lunes, 30 de enero de 2017


De reaccionario a socialista: la paradoja ideológica del
pensamiento sociopolítico tardío de H.P. Lovecraft *

Francisco Hernández Echeverría



Nadie piensa ni cree que sean verdad las cosas
que pretende considerar como indiscutibles”.
 
Tomás Carlyle


Fuente de imagen:
http://www.identi.li/index.php?topic=192753
I) Introducción. Las ideas filosóficas de H.P. Lovecraft permanecerán virtualmente inalteradas a lo largo de su trayectoria vital, pero no puede decirse lo mismo de sus vaivenes ideológicos en cuanto a economía y sociopolítica. De hecho este último aspecto ha sido poco estudiado, y en castellano mucho más por la falta de traducciones. Por ello se ha prestado a que Lovecraft sea inscrito desde nacionalsocialista o comunista.
II) El reaccionario y fascista. Resulta casi perogrullesco afirmar que el primer contacto con la política en un ser humano suele ser a través de su entorno familiar. Lovecraft convivió demasiado poco con su padre como para que sus inclinaciones políticas dejasen alguna impronta en su joven vástago, ya que fue ingresado en un manicomio en 1893, cuando Howard tenía sólo tres años. Parece que Winfield Lovecraft solo influirá en un aspecto, notable por un lado, del pensamiento del futuro escritor: su anglofilia. Lovecraft recordará, años más tarde, como su padre la advertía acerca de los peligros de los americanismos a la hora de hablar inglés.
            Sin embargo Lovecraft encontrará un adecuado sustituto para la figura paterna en la persona de su abuelo materno, Whipple Van Buren Phillips, que como ya mencionamos anteriormente, pertenecía al grupo de los WASP. El pensamiento político de los WASP era liberal en lo económico (haciendo honor a su origen británico) y conservador en lo político. El empuje comercial de Whipple quedará suficientemente acreditado a lo largo de su vida: fue un activo y visionario especulador inmobiliario que se enriqueció y arruinó varias veces. En cuanto a sus inclinaciones políticas parece improbable que Whipple votase a otro partido que no fuese el conservador Partido Republicano.[1] En este sentido Whipple no se diferencia de sus contemporáneos; el WASP de Nueva Inglaterra —que representaba a la mayoría de la población— solía votar invariablemente al Partido Republicano: una lista de los gobernadores de Rhode Island durante el período que comprende la vida de Lovecraft (1890-1937) arroja una proporción de 12 gobernadores Republicanos contra 5 del Partido Demócrata; para el estado de Massachussets los datos son sospechosamente similares (13 a 6) (Fuente: Wikipedia: List of Rhode Island Governors; List of Massachusetts Governors). No sucedía así entre sus iguales en el sur: sin duda el recuerdo del Republicano Abraham Lincoln pesaba en el voto de los blancos del sur, invariablemente demócratas en el período al que nos referimos.
            El pensamiento WASP se complementaba con otros rasgos típicos: una aguda consciencia de clase (consciencia que influirá poderosamente en Lovecraft), protestantismo religioso y un americanismo militante. Además muchos de estos WASP, y Whipple no fue una excepción, se sentirían atraídos por la masonería. Sin duda esto se debía a la influencia de los llamados “Padres de la Patria”, los firmantes de la declaración de independencia norteamericana donde el elemento masón pesaba, y mucho. Aunque a finales del siglo XVIII ser masón era sinónimo de progresía, en los tiempos de Whipple era más una cuestión de prestigio personal que un claro posicionamiento político.
Sin embargo, dos particularidades fundamentales separan a Lovecraft de esta herencia burguesa y WASP: su ateísmo y su anglofilia, la cual derivaría en racismo. Ésta última es más inexplicable que su ateísmo, por lo absolutamente extraordinaria que resulta entre sus contemporáneos. Lovecraft debió de ser de los poquísimos americanos de su tiempo, y por extensión de toda la historia, que consideraba a Benedict Arnold un héroe en vez de un villano[2].
Lovecraft crecería educado entonces bajo un ambiente típicamente burgués de la segunda mitad del siglo XIX. Siempre fue un nostálgico de una Inglaterra y una Europa que, paradójicamente, nunca. Por la educación recibida por su abuelo, su madre y sus tías, se consideraba heredero de las tradiciones británicas enraizadas en la Nueva Inglaterra que le vio nacer y desarrollarse como escritor. Consideraba esa región de EEUU la menos “contaminada” por un mundo moderno que Lovecraft despreciaba sin ambages: “Todos los ideales dela moderna América —basados en la velocidad, el lujo mecánico, los logros materiales y la ostentación económica— me parecen inefablemente pueriles y no merecen seria atención”. El escritor se consideraba a sí mismo un británico y Derleth admite en La lámpara de Alzared —un cuento en homenaje a Lovecraft— que su siglo favorito era el XVIII y que consideraba a la independencia norteamericana como el comienzo de la decadencia de EEUU (denominaba no sin cierto humor la Independencia “el cisma de 1776”). Con un convencimiento de este tipo no es extraño que el escritor en ciernes buscara un refugio en un pasado ya muerto, que se reflejaría en esta doctrina burguesa —laissez faire económico, conservadurismo político— se vería complementada por una querencia por la expresión artística y cultural, cultivada por el propio Whipple, unida a una tendencia a pensar en el burgués como el “aristócrata” de los nuevos tiempos —el patronazgo de las artes y las letras es sólo uno de sus efectos— donde el burgués victorioso que se había elevado por encima de las ruinas del Antiguo Régimen, destruido por la Revolución industrial, tomaba el puesto del noble terrateniente. Este fenómeno de sustitución fue aún más agudo en los EEUU, donde no existía una nobleza de estilo europeo. Dicho pensamiento dominará a Lovecraft, que se veía a sí mismo como una especie de aristócrata, durante la mayor parte de su vida.
A pesar de relacionarse con un amplio círculo de escritores con los que fraguó una sólida amistad epistolar, esta particularidad social no derribó los prejuicios “británicos” que le hacían abominar de todo lo que consideraba “contaminado” en el género humano.
Cuando estalla la Primera Guerra Mundial, Lovecraft debe enfrentarse a una de las crisis más importantes del mundo occidental, inclusive la crisis interior que le causa saber que Inglaterra y Alemania han entrado en conflicto. Como tantos otros contemporáneos, Lovecraft veía a ambas naciones como hermanas —sus familias reales estaban emparentadas, sus áreas de influencia respectivas no entraban en conflicto y, quizás lo más importante, representaban en la mente de Lovecraft un mismo acerbo cultural y racial— y la declaración de guerra le pereció poco menos que un acto contra-natura. Sobre este asunto publicaría en el No. 1 de “The Conservative” de abril de 1915, “The Crime of the Century” (El crimen del siglo), donde lamenta la lucha “fratricida” entre Germanos y Anglosajones:

Por encima de crímenes tales como los complots Serbios contra Austria o el desprecio Alemán de la neutralidad Belga, muy por encima de asuntos tan tristes como la destrucción de vidas inocentes y de la propiedad privada, se encuentra el más supremo de todos los crímenes, una ofensa no solo a la moral convencional sino a la naturaleza misma; la violación de la raza.
  En el antinatural alineamiento de las diferentes potencias contendientes [se refiere, a la alianza entre Británicos (Teutones), Franceses (Latinos) y Rusos (Eslavos) contra Alemanes y Austriacos (Teutones)], observamos un desafío a los principios antropológicos que sólo pueden conducir al desastre.

Sin embargo, pasado el susto inicial, Lovecraft tuvo muy claro a quien debía su lealtad: la visión, despreciativa y caricaturesca, que nos ofrece del militarismo alemán en su relato “El templo” es el ejemplo más conocido de este fenómeno. Da comienzo una etapa en la que insiste neciamente en la necesidad de que los EEUU entren en guerra apoyando a la “Madre Patria”. Cuando el 7 de mayo de 1915 el submarino alemán U-20 hunde al trasatlántico “Lusitania”, en el que mueren 128 ciudadanos estadounidenses, Lovecraft escribirá un furibundo artículo escrito en verso para “The Conservative” titulado “The Crime of Crimes: Lusitania” (Crimen de crímenes: el Lusitania). Artículo que tiene el honor de ser el primero publicado por Lovecraft en una revista extranjera: una oscura publicación galesa llamada “Curious Things” (Cosas curiosas). Por fin, en 1917, Lovecraft vería sus deseos satisfechos: EEUU ingresa a la “Gran Guerra”.
            Cuando termina la guerra, el panorama de Europa es desolador, 
Sin embargo tampoco debe extrañarnos sobremanera: la primera etapa de pensamiento político lovecraftiano se distingue por una suerte de extremismo, un llevar su herencia conservadora hasta el límite. Fenómeno que queda manifiesto en “The Conservative” de julio de 1916:

Fuera del dominio de la literatura pura, The Conservative siempre será un entusiasta defensor de la abstinencia total y de la prohibición [la del alcohol, se entiende], de un moderado y sano militarismo, en oposición al peligroso y antipatriótico pacifismo; del pan-Sajonismo, o la dominación de los ingleses y razas afines sobre las divisiones inferiores de la humanidad; y un gobierno constitucional representativo, en oposición a los perniciosos y esencialmente falsos esquemas que representan la anarquía y el socialismo.

Este pasaje, profundamente reaccionario, no es sino el corolario del pensamiento político que dominaba la mente de Lovecraft durante este período. La alusión al pan-Sajonismo (o pan-germanismo que para el caso es lo mismo), o destino manifiesto de algunas razas o naciones a dominar e iluminar a otras distaba mucho de ser revolucionario en la época a la que nos referimos. Al final del siglo XIX y principios del XX el hombre blanco, esto es occidental, había demostrado, o creía haber demostrado, una evidente superioridad sobre las demás razas. El capitalismo y el colonialismo eran la prueba palpable de que allá donde el hombre blanco había tenido que “educar” al salvaje —el americano al piel roja, el francés al indochino, el británico al indio, el belga al africano— el progreso que encarnaba salía triunfante. Este colonialismo era vestido de un barniz de progreso y evangelización que no solo lo convertían en lógico, sino en moralmente deseable. Esta visión tan etnocéntrica se vería sancionada por los “descubrimientos” de ciertos científicos que, aplicando la teoría Darwiniana de la supervivencia del más apto a naciones, pueblos y movimientos históricos, daban la conveniente patina de respetabilidad científica.
La mención al anarquismo y el socialismo también resulta prototípica del pensamiento conservador de la época, de manera especialmente aguda entre los individualistas de tradición anglosajona, que consideraban a estas doctrinas como esencialmente extranjeras, contrarias a siglos de sólida tradición parlamentaria y moralmente aberrantes. Bajo las alarmantes noticias que llegaban de la Gran Revolución Bolchevique y el comienzo de la dictadura comunista, Lovecraft escribirá un ensayo acerca del tema, titulado “Bolshevism” (publicado en “The Consevative” en el número de julio de 1919), donde demuestra un olímpico desconocimiento de la verdadera naturaleza del comunismo: “The workers who strike, and the shouters who incite to crime, are obviously possessed of the notion that the property of the wealthy could practicably be shared with them; that even if they were to seize the things they covet, they could continue the enjoyment of civilised existence and of protection against violence” (Lovecraft, 2006: 38). [3]
Y con esto entramos en el controvertido tema del racismo en HP Lovecraft. Como nota muy acertadamente Rafael Llopis, Lovecraft amaba la Nueva Inglaterra colonial porque aún no había sido mancillada por esa chusma de extranjeros miserables venidos de la Europa Continental. La historia anti-inmigrante aparece anticipadamente en los xenofóbicos poemas de Lovecraft como “New England Fallen” (La caída de Nueva Inglaterra) y “On a New-England Village Seen by Moonlight” (En un pueblo de Nueva Inglaterra visto por la luz de luna).
En uno de sus cuentos más conseguidos, The Horror at Red Hook (El horror de Red Hook), el escritor retrata así la degeneración de la masa de inmigrantes en las grandes ciudades norteamericanas dela época:

The population is a hopeless tangle and enigma; Syrian, Spanish, Italian, and Negro elements impinging upon one another, and fragments of Scandinavian and American belts lying not far distant. It is a babel of sound and filth […] Here long ago a brighter picture dwelt, with clear-eyed mariners on the lower streets and homes of taste and substance where the larger houses line the hill. [Now] This tangle of material and spiritual putrescence the blasphemies of an hundred dialects assail the sky. [4]

Y así continúa indefinidamente en un cuento donde el horror va creciendo hasta alcanzar lo más profundo del alma del lector. Estas frases no son sólo una muestra del estilo de The Horror at Red Hook, en ellas se agazapa el espíritu que nimba toda la obra del atormentado escritor. En efecto, no es difícil encontrar en los monstruos deformes de Lovecraft, en esas “blasfemas abominaciones” tan recurrentes en sus relatos, un reflejo de las “impurezas” raciales que él consideraba poco menos que mortales para la supervivencia de la “verdadera” humanidad. En la ocasión en que Lovecraft viajó a Nueva York escribió que caminaba por el centro de la calzada para no rozar esa “horda ítalo-semítico-mongoloide” que deambulaba por las calles mostrando todo su aspecto de degradación moral y física, las llagas purulentas y la podredumbre espiritual y material que los hacía indeseables a seres más “puros”, como el propio Howard.
En los meses de septiembre y octubre de 1919 la policía de Boston se lanza a la huelga, hecho que estremeció a Lovecraft y le inspiró a escribir su excelente cuento “The Street” (La calle; escrito a finales de 1919 y publicado por primera vez en diciembre de 1920 en la revista amateur “Wolverine”, No. 8. La primera edición en castellano fue en El sepulcro [Traducción y nota de E. Haro Ibars], Madrid: Júcar, 1974), tal como lo declara en una carta a Frank Belknap Long escrita el 11 de noviembre de 1920:

The Boston police mutiny of last year is what prompted that attempt —the magnitude and significance of such an act appalled me. Last fall it was grimly impressive to see Boston without bluecoats, and to watch the musket-bearing State Guardsmen patrolling the streets as though military occupation were in force. They went in pairs, determined-looking and khaki-clad, as if symbols of the strife that lies ahead in civilisation's struggle with the monster of unrest and bolshevism (en Joshi y Schultz, 2001: 254). [5]

“The Street” es la historia de una pequeña ciudad de Nueva Inglaterra, presumiblemente Boston, desde sus humildes orígenes en la época colonial, poblada por buenos hombres ingleses, limpios y respetuosos con las tradiciones sajonas, hasta los años inmediatamente posteriores a la Primera guerra mundial. Conforme va creciendo la ciudad, alrededor de la calle se plantan muchos árboles y se construyen a lo largo de ella “sencillas casas de ladrillo y madera, adornadas con un jardín de rosas”. Pero, con el fin de la “Gran Guerra”, el desarrollo de la Revolución industrial y la Revolución Bolchevique, la calle va convirtiéndose poco a poco en un arrabal hundiéndose en  la depravación de la mezcla de razas, pues a ella llegan hordas de emigrados rusos, la mayoría de ellos grupo de anarquistas “terroristas” que traman destruir a los EEUU. Al final será la misma calle la que se unirá en contra de ellos, matándolos a todos. Dice Lovecraft: “There be those who say that things and places have souls, and there be those who say they have not; I dare not say, myself, but I will tell of the Street […] Men of strength and honour fashioned that Street: good valiant men of our blood who had come from the Blessed Isles across the sea” [6]. Era un ataque cáustico apenas velado de la emigración de elementos ajenos a la cultura WASP y que para colmo eran portadores del marxismo revolucionario y su rígida teoría social:

Handbills and papers fluttered about filthy gutters; handbills and papers printed in many tongues and in many characters, yet all bearing messages of crime and rebellion. In these writings the people were urged to tear down the laws and virtues that our fathers had exalted, to stamp out the soul of the old America —the soul that was bequeathed through a thousand and a half years of Anglo-Saxon freedom, justice, and moderation. [7]

Esta visión tan negativa de lo “revolucionario” —encarnada en un extranjero barbudo y fanático, conspirando en una taberna— distaba mucho de ser infrecuente en la época a la que nos referimos. De hecho era justo lo que se suponía que debía pensar un gentleman inglés. Quizás el ejemplo literario más claro del fenómeno en la literatura lo podemos encontrar en la novela El agente secreto (1907), de Joseph Conrad. Los “anarquistas” de Conrad son seres despreciables, de nula moralidad donde el anarquismo es una coartada ideológica para sus verdaderos pecados: la codicia, la lujuria, la maldad. Estos anarquistas, el gesto no es casual, tienen invariablemente nombres o apodos extranjeros —esto es, no anglosajones: Verloq, Ossipon, de Michelis. Sin duda los excesos más espectaculares del anarquismo de principios del siglo XX, con enorme profusión de asesinatos políticos y actos terroristas con bomba, no contribuyeron a su buena prensa.
Sin embargo, ese curioso racismo de Lovecraft no le impedía mostrar como monstruos degenerados a los propios WASP que eran víctimas de la “evolución a la inversa”, tendía a igualar al género humano pero en negativo.
En esta época comentó extensamente en su correspondencia La decadencia de Occidente de Oswald Splenger.
Dadas sus credenciales políticas, Lovecraft saludó al fascismo —al igual que tanto contemporáneos— como un movimiento regenerador, una especie de “tercera vía” entre una democracia que se había mostrado corrupta, ineficaz e intrínseca enferma y un comunismo que significaba la destrucción de todo aquello que le era querido.
Podríamos caer en la tentación de pensar que cuando Lovecraft habla de “un gobierno constitucional representativo” se está refiriendo a un gobierno democrático tal como lo conocemos hoy en día. Nada más lejos de la realidad si examinamos este párrafo de la carta que dirige a James F. Morton el 10 de febrero de 1923: “Galpinius and I have been discussing democracy a lot lately, and we agree that it is a false idol […]I maintain that, logically, man of taste should prefer such things as favour strong and advanced men at the expense of the herd. Of what use is it to please the herd? […]"Equality" is a joke”. [8]

Tenía simpatía moderada por Adolf Hitler (abandonada muy pronto) y una adhesión abierta a Mussolini que lo llevó a plantear:

We regard the rise of democratic ideas as a sign of cultural old age and decay, and deem it a compliment to such men as Mussolini when they are said to be "XVth century types”. We are proud to be definitely reactionary, since only a bold repudiation of the word "liberal" pose and the progress illusion can we get the sort of authoritative social and political control which alone produces things which make life worth living. [9]

Lo cierto es que, al menos en esta época el sistema de gobierno preferido por Lovecraft era una especie de timocracia soloniana (gobierno de los privilegiados por la riqueza) o democracia limitada (gobierno de los más “capaces”). En el caso de Lovecraft, el ciudadano blanco y culto. Era obvio que no consideraba que otros grupos como podían ser un proletariado infestado por paletos incultos, por no mencionar a los ciudadanos de otras razas, pudiese participar en política. La idea distaba mucho de ser infrecuente entre los ciudadanos de su época: el sufragio femenino no sería aprobado por el congreso de los EEUU mediante la decimonovena enmienda hasta 1920, en algunos países europeos tardaría incluso más. La teoría de un gobierno que representase únicamente a una determinada clase —cuyo mejor ejemplo podía encontrarse en la Alemania de Bismarck— sería central en el pensamiento político de Lovecraft durante el período.
La “Gran Depresión” mundial propiciada por el crack bursátil de 1929.       Esto lo podemos corroborar en una carta dirigida a Alfred Galpin el 27 de octubre de 1932:

[…] Por ello (y desechando a la democracia y al comunismo como perjudiciales para la civilización occidental) apoyo un tipo de fascismo que pueda, al tiempo que mantiene feliz a la peligrosa masa a expensas de los innecesariamente ricos, preservar la esencia de la civilización tradicional y dejar el poder político en manos de una pequeña y cultivada (aunque no excesivamente rica) clase dirigente hereditaria, abierta al acceso de aquellos individuos que se eleven a su nivel cultural (Lovecraft, XXX, vol. IV: 92-93).

Este pasaje contiene algunos puntos de interés. El más reseñable es su preocupación por la “peligrosa masa”, el pueblo llano. La carta fue escrita en 1932, justo en uno de los momentos más bajos de la crisis del 1929. Se calcula que en la fecha en que fue escrita, 13 millones de personas habían perdido su trabajo con respecto a 1929, formando auténticas legiones de vagabundos que en muchos casos cometían actos de pillaje y vandalismo impulsados por el hambre. Y, lo que era mas grave para el ciudadano medio americano, el comunismo —que nunca había sido de gran importancia en los EEUU— experimentó un importante surgimiento. Experiencias  como la de Chicago, donde el partido comunista alcanzó su máximo de afiliados y participó en todo tipo de protestas y huelgas, significando un serio toque de atención al anticomunismo estadounidense.
            En tales circunstancias el fascismo, con su inconfundible toque populista y sus nebulosas invocaciones a una mejor distribución de la riqueza, podía parecer una alternativa aceptable, un mal menor, con tal de “domesticar” a las inquietas masas.
Sin embargo, para 1931, el triste espectáculo de las legiones de “sin techo” vagando por EEUU a consecuencia de la Gran Depresión desbordó sin duda los antiguos puntos de vista de Lovecraft, transformándolo en un “fascista vergonzante” que poco a poco irá experimentando un “giro copernicano” en su filosofía política muy cercano a las ideas, que él definía “de izquierda”. Cuestión que podemos corroborar en la siguiente carta que dirigió a J.K. Plaisier el 8 de julio de 1936:

Nella primavera del 1931, per la prima volta nella mia lunga vita ho accolto le argomentazioni sociali e politiche della sinistra. E non mi sono più tirato indietro. Anzi, mi sono spinto sempre più a sinistra —ma ho rigettato totalmente i dogmatismi specifici del puro marxismo, che sono indiscutibilmente fondati su ben precise stupidaggini [fallacies] scientifiche e filosofiche (en Turris y Fusco, XXX). [10]

A partir de este momento, la correspondencia de sus últimos años cuenta con muchas frases encaminadas hacia el pensamiento socialista.

iii) El giro copernicano hacia el socialismo. Con base a esta nueva dirección ideológica preocupada por los aspectos socioeconómicos de la política, Lovecraft celebraría la aplastante victoria de Franklin D. Roosevelt en las elecciones de finales de 1932, e inmediatamente se identificó con el New Deal (Nuevo contrato), tal como había sido propuesto durante la campaña electoral, una serie de eficacísimas y radicales medidas económicas que paliarían los efectos de la crisis estadounidense.
            Considerando apropiado plasmar sus nuevas convicciones y su eterno reconocimiento y apoyo hacia el gobierno de Roosevelt, Lovecraft escribió una serie de ensayos, tales como “Some Repetitions on the Times” (Algunas réplicas sobre los tiempos, 1933), “A Layman Looks at the Government” (Un lego echa un vistazo al gobierno, 1933) y The Journal and the New Deal (El Diario y el Nuevo Contrato, 1934).
            En “Some Repetitions on the Times” hace un enérgico llamado a apoyar las reformas económicas y sociales que se requerían para el desarrollo del New Deal. Se trata de un escrito un tanto inoportuno, elaborado probablemente de manera particular (parece ser que Lovecraft no lo mostró ni siquiera a sus amigos) y no para su publicación[11]. Sin embargo, se trata de un documento de suma importancia, ya que aclara de manera indiscutible cómo era, durante su etapa de madurez, la “nueva” posición del autor de Providence en el ámbito político.
El pasaje también prefigura una de las menciones más explicitas de Lovecraft a la política en la literatura cuando, hablando de la sociedad de al “Gran raza de Yith” en el relato En la noche de los tiempos menciona el sistema utópico de gobierno que propone, una especie de “socialismo de corte fascista”: “el sistema político y económico de la Gran Raza era una especie de socialismo fascista, con los recursos más indispensables distribuidos racionalmente y el poder delegado en un reducido consejo de gobernadores elegidos por los votos de todos aquellos que pasaban con éxito determinados tests educativos y psicológicos” (XXXX).
Independientemente de la eugenesia y racismo, esta definición ha suscitado algún que otro debate, ya que ambos términos son en principio antagónicos. ¿A qué se refiere Lovecraft cuando escribe acerca de un “socialismo de corte fascista”? La parte socialista parece decirnos que estamos hablando de una sociedad sin clases en la que no existen ricos ni pobres, una idea —la existencia de fortunas personales— que a Lovecraft debía parecerle antigua y desfasada. Por otro lado, los destinos de dicha sociedad están férreamente regidos por un grupo de individuos especialmente capacitados para la tarea, grupo al que los demás miembros de la sociedad se someten sin rechistar o, lo que es lo mismo, un gobierno fascista. Hay que recordar que la idea de un gobierno formado por “los más capaces” es central en el pensamiento Lovecraftiano, punto en el que coincidía con los fascistas y su sempiterna obsesión por el liderazgo. No es casualidad que las palabras “Duce”, “Führer” o “Caudillo” signifiquen jefe o líder en sus respectivas lenguas.

es la siguiente carta que escribe a Clark Ashton Smith el 30 de septiembre de 1934:

Mientras dure el viejo orden del laissez-faire, no le será posible a ninguna persona estar segura de tener la oportunidad de ganarse la vida, no importa lo trabajadora y dispuesta que sea. Siempre habrá (literalmente) millones de hombres capaces, dispuestos y obedientes con la ley, que no encontrarán su lugar en la industria y cuyas únicas alternativas bajo el presente sistema serán la caridad o la indigencia […] Debe decirse casi de manera dogmática que algo debe hacerse […] El viejo sistema […] no nos lleva a ninguna parte […] (Lovecraft, XXX, vol. V: 38-41).

Este pasaje resulta extraordinario en Lovecraft tanto en la forma como en el fondo: en la forma, porque pone el énfasis de manera decisiva en la economía y en las masas (los “millones de hombres capaces” que tan gráficamente describe); un rasgo típico del pensamiento socialista. En el fondo “por el giro copernicano que supone con respecto a sus antiguos puntos de vista: resulta casi inconcebible pensar que el reaccionario de los años veinte y el pensador que aboga por la destrucción del ‘viejo sistema’ son la misma persona” (Armisén, 2007). Maravilloso

            El 19 de junio de 1936 escribió el ensayo “Objections to Orthodox Communism” (Objeciones al Comunismo Ortodoxo; publicado en 2006), en donde rechaza claramente todos los dogmas marxistas, similarmente, este mismo día, dirigió una carta a C.L. Moore, en la que se define de manera abierta como “socialista fabiano”, es decir, simpatizante de un socialismo “moralista” al estilo del de la Sociedad Fabiana en Gran Bretaña, a la que pertenecía el matrimonio de Sydney y Beatrice Webb (luego fervorosos stalinistas) y el escritor George B. Shaw.

, afirmará en una carta dirigida a Henry George Weiss, del 3 de febrero de 1937: “[…] Sí, mis opiniones acerca de los asuntos políticos y económicos se han recargado considerablemente hacia la izquierda en los últimos años, hasta el punto de que podría decirse que soy definitivamente socialista por principios” (Lovecraft, XXX, vol. V: 389-393).
Es casi seguro, además, que el primer trato de Karl Marx con ideas socialistas le viniera precisamente de sus amigos, Frank Belknap Long y Robert E. Howard.
Este giro confunde a muchos lectores. Pero es un condimento y una interrupción de la armonía casi perfecta de Lovecraft. Es una crítica del sistema capitalista que ya venía haciendo y un testimonio de la necesidad de trasgredir los límites para influir en el cambio.

Conclusiones. ¿Fue socialista? Según De Turris y Fusco (XXX), Lovecraft fue siempre un hombre de derecha, un “conservador revolucionario”, y aunque en los últimos años de su vida se reconoció fabiano y apoyó el New Deal, lo hizo nominalmente porque veían en estas medidas lo más cercano a su particular proyecto político. En efecto, como dice Morote Esquivel (2007), nunca abandonó del todo las simpatías que (efectivamente) sintió por los fascismos nacientes en Europa. Estas simpatías quedaron, digamos, de puertas adentro, sepultadas tras el deseo de un solitario por conseguir un mundo “ideal” donde los hombres fueran efectivamente libres sólo después de haber roto las cadenas de la desintegración de su raza. Una vez librados de tal peligro, el hombre podría prescindir de toda dictadura. En el fondo, Lovecraft odiaba los gobiernos autoritarios, él se agarró a los fascismos con la esperanza del neurótico que ve en el orden lo más parecido al bienestar espiritual que ansiaba su alma atormentada.


ARMISÉN, Sergio (2007): “El pensamiento político de Lovecraft”, en La Web en Castellano dedicada a Howard Phillips Lovecraft y su obra (España), 08 de octubre. Obtenido el 25 de septiembre de 2008, desde: http://www.hplovecraft.es/ver_articulo.aspx?clave=politica
HARMS, Daniel (1995): “The Street”, en The Shadow Over Usenet (EEUU), 6 de octubre. Obtenido el 23 de mayo de 2007, desde: http://members.fortunecity.com/moderan/nonfic/tsou.html
JOSHI, S.T. (2001): A Dreamer and Visionary: H.P. Lovecraft in His Time. Londres: Liverpool University Press.
JOSHI, S.T. y  David E. Schultz (2001): An H.P. Lovecraft Encyclopedia. Greenwood Press.
LOVECRAFT, Howard Phillips (2006): Collected Essays, Volume 5: Philosophy; Autobiography & Miscellany. Nueva York: Hippocampus Press (S.T. Joshi editor).
____ (2003): Las ratas de las paredes y otros cuentos. México: Grupo Editorial Tomo.
____ (2002): “En defensa de Dagon”. En El horror sobrenatural en la literatura y otros escritos. México: EDAF (trad. José A. Álvaro Garrido).
____ (XXXX): Selected Letters. EEUU: Arkham House.





* Este trabajo es resultado de las “Jornadas Ocléticas” organizadas por del grupo filosófico-literario Óclesis. Víctimas del Artificio. Período Agosto-Septiembre de 2009.
[1] “Rhode Island fue políticamente conservadora hasta la década de 1930, y la familia Lovecraft votó a los republicanos durante toda su vida. Si Lovecraft votó, seguramente lo hizo por los Republicanos, por lo menos hasta 1932” (Joshi, 2001).
[2] Benedict Arnold, general de las fuerzas estadounidenses durante la Guerra de Independencia, se pasó a los ingleses. En los EEUU es el epitome de la palabra “traidor”.
[3] “Los huelguistas y los alborotadores que a tiros incitan al crimen, son obviamente, depositarios de la noción de que prácticamente la propiedad de la riqueza podría ser compartida con ellos; más aún, si decomisaran las cosas que ambicionan, podrían perpetuar el disfrute tanto de una civilizada existencia como de protección contra la violencia” (Traducción: Linda Josefina Sánchez Santiesteban, Francisco Hernández Echeverría y Víctor Flores Anzaldo).
[4] La población del barrio es una indiscernible mezcla de nacionalidades y razas; por allí deambulan sirios, españoles, italianos y negros en promiscua proximidad de grupos escandinavos y norteamericanos. Realmente es una babel repugnante y ruidosa […] No hace mucho tiempo las cosas no eran tan así; era la época en que marineros de ojos claros deambulaban por aquellas calles y casas con más personalidad bordeaban la colina. [Ahora] Más de cien dialectos y lenguas blasfemas se escuchan en aquella argamasa de podredumbre material y espiritual (Traducción de Retórica Ediciones, S.R.L., en Lovecraft, 2003: 52-53).
[5] El amotinamiento de la policía de Boston del año pasado es lo que motivó este intento —la magnitud y la importancia de tal acto me asustaba. Fue tristemente impresionante ver Boston sin uniformes azules el otoño pasado, y ver infantes del Estado Mayor patrullando las calles como si se tratara de una ocupación militar. Iban en parejas, mirando con determinación, vestidos de caqui, como un símbolo del conflicto que tenemos por delante en la lucha de la civilización contra el monstruo de la agitación y el bolchevismo (Traducción: Hugo López Coronel).
[6] “Hay quien dice que las cosas y los lugares tienen alma, y hay quien dice que no; por mi parte, no me atrevo a pronunciarme, pero quiero hablar de la Calle […] Esa Calle la crearon hombres fuertes y de honor; hombres buenos y esforzados, de nuestra sangre, llegados de las Islas Bienaventuradas, al otro lado del mar” (Traducción de Emilio Morote Esquivel, 2007).
[7] Corrían panfletos y periódicos por los arroyos inmundos; panfletos y periódicos impresos en múltiples lenguas y caracteres, portadores de mensajes de rebelión, de crímenes. En ellos se instaba a las gentes a derribar las leyes y las virtudes que nuestros padres habían exaltado, a fin de ahogar el alma de la vieja América, el alma que nos legaron, a través de mil quinientos años de libertad, justicia y moderación anglosajona (Traducción de Sergio Armisén, 2007).
[8] Galpinus y yo hemos estado discutiendo mucho acerca de la Democracia últimamente y coincidimos en que es un falso ídolo […] sostengo que, lógicamente, un hombre de gusto debería preferir apoyar a hombres fuertes y avanzados que a la plebe. ¿Qué sentido tiene contentar a la plebe? […] La ‘igualdad’ es una broma” (Lovecraft, XXX, vol. I: 207-208).
[9] Creo que la ascensión de las ideas democráticas es un signo de decadencia cultural, y admiro a hombres como Mussolini cuando es descrito “del tipo renacentista”. Me enorgullezco de ser definitivamente reaccionario, aunque sólo sea porque un firme rechazo a la pose “libera” y a las ilusiones de progreso pueda producir el tipo de control autoritario político y social que posibilita las cosas por las que merece la pena vivir (Ibíd).
[10] En la primavera de 1931, por primera vez en toda mi vida he aceptado las argumentaciones sociales y políticas de la izquierda. Y no tiene caso negarlo más. De hecho, siempre me he inclinado más a la izquierda, aunque he rechazado totalmente los dogmatismos específicos del marxismo puro, que indiscutiblemente se fundan sobre sandeces [falacias] científicas y filosóficas bien precisas (Traducción de Francisco Hernández Echeverría).
[11] “Some Repetitions on the Times” no fue publicado en ese momento, pero se encuentra disponible en la John Hay Library de Providence, donde son resguardados los manuscritos del escritor (extraordinario depósito documental para todo aquel que se dedique al estudio de Lovecraft y que debería de ser visitado al menos una vez en su vida). S.T. Joshi proporciona de todos modos un resumen en el capítulo XXIII de su volumen H.P. Lovecraft: a Life (Necronomicon Press, 1996).

lunes, 16 de enero de 2017

No
                                                                                           
 Por: Miguel Ángel Vargas


Fuente de imagen:
http://necesitodetodos.org
No nos dejan hablar cuando queremos
ni bailarle a la luna en las montañas
no podemos llorar sobre la tierra
porque nacen flores y niñas
hemos perdido los oídos y la boca
para cantar y escuchar secretos
cuando el día está muerto
y la noche es vieja.

(Ya no siento los latidos de la brisa
ya ni el fuego ni el agua nos liberan
no me anima el aliento de las calles
ni el despertar vespertino del humano).

No nos dejan rodar sobre los prados
ni esconder nuestros besos tras arbustos.
La tinta del cielo ya no escribe leyendas sobre los pueblos
y los soñadores pierden su firmamento.

viernes, 13 de enero de 2017

Un breve repaso a la narrativa homosexual en México

Por: Jorge Luis Gallegos Vargas[1]


Fuente de imagen:

https://velezpelligrini.org
Los primeros vestigios de la homosexualidad en la literatura mexicana se encuentran en cartas y diarios de los misioneros. No obstante, es en el siglo xx, Los 41 (1906) de Eduardo A. Castrejón toma como punto de partida el arresto de 1901; la aparición de este libro fue reflejo de la homofobia imperante en el porfiriato. La escritora Guadalupe Marín en Un día patrio (1941) ficcionaliza a uno de los Contemporáneos y, en el 59, Pita Amor cuenta la historia de un homosexual en el cuento El casado. Por su parte José Revueltas presenta en Los muros de agua a La Morena, y los “remontados”; también, Fabrizio Lupo (1952) de Carlo Cóccioli y El norte (1958) de Emilio Carballido fueron los primeros intentos de integrar al homosexual a las líneas de la narrativa.
Fue El diario de José Toledo, de Miguel Barbachano Ponce, la primera historia en presentar, de manera explícita, personajes abiertamente homosexuales. A éste, se le suman 41 o el muchacho que soñaba con fantasmas (1964), libro firmado con el pseudónimo de Paolo Po; Los inestables (1968) presentada bajo el pseudónimo de Alberto X. Teruel. José Ceballos Maldonado publica Después de todo (1969) y el libro de cuentos Del amor y otras intoxicaciones (1974); Cielo Tormentoso (1972) de Carlos Valdemar, posible pseudónimo de un ex seminarista o sacerdote, puso en evidencia la homosexualidad dentro de la vida eclesiástica; también, de los setenta y los ochenta fueron La máscara de cristal (1973) de Genaro Solís, otra historia presentada bajo la sombra del pseudónimo, Hasta en las mejores familias (1975) de Luis Zapata, Mocambo (1976) y Todo el hilo (1986) de Alberto Dallal, Raúl Rodríguez Cetina introduce a la literatura homosexual el personaje del chichifo en El desconocido (1977). La aparición, en 1979, de El vampiro de la colonia Roma de Zapata, significó un hito: abrió el campo de las letras a la homosexualidad; a partir de ésta, las voces acalladas retomaron la literatura como foro de expresión.
Destacan también Omnicrón (1980) de Eduardo Luis Feher, novela que relata la vida en la corte y la sexualidad en el período del rey Luis xii; Octavio (1982) de Jorge Arturo Ojeda, El desconocido (1977) y Flashback (1982) de Raúl Rodríguez Cetina, Sobre esta piedra (1981) de Carlos Eduardo Turón, Las púberes canéforas (1983) de José Joaquín Blanco, Melodrama (1983) de Luis Zapata; Xeröndnny: Donde el gran sueño se enraíza (1983) de Arturo César Rojas firmada bajo el pseudónimo de Kalar Sailendra, Parte del horizonte (1982) y Utopía gay (1983) de José Rafael Calva.
Otras obras homoeróticas son: La morada en el tiempo (1981) de Esther Seligson, Letargo de Bahía (1992) de Alberto Castillo, la cual obtuvo el primer premio en el concurso de la revista Punto de partida, Agapi mu (amor mío) (1993) de Luis González de Alba, A tu intocable persona (1995) de Gonzalo Valdés, Mátame y verás (1990) de José Joaquín Blanco, Tonada de un viejo amor (1996) de Mónica Lavín y Primero las damas (1988) de Guadalupe Loaeza. Para el nuevo milenio se publican Fruta  verde (2006) de Enrique Serna, Jacinto de Jesús (2001) de Hugo Villalobos, Por debajo del agua (2002) y Triangulo de amor y de muerte (2004) de Fernando Zamora, El clóset y el sillón (2000) de Manuel Levinsky, Toda esa gran verdad (2008) de Eduardo Montagner. Para el 2007 aparece Quimera Ediciones, editorial que promueve literatura lesbo y homoerótica; dentro de su catálogo se encuentran textos de poesía, ensayo y narrativa como El sol de la tarde (2009) de Luis González de Alba o Paso del macho (2011) de Juan Carlos Bautista.
            El común denominador de estas obras es que han denunciado la heteronormatividad, obligando a la sociedad a mirar sin prejuicios y de manera abierta a los disidentes sexuales. Lo cierto es que la homosexualidad, vista como un fenómeno social y cultural, ha transformado la cotidianeidad, resignificado el ser y el deber ser; ha roto esquemas, modificado paradigmas; el clóset ya no es una forma de expresión. Las letras han encontrado en la perspectiva de género el medio idóneo para contar las experiencias del homosexual, darle nombre a sus vivencias; hacer una desvinculación de lo biológico con lo afeminado, ofrece una ventana en la que el otro pueda encontrar un espacio de transición.



[1] Acerca del autor: Jorge Luis Gallegos Vargas es Maestro en Literatura Mexicana por la FFyL de la BUAP y miembro activo en Óclesis, Víctimas del Artificio. 

lunes, 9 de enero de 2017

El arte Paleocristiano o el arte religioso actual, ¿quién trasgrede a quién?

Por: Noé Cano Vargas[1]


“[...] una de las tareas del arte [es] menos representar al mundo que representarlo de tal manera que sea la causa de que lo veamos de un modo especial y con cierta actitud” (Fodor, 1993, pág. 46).


Fuente de imagen:

http://archivo.eluniversal.com.mx/cultura/2013/
Jesús Cristo en la tradición judeo-cristiana es considerado el Mesías, el hijo enviado de Dios, su vida transcurrió entre el año 0 al 33 de nuestra era común, él fue el fundador de una nueva forma de percibir el mundo, este acontecimiento dividió nuestra era en dos, en un antes de Cristo (a.C.) y un después de Cristo (d.C.), permitió el surgimiento de una ideología que dejó de proyectar la vida del hombre como un eterno retorno para posicionarlo como un proyecto con una trayectoria histórica futura hacia el fin de los tiempos; es decir, progreso y continuidad, por último, es el punto de partida para el surgimiento del cristianismo y la religión católica.
Jesús Cristo murió en un madero con estructura en forma de T -con los siglos fue modificado para representar una cruz-, fue bajado y sepultado a la usanza judía, su cuerpo fue envuelto y puesto en una catacumba, el resto es interpretación. Después de ese acontecimiento del año 33 al 313 d.C., el cristianismo se presenta como una nueva opción de culto, sus discípulos y los seguidores de Cristo empiezan a propagar la fe alrededor del imperio, hacen lo posible por seguir sus mandatos y continuar su obra, a eso le sigue una época de persecución y vigilancia hacia los cristianos por Diocleciano a finales del siglo III.
La persecución hace que los nuevos creyentes oculten su fe, se escondan y busquen un lugar en donde congregase, amparados en que la ley general romana prescribe respeto a las tumbas, no les queda otro lugar más que formar comunidades subterráneas clandestinas en las afueras de la ciudad, al amparo de las catacumbas pudieron plasmar, oficiar y organizarse para realizar su obra: hacer discípulos en Roma, Alejandría, Siracusa, Nápoles y así sucesivamente en otras naciones.
El hecho vivencial e histórico de los primeros cristianos tiene como base sus creencias, el resultado es una expresión externa, se manifiesta no de manera aislada sino como resultado de la convivencia del hombre y sus circunstancias, es resultado de sus necesidades sociales, psicológicas, económicas e ideológicas en el sentido estricto de vivir, de hacerse, entenderse y comprenderse, entonces se vuelve acción, creación, artefacto, manifestaciones plásticas de un tiempo y espacio determinado, herramientas de la su vida cotidiana.
La propagación del cristianismo en sus primeros años fue acompañada de manifestaciones artesanales “específicas” para representar la fe en Cristo: el anagrama o nombre de Cristo en griego [XP], Dios como principio y fin de todas las cosas mediante el alfa y el omega, primera y última letra del abecedario griego, el pez (iesus xristos theous uios soter), el crismón, el cordero, la figura del orante, el buen pastor, todo esto actualmente denominado arte Paleocristiano se presenta en los primeros tres siglos de nuestra era en concordancia con la ley de Dios presente en el antiguo testamento, en el libro de Éxodo capítulo 20, versículo 4: ”No debes hacerte una imagen tallada ni una forma parecida a cosa alguna que esté en los cielos arriba o que esté en la tierra debajo o que esté en las aguas debajo de la tierra.”
El problema empieza cuando esa creación espontánea y subjetiva es utilizada para un fin diferente, la pieza cambia, se transforma, se bizantiniza, la historia se vela, esa pieza material paleocristiana es usada e interpretada en épocas futuras a conveniencia del vencedor de la contienda, es vinculada a diversos intereses -económicos, comerciales, políticos, ideológicos-, se transforma en arte bizantino, cristiano, medieval, trabaja en función de razones institucionalizadas, el proceso es lento, primero,  Constantino el grande con el Edicto de Millán  en el año 313 d.C. decide llevar una política de tolerancia religiosa al cristianismo en vez de intentarla destruir mediante persecuciones, a finales de siglo, el 27 febrero del año 380, se convirtió en la religión exclusiva del Imperio Romano por decreto del emperador Teodosio, es implantado como obligación, de ahí en adelante la obra es financiada por emperadores, alto clero y clases patricias, para que las masas se conviertan había que invertir, el poder económico permite crear obras arquitectónicas, escultóricas y pinturas, un arte con tendencia al lujo muy considerable, por tanto, con materiales nobles especialmente costosos, y no sólo eso, las nuevas obras permiten un periodo de transición en que las formas clásicas van transformándose a formas medievales, donde las condiciones históricas garantizaron que la sociedad continuará con los valores culturales de la antigüedad incorporando como base los preceptos de la cristiandad, el arte se expande ya no siguiendo la regla base de adorar a Dios y a Cristo, ejemplo de ello son: decoración de catacumbas, monolitos, bajorrelieves en sarcófagos, elementos romanos con nuevo valor simbólico: Eros y Psiquis representan a Cristo y el alma; El mito de Orfeo simboliza la resurrección; se ilustran oraciones y pasajes de textos sagrados mediante escenas del Antiguo Testamento, surgen baptisterios, grandes basílicas, pasado el tiempo se incorporan imágenes de apóstoles, santos, vírgenes, mártires, religiosos, etc., la lista continúa hasta la actualidad.
Con lo antes descrito, ¿Cómo definir el arte religioso actual?, ¿Qué le da identidad y valor si tomamos como referencia que su base es el arte paleocristiano?, ¿Cuál es su utilidad?, ¿el arte paleocristiano está presente en el arte religioso o es el resultado de decisiones institucionales?, si la respuesta es afirmativa, entonces, su uso presenta una actitud transgresora e irónica, “porque irónico es todo acto en que suplantamos un movimiento primario con otro secundario, y, en lugar de decir lo que pensamos, fingimos pensar lo que decimos” (Ortega y Gasset, 2001, pág. 30).
La pregunta es quien transgrede a quien, si definimos transgredir como “Actuar en contra de una ley, norma, pacto o costumbre”, será que el arte paleocristiano es el transgresor por atentar por las formas de comportamiento actual, o el arte religioso actual transgrede al paleocristiano por transformar el sentido claro y preciso que pretendían proyectar los cristianos de los tres primeros siglos de nuestra era, “se los dejo de tarea”, y si realizamos un análisis adecuado podremos evitar caer en un utopismo cultural, pues
“…se cae en él siempre que se reciben sin previa revisión ciertos principios intelectuales, morales, políticos, estéticos o religiosos, y dándolos desde luego por buenos se insiste en aceptar sus consecuencias. Nuestro tiempo padece gravemente de esta morbosa conducta”. (Ortega y Gasset, 2001, pág. 24)

Bibliografía

Gowing, L. (2001). Historia del Arte, arte paleocristiano y medieval. Barcelona, España: Folio.
Herrera Lima, M. (agosto 2006). La estética filosófica y la interpretación del arte contemporáneo. Ensayo crítico sobre las razones del arte. Crítica, revista hispanoamericana de filosofía, 61-73.
Ortega y Gasset, J. (2001). El tema de nuestro tiempo/La rebelión de las masas. México: Porrúa.





[1] Acerca del autor: Noé Cano Vargas es Maestro en Historia por la BUAP y miembro activo en Óclesis, Víctimas del Artificio.