domingo, 29 de diciembre de 2013

Un poco de diversión
Por: Laura Lima


Fuente de imagen:
http://neuroniando.blogspot.mx/2010_10_18_archive.html

Cuando la vi le troné la cabeza como a la de una gallina y poco a poco le fui arrancando cada parte de su cuerpo. Eso se merecía, ¿no? Suspiré y me sentí la mujer más dichosa en este maldito mundo terrenal. A decir verdad, guardé la cabeza en una bolsa negra de basura la cual olvidé en casa cuando iba saliendo de rápido porque tenía otro encargo.
Días después llegué a casa, me tapé nariz y boca porque percibí un olor inolvidable, llevé la bolsa al patio y finalmente saqué la asquerosa cabeza. Vi que los ojos me estaban mirando, tomé un fierro y troné los dos ojos de la delicada cabeza, ¿Quién se creía? ¿Con qué derecho me veía?
Después, vi que se estaba riendo y no lo toleré. Tomé la pala y le zafé sus amarillentos dientes. Me metí a la casa por unas tijeras a hacer lo que faltaba, claro, hacerla un poco de estilista. Por cierto, el corte le quedó ¡muy bien! Imagínate sin ojos, los dientes mochos y un buen corte.
Ya cansada de tanto pensar y trabajar, nuevamente entré a la casa, me puse mi chamarra nueva para tomar la foto del recuerdo.

viernes, 27 de diciembre de 2013

LO LABORAL ANTE LA CIRCUNSTANCIA Y EL CONOCIMIENTO

Paco Echeverría
Óclesis

Fuente de imagen:
http://lacrisisenergetica.wordpress.com/page/3/
Es famosa la frase del filósofo José Ortega y Gasset que reza: “Yo soy yo y mi circunstancia”, que puede leerse como si dijera: “yo soy yo y todas mis relaciones”, sobre todo las más próximas, y no sólo las “más importantes”, sino incluso las que solemos pasar inadvertidas, las llamadas “cosas más sencillas de la vida” (Morales, 2012, vol. III: 44). Sin embargo, cabe aclarar que no somos víctimas de las circunstancias, éstas no nos pueden determinar. Al contrario, dice Ortega: “las circunstancias son el dilema ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter”. En efecto, Rafael Limón Vigoritto, coach en desarrollo humano y capacitación y autor de Cómo triunfar con el mínimo esfuerzo (Panorama, 2011), nos dice lo siguiente:
            “Nuestra libertad también se ve afectada por las circunstancias, pero no somos esclavos de ellas. Recuerdo cuando obtuve el puesto de Director de área de una universidad en México. Me sentía feliz cuando comencé a trabajar ahí; las personas eran eficientes, inteligentes y con gran espíritu de trabajo en equipo. Parecía el empleo ideal, pero me di cuenta de que había cierta competencia con respecto a quién se quedaba más tarde en la oficina. Mi horario era hasta las 7 pm, sin embargo, nadie se retiraba a las 7 pm y era una especie de prueba de honor quedarse trabajando más tarde. Casi todos los días salía yo a las 9:00 o 9:30 de la noche, además recibí la indicación de asistir los sábados y, más adelante, también los domingos. Me di cuenta de que estaba perdiendo mi libertad.
            “Cuidado con esas circunstancias. ¿Valen la pena? En mi opinión, no, por lo cual renuncié, decisión de la que no me arrepiento. No estoy diciendo que si tienes un trabajo absorbente, renuncies, sino que te liberes de la idea de mantener ese empleo en el que te esclavizan o te tratan mal, porque ‘la situación es difícil’ y ‘no hay chambas’… libérate de estos conceptos; tú mereces lo mejor, convéncete de ello y analiza si tus circunstancias están coartando tu libertad, para que planees hacer un cambio al respecto, por ti, por tu familia, por tu futuro.
            “Todos crecimos en un ambiente y circunstancias que no escogimos; éstas circunstancias afectan nuestra manera de pensar; aprendemos ciertos conceptos o verdades que nos acompañan al enfrentarnos a la vida, los cuales se van arraigando en nuestro subconsciente: ‘El dinero no nace de los árboles’, ‘la vida no es fácil’, ‘lo importante no es lo que conoces, sino a quiénes conoces’, ‘ser rico es malo’, ‘hay que tener los pies en la tierra’ y muchas más. Estos conceptos, mucho más que las circunstancias, nos limitan para alcanzar nuestros objetivos, a pesar de que, muchas veces, sentimos que son las circunstancias las que determinan nuestro destino”.

            Hasta aquí Limón Vigoritto coincide con Ortega y Gasset en que cada uno de nosotros, aplicando la razón, podemos trascender la circunstancia, porque para el filósofo español no hay otro modo de conocimiento teorético que el racional. Esta es la teoría del conocimiento orteguiano. Pero no debemos olvidar el conocimiento que proporciona la praxis, que como bien decía el filósofo alemán Karl Marx, es la auténtica actividad teórico-practica por la cual el hombre transforma la realidad, y por ende puede transformar las circunstancias surgidas de ese constructo de dominación y explotación de la que surgieron dichos acontecimientos. Sólo podemos afirmar la verdad de lo pensado cuando lo realizamos en el mundo. Una teoría únicamente metafísica de la realidad resulta falsa. Por ello el hombre se realiza como tal al humanizar la realidad, realizando su praxis. Por tanto esta realidad externa —también sus circunstancias—existe como forma social producida por el trabajo humano y no como algo natural.

lunes, 23 de diciembre de 2013

MAQUIAVELO DE TRAJE Y CORBATA

Paco Echeverría
Óclesis

Fuente de imagen:
http://www.elartedelaestrategia.com
Cuando en el aula fomentamos el pensamiento crítico, es decir, que el alumno desarrolle aquella reflexión razonable centrada en decidir qué creer o hacer más allá de lo que dice la mayoría, los resultados son inspiradores, ya que estamos rompiendo con la visión empresarial que ha tomado por asalto los diversos aspectos de la educación. Noam Chomsky ha dicho que el problema de subordinarse a esta visión “única” es peligroso, puesto que las corporaciones son “Monstruos Morales” que aparentan interesarse en el ser humano para ocultar los complejos mecanismos de explotación que ejercen sobre su personal, elemento esencial para su supervivencia dentro del capitalismo salvaje que estamos viviendo.
            No se trata de decir irresponsablemente a lo alumnos que el éxito profesional se basa en subir como las burbujas del champán hasta la cima de cualquier jerarquía corporativa. Así de simple. Porque cuando estén en el ejercicio laboral algún día se preguntarán: ¿Cómo llegó ese idiota a ser jefe?
Para ser un “jefe moderno”, ya no es necesario el mérito profesional y moral, sino tener el talento de desarrollar y aplicar un impulsivo abuso de poder. Por lo menos eso plantea Stanley Bing en su libro ¿Qué haría Maquiavelo? (2011, Barcelona, Grupo Zeta). De hecho, Maquiavelo se sentiría como en casa dentro del ambiente organizacional de las empresas de hoy.
El libro posee una clara redacción que facilita su lectura, su estilo descarado que ensalza indefectiblemente las virtudes de los gigantescos monstruos maquiavélicos empresariales, nos arranca más de una carcajada, pero hay que tener la suficiente luz en el cerebro para detectar que nos está invitando a descubrir las profundas intenciones de Bing: mostrar satíricamente la podredumbre y la decadencia por la que está pasando la cultura corporativa neoliberal, principalmente la estadounidense, que por desgracia es el modelo para la nuestra.
¿Qué haría Maquiavelo? ha abierto dos vertientes en la crítica: quienes ven el texto como un entretenimiento y no como una receta para ejercer el poder cueste lo que cueste. Y aquellos que lo ven como un instructivo para aquellos que ejercen toma de decisiones radicales sin considerar el desarrollo humano y profesional, las necesidades sociales del entorno y el indispensable cuidado de la ecología.
Sin embargo, la realidad es que, velada y divertidamente, el propósito de Bing es embarrar en la cara de los idealistas e ignorantes funcionales la retorcida idiosincrasia que se encuentra detrás de los “bien trajeaditos y perfumados” hombres de negocios.
Tal vez porque Bing ha sido columnista de las revistas Esquire y Fortune, y porque trabaja para una transnacional de medios de comunicación, su juego radique en hacerle de “espía” de las corporaciones y recordarnos que el lodazal del sector empresarial puede cambiar cuando se deje de considerar a las empresas como personas, que aunque las leyes le otorguen dicho carácter, eso no las hace personas. Las personas somos nosotros y tenemos el poder de transformar el mundo para gozar de un bien pensar y un buen vivir.

Otros libros en este tenor para la reflexión en el aula son: Maquiavelo. Las técnicas del poder de Julio Soderini (2003), 48 Leyes del poder de Robert Greene (2010) y Cómo trabajar para un idiota de John Hoover (2012).

domingo, 15 de diciembre de 2013

Un discurso más

Por: Noé Cano Vargas[1]

La vida de cada persona involucra cosas que hay que tomar en cuenta, el hombre y sus circunstancias son diferentes en cada caso, partiendo de un hecho cualquiera, las cosas que convergen en cada individuo lo encasillan a comportarse de cierta manera, es ésa la actitud vital que proyecta en el mundo, es su quehacer, sus preocupaciones, sus creencias, su discurso.
Hace más de un siglo, en 1905, el malagueño Mario de Cárcer y Diesder al encontrarse extranjero en México, relató los aportes que España y el Nuevo Mundo se dieron mutuamente, el mestizaje gastronómico fue algo de interés para este viajero, pero otra cosa le preocupaba y quedo plasmada en la introducción de su escrito Apuntes para la historia de la Transculturación Indoespañola, la inquietud por el cierre de su vida y por “Si España me vio nacer, México me vera morir. Las brisas perfumadas del Mediterráneo mecieron mi cuna, y velarán mi sueño eterno los reflejos helados que el sol arranca de las nieves perpetuas del Iztacihuatl (la mujer dormida); mi compañera eternidad…”
Fuente de imagen:
http://seminariogargarella.blogspot.mx/2011/11/discurso-de-graduacion.html
Mario De Cárcer, a pesar de considerar a México su patria, el hogar de su mujer, hijos y nietos, terruño de amistades, muestra su soledad, la nostalgia por su tierra natal, y mediante una serie de palabras y frases empleadas manifiesta lo que piensa y siente sobre el transcurrir de su vida con un toque romántico y sutil “Traje a México un tesoro: mi juventud; que se fue desgranado al transcurrir del tiempo, y gaste generoso, confiado y alegre, en amores, trabajos, pesares, optimismos y proyectos elevados e ilusorios todas las energías y reservas de esta edad inocente, incauta, dichosa y soñadora”, acaso no es el anterior discurso, esa serie de palabras para manifestar sus sentimientos y creencias.
Ahora bien, estos fragmentos pueden ser tomados sólo como un discurso o reflejan con docilidad lo que el autor piensa, será real la preocupación que le atañe al mencionar esa parte denominada espíritu que muchos de nosotros hemos cuestionado alguna vez en la vida, “Si nací al otro lado del mar y muero en este otro, al volar de mi alma ¿no se romperá?...O dicho de otra manera. Si Málaga me dio el ser y me prestó el cuerpo, ¿no lo reclamará?... ¿Tengo derecho a disponer de él como se me antoje?”, si la verdad es la conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente y eso se hace tratando de comprender la realidad, entonces el contexto y los elementos que lo conforman se vuelven el elemento fundamental para comprender la realidad.
Debemos entender que las creencias son el elemento central que permiten al ser humano proyectarse al mundo, éste trata de adecuar sus creencias y conocimientos mediante discursos para hacer accesible su entorno para él, dentro de esas creencias se deben tomar en cuenta la ideología y dentro de ellos sus preceptos religiosos, pues constituyen parte de la esencia del hombre, o ¿cómo se puede interpretar la creencia de Cárcer en la Divina Providencia?, será verdad cuando menciona “Mi corazón es por igual de España y México, pero después de muerto, el corazón se pudre…y el alma vuela…y si esta substancia espiritual e inmortal que constituye mi esencia, me la concedió la Divina Providencia en Málaga, ¿no debo yo entregársela allí?”
El hombre al iniciar su trayecto en la vida, si parte del mismo punto que cualquier otro hombre nacido en ese tiempo y lugar determinado, todo lo que consuma física e intelectualmente lo van a posicionar en un punto donde va a poder ver y entender la vida, desde este horizonte cultural va a tener una perspectiva de las circunstancias que le rodean, va a seleccionar ciertos aspectos tomando como base su carácter, su formación y sus creencias, el resultado, un punto de vista de la realidad, cada sujeto tiene un punto de vista sobre el mundo.
Un fenómeno puede ser fragmentado en muchas realidades, precisamente porque el fenómeno es lo velado y la interpretación es lo que le da sentido a éste, la perspectiva que de este fenómeno tiene el sujeto le da sentido para tomar decisiones, la peculiaridad con que se tome depende de cada sujeto: el doctor, el médico, el artista, el abogado, ¿cuál es la correcta?, depende del sujeto, pues “Todas esas realidades son equivalentes, cada una la auténtica para su congruo punto de vista. Lo único que podemos hacer es clasificar estos puntos de vista y elegir entre ellos el que prácticamente parezca más normal o más espontaneo. Así llegaremos a una noción nada absoluta, pero, al menos, práctica y normativa de la verdad” (Ortega y Gasset, 2007, pág. 15)
 Ésta es una invitación a compartir el discurso de Mariano de Cárcer y Diesder sobre España y México, sus dos patrias,  en su libro Apuntes para la historia de la Transculturación Indoespañola, pues como dice ésta es una forma de pagar la deuda que adquirió:
“Con estas cosas que digo
Y otras que paso en silencio,
A mis soledades voy,
de mis soledades vengo”.
El Autor


Bibliografía
De Cárcer y Disdier, M. (1995). Apuntes para la Historia de la Transculturación Indoespañola. México: Universidad Nacional Autónoma de México.
Ortega y Gasset, J. (2007) El tema de nuestro tiempo. México. Porrúa




[1] Sobre el autor. Es licenciado y maestro en historia por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Actualmente es académico e investigador en la Universidad del valle de Puebla. Es colaborador en la coordinación académica en Óclesis, Víctimas del Artificio. 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Mundo Feliz

Por: Patricia Itzel Rivera Hernández


Fuente de imagen:
http://www.cnnexpansion.com/lifestyle/2013/07/25/un-mundo-feliz-con-finn-dean
Era una mañana fresca y Jimmy, como siempre, se bañó con una sonrisa para empezar el día. Salió y vio al viejo Montero en su silla, reveló su saludo hacia él, pero el viejo sólo hizo una mueca de desprecio y volteo su cabeza. Era la primera cosa que revolcaba la pureza de Jimmy ese día, pero no le importó. Siguió caminando. De repente la tierra empezó a girar alrededor de él, cada grano de tierra se impregnaba en su ropa, en su piel. Parecía ser una buena experiencia, hasta que una gota de lluvia cayó en su cabeza y volvió lodo su alegría, una vez más. Corrió a refugiarse y encontró alojo en las faldas de un edificio, estaba a punto de marchitar su sonrisa, pero encontró algo: Una pequeña esencia de luz en el piso. La levantó, la sostuvo entre sus manos y la absorbió. Colores... Colores abstractos que le devolvían la felicidad y le permitían fragmentar recuerdos. Eran colores que giraban alrededor de su corazón como los anillos de Saturno. La lluvia cesó, y comenzó a pasar gente. Esta vez era gente feliz, gente especial que daba buenos días y tarareaba canciones al compás de sus pasos. Jimmy seguía empapado en colores y la gente se daba cuenta de eso, pero lo alagaban, y le permitían dejarlos fluir. De pronto se escucharon pasos... Era un viejo amigo que se acercaba decidido a acariciar la cabeza de Jimmy, la caricia terminó cuando se dio cuenta que dolía, y remato al escuchar:" Caramba Jimmy, tan temprano y tú contemplando las estrellas, ya no te vayas a Marte". Al sentir cómo se encharcaba su refugio por la lluvia incesante y por las miradas y murmullos de la gente, decidió tragar otro pedazo de color y seguir con su mundo feliz.