cada periodo gubernamental no alteran la esencia clasista ni los requerimientos estratégicos de la hegemonía de Estados Unidos (Hernández Martínez, s.f)
No obstante, cada administración recibe el sello de liderazgo presidencial de que se trate y refleja las concepciones, metas, tácticas y estilos que de manera singular definen la composición del ejecutivo y el legislativo en una etapa determinada. Ésta es la importancia de tomar en cuenta los antecedentes para ubicar la lógica de continuidad y cambio en las relaciones interamericanas y fijar el rumbo de los intereses hegemónicos norteamericanos, los cuales generalmente son disfrazados como intereses de “Seguridad Nacional”, guían la política exterior de ese país hacia América latina (Hernández Martínez, s.f).
Lo anterior no cuestiona el impacto de acontecimientos y circunstancias que demandan esos enfoques como fueron los atentados del once de septiembre de dos mil uno, en contra de los símbolos del poder económico y militar de Estados Unidos, los cuales justifican la gran atención de que ha sido objeto la “Seguridad Nacional” a través de numerosos trabajos que incursionan en su causa, condicionamiento implicaciones internas y mundiales, incluida su repercusión en las relaciones Estados Unidos-América Latina  (Hernández Martínez, s.f).
Puede decirse que desde el nacimiento de la doctrina Monroe, los Estados Unidos afirmaron sus aspiraciones hegemónicas y las justificaron de modo temprano apelando a supuestos intereses de seguridad común con América Latina, cuya amenaza provenía de Europa. La doctrina de la seguridad nacional norteamericana aunque no se estructura hasta el siglo XX, tiene sus raíces en esta ideología la cual será retomada hacia finales del siglo XIX por el panamericanismo. Desde esa época se construyó la concepción de la hegemonía estadounidense en Latinoamérica mediante la presunta defensa de la  “Seguridad Nacional”, configurándose así la visión del “enemigo exterior”: primero las metrópolis coloniales, después el comunismo, más tarde los estados y movimientos terroristas  (Hernández Martínez, s.f).
El temor que da a lugar a la doctrina de contención al comunismo, diseñada por Kennan y llevada a cabo por Truman y Eisenhower se expresó en América Latina por la ideología del panamericanismo, para legitimar la vieja doctrina Monroe y ser reformulada en función de la “amenaza comunista”, la cual fue presentada como peligro para la “seguridad nacional”, siendo en realidad apuntaladora de la hegemonía en la región. Para el imperialismo de este país resultó trágica la posibilidad de que se estableciera una zona de influencia soviética en el continente. En 1959, la Revolución Cubana se definió, en muy corto tiempo como de carácter socialista  (Hernández Martínez, s.f).
Aunque han transcurrido más de diez años de la desaparición del socialismo como sistema mundial, el peligro para la seguridad interamericana impuesto por los círculos políticos intelectuales occidentales, reaparece, como constante inevitable la justificación que enfatiza la importancia de defenderse ante “enemigos externos” la supuesta seguridad nacional en las relaciones interamericanas, presentándola como un patrimonio común entre los Estados Unidos y América Latina. De esta forma se sigue presentando y definiendo a América Latina no como sujeto de su propia seguridad sino como objeto de la seguridad norteamericana (Hernández Martínez, s.f).
Desde el inicio de la posguerra, a finales de la década de 1940 y hasta el final de la de 1980 el enfoque de la guerra fría, estructurada a  través de la contención al comunismo y la bipolaridad geopolítica entre este y oeste inspiró la política exterior norteamericana  (Hernández Martínez, s.f).
El trasfondo de la guerra fría no ha desaparecido ni del discurso, ni del desempeño de la política latinoamericana de Estados Unidos en el siglo XXI. En caso contrario se hubiesen dejado atrás los conceptos que aún maneja el lenguaje oficial de esa política. La OEA sigue evidenciando sus límites como foro latinoamericano sobre todo en cuestiones como la seguridad, resultando una institución incapaz de enfrentar diversos problemas  (Hernández Martínez, s.f).
La tranquilidad asumida y el determinismo en el análisis a partir del fin de la guerra fría está lejos de las preocupaciones estratégicas de la política norteamericana, estas situaciones y problemas son cuestiones que se insertan con prioridad en su proyección hacia Latinoamérica, en la última década del siglo XX. Si la victoria de Estados Unidos fuera tan elocuente no sería útil mantener vigente de manera ideológica las fórmulas de defensa de la “seguridad nacional”, ni siquiera después del once de septiembre  (Hernández Martínez, s.f).
Los procesos de los países latinoamericanos cuestionan, en algunos casos, las estructuras de dominación impuestas, pero no se proyectan, ni siquiera en su faceta más radical, contra la soberanía o el territorio norteamericano. Es muy diferente tratar de quebrar la dependencia colonial que domina al subcontinente y otra es que signifique un peligro real para la seguridad del país hegemónico. En el escenario de un mundo unipolar y en ausencia de un contrincante de características globales, se vuelve necesario justificar que el adversario es un rival poderoso  y peligroso  (Hernández Martínez, 2004).
En la historia contemporánea de las relaciones entre Latinoamérica y Estados Unidos se puede distinguir como constante dentro de la cual se definen los intereses de “seguridad nacional” en el sur del Bravo, la doctrina Monroe, como complemento ideológico del expansionismo e injerencismo inherentes a la política latinoamericana de Estados Unidos en condiciones de imperialismo (Hernández Martínez, 2004).
La doctrina Monroe, en su origen, tenía el sentido de oponerse a una eventual intervención europea. Sin embargo a lo largo del tiempo se convirtió en garantía ideológica de la expansión norteamericana. El presidente norteamericano Polk expresó en su mensaje al Congreso el 2 de diciembre de 1845, con relación a la anexión de Texas, “que si una porción de un pueblo de este continente constituido en Estado independiente se resuelve a unirse a nuestra confederación, es asunto de él y a nosotros toca considerar sin intervención de extraños”. Después, en el mensaje al Congreso dirigido el 29 de abril de 1848, el mismo mandatario, añadió el llamado “corolario Polk” al señalar la limitación del derecho a la libre determinación de los países de América Latina en el marco de la solicitud planteada por los blancos de Yucatán a España y Gran Bretaña, por la lucha contra los indios, a cambio de la anexión. A raíz de esta situación, Polk declaró que no consentiría la transferencia de dominio o soberanía de Yucatán a cualquier país europeo, por estimarlo peligroso para la paz y la seguridad de los Estados Unidos, lo que implicaba el principio de “América para los norteamericanos” y también se afirmó el derecho de soberanía virtual sobre todo el territorio del hemisferio occidental  (Hernández Martínez, s.f).
Desde la segunda parte del siglo XIX, Estados Unidos utilizó la doctrina Monroe con el objetivo de ejercer una hegemonía política e influencia ideológica sobre los países del continente y también con el fin de impedir que las potencias europeas cerraran el paso a su crecimiento territorial, económico y político.
Para el siglo XX, la expansión en todos los ámbitos de los Estados Unidos fortalece la continuidad y profundización de la doctrina Monroe. Se consolida a través de la política del “big stick”, de la mano de Theodore Roosevelt. Asimismo se desarrolla el panamericanismo como fuente ideológica que actualiza la política norteamericana hacia el hemisferio. Luego de la primera guerra mundial, se inicia la política del “buen vecino” con el presidente Hoover y continuada con Franklin D. Roosevelt. Se dice que el monroísmo deja sentado el contenido básico de la seguridad hemisférica a la manera norteamericana, sólo se intentó darle un revestimiento contemporáneo. (Hernández Martínez, s.f)
El concepto citado, presentó como legítima la injerencia y supuesta salvaguarda de los Estados Unidos en Latinoamérica. De esta manera es a partir de este eje ideológico que se conciben, definen y aplican las concepciones de “seguridad nacional” que se harían manifiestas posteriormente. Se puso la inspiración de la doctrina Monroe, amplificada por el panamericanismo, en función de los intereses objetivos de la hegemonía estadounidense, como país líder del sistema capitalista mundial, y de manera especial, a través de institucionalizar el sistema interamericano. (Hernández Martínez, s.f).
Cuando el fin de la guerra fría, los Estados Unidos previeron un subcontinente tranquilo, sin embargo las crisis en la región tuvieron un profundo efecto desestabilizador, que distaba de ser el escenario concebido para afianzar su dominación en el continente.
Es necesario referirse al pretendido ALCA, dentro del curso global para la dominación y hegemonía en el continente. Se considera un proyecto estratégico que expresa la continuidad del patrón de asimetría y dependencia formulado, desde las prácticas que constituyen momentos importantes entre las relaciones históricas de ambas Américas: la Doctrina Monroe, el Destino Manifiesto, el Panamericanismo, la Buena Vecindad y la Alianza para el Progreso  (Hernández Martínez, s.f).
Diversos autores han señalado que el objetivo de la política de Estados Unidos hacia Latinoamérica ha sido salvaguardar y acrecentar sus considerables intereses en la región. Esto ha significado en el terreno práctico, el establecimiento y mantenimiento de la hegemonía estadounidense mediante la exclusión de todo poder extraño al hemisferio capaz de desafiarla. Al faltar un poder así dentro del continente la región no ha representado un reto serio para el poder norteamericano  (Hernández Martínez, s.f).
 Los intereses de Estados Unidos en la región son estratégicos (incluida su seguridad), económicos y políticos. Todos relacionados entre sí. Es por eso que en el monroísmo es donde aparece el hilo conductor, que a través del panamericanismo y demás fases, bajo las posteriores condiciones históricas, se llega al ALCA  (Hernández Martínez, s.f).
Aunque desde el punto de vista de las proyecciones actuales estadounidenses hacia la región, las prioridades de la “doctrina Bush” jerarquiza la política exterior de seguridad nacional y vencer al terrorismo, como reacciones a los acontecimientos del 11 de septiembre, la continuación del proyecto mundial orientado a la reafirmación hegemónica no excluye la atención al ALCA. Todo parece indicar que bajo esta bandera, la política exterior norteamericana procurará conservar y fortalecer su influencia en América Latina. Por lo tanto, tratará de lograr la implantación del ALCA, conjugando el tratamiento caso por caso, el bilateralismo y la solución diferenciada en situaciones críticas. Asimismo mantendrá su ascendencia dentro de los organismos internacionales y multilaterales  (Hernández Martínez, s.f).   
Al final de la Guerra Fría, varios países de América latina, entre ellos Argentina, Brasil y México pusieron en práctica relaciones económicas nuevas y más dinámicas con otros países. Esta apertura económica no tuvo que ver con apertura política, lo que se intentó fue buscar nuevos recursos de capital y tecnología para sus programas de desarrollo del capitalismo monopolista. En el caso de los países antes mencionados se buscó también nuevos mercados para sus productos (Ianni, 1974).
La situación de crisis de Estados Unidos y el acenso de otras potencias crearon condiciones nuevas para las burguesías en América latina. Las economías de estos países perdieron parcialmente su carácter subalterno frente a Estados Unidos, al abrirse nuevas posibilidades de negociar con otros países. De esta forma surgieron de nuevo ambiciones hegemónicas en México, Brasil y Argentina (Ianni, 1974).
En este contexto mundial resurgieron las ambiciones de independencia y hegemonía de los tres países “grandes” en sus relaciones con Estados Unidos y con el resto de Latinoamérica. La inclinación de algunos sectores sociales de estos países para ejercer alguna influencia o predominio hacia sus vecinos del continente es antigua. Pero el nuevo contexto mundial reavivó esa tendencia. Las concepciones de seguridad y defensa nacional se plantearon como precondiciones de desarrollo económico, haciendo resurgir en ciertos sectores argentinos, mexicanos y brasileños una nueva preocupación por los vecinos del continente y sus relaciones con ellos. En opinión de Ianni los “grandes” absorbieron las condiciones norteamericanas de seguridad hemisférica, ahora con perspectivas nacionales. De ahí surgió la preocupación por la ocupación y colonización de franjas fronterizas y su relación con lo que ocurre social, política y económicamente más allá de sus fronteras nacionales (Ianni, 1974).
México, apareció como una nación preocupada en aprovechar el contexto crítico en el que se hallaba tanto los Estados Unidos como las relaciones de los otros dos “grandes”, para mejorar su posición en América Central, el Caribe y América del Sur. Las iniciativas mexicanas tuvieron por objetivo aprovechar las oportunidades creadas por la reducción de la presencia norteamericana en el continente y la rivalidad entre Argentina y Brasil (Ianni, 1974).
México parece ser entre los “grandes” de América Latina el país que más ha sido alcanzado por la presencia y la agresividad imperialista norteamericana. Esto le confirió una significación complementaria a su política diplomática hacia Latinoamérica, ya que podría darle mejores términos de negociación con los norteamericanos (Ianni, 1974).
Sin embargo, es importante recordar que Estados Unidos todavía es el país preponderante en los negocios latinoamericanos. Norteamérica siempre hizo y continúa haciendo en América Latina una política de rivalidad y acomodo con respecto a los llamados tres “grandes”. Durante un momento algún país de estos parece merecer las preferencias norteamericanas y en otro momento lo mismo se puede decir de otro país.
La propia literatura norteamericana sobre relaciones interamericanas, tiene además de objetivos técnicos académicos o científicos, también la finalidad de estimular la rivalidad entre México, Brasil y Argentina, en sus relaciones, rivalidades y ambiciones económicas, políticas, militares y culturales, tanto de forma recíproca como con los otros países del continente.
Los llamados tres “grandes” son países que tienen al mismo tiempo las siguientes características: potencias regionales, o de segunda clase, emergentes y en claves del imperialismo. Estas condiciones son en apariencia contradictorias. En la práctica, no obstante, son reales; la contradicción es propia de las etapas de transición, las ambiciones hegemónicas de estos países son más ideológicas que reales. No obstante, tampoco hay duda de que los otros países ya sienten la realidad de influencia, poder e incluso dominación de lo que ellos denominan imperialismo de las tres “grandes” (Ianni, 1974).
Es necesario acotar las manifestaciones de que existen tres “grandes” o potencias emergentes en Latinoamérica, ya que con el paso del tiempo y el desempeño económico y geopolítico de los mencionados países se puede decir que en la actualidad la nación que está cobrando verdadero liderazgo en el subcontinente y hacia el exterior es Brasil. Este liderazgo no es sólo económico sino también en cuestiones de política exterior y en interlocución con Estados Unidos. Asociado a Brasil está el llamado Mercado Común del Sur (Mercosur) en el cual está incluida la Argentina aunque con un papel mucho más limitado y supeditado al bloque comercial y no como líder.

México.
El más viejo y complejo problema en toda la historia de México, es el relativo a la relación con los Estados Unidos de América. Antes de la Guerra de independencia, la expansión territorial de México operó sólida sobre las autoridades  virreinales; las fuerzas progresistas que, primero, intentaron dar origen a una república federal consagrada en el proyecto constitucional de 1824 y, después, procuraron el liberalismo mexicano, siempre percibieron una inspiración en las normas y la política estadunidenses que, ni con la pérdida de Texas ni con la injusta guerra de 1847, pudo evaporarse.
El siglo XIX, en el que las disputas y cuartelazos hicieron grandes servicios a la causa expansionista de los Estados Unidos, se convirtió en una prolongada y severa advertencia respecto a los riesgos de una vecindad conflictiva como la que se estableció entre un país pobre y desunido y aquel que, desde su origen, puso las bases para  convertirse en la más importante potencia mundial.
Desde nuestro punto de vista consideramos que para México la figura de Estados Unidos siempre ha provocado una mezcla de fascinación y frustración. Fascinación por todo lo que ha logrado el vecino del norte, siendo que no contaba con una nación propia, como producto cultural, en sus inicios. Creo que también frustración porque hemos sentido de manera mucho más profunda y pronunciada el impacto de la hegemonía estadounidense y no sólo desde el momento en que se convirtió en nación hegemónica del sistema mundo sino desde los inicios de la vida independiente en México.
Nuestro país ha sufrido diversas consecuencias de la vecindad con Estados Unidos y creemos que el balance es negativo: la pérdida de territorio, la necesidad de reconocimiento norteamericano, la visión geopolítica de que constituye un puente o enclave estratégico para afianzarse por parte de Europa y que fue una de las causas de las invasiones por parte de naciones centrales europeas.

El Tratado de Libre Comercio de Norteamérica.
Antecedentes. En relación a la pérdida de hegemonía mundial de los Estados Unidos, el marco en el que se pretende poner en ejercicio una antigua, y discutida, centralidad hemisférica de esa nación, como respuesta oportuna a los acelerados procesos de integración regional en Europa y Asia oriental.
Los defensores radicales de un cercano resurgimiento de los Estados Unidos como la primera potencia mundial plantearon el camino de los acuerdos y/o tratados de libre comercio en el continente para conformar una acertada estrategia de recuperación de mercados y de voluntades políticas, por lo demás pertinente con los vigorosos procesos de globalización, en curso tras la conclusión de la Guerra Fría.
En relación a estos instrumentos, los convencidos de la caída de los Estados Unidos como potencia hegemónica mundial, asumen que este país llega de forma totalmente errónea a la imitación de los procesos integradores europeo y asiático, para encargarse únicamente de una región con gran densidad en la población y poca riqueza, con más atraso que desarrollo y sin grandes perspectivas de conformar un bloque ganador, en la antesala del siglo XXI.
      Lejos de las características ventajas que los acuerdos multilaterales habían mostrado en los acuerdos en el seno del GATT (18 meses para el Acuerdo de Libre Comercio entre el Canadá y los Estados Unidos, frente a los más de siete años que consumió La Ronda Uruguay).
     Más allá del interés de acrecentar con fuerza los mecanismos de un total comercio libre, la iniciativa salinista de impulsar un acuerdo de libre comercio pudo ser acogida por la impresión que, en el ánimo de los gobiernos de Canadá y los E.U., producían los logros y, especialmente, los objetivos de la transición mexicana que, con la recurrente bandera de la modernización, enunció el entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari.
     La evolución de un plan para disminuir la tasa de la inflación, dentro de la cual se planeaba la modernización de la planta productiva, el tratamiento de los caciques dentro de la burocracia sindical, el manejo de los precios clave del sistema económico, la profundización de privatizaciones y desregulación, la llamada reforma del Estado y la inquebrantable disposición a formalizar una apertura que, ya no serviría sólo para la lucha antiinflacionaria, sino que llevaría al país nada menos que a ocupar un sitio en el Primer Mundo, se percibieron como razones suficientes para dar comienzo a las negociaciones que producirían el comienzo del regionalismo hemisférico del continente americano.
          Según de los intereses de los nuevos socios (el interlocutor de México y de Canadá siempre han sido los Estados Unidos), no debe olvidarse la economía estadunidense del todo decadente y las oposiciones canadienses de fuerzas considerables de fines de 1989.

Situación Actual. 
El tratado de libre comercio de América del Norte, ha cumplido las etapas de liberación comercial, dando paso a una supuesta zona de libre comercio entre Canadá, Estados Unidos y México. En opinión de Witker & Díaz (2009)  si hubiera cumplido con los objetivos convenidos en el acuerdo comercial, se estarían preparando los instrumentos correspondientes para transitar a una unión aduanera como un mercado común del Norte.
            En este tiempo, la economía mexicana se ha estancado y decreció, el ingreso se distribuye de forma inequitativa y la pobreza se ha duplicado. Estados Unidos militarizó la frontera común, asimismo erigió un muro de más de mil kilómetros en la misma (Witker & Díaz, 2009).
            El TLCAN de acuerdo con su artículo 102, planteó los siguientes objetivos:
1. Los objetivos del presente Tratado, expresados en sus principios y reglas, principalmente los de trato nacional, trato de nación más favorecida y transparencia, son los siguientes:
a) eliminar obstáculos al comercio y facilitar la circulación transfronteriza de bienes y de servicios entre los territorios de las Partes;
b) promover condiciones de competencia leal en la zona de libre comercio;
c) aumentar sustancialmente las oportunidades de inversión en los territorios de las Partes;
d) proteger y hacer valer, de manera adecuada y efectiva, los derechos de propiedad intelectual en territorio de cada una de las Partes;
e) crear procedimientos eficaces para la aplicación y cumplimiento de este Tratado, para su administración conjunta y para la solución de controversias; y
f) establecer lineamientos para la ulterior cooperación trilateral, regional y multilateral encaminada a ampliar y mejorar los beneficios de este Tratado.
2. Las Partes interpretarán y aplicarán las disposiciones de este Tratado a la luz de los objetivos establecidos en el párrafo 1 y de conformidad con las normas aplicables del derecho internacional.
            En cuanto al objetivo a), se ha cumplido de manera parcial en materia de mercancías, no así en servicios. El autotransporte de carga mexicano está prohibido  y una muralla de más de mil kilómetros impide la prestación de servicios de mano de obra agrícola mexicana, especialmente campesina (Witker & Díaz, 2009).
            Por lo que hace al objetivo b), no existe competencia leal entre los productos agropecuarios, ya que continúan los subsidios gubernamentales a todo el sector agrícola norteamericano y no se ha avanzado en cuanto al desmantelamiento convenido (Witker & Díaz, 2009).
            Respecto al objetivo c), las inversiones comprometidas han funcionado para comprar cadenas de autoservicio y aseguradoras eficientes, que funcionaban adecuadamente antes del TLCAN. Las tierras del litoral mexicano han captado inversiones en proyectos turísticos importantes. No ha existido inversión en la producción agrícola nacional, a pesar de la reforma constitucional agraria de 1992. No parece interesar a los Estados Unidos el desarrollo productivo del agro mexicano, más bien le interesa ser el único abastecedor de alimentos para México (Witker & Díaz, 2009).
            En cuanto al objetivo d), la protección de la propiedad intelectual ha funcionado de manera parcial, pese a que es un aspecto importante para Estados Unidos y el mantenimiento de su hegemonía a través de los avances tecnológicos. La economía informal y la piratería que existen en México y el comercio triangulado de origen chino que transita por territorio estadounidense, es notorio (Witker & Díaz, 2009).
            Por lo que hace al objetivo e), conflicto-solución, ha sido limitado. El Capítulo XX ha presentado sólo tres casos; el XIX (antidumping) de relativa aplicación, el Capítulo XI (inversiones) se ha aplicado de manera precaria. Estos mecanismos están lejos de haberse institucionalizado y la asimetría de los socios evidencia su limitado funcionamiento, los paneles arbitrales están paralizados desde hace 5 años (Witker & Díaz, 2009).
            El objetivo f), a raíz del terrorismo centrado en los ataques del 11 de septiembre de 2001, se ha realizado de manera parcial y ventajosa por parte de Estados Unidos, con las tareas de seguridad nacional que han dado resultado el ASPAN y el llamado Plan Mérida (Witker & Díaz, 2009).
            La evaluación anterior evidencia algunos limitados logros como la multiplicación del comercio trilateral, mayor variedad de productos para el consumidor, la parcial modernización económica mexicana. Lo anterior se complementa con efectos económicos no deseados para México, entre los que destacan: la dependencia alimentaria del exterior y el desacato de un laudo arbitral favorable a México en el caso de autotransporte de carga nacional (Witker & Díaz, 2009).

Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de America del Norte (ASPAN)
En 2005, Canadá, Estados Unidos y México firmaron esta alianza. Dos situaciones fundamentaron esta asociación, en primer lugar, conciben que después del 11 de septiembre de 2001, la economía y la seguridad están ligadas. Por otra parte manifestaron que la transformación del mercado global y las inversiones por parte de nuevas potencias, como China e India, hacen necesario una coordinación más eficiente entre los socios comerciales de América del Norte (Witker & Díaz, 2009).
            Los objetivos planteados son:
1.            Agenda de Prosperidad. Promover el crecimiento económico, la competitividad y la calidad de vida en América del Norte, a través de una agenda concreta enfocada a:
o        Aumentar la productividad;
o        Reducir los costos del comercio y los costos de transacción; y
o        Promover de manera conjunta una mayor corresponsabilidad con nuestro medio ambiente; la creación de una oferta de alimentos más confiable y segura, facilitando a la vez el comercio de productos agrícolas; y la protección de nuestra población contra enfermedades.

2.            Agenda de Seguridad. Desarrollar un enfoque común en materia de seguridad, a fin de proteger a América del Norte, destacando las acciones para:
o        Proteger a la región de América del Norte contra amenazas externas;
o        Prevenir y responder a amenazas dentro de la región de América del Norte; y
o        Aumentar la eficiencia del tránsito seguro de bajo riesgo a través de nuestras fronteras compartidas.
La Alianza parte del hecho de que, hoy en día, la seguridad y la prosperidad son mutuamente dependientes y complementarias.
Complementa esfuerzos bilaterales y trilaterales que actualmente están en marcha en materia económica y de seguridad, y revitaliza otros aspectos de la cooperación en la región para mejorar la calidad de vida; tales como la protección al medio ambiente y la salud pública, inversión en nuestra gente a través de intercambios académicos y científicos (Secretaría de Relaciones Exteriores, 2015) .
      En el trasfondo, el ASPAN, pretende fortalecer el modelo de integración subordinada de la región a Estados Unidos como país y a las empresas transnacionales vinculadas con el gobierno norteamericano.
            Con este acuerdo las empresas transnacionales vinculadas a Estados Unidos se han apoderado de manera abierta del proceso de vinculación subordinada. Este proceso ha lanzado acuerdos con impactos de largo plazo sin participación de los órganos legislativos de los países integrantes (Witker & Díaz, 2009).
   Para la cumbre de 2006, se promovió la creación del Consejo de Competitividad de América del Norte (NACC) para recoger del sector privado las recomendaciones que tuvieran sobre las prioridades en el marco del ASPAN. Para 2007 se entregó el primer reporte, incluyendo 51 recomendaciones de acción específicas y más allá del acuerdo de seguridad en tres áreas consideradas como prioritarias: facilitación de cruce entre fronteras, cooperación, así como estándares regulatorios e integración energética (Witker & Díaz, 2009).
     En el NACC no existe participación de representantes gubernamentales y es el gran capital quien llega a los acuerdos. Se relegó a los gobiernos a las funciones de ejecución y facilitación de los acuerdos alcanzados por el sector privado (Witker & Díaz, 2009).
        El ASPAN hizo explícita la relación entre el acuerdo comercial y los asuntos de seguridad, con el argumento de integración. Los acuerdos del ASPAN exigen la modernización de las fuerzas militares y policiales mexicanas, la compra de equipo estadounidense y la capacitación de las fuerzas del orden impartida por agencias de Estados Unidos (Witker & Díaz, 2009).
       Otros planes en torno al ASPAN son la militarización de la frontera sur de México, trasladar hacia el interior del país instalaciones de aduanas e inmigración y mecanismos de identificación biométrica (Witker & Díaz, 2009).
        El Plan Mérida que contiene ayuda en equipo y logística militar de casi 300 millones de dólares es la evidencia de que el ASPAN es un instrumento de anexión que Estados Unidos ha diseñado en contrasentido del crecimiento y prosperidad económico de México y a favor de los intereses hemisféricos de los Estados Unidos (Witker & Díaz, 2009). 
     Se puede concluir que todas las sucesivas etapas del sistema mundo, entendido en sentido amplio, han sido encabezadas por un poder al cual los demás no pueden oponerse y que se le ha llamado hegemón. En la actualidad no hay duda de que este papel es desempeñado por los Estados Unidos.
La hegemonía estadounidense hacia el continente ha pasado por diversas doctrinas que tienden a hacer creer que es contemporáneo y políticamente correcto el afán injerencista en las naciones del continente americano. 
En el caso de México, la posición de hegemonía estadounidense es aun anterior al establecimiento de ese país como líder del sistema mundo. Lo anterior se deriva de la evidente vecindad, así como de la asimetría que desde el principio de la vida independiente de ambas naciones existe entre ellas.
El TLCAN y la ASPAN constituyen los nuevos instrumentos de dominación que el coloso del norte impone a sus vecinos, situación resentida en mayor medida por México por sus grandes problemas y contradicciones internas y hacia el exterior.
Las naciones del continente, en especial México, no detectan estos nuevos instrumentos de control y administración del sistema. El gobierno mexicano continúa empecinado en anclarse a su vecino del norte, siendo que la Historia y la realidad actual nos confirman que los Estados Unidos sólo tienen intereses, son globales y dentro de ellos nunca ha estado lograr la prosperidad y desarrollo mexicanos.
La injerencia real de los Estados Unidos como país y como sistema económico sobre México rebasa en mucho el nivel que la opinión pública nacional siquiera sospecha.
Se puede concluir que lejos de ser visto como socio, México sigue siendo visto como el “patio trasero” de Norteamérica y más aún como el último perímetro de seguridad nacional, el cual conviene que se mantenga estable pero no desarrollado. Para una potencia que quiere seguir siendo hegemónica es impensable tener como vecino a una nación desarrollada y próspera ya que eso podría provocar el que emergiera de manera real como independiente de los intereses de la nación poderosa.
Finalmente, es importante señalar que salvo algunas excepciones esta hegemonía aplastante ha sido solapada y ayudada por los mismos actores sociales, políticos y económicos nacionales que se supone deberían por lo menos intentar defender los intereses mexicanos.

Referencias
Bibliográficas
Braudel, F. (1994). Las Civilizaciones Actuales. México: Rei.
Guillén, A. (2007). La declinación de la hegemonía estadounidense: Mito y realidad de la globalización neoliberal. México: Porrúa.
Gunder Frank, A. (2003). Tigre de papel, dragao de fogo: Dos Santos, T. (comp.) Os impasses da globalizacao, Brasilia: Loyola.
Ornelas, R. (2002). Globalización y Hegemonía: elementos para una crítica del pensamiento dominante: Calva, J. L. (coord.), Política económica para el desarrollo sostenido con equidad. México: Casa Juan Pablos-UNAM IIE.
Wallerstein, I. (1991) El moderno sistema mundial. México: Siglo XXI. Volumen II.

Hemerográficas
Castillo Tapia, M. G. (Enero-junio 1993). El tratado trilateral de libre comercio México-Estados Unidos- Canadá, un evento en la crisis de hegemonía norteamericana. Gestión y Estrategia. (3).
Ianni, O. (julio-septiembre, 1974) América latina: ¿Crisis de la hegemonía norteamericana? Cuadernos políticos. México: Era
Witker, J. & Díaz, I.(julio-diciembre 2009) El TLCAN, entre el ASPAN y la UNASUR.  Letras Jurídicas. Volumen (20).


Internet
Hernández Martínez, J. La hegemonía estadounidense y la “Seguridad Nacional”.  América Latina: Apuntes para una reconstrucción histórica.  Recuperado de http://www.uh.cu/centros/ceseu/BT%20%20Estados%20Unidos%20y%20las%20Relaciones%20Internacionales/IJHHEg05.pdf,
Página de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México