miércoles, 18 de septiembre de 2013


H.P. Lovecraft socialista: ¿Cthulhu rojo?

Paco Echeverría
Óclesis


Ilustración de Víctor Anzaldo 
Gracias a los trabajos de investigación de Valerio Evangelisti, Gianfranco de Turris, Sebastiano Fusco, entre otros exponentes de la Literatura Fantástica Italiana, los trazos tradicionales que han configurado la estampa del escritor norteamericano Howard Phillips Lovecraft se ha resquebrajado, como parece que ha ido sucediendo también con muchos otros personajes. Por ejemplo, hoy se sabe que Vincent van Gogh no se cortó su propia oreja sino que la perdió en una pelea con su colega Paul Gauguin tras una trifulca frente a un burdel, asimismo las actuales pesquisas han arrojado datos de que la muerte del gran poeta Vladímir Maiakovski más que suicidio fue un asesinato ordenado por Iosef Stalin.
            Efectivamente, los que nos especializamos en el estudio de la vida y obra de Lovecraft de manera seria, sabemos de sobra que algunos de sus biógrafos comúnmente lo han presentado como un hombre solitario, doliente, traumado y otros muchos caracteres, que si bien son ciertos hasta cierto punto, muchas veces se ha abusado de ellos. Por desgracia han construido un Lovecraft que la imaginación colectiva ha aprehendido sin indagar si muchas las peculiaridades que se le endilgan son reales o no, perpetrando así, como ha sucedido también en el caso de Edgar Allan Poe, una “tradición” impuesta hacia los lectores pasivos.
            Sin embargo, no solamente los lectores pasivos han caído en esta vorágine de especulaciones en torno a la figura lovecraftiana, sino que peor aún, las mismas agrupaciones culturales dedicadas al estudio del fenómeno fantástico en la Literatura presentan filistea conducta cuando salen a la luz nuevas interpretaciones o contradicciones, producto del desmenuzamiento de los rasgos que los biógrafos “tradicionales” han pasado por alto. En medio de un escándalo mojigato niegan y rasgan sus vestiduras a toda clase de propuestas que trastornen el sacrosanto perfil habitual del escritor de Providence, máxime si se atiende a los rasgos de su pensamiento sociopolítico, y al “giro” que supuestamente dio hacia el socialismo.
Definitivamente, esas posiciones trasnochadas en nada contribuyen al esclarecimiento de las líneas maestras del devenir histórico tanto de la vida y obra de H.P. Lovecraft.
Ahora bien, abordar a un autor desde la perspectiva ideológica que lo reviste es indicar —como comenta Giovanni Sartori — la parte política de un sistema de creencias; llevar a la vez una carga de verdad (elemento cognitivo) y una carga de pasión (elemento dinámico). Por tanto, es absurda la parafernalia de algunos, como bien lo dice Jean Bruhat, de actuar como una especie de Metternich que tiemblan a la más mínima mención de los términos “socialismo” o “comunismo”.
Hasta la década de 1920, Lovecraft fue un abierto simpatizante de Hitler y Mussolini y se estremecía ante la idea del comunismo, algo común en los ciudadanos norteamericanos de la época. Podemos ver esta conducta en su artículo “Bolshevism” (Bolchevismo, 1919), en el que se refiere a la Gran Revolución de Octubre como “el nocivo ejemplo del infrahumano populacho ruso, el elemento menos inteligente de todo el mundo”. No hay que olvidar que ya desde la década de 1860,  cuando Marx se encontraba residiendo en Londres, su influencia se había reducido a un pequeño grupo de personas, situación que aprovecharon los conservadores para presentarlo a él y posteriormente a los Soviets como demonios de la clase trabajadora, capaces explotar sistemáticamente las peores pasiones del pueblo llano para “minar y destruir la paz y la moral de la sociedad civilizada”.
Afortunadamente, ante la victoria de Franklin D. Roosevelt en las elecciones de 1932, H.P. Lovecraft virará su pensamiento sociopolítico para abrazar el conjunto de medidas económicas  llamadas “New Deal”, y poco a poco irá cediendo terreno a las ideas del socialismo, un rasgo poco estudiado, pero que cobra relevancia para entender los rasgos de su vida ya en plena madurez, y a la vez, extirpar el unilateral artificio que se tiene de él como fascista acérrimo.
De Turris y Fusco en su artículo “Compagno Cthulhu” (Camarada Cthulhu) dan a conocer un par de cartas de Lovecraft que por su contenido resultan reveladoras. En la primera, fechada el 19 de junio de 1936, el escritor se define como socialista, pero dentro de la corriente del fabianismo y en manifiesta oposición al marxismo; en la segunda misiva, del 8 de julio de 1936, Lovecraft escribe: “En la primavera de 1931, por primera vez en toda mi vida he aceptado las argumentaciones sociales y políticas de la izquierda. Y no las evado más. De hecho siempre me he inclinado más a la izquierda —aunque he rechazado totalmente los dogmatismos específicos del marxismo puro, que indiscutiblemente se fundan sobre estupideces (falacias) científicas y filosóficas bien precisas”.
Como podemos advertir, gradualmente el conservadurismo lovecraftiano se irá refrescando, y efectivamente simpatizará con el Fabianismo, una organización socialista de principios del siglo XX, pero conforme comienza a interesarse por la crítica marxista de la economía reconocerá el valor del colectivismo, del marxismo y hacia el final de sus días la socialdemocracia sueca. He aquí una carta de Lovecraft de 1936 dada a conocer por Valerio Evangelisti en la que el escritor estadounidense reconoce la extraordinaria labor de Marx y Engels: “La gran inteligencia de Marx y Engels, y su capacidad de vislumbrar el futuro está fuera de discusión, así como la importancia de los principios económicos que han descubierto y formulado”.
Según Evangelisti, este reconocimiento refleja que H.P. Lovecraft ya se había acercado a la lectura del “Manifest der Kommunistischen Partei” (Manifiesto del partido comunista), además de la positiva influencia que estaba ejerciendo sobre él la ideología de algunos de sus amigos muy relacionados con la izquierda como era el caso de Robert E. Howard o el escritor comunista Frank Belknap Long.
Cabe aclarar que las exploraciones realizadas por parte de estos investigadores italianos, han creado dos vertientes: la primera representada por Evangelisti es considerada “extremista” ya que trata de hacer encajar forzosamente a Lovecraft como un marxista convencido, cosa que no fue así dado que detestaba cualquier tipo de ortodoxia, por lo menos la ortodoxia marxista que ya había generado la URSS; la segunda corriente representada por De Turris y Fusco es más moderada y critica las especulaciones de la anterior.
Seguramente si la muerte no se hubiese llevado a Lovecraft a una edad todavía productiva, al igual que H.G. Wells, hubiera utilizado la literatura fantástica para hacer fuertes críticas al “Establishment” norteamericano de postguerra, y por qué no, hasta su genio le hubiera dado vida a un “Cthulhu rojo”, dejando con un palmo de narices a aquellos “tradicionalistas”  —como dice Gustavo Faverón Patriau— que se agazapan a un canon intelectual dudoso en sus mejores momentos e indignante en los peores, que reúnen lecturas seudo-históricas de la antigüedad clásica y de la Edad Media así como a escritos sociológicos, económicos, políticos y esotéricos de intelectuales definidos por su proximidad al fascismo en diversos grados y variantes.
De ahí, que el trabajo de investigación serio y concienzudo de grupos dedicados a la Literatura y la Filosofía como “Óclesis. Víctimas del Artificio”, “Fisura” o “Colectivo Minutero” en la ciudad de Puebla, vayan creando un espacio no-excluyente en donde a través del franco reconocimiento previo de los individuos y del entorno han de ser también espacios democráticos, abiertos y participativos, fuera de las reacciones conflictivas cuando se da el caso de una autoridad monolítica y autoritaria que bajo sus unilaterales decisiones, obstaculiza el sano desarrollo de la libertad de investigación y sobre todo, de la convivencia humana dentro de las agrupaciones culturales, por medio de estatutos y reglamentos, “mezcla de tecnofobia, ignorancia ramplona y pasión por pegarle a todo lo que huela a innovación para no darle la cara a esta realidad desfondada” (usando la expresión de Ignacio Lewkowicz).
Con base a lo comentado hasta este momento, lo único rescatable es que el giro ideológico de H.P. Lovecraft cumple las palabras citadas por Francisco Cardona Castro en una obra biográfica que dirigió sobre Karl Marx (2002, Madrid. Edimat Libros): “La doctrina marxista se podrá o no admitir, podrá uno manifestarse partidario de ella o no o su más acérrimo enemigo, pero lo que no puede hacerse es prescindir olímpicamente de la figura de Marx y de lo que ha representado en el mundo contemporáneo que nos ha tocado vivir.

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