domingo, 25 de septiembre de 2016

Decisiones éticas en la investigación científica

Por: Noé Cano


Fuente de imagen:
https://www.youtube.com/watch?v=RX6ZbVc7Ubs
La ética tiene como materia de estudio a la conducta humana, los actos consientes y voluntarios de que es responsable el individuo, pero en ese actuar cotidiano la línea que divide lo que debe ser de lo que no, es muy tenue, es decir, las cosas son como son, no como deben ser, he ahí el dilema, el hombre actúa y se relaciona con el otro con base en lo que él piensa que es lo correcto, pero en qué proporción la conducta del individuo le permite entablar relaciones exitosas con otras personas sin afectarlas, sin dañar a terceros, sin perturbar a la sociedad.
Vivir es convivir, pero vivir en sociedad muestra una faceta complicada, al entrar en contacto con otros sujetos compartimos gustos costumbres, tradiciones, creencias y un sinfín de conocimientos que a veces no compaginan con el otro, he ahí cuando se empieza a buscar un punto de apoyo para guiar las acciones de los individuos y su relación entre ellos, después del siglo XVII, la ciencia basada en la razón permite estabilidad y seguridad al conglomerado social uniformando pautas culturales, como menciona Luis Lezama:

“Solo cuando la razón se impone y se rescata como única vía para asegurar la permanencia de la sociedad, el respeto a la vida adquiere un sentido y se destaca la importancia de los miembros del grupo. Nace así la idea moderna de sociedad; el triunfo de la razón se traduce en contrato que asegura a cada uno la propiedad de determinados bienes. Pero este contrato de sociedad origina el contrato de dominación que somete la voluntad individual a la razón de estado”. (Lezama, 1998, pág. 23)

Esto mismo sucede en el campo académico, el avance en el campo de la ciencia y la tecnología ha permitido a la humanidad crecer a ritmos agigantados, las grandes civilizaciones dejan sentir su poder en diversidad de terrenos: transporte, comunicación, entretenimiento, educación, etc., pero esta es un arma de dos filos si no se ocupa adecuadamente, el conocimiento ayuda en gran medida a la humanidad, pero también se puede ocupar en prejuicio suyo, el manejo del conocimiento debe de estar regulado para garantizar el beneficio social mediante un contrato, actualmente, el nombre de ese contrato social es la ética.
En la actualidad, los constantes cambios motivados por la globalización, el desmedido uso de la tecnología, la educación deficiente, el poco o nulo apoyo gubernamental y las nuevas modalidades de titulación a nivel licenciatura ha motivado el descenso en el desarrollo de investigaciones y la calidad de las mismas, problema que se viene arrastrando desde el nivel medio superior por el poco aprecio y profundidad que se le dan a las clases de metodología de la investigación, análisis de la información e investigación documental y redacción, además del poco rigor metodológico que se le pone a las demás asignaturas a la hora de crear habilidades específicas.
En el caso de las ciencias sociales, naturales o exactas, ¿Cuáles son las reglas que se siguen para el desarrollo de las investigaciones?, la investigación científica debe de ser válida y confiable en los resultados que presenta, para esto el investigador independientemente del campo de conocimiento en que se desenvuelva debe de tomar en cuenta los siguientes elementos: “el acceso al escenario, las estrategias de entrada, el contacto con las fuentes de información, la presentación de la propia investigación, la identificación de los informantes clave, la adopción de un rol, el grado de participación y el abandono del escenario de investigación.” (Aguilar Rodríguez, 2011, pág. 22)
La ética profesional en la investigación se pasa por alto en aspectos tan triviales pero tan fundamentales que es necesario hacer mención de ello, por ejemplo “el plagio”, el robo de ideas es un elemento de poco interés que en muchas partes no se le da la atención adecuada, en una nación como es el caso de México, que no se preocupa por la lectura y el desarrollo de investigaciones, se hace el pan de todos los días el utilizar frases prestadas y postearlas sin la mayor preocupación de quien, cuando y donde se dijo, ya ni se diga del uso del modelo APA (apellido, fecha, página), esa acción que los docentes descuidan y los estudiantes practican en secundaria, bachillerato y universidad es solo un ejemplo del problema que enfrenta la educación en México, es más, ni siquiera la tiene contemplada una gran cantidad de docentes que imparten cátedra no importando el nivel educativo en el que se desempeñan, a pesar de que por lógica y formación deberían de dominar estrategias de investigación en su campo de acción.
Pero el plagio no es el único problema que se enfrenta en el campo de las ciencias, en el nivel superior, se dan muchos problemas al momento de pasar por las materias de Metodología de la Investigación, Seminario de Investigación o de Tesis, la deficiencia de herramientas metodológicas por parte del docente a lo largo de toda su formación académica impide que el alumno pueda leer y redactar adecuadamente, por lo que no puede mostrar resultados óptimos mediante resúmenes, síntesis, opiniones personales críticas, citas de autores con fundamentos, hacer graficas o utilizar estadística descriptiva básica, el resultado final en el mejor de los casos es un trabajo deficiente, pero puede ser más complicado, la falta de habilidades metodológicas y de lectoescritura conlleva a cuadrar resultados o falsearlos y presentarlos como un trabajo de investigación que le va a dar al estudiante sin el merito correspondiente el grado académico de licenciado o ingeniero, pero eso no es lo más grave, el problema es que la investigación resultante denominada Tesis, va a formar parte del cumulo de cocimientos almacenados como validos, fidedignos, objetivos, críticos y de calidad que se presentan en el nivel superior, y que pueden ser utilizados para fundamentar otros trabajos serios, “lo peor es que la información inventada tal vez vaya a ser usada de buena fe por otros, lo que puede conducir a muchos trabajos infructuosos.” (Aguilar Rodríguez, 2011, pág. 24)
Un tercer punto a tratar con respecto a la investigación es la publicación de resultados, hay dejar claro que los avances que ha tenido la ciencia en los diversos campos de conocimiento se debe a la prueba-error, y no como lo pinta actualmente la ciencia en donde sólo se ve éxito por todos lados, esas son patrañas, gran parte de los logros científicos han llegado después de muchos errores cometidos, como lo menciona Thomas Kunt en su libro la estructura de las revoluciones científicas, por lo que el investigador también tiene la obligación ética de dar a conocer la otra cara de la moneda para así mostrar a la ciencia como lo que es, un quehacer cotidiano al que se dedica el hombre con el fin de resolver problemas y necesidades que se le presentan, así se le sacaría del velo de  perfección del que está cubierto y permitiría no esperar tanto de ella.
La ética del investigador es esencial para el avance social como lo muestra Rubén Maraví, por lo tanto “…debe evitar describir los descubrimientos como el producto de una estrategia analítica cuidadosamente planeada cuando no fue así, porque muchos descubrimientos llegan en forma inesperada. Ello es deshonesto. La ciencia avanza con honestidad y franqueza, los egoísmos y los engaños la retardan.” (Mesía Maraví, Enero-junio 2007, pág. 140)
Tomando la definición de ética como “de conformidad con las normas de conducta de una profesión o grupo” (Mesía Maraví, Enero-junio 2007, pág. 139),  y si esta definición se utilizara en la práctica profesional de la investigación, así como se supone se usa en la vida diaria, las cosas podrían dar un cambio en nuestro contexto próximo, pues al implementarse normas de comportamiento en el ámbito académico y escolar tarde o temprano impactarían en  la sociedad.
Para concluir, podemos decir que la ética debe de ser una premisa fundamental en la investigación científica que dé un punto de vista objetivo de la realidad para comprender el mundo y sus problemas, por lo tanto, al mencionar José Ortega y Gasset que lo más importa de un sistema científico es que sea verdadero, toma como punto de partida la proyección del pensamiento del sujeto hacia el mundo, de ahí que cuando menciona “Nuestro pensamiento pretende ser verdadero; esto es, reflejar con docilidad lo que las cosas son” (2002, pág. 5), lo hace tratando de comprender la realidad, por eso toma al hombre y sus circunstancias, elementos que conforman la realidad, “Finalmente, a un nivel aún más elevado, existe todavía otro conjunto de compromisos sin los cuales ningún hombre es un científico. Por ejemplo, el científico debe interesarse por comprender el mundo y por extender la precisión y el alcance con que ha sido ordenado.” (Kuhn T. S., 1971, pág. 78), claro esta de forma ética y sin prejuicio social.

Bibliografía
Aguilar Rodríguez, A. A. (2011). Cuadernillo de taller de ética por competencias para primer semestre para Ingeniería en Sistemas computacionales. México: Tecnológico de Estudios Superiores Oriente del Estado de México.
Kuhn, T. S. (1971). La estructura de las revoluciones científicas. México: Fondo de Cultura Económica.
Lezama, J. L. (1998). Teoría social, espacio y ciudad. México: El Colegio de México: Centro de Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano.
Mesía Maraví, R. (Enero-junio 2007). Contexto ético de la investigación social. Investigación educativa vol.11, N.19, 137-151.

Ortega y Gasset, J. (2002). El Tema de Nuestro Tiempo/La rebelión de las masas. México: Porrúa.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Los años en la Vida

Por Oscar O. Chávez Rodríguez[1]


Fuente de imagen:
http://www.actitudfem.com
La vida se mide en años, no porque tal sea su medida, sino por un convencionalismo y utilidad social. Se puede hablar, se ha hablado –atendiendo a ello–, de los buenos años, los años dorados, aquellos que han dejado su huella en una sonrisa perenne, en un sentirse a gusto; también se ha hablado de esas otras épocas (años) en las cuales lo aciago, no lo triste sino la tristeza y lo lamentable se imponen, dejando su impronta en el tiempo que tarda en retomar un cauce a la medida de la existencia, permitiéndole retomar sus pasos, andar nuevamente una senda. Años cuya evocación nos alerta de los posibles extravíos, a esto hay que endilgar la frase según la cual “el tiempo lo cura todo”, no es que lo cure, es sólo que se le asume como aprendizaje, experiencia en la cual el propio sujeto, el ser tan falible llamado humano, logra una transparencia desde la cual observa, mira su propio vivir. Ya esto dará alguna luz a propósito de esos seres que viven en las sombras, quizás sea más atinado decir: penumbras, incapaces de ascender –ascensión siempre será– allí donde la claridad se extiende, abarcando amplias escenas de la existencia, generando estancias para el propio vivir, el singular, el de uno. Sombra adensada, pesada que nubla la conciencia y confunde la razón, extraviando, además, la pasión o llevándola, al menos, a un querer estar acompañada; empecinamiento que se vuelve imagen de otra vida que provoca el simple precipitarse del tiempo, su deslizarse –y con él uno– hacia un abismo de lo no vivido porque lo memorable –los años– está ausente.
Los años, un año…. A las claras: la temporalidad constitutiva del ser humano en la cual, no sin esfuerzo, logra reconocerse y habitarse plenamente –aunque no definitivamente ya que somos abierta interrogación, indeterminada presencia–, consiguiendo, al par, que la sonrisa torne en tiempo constante, en duración existencial que nos hace ingresar a la vida, a nuestra vida desde la cual aprendemos –en el tiempo– que la felicidad es posible.
Temporalidad y soñar (se) que se vuelven bisagras que unen nuestra alma con la quietud, permitiendo la emergencia de lugares para la existencia que no son otra cosa que el tomar nuestra vida a nuestra cuenta, sin necesidad de asideros, de tablas de salvación a la medida de nuestro desamparo. El tiempo salva porque los sueños nos hacen intimar con nuestra soledad, porque vamos hilvanando lugares –Espacios y lugares– en los que resplandece nuestra vida en libertad.
Libertad en primerísima persona que permite adentrarse en la niebla, en la espesura de una existencia inesperada, luego el recuerdo, las memorias y todas las voces que se hacen silencio externo para volverse charla interior, para habitarnos en el alma, en el lugar desde el cual brota el suspiro.
“El cuerpo, cárcel del alma” escribió algún filósofo –por voluntad, aunque en esencia poeta–, sin darse cuenta la gravísima condición que su sentencia revelaba, sin lograr precisar las consecuencias que traería su empecinarse en la razón, no en lo inmediato, ciertamente, pues habría que esperar el impostergable caminar histórico del ser humano y con él la emergencia de una insatisfacción con la razón. Instalado en el mundo de las Formas el hombre parecía sentirse pleno, haber alcanzado alguna plenitud que, sin embargo, sería puesta en entredicho cuando el suspiro se hacía más intenso, reclamando su propio espacio, su horizonte existencial exclusivo y no por una apetencia o simple rebeldía, sino por un sofocarse del alma que buscaba liberarse. Cuerpo–cárcel que no pudo contener, evitar o encerrar el suspiro que liberaba el alma. Alma en libertad que no buscaba enseñorearse, sino descender a los espacios de la vida, aquellos abandonados en favor de la razón, y construir lugares a la medida de ella, la recién liberada.
Suspiro vuelto una caricia ingenua, con ingenuidad y ternura. Caricia en tercera persona que nos toca cada mañana cuando le recordamos, cuando su nombre emerge en el pecho y se esconde en los labios tornándose en sonrisa. Nombre, tu nombre, un nombre, mil nombres... ¡la sonrisa permanece! Y al pasar del tiempo o con el tiempo, la emergencia de un jardín pleno, con sus rincones poblados de recuerdos, con sus fuentes insomnes y en total armonía:

“Jardín cerrado al tiempo
y al uso de los hombres.
Intacta, libre,
en generoso desorden
su materia vegetal
invade avenidas y fuentes…
Allí, tal vez,
cierta nocturna sombra
de humedad y asombro
diga de un nombre,
un simple nombre…”[2]

Allí habita la existencia, la sonrisa, el nombre. El alma en camino de reconocerse plenamente, al punto de adentrarse en la niebla para volverse recuerdo de un momento de plenitud, de incandescente pasión y amor sincero... Luego una sonrisa de gratitud por haber coincido, por haberse habitado mutuamente. Cerrarse del jardín, cumplida curvatura del tiempo que deja de pesar y permite seguir en el camino.
Nos abandona, entonces, el tiempo, nos deja en la ausencia de uno mismo, de ella, de todo aquello que en su resplandor constituyó nuestra sonrisa, sostuvo la mirada.... Nos abandona el tiempo, nos hace derramar lágrimas de nostalgia, suspiros desganados, al punto del cesar. Luego, en la ajenidad del tiempo, en un reclinarse de la existencia la emergencia de una vereda, apenas una tímida senda en cuyo horizonte despunta la casa del recuerdo, hacia ella encamino mi vida, triste y ajena, buscando encontrar entre la memoria vuelta imágenes un detalle, un boceto de tu mirada tan llena de mi presencia... Nada aparece, sólo nostalgia de ti, intención de mí....



[1] Licenciado en Filosofía y Economía, Maestro en Ciencias Políticas, estudios realizados en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, institución en la cual se desempeña como Profesor–investigador adscrito a la Facultad de Economía; actualmente realiza estudios de Doctorado en Ciencias Sociales y Políticas en la Universidad Iberoamericana, Cd. de México. Es colaborador activo en Óclesis.
[2] Álvaro Mutis. Lied en Creta IV (fragmento). Summa de Maqroll el gaviero.