viernes, 24 de abril de 2015

La hipocondría de la experiencia liberadora

Por: Katia Monroy


Portada revista Óclesis 7

Terrorismo Cultural
“¡Palabras! ¡Simples palabras! ¡Qué terribles son! ¡Qué claras, qué límpidas y qué crueles! No se puede escapar de ellas, ¡simples palabras! ¿Hay algo tan real como ellas?” (Wilde, O. 1968), siempre tan ancladas al pensamiento, a la memoria y a la vida misma.

La ventaja de las emociones es que nos extravían, las sensaciones apasionan y la escritura expresa, porque no hay nada que el arte no pueda expresar, y aunque existiese algo que el lenguaje calificara como “inexplicable”, es a través de esa incapacidad de expresión que referimos existencia, notamos su presencia o su ausencia. Imaginar palabras es imaginar una vida, las cosas existen por medio de la palabra.
Nunca nos comprendemos a nosotros mismos, raramente comprendemos a los demás y escasamente comprendemos al mundo, lo mismo pasa con la palabra. Aquello que por naturaleza debiese ser espontáneo, fugaz, fuerte y vivaz, en la actualidad es parte de un sistema, letras lánguidas, translúcidas, secas… muertas en el papel, eco en los labios del hablante. Ya nadie dice cosas interesantes, discutimos artificios de la sociedad, la palabra está entorpecida, estereotipada y vaciada, ¿dinero? ¿Poder? ¿Fama? ¿Gloria? ¿Sexo? ¿Qué importancia tiene todo aquello? ¿Qué provecho alcanza el hombre que gana al mundo entero y pierde su propia alma? La liberación de la palabra vale mucho más que todo lo anteriormente mencionado.
El mundo es un escenario en el que la obra no tiene los papeles bien distribuidos, la sociedad está corrompida y alcanzar la civilización no es cosa fácil. El hombre esta poseído por la locura, y el genocidio de la palabra está perpetrado única y exclusivamente por él, porque los medios están tutelados por entes empobrecidas que redibujan perspectivas falsas de la realidad; sin embargo, no altera nada conocer esta verdad, puesto que seguiremos consumiendo, continuaremos danzando en este espacio rediseñado y la omnipresencia de la seducción de los medios que atenta contra la lógica mediática ganará la partida. Uno no sabe qué es peor, vivir en este espacio en la completa penumbra, o vivir en este espacio con las luces encendidas.
Estas líneas se encuentran viciadas en sueños utópicos y románticos, anhelan que su lector salga del escepticismo y del letargo en el que transita, sin embargo no lo saben. No saben si el pensamiento aquí planteado es una enfermedad que roe el espíritu, y hace pensar en círculos viciosos e interminables, lo ignoran, quizás sólo querían escapar de ellas misma.

Bibliografía:

§        Meneses, O.  (2014, 15 abril). Desentrampar la palabra. RE-incidente. P. 1

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