Memoria
de los Cuerpos
O la obsesión de moler el tiempo
Por
Adriana Tafoya
Crujan en lo
inmutable,
Cuerpos,
lo ferroso que avanza
sobre lo delicado de
las cosas rotas
y las cuida para que sigan
siendo siempre pequeños
desmenuces,
objetos
fragmentarios, pero bellos,
con la belleza que da
la permanencia,
estables,
calmos como las grúas
en el instante en que fallecen
y caen sobre una
suavidad de pernos y tornillo
quietos,
ligeramente
estrangulados por el tiempo
pero
hermosos, aún, (p. 69)
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Fuente de imagen: http://www.panoramacultural.net/?cat=8 |
Si un poeta se
identifica por su voz, por la unicidad que lo distingue, de su carácter o
estilo que impregna en las letras, y lo hace parecer sólo sí mismo, entonces Max
Rojas es un poeta inconfundible, poseedor de ese trombón que lleva por voz y cada
vez que habla retumba grave el ambiente y vuelve de pronto al paisaje un bosque
de árboles secos.
Cuerpos I. Memoria de los cuerpos,
editado por VersodestierrO con apoyo de la AEM, es un portón que se abre
lentamente, igual que se abre la ventana de un subsuelo, las puertas del
infierno cuando éste quiere dejar salir a las ánimas que habitaron la tierra para
volver en busca de nuevas vidas. Es el comienzo de un poema, que incluso Rojas
no imaginaba lo que sería ahora: un poema largo (de gran envergadura) como lo es
la ceniza de un cigarro sobre el cenicero cuando la plática está deliciosa y se
olvida el humo que envicia el ambiente.
Así nos conduce Max
en su máquina de vapor, que semeja un ferrocarril pesado, de metal que se
antoja inamovible, y que para moverse requiere horas de impulso, brasas y
muchos hombres de carbón para inyectarle su poder de palabras chirriantes. Pero
en sí será una máquina que después no podrá detenerse y conducirá a los
viajantes a su destino, muy lejos de donde imaginaban llegar. A fin de cuentas
es un tren que lleva a los que huyen a un sitio donde nadie podrá encontrarlos.
Un lugar caótico, o por lo menos lleno de un orden incomprensible, donde los
vagones atraviesan dimensiones y no obedecen el tiempo lineal: respecto a esto
Rojas escribe en la “advertencia preliminar” a Cuerpos:
Al interior de cada
libro no hay tampoco, en muchas ocasiones ilación entre versos. Salta —el
poema— de una obsesión a otra y parece que se va pero regresa, enfantasmado,
para adentrarse a un espejo y huir hacia regiones frías y convertirse en un
trombón que asiste a los velorios para hacerlos un poco más alegres. Es un
caso, el de este poema, de una lógica-ilógica o, para que suene un poco más
presuntuoso, una especie de “lógica” poética que no acierto a explicarme, pero
que me ha metido en los más oscuros vericuetos del caos y la demencia, así sea
en el orden de lo imaginario.
De tal modo que este
poema descuartizado y al mismo tiempo cosido ahora ya en 24 libros, hace pensar
en las Reflexiones sobre la poesía de
Enrique González Rojo Arthur, a manera de esclarecimiento, en las cuales habla
también de una lógica poética que
reside en los poetas, y dice así:
Muchos poetas —y de
los mayores a veces— no quieren saber nada de la Estética o la Poética. Su
quehacer se les antoja único e inefable. En la puerta que conduce a los
litorales de su “inspiración”, colocan el letrero de “se prohíbe la entrada”, y
cualquier reflexión sobre la interioridad o entresijos de su práctica poética,
les parece una arbitraria intrusión racionalista. En cierto sentido les asiste
la razón. Tomando en cuenta, en efecto, que mientras el poeta camina con pies
alados, y toda Poética lo hace con pies de plomo, ¿tiene sentido pretender
sujetar el vuelo del primero al torpe caminar de la segunda? El poeta descubre
momentáneamente, a golpe de imaginación, a vivencia desenterrada, lo que al
crítico o al esteta le lleva años en presumir, aislar, tematizar. Si es que
existe la lógica poética, al poeta no
le es necesario —o no le ha sido— saber de ella, ya que su genio, su musa o su
numen le permiten no sólo cantar sino hacerlo en ocasiones de modo maravilloso
e inolvidable. Pero detengámonos un momento en este punto. Así como los hombres
antes de formular los principios básicos de la lógica y desarrollar sus mecanismos
esenciales ya pensaban lógicamente o, lo que viene a ser igual, así como hay
multitud de individuos que jamás han leído a Aristóteles, Bacon o la lógica de Port Royal, etc., y sin
embargo discurren lógicamente, los
poetas, aunque nunca hayan pensado en la existencia de una lógica poética o, incluso, rechacen terminantemente su mera
posibilidad, han creado su poesía dentro de una lógica especial por ellos
ignorada. (p. 31)
Tomando en cuenta la
reflexión anterior, la lógica de Max Rojas en este poema es que no puede haber
conclusión posible. Que no quiere llegar al irremediable fin. Se decide a
romper un silencio que duró cerca de 30 años y una vez adentrado en ese vacío,
el eco se revienta interminablemente, voz tras voz, como ondas en el agua al saltar
una piedra hacia el otro lado sin divisar nunca la orilla.
Es un camino
terrorífico en reversa, hasta el primer día del hombre, cuando la primera madre
parió al primer humano y se pudieron definir ambos (madre e hijo) como tales
y no como simios o alguna otra clase de
animal extraño incapaz de hacer grafías en las piedras o en los árboles o
aullar alguna canción con partitura de glifos acuíferos.
Max Rojas hace este
viaje desesperado hacia la carne, hacia la tierra de la fascinación carnal.
Poeta materialista que no quiere resignarse a esa muerte que traemos atada a
nuestro traje de humanos. Es esta complicación de aferrarse a la carne la que
hace los hombres no sepan morir, y se arremolinen en busca de salidas en el
espejo furioso de la memoria, en donde aparecen los más temibles fantasmas en
busca de regresar al presente para demonizar
todo y hacer que lo que ahora parece derruido se vuelva radiante, aunque sea
sólo en un destello vehemente de tinta, en un inalterable pulso de cirujano
dispuesto a disectar ese cuerpo obtuso e imposible de entender que es lo
irrecuperable: esa musa de invisible carne que es el tiempo. Invento dramático
en donde los Cuerpos transcurren como una serie de puntos infinitos en donde el
mundo que se construye es sólo la maqueta del fin de algo irremediable como lo
es el fin del camino de los que dejaron atrás hace mucho su vida, y quedaron
atrapados en el Círculo.
Max, como todos
nosotros, huye de la Muerte:
Huir
de todo
en
fuga de uno mismo hacia sí mismo,
errancia
indetenible,
exilio
en condición de sombra hacia los cuerpos
que
ama,
cuerpos
tan borrosos que ya no caben en ninguna parte,
no
pueden circular como objetos materiales
no
suben escaleras
o
bajan por los puentes
que
permiten el paso de los ríos,
sólo nombres (p. 58)
Así,
de una manera Heggeliana el poeta cada vez que se da alcance ha partido ya
hacia otra Errancia. Sólo detrás de los nombres, de los ríos que son la vida o
vidas que se dirigen al Mar, al sitio donde el sonido de las olas cubre todo
vestigio humano. Escribe Rojas esa partitura para trombón y silla junto al mar como una forma de enfrentar el rugido
incontenible de lo que no podremos controlar. Y medita:
Sólo
hay mitos
o
desoladas intemperies cubren con un manto de piedad
los
signos que anticipan los próximos destierros,
o
se escuchan sonadas abstracciones en que lo real
se
pierde en sus afanes turbios,
su
calvicie brutalmente
ornamentada
con alambres verdes,
tendederos
de agónico canario amarillento por la bilis
que
le sale de su canto amargo,
su
dulce canto estrafalario
que
huye hacia lo loco y se estrangula con sus manos
enjauladas (p. 78)
Las
manos de Max Rojas son jaula donde viven grandes pájaros, que seguro abrirá
para que viajen al sitio donde no existe el tiempo, al menos ese tiempo de
segundos y horas que tanto pregonan los hombres, pájaros que llegan y
permanecen dormitantes en un poema interminable; hermosa parvada de letras que
astillará más de dos mil ojos.
Memoria de los Cuerpos.
Cuerpos I (Editorial VersodestierrO) mereció el Premio
Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2009.