martes, 4 de agosto de 2020

Interpretación discursiva y fenomenología

 

 Carmina Carina Ortega Moreno[1]

Introducción

Obra gráfica:
Ulises Bernal

El presente escrito tiene la finalidad de realizar una reflexión argumentada en torno a la manera en la que se ha concebido la comunicación como un acto de interpretación de “fines”, en el cual, las personas emiten información que es decodificada por “otro” a partir de sus previos conocimientos. Esta concepción ha sido estudiada en diferentes áreas del saber, tales como la lingüística, la filosofía y la sociología. 

            Y, aunque cada una de estas disciplinas ha estudiado la comunicación humana como un objeto de conocimiento, todas tienen puntos en común, en los que, de alguna u otra forma, el hombre, los signos y la interpretación, constituyen sus principales pilares del conocimiento, en un momento determinado, pues cada uno de estos elementos varía en cada persona, cultura y pensamiento.

Interpretación y fenomenología

De acuerdo a Calsamiglia y Tusón la comunicación “se entiende como un proceso de interpretación de intenciones” (1999, p. 183). Tomar esta idea como una premisa válida implica considerar que cada ser humano analiza y comprende todos los elementos que percibe a partir de sus previas experiencias y concepciones. Ya las autoras de Las cosas del decir citando a Tusón y Unamuno (1999), hacen referencia a que todo lo que se expresa se dice con una intención, la cual se trata de averiguar con el “mínimo coste de procesamiento” (p.184), basado en “previos conocimientos” (ibíd.) sobre las características del individuo.

Aplicar este esquema en el cual un sujeto (A) le dice a otro (B) algo que será interpretado por B de acuerdo a su subjetividad, abre una puerta a una interpretación equivocada, y Calsamiglia y Tusón (1999) lo reconocen, ya que mencionan que no extraña la presencia de malos entendidos entre la gente a partir de estas acciones. Especialmente, cuando no se activan los “esquemas apropiados” (p.184). Ante esta idea, cabe cuestionar ¿de dónde se pueden obtener los esquemas apropiados para interpretar adecuadamente los mensajes que se presentan en la comunicación? Parte de la respuesta a esta pregunta la expresa Benveniste (1999) en su texto Problemas de lingüística general II, ya que expresa que la sociedad y el lenguaje se implican mutuamente. ¿Qué significa esto?, que el ser humano construye su sociedad a través del uso de los signos que conforman el lenguaje y en el interior de ese contexto se encuentran los esquemas que permiten interpretar, en un alto porcentaje de acierto, las percepciones de varios sujetos sobre los objetos que componen el mundo.

Esta idea hace referencia, de manera indirecta, a la sociología fenomenológica, que tiene por objeto “la comprensión de la estructura significativa del mundo de la vida cotidiana” (Nuñez, 2012, p.50). Uno de sus representantes más significativos es Alfred Schütz, quien se basó en Husserl y Weber para desarrollar sus ideas.

De acuerdo a Rizo:

La propuesta de la Sociología Fenomenológica implica la explicación del verstehen, la experiencia de sentido común del mundo intersubjetivo de la vida cotidiana. Según Schütz, los sujetos que viven en el mundo social están determinados por su biografía y por sus experiencias inmediatas, de modo que cada individuo se sitúa en un determinado lugar en el mundo, y su experiencia es única e irrepetible. Los sujetos aprehenden la realidad desde esta posición que ocupan en el mundo (2009, p.26).

 

Y, por ende, sus emisiones comunicativas estarán afectadas por sus experiencias. Esta idea se asemeja a la paráfrasis descriptiva que retoman Calsamiglia y Tusón (1999) en su obra, en la que la forma de vida del individuo lo determina.

Las experiencias de vida de los individuos son los “objetos de estudio” de lo que las personas perciben y transmiten, ya que éstas pueden estar conformadas por elementos simples como el nombre de ciertos objetos hasta experiencias complejas como un evento de convivencia familiar o una investigación doctoral.

De acuerdo a Nuñez, haciendo referencia a Weber, “conocer el significado que el individuo atribuye a sus actos es la vía de acceso hacia el significado de las relaciones sociales” (2012, p.53). Esto implica que cada individuo desarrolla su propio sistema de signos y le atribuye múltiples significados a todos los elementos que conoce, y el hecho de que uno o más sujetos compartan esa información, permitirá el intercambio de ideas. A este fenómeno se le llama intersubjetividad, e implica que las propias concepciones del sujeto puedan ser conocidas por el otro, y el otro, también puede dar a conocer, con elevado nivel de claridad, sus propias concepciones; es decir, ambos individuos pueden conocer su subjetividad.

Esta acción es relevante en el mundo actual debido a que explica parte de lo que cuestiona John Searle, al comienzo de su obra en el capítulo primero, él plantea las preguntas:

 

 ¿Cómo se relacionan las palabras con el mundo? ¿Cómo es posible que cuando un hablante está ante un oyente y emite una secuencia acústica ocurran cosas tan destacables como: el hablante quiere decir algo; el oyente comprende lo que se quiere decir; ¿el hablante hace un enunciado, plantea una pregunta o da una orden? (1969, p.13).

La relación de las palabras con el mundo, se dan a partir del significado que les da el sujeto en su contexto social, cultural e histórico, determinado. Así, por ejemplo, si Platón escribió diez libros que conformaron el texto titulado La república, en el año 380 a. C, y en su libro siete presenta ideas acerca de una caverna. Se cita a continuación un fragmento:

(…) compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza. Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden mover la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto; y a lo largo del camino suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquéllos sus maravillas (Platón, 2010, pp.405-6).

 

De su obra (que es un diálogo), se interpretarán muchas ideas. Unos, por ejemplo, dirán que habla de la educación, otros del conocimiento, otros de la verdad y algunos más, brindarán una explicación más compleja de su texto; con base en su edad, nivel de preparación y experiencias. Una explicación, que se puede considerar acertada, es la del académico Angelo Altieri Megale, quien en su obra Dos ensayos: Platón y Anselmo de Aosta, expresa que el mito de la caverna presenta:

 

(…) dos planos de la realidad y de la vida en el interior de la caverna se halla el mundo de la opinión (doxa) o “reino de lo visible” (oratón), fuera de ella, el “mundo de la ciencia” (episteme) o “reino de lo inteligible” (noetón)” (2000, p.47)

 

Lo que indica al lector su alto grado de preparación respecto al tema, aunque, no por ello, necesariamente, le da a conocer sus experiencias sobre su vida o su contexto cotidiano.

Pasando a la otra pregunta de Searle, en relación con la posibilidad de un evento comunicativo, en el cual intervienen un hablante y un oyente, y en el que se enuncia, se cuestiona o se ordena; se puede mencionar que las bases de un conocimiento bien fundamentado, nos permiten realizar estas acciones, esto significa que a partir de que el sujeto adquiera mayor conocimiento y experiencias, y sepa cómo utilizarlas, podrá intervenir con mayor certeza en el mundo de la vida.

Aunado a estas ideas cabe cuestionar ¿qué elementos se requieren para conformar adecuadamente un fenómeno, una experiencia?

De acuerdo Heidegger, citado en Xolocotzi (2009), la experiencia puesta en la fenómeno pregunta:

1.       Por el “qué” originario que es experienciado en él (contenido)

2.       Por el originario “cómo” en que es experienciado (referencia)

3.       Por el originario “cómo” en que el sentido referencial es ejercido (ejercicio)

Estas tres direcciones de sentido (sentido de contenido, de referencia y de ejercicio) no están colocadas sencillamente las unas junto a las otras. “Fenómeno” es una totalidad de sentido según estas tres direcciones. La “fenomenología” es la explicación de esta totalidad de sentido […].

 

 

Tal como lo menciona Heidegger, (lo que se presenta a continuación es una manera de interpretarlo), reflexionar sobre la experiencia, implica cuestionar los elementos, de inicio, que conforman la experiencia [que puede ser un objeto de estudio o una situación determinada], es decir, que se presenta el fenómeno, de qué manera se originó y cómo sucedió.

            Estas ideas me recuerdan a las cosas que distingue Aristóteles sobre los objetos:

° Materialà Composición o contenido.

° Formalà Forma.

° Eficiente à Origen o, constructor.

° Finalà Objetivo o finalidad.

            Ya que éstas mismas brindan características para estudiar un objeto. Y, si se toma el fenómeno o la experiencia como un objeto de estudio pueden utilizarse [diferentes tipos de clasificación] propuestas teóricas para distinguir los elementos que los conforman.

            Aunado a ello, considero que la idea que plantea Saussure (en su Curso de lingüística general) acerca del signo se encuentra estrechamente relacionado con los planteamientos ya presentados, debido a que él expone que el signo une “un concepto y una imagen acústica” (1991, p.102). A partir de la cual, se presenta una relación entre los signos que utilizamos y las palabras, ideas o imágenes a las que hacen referencia las personas en una conversación.

Ante este hecho cabe cuestionar ¿qué imagen se presenta en la mente de la otra persona o a qué hace referencia el objeto de expresión cuando lo mencionó? Esta pregunta nos remite nuevamente al comienzo de este trabajo, en el cual se menciona que la interpretación de nuestras expresiones depende de nuestras creencias, costumbres, contexto social, cultura, previos conocimientos y experiencias. Adicionando a esto, que en la medida que más se conozcan las convenciones sociales de un grupo determinado, mayor será la comprensión de conductas y formas de actuar sobre éste. 

 

A modo de conclusión

 

La interpretación es un proceso que abarca el análisis y la comprensión. Estas acciones se realizan al estudiar un objeto de estudio ya que brindan elementos significativos e información básica sobre un hecho, lugar, sujeto, etc.

Al respecto, Calsamiglia y Tusón han expresado que interpretar implica poseer los esquemas cognoscitivos correctos que serán para conocer el objeto de estudio bajo el contexto en el cual se encuentran.

Este hecho está relacionado con la fenomenología, ya que, quien analiza alguna cosa a partir de esta línea de estudio debe tomar en cuenta los antecedentes históricos que la conformaron para conocerla e interpretarla adecuadamente.

El análisis del discurso, como uno de los objetos de estudio que se trata de comprender, implica realizar un acto fenomenológico, en el que, a partir de la propia experiencia, se trata de conocer al otro (debiendo tomar en cuenta las experiencias de ese otro).

Uno de los problemas, que surge al tratar de analizar, es la interpretación equivocada, ya que lleva a creer que uno comprende lo que está percibiendo, pero puede, en realidad estar influenciado por la subjetividad.

Al respecto, uno de los problemas que se presenta en la sociedad humana, ante el acto de interpretar adecuadamente bajo los esquemas adecuados, es que las personas no siempre reflexionan sobre sus expresiones verbales/lingüísticas, corporales o kinestésicas, y esto trae consigo muchos problemas, pues, a falta de los “esquemas” correctos o del conocimiento cultural del otro o los otros, se cometen muchos errores de comunicación, aunque no por ello esa situación se convierte en un problema, si no, en una oportunidad para ampliar el panorama de conocimiento que ya se posee, implementando nuevas ideas, estructuras, formas de pensar y comportarse.

 

 Referencias

Altieri, A. (2000). Dos ensayos: Platón y Anselmo de Aosta. México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Benveniste, E. (1999). Problemas de lingüística general II. México: Siglo XXI Editores.

Calsamiglia, H & Tusón, A. (1999). Las cosas del decir. España: Ariel.

Nuñez, M. (2012). Una aproximación desde la sociología fenomenológica de Alfred Schütz las transformaciones de la experiencia de la alteridad en las sociedades contemporáneas. Sociológica, 27 (75), 49-67.

Platón. (2010). República. España: Alianza Editorial

Rizo, M. (2009). Sociología fenomenológica y comunicología: Sociología Fenomenológica y sus aportes a la comunicación interpersonal y mediática. Fronteiras 11 (1), 25-32.

Saussure, F. (1991). Curso de lingüística general. España: Akai.

Searle, J. (1969). Actos de habla. España: Planeta-Agostini.

Xolocotzi, A. (2009). Fenomenología Viva. Introducción. Fenomenología: ¿La filosofía del siglo XX? (pp.11-23) México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

 



[1] Licenciada en filosofía por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Ha participado como ponente en diferentes eventos académicos tales como el Primer Encuentro de estudiantes y pasantes de Filosofía “Construcción y Ruptura: Manifestaciones del pensamiento”, UNAM, con el ensayo titulado: Rousseau: La desigualdad entre los individuos, construcción del pensamiento y actuar humano y el XV Jornadas Filosóficas Leibniz, con el trabajo El pensamiento de San Agustín en sus confesiones, entre otros.


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