domingo, 19 de enero de 2020


“Ensayo sobre nada” análisis de un discurso acerca de nada
Manuel Antonio Rodríguez Báez

Una forma de ilustrar lo que es
el origen de la composición de un ensayo
consiste en ensayarse a sí mismo
hasta las últimas consecuencias.
Mí, me, yo, no hay otro
laboratorio de ideas más que yo mismo.
Carlo Magno Sol


En 2003 me encontraba cuestionándome acerca de si debería incursionar en el campo de los micro ensayos finalizando mi tarea con una sencilla pregunta de carácter existencial, propia de un adolescente influenciado por Nietzsche y sus alegatos sobre el bien y el mal, la pregunta en cuestión era ¿qué es la nada? La respuesta del tumbaburros sería por mucho desilusionante, la nada es el antónimo de “algo”, pero no es la tarea de éste ni de ningún futuro ensayo desambiguar acerca de qué es algo o de si algo es un qué. Por otro lado, nos enfocaremos en que algo, es algo, pero ¿es correcto afirmar que aquello que no es bueno deba ser malo? Ya que, de ser el caso, nada es contrario a algo [o sea, algo que no tiene antónimo, no puede sino ser nada].
Hoy, 15 años después, retomamos a Kierkegaard por ser el primer referente hacia un concepto de la angustia y la desesperación, ambos leitmotiv por excelencia de la humanidad tal como la conocemos. Si bien no se trata de descubrir quién es Godot, Kierkegaard define la angustia como un estado afectivo con objeto de intención, este objeto era “algo que no es nada”; nos angustiamos por nada y vivimos en un estado de perpetua desesperación por una nada vertiginosa atrapada en un bucle. Es entonces momento de analizar el discurso detrás de frases como la de “angustiarse por nada”, misma que cobra sentido cuando nuestra percepción de la libertad se ve alterada, cuando el análisis deja de ser solo eso y se vuelve crítico, nuestra “libertad” de angustia es entonces la consecuencia de un ejercicio de dominio propiciado por los grupos de poder haciendo valer su derecho al discurso.
Esta angustia se va tornando a posteriori en la angustia sobre algo, a diferencia de la duda, que tiene que ver con el pensamiento, que origina la desesperación, siendo ésta una aproximación a la personalidad. Pero ¿es la nada objeto de estudio para el existencialismo? Y obviando las posibles respuestas, ¿es la existencia de un algo, o el que deje de existir, materia prima del origen de una nada? Una nada, la cual va tomando forma de unidad, un con- junto de significantes que en medida del contexto y sublevada a su uso se vuelve el objeto que da significado a aquello que no lo posee per se.
Es el designio del hombre, en el plano del micro, dar nombre, y con ello significado a todo lo que no puede ser, o que es insignificante, por cualesquiera que fue- se la convención en boga, para la ornamentación del macro. ¿Es entonces la nada el origen de un dios? El origen de todo aquello que por ser nombrado y recibir una carga de valores cardinales y teologales, tales como las virtudes que tanto enaltecen al individuo al poner al hombre al mismo nivel de la humanidad y de su ideal de divinidad, y no siendo esto suficiente lo obliga a pertenecer, a ser parte de la misma sociedad origen de una nada, siendo homologable este origen con el furor en las artes que, y sin importar la opinión de la musas, se ve reflejada en la nada como concepto creador, madre del ocio y madrina de la inspiración que subyace en la labor y en la memoria del ente que se recrea a sí mismo en su obra a través de la extrapolación del ser. Pretendo entonces afirmar que de la nada ha surgido, o puede hacerlo, un todo; tal como lo ha hecho el universo y lo ha hecho también el hombre, entidad por demasía minúscula ante cualquier comparación probable.
No es mi intención, y quizá ya es tarde para apuntarlo, la de lograr un tratado sobre la nada, no trato tampoco de imitar a Descartes con un método o de ornamentar la idea de un vacío con otras ideas llanas y aún más huecas que las primigenias. Acúsome de patético por la pretensión de escribir, y al verme sorprendido a mí mismo en la afanosa tarea de burlarme del académico y del gran poeta sine furore, Demócrito sabrá de lo que hablo, que, por morbo, se comprometa a socavar mi trabajo con el propio, quisiera entonces apurar una disculpa por haber logrado que la simplicidad de una nada formase parte de su orgánica necesidad, supuesto tratado del oficio de escritor, de arrogancia ignorante e injustificada crítica hacia las palabras de otro ignorante, tal cual como me reconozco.
Pero, aun sin ver logrado este mérito, debo, en proporción de que nada soy y nada seré si no sólo aquello que quien se viere ofendido por simples palabras desee para mí, nombrarme responsable solamente de aquello que por sentido estricto se ve aquí escrito y no por posibles interpretaciones de los puristas del lenguaje y la literatura, que en párrafos consecuentes no dudarán en tachar de plagio la mala labor de paráfrasis que imprimo acerca de las ideas de otros grandes en tan insignificante documento sobre nada que menos que nada es algo.
“Nada” proviene, según etimología, del latín [res] nata, entendido como [cosa] nacida. Es el “no ser”, o la carencia de todo ser, cosa mínima o de escasa entidad, es también ninguna cosa o la no afirmación absoluta de las cosas; mas no deja de ser poco o muy poco en cualquier línea, siendo de ninguna manera, existiendo de ningún modo. Hablamos de nada para referirnos a aquello antes de otro algo, nos referimos a algo sin dar la menor importancia, siendo imperturbables, inconmovibles, pero siempre con escaso valor y sin importancia cuando decimos nada.
Pero con nada entonces respondemos a la gratitud, un simple “de nada”, sin abandonar la cortesía, servirá para ejemplificarlo. En muy poco, o casi nada, la misma nada también sirve para determinar a la autoridad, quizá también para negar cualquier otro designio de superioridad, encareciendo su contrario; o sin más, para ponderar por antífrasis algo que causa extrañeza o que no se juzga tan grande.
 ¿Sirve tanto nada para aminorar el daño producido por un lance o disgusto patético en busca de una correcta acepción? De ningún modo, en absoluto. Porque la nada no es aquello que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua dicta, como podemos dar por entendido en estas líneas, la nada simplemente no es.
Cuando alguien pregunta ¿qué haces? es apurada la respuesta de un nada, mas esto no significa meramente nuestra inacción y es, como se decía dentro de las acepciones de la RAE, el uso que se da al imago de nada como contenedor de actividades que para nuestra índole resultan de menor importancia según el poco o nulo nivel de exigencia que requieren para ser llevadas a cabo, significando esto que podemos atender una conversación con quien nos está cuestionando o realizar una nueva acción, surgida del ámbito de otra nada, la nada que sacó a colación la pregunta primigenia.
Es la nada de Kierkegaard aplicada de manera lírica en la cotidianidad del hombre en sociedad, es la duda sobre un algo, es este caso el estado de actividad de un camarada, generadora de la desesperación que orilla a entablar conversación con otro individuo para saber acerca de su nada, tratando de conmover a su desesperación
Era Neruda quien pedía contar hasta doce para quedarnos todos quietos, no hablar y por un segundo detenerse. Seguro que sería un minuto fragante, así lo escribe él, uno sin prisa, estando todos juntos en una inquietud instantánea. Dejando de lado a los pescado- res que hieren a las ballenas o las visiones de los obre- ros y sus manos laceradas por la sal. Olvidándonos de todo tipo de guerras, de sus formas y colores; esas victorias sin sobrevivientes, para lograr andar con nuestros hermanos por la sombra y sin hacer nada. Pero no es esta nada la que conlleva la inacción definitiva, no es la muerte sino la vida a través de lo que se hace.
La nada resulta un tema que rehúye tanto la acción como la inacción, se provoca un vacío curioso, errante, resultado de la tarea de hablar sobre nada. Reflexionar acerca de algo, mentado con la única finalidad de nombrar a aquello que no es suficiente para significar algo, resulta meramente ocioso. Un acercamiento a un concepto de la nada desde el ámbito poético podría verse netamente lucífugo, sería resultado de la bifurcación de una nada como palabra y una nada como esencia, siendo ambas el contenedor de significantes sin llegar a ser significado, no son entonces un algo concreto acerca de un algo que convenga al uso, sea cual sea, convirtiéndose en una nada en búsqueda de justificación de su “no ser”. Una nada en mímesis del yo.
Es la nada el instante vacío entre el roce de la pluma con el papel, el breve espacio entre aquello ausente por no estar y no por no existir. Haré muestra de mi ignorancia al hablar ahora de una probable, de ser no posible, existencia de la nada en otro plano, en medida de la inmediatez y efusividad que ocupa la nada en nuestra dimensión, que retoma el concepto de la nada creadora y vuelve a acercarla un poco a la divinidad por no ser menos que lo que no puede ser y albergar en tan diversos usos un minúsculo entendimiento de la misma resultando en una mimesis no sólo con el yo sino como objeto mismo de la reinterpretación del infinito.
Aquello que no representa a lo finito y que sin embargo en aspectos matemáticos se ve delimitado, creando teorías propias como la de los conjuntos donde A es infinito si existe un subconjunto propio B de A creando una biyección, es decir, si todos los elementos del conjunto de salida tienen una imagen distinta en el conjunto de llegada, y a cada elemento del conjunto de llegada le corresponde un elemento del conjunto de salida.
Lo que es nada para mí en ti no está carente de significado y corresponde a una aproximación de lo que la nada, por ínfima que se vea con respecto a su carga de significante, puede llegar a significar; tomemos de nuevo el ejemplo de la nada cortés como respuesta a un agradecimiento, quizá también la frase la basura de uno puede ser el tesoro de otro nos acerque de una forma más gráfica a como en la nada se puede encontrar el significado de aquello que de origen no lo tiene: Pero a esta visión matemática de la nada es prudente apuntar, antes de verla diluida entre las palabras que no llegan a algo, que a la nada, como función biyectiva, le corresponde a su vez una proporción inversa, que no es algo, también biyectiva.
            Pudiera referirse a esta idea como una no nada, pero no quisiera encallar en el área de los números puesto que poco entendimiento tengo de ellos y continuar hablando de la nada en funciones inyectivas y sobreyectivas, aunque reafirman a la nada como objeto convergente de significantes y su carácter de contenedor de estos, podría dificultar la apenas lograda imagen de una nada positiva y una negativa.
Es entonces la nada objeto de reflexión para abordar desde diversos ámbitos, respondiendo a todos con la ambigüedad de la que no carece y su propia ornamentación, siendo un tropo, transformando a la nada en algo que no puede ser definido, quizá por ello surge la idea de ensayar sobre nada como primer pinino, de manera académica o un símil, en el proceso ensayístico para lograr poner, en no tan evidente comparación, la nada en misma medida que el ensayo, siendo ambos objeto de lo que no son, siempre serviles al estilo del locutor.
La nada, como primer ensayo no se queda corto en la intención de hacer nada, puesto que intentar abarcar más resultaría autodestructivo para un intento de hacer algo por alguien que es lo que no es de hacer nada sobre algo que no es nada. Queda entonces dar lugar a la nada para dar por finalizado un ensayo homologado. He de caer en precioso vicio de justificar tan apresurado fin, que sencillamente no lo es, pero abordar más de lo que resulta posible en el instante que la nada invade mi mente donde ya nadie labora y me invita a una mayor labor de no hacer una no reflexión sobre lo que resultó de un intento por hacer nada como un algo ensayado.

Referencias:
Calsamiglia, Helena y Tusón Amparo (2001) Las cosas del decir. Manual de análisis del discurso, Barcelona, Ed. Ariel.
Kierkegaard, S. (autor), González, D., Larrañeta, R., & Saez Tajafuerce, B.(editores) (2010). Escritos de Sören Kierkegaard. Madrid: Trotta.
Kierkegaard, S., Montoto, M. (traductor) (2016). Tratado de la desesperación. [S.l.]: CreateSpace Independent Publishing Platform.
Herrera, L. Kierkegaard. El Concepto de Angustia. Reflexiones Contemporáneas en torno a su pensamiento. Recuperado de http://web.uchile.cl/facultades/filosofia/Editorial/libros/kierkegaard/concepto%20de%20angustia.htm