lunes, 27 de agosto de 2012


Niña camba
 Por. Flor García.

¿Qué le falta a este barco?...
 
Obra de Ulisis Bernal
Cecilia se despertó a las diez de la mañana mordiendo el olor a sudor de sus sábanas. Quiso descorrer las cortinas para mirar esos buques náufragos de la bahía de al lado, pero su intuición poderosa la empujó frente al espejo: en el lugar donde había estado su rostro, se encontraba un hombre devastado que la torturaba con preguntas insidiosas. ¿De dónde te fui a sacar Raúl, Francisco, Alfonso, o como te llames? Ya ni siquiera tenía la libertad de asomarse a la puerta para sentir la brisa de la resaca vespertina.
Con una mano mezclaba el café y con la otra orquestaba una sinfonía de mujer perfecta. Recordaba el sabor de la arena en sus pies descalzos. Fue sirena y ahora era ninfa por voluntad propia (¿pero qué voluntad podía tener en el momento de su decisión cataclísmica, si estaba narcotizada por el sueño profundo de la desesperación?).
Quitó el velo de sus ojos con el mandil de cocina… si tan sólo pudiera salir un momento para contemplar a la gente que se iba…
Él volvería a las seis y la golpearía en el rostro con su risa de amante. Parecía tener ojos por todos lados, pero más que nada, su mirada escrutadora se le había metido en el entrecejo.
Ellas lo vieron venir y se lo advirtieron, no lo creyó posible entonces. Después se convirtió en la realidad de todos los días iguales entre cuatro paredes.
Echó hacia atrás la cabeza y levantó los hombros soltando un suspiro de resignación.
La cerradura giró una, dos, tres veces. Era hora de la pasarela. Se puso los zapatos altos y la sonrisa habitual mientras se asía de aquel brazo de pecho orgulloso. El ritmo de su taconeo resucitó la acera y se sintió caballo de ojos vendados aprendiendo (re-corriendo) la ruta del amo.
Tras la cena él se marchó. Un, dos, tres la cerradura. Y la arena se quedó esperándola una vez más cuando la sonora voz del barco anunció otra partida.
Para el cuarto día del tercer mes del séptimo año la resaca ya no era tan detestable. Tuvo que salir por la ventana cuando la Verena le avisó del accidente. Una vez cerca del cuerpo, no pudo contener las lágrimas; él la tomó por el cuello ‘no lo harás’, dijo.
Ella acarició la mano demandante y la apartó con dulzura antes de que pudiera asfixiarla. Colocó a un lado las zapatillas y se abrió camino entre la multitud para alejarse del alboroto.
Al principio fue un paso lento, luego zancadas de alegría hasta el embarcadero.
-         ¿Vienes, morena?
-         Voy – crepitó la respuesta.
Cecilia se perdió en la marea montada en aquel artificio que la llevaba de vuelta hacia ningún lugar. Las cortinas de su casa le dijeron adiós desde la orilla.
 
Texto publicado en la Revista Óclesis número 3. 
 
 

Agniezka

 
Por: Miguel Ángel Vega
 
Háblame de los astros que conspiran en nuestro destino,
de la esencia invisible a los ojos,
de la nueva historia que causa  deseo en nuestra piel ,
Kinga, háblame de ti...
Obra de Ulises Bernal

En el capitulo 11 del Génesis, tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras, y dijeron: Vamos, edifiquemos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo... Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero...
Existen millones de personas que habitan en un país, miles que conforman culturas, pero también existen personas que habitan en su propio cuerpo. El hombre existe, se comunica con las demás personas gracias a su mutua apertura, pero...
¿Qué hacer si no entiendo tus palabras?
Ella estaba ahí, frente a mis ojos. Su cabello de sol y su mirar azuloso lleno de agua. Me acerqué atraído por su ritmo, por la impasible armonía de su belleza lejana, por los mares que flotaban en su cristal imagen. Quise empaparla de mi mundo, contarle magias de mi universo, entrelazar letras infinitas, volcar palabras en sus labios... pero todo fue inútil. Ella no entendía mi idioma. Ni yo pude entender el suyo. Sólo le extendí la mano y bailamos toda la noche...
Lo primero que debes hacer es sentir. Únicamente sentir. Usa todo tu cuerpo como una furiosa tempestad. Traza pentagramas, círculos, leves respiros con la suavidad del silencio, traza el tiempo mientras recorres cada milímetro, cada átomo, cada límite ocasional. Arriésgate al contacto. A la comunión de la carne. Siente cómo las entrañas son incansables guerreros que saben querer. Quiere. Aprovecha cualquier momento para abrazar. Abraza con cuidado, no lo olvides. Lentamente. La eternidad de la caricia. Moldea la piel, pinta en el lienzo de los músculos, invoca poesías en el laberinto de la sangre. La capacidad del amor radica en lo que quieras ofrecer. Ofrece. Imagina. Continúa. No ocultes miradas. No ocultes labios. Amarra tu aliento y déjalo salir como un azul dragón en los horizontes de la epidermis. Contrólate. Respira. Debes estar consciente del lenguaje de tu cuerpo. Continúa. Es el momento. Atrévete a más. Nunca dudes. Nunca te quedes a la mitad del océano. Date cuenta de que cada pieza muscular contiene sinfonías, inexplorados terrenos donde se perpetúa la existencia, en donde se explotan las extremas ansias de placer, en donde la improvisación cobra forma. Abre los ojos y deja que la imagen secuestre a tus nuevos ojos. Asómbrate de la creación. Descubre toda posibilidad que tiene el cuerpo de sumergirse en el espacio. De perpetuar el cosmos con el movimiento, con la danza del cuerpo, entrégate completo, sin pasados ni futuros, tu alma estalla en una lucha plena, el combate ha despegado de la tierra firme. ¡Ahora vuela! ¡Vuela! ¡Extendiéndote en el cielo! ¡Copulando en mareas fugaces! ¡Detente!...
La vida está llena de momentos inesperados en los que reaccionamos de las maneras más diversas e insospechadas, pero indefectiblemente honestas. La improvisación es sistema refinado de comunicación corporal. Un conjunto de informaciones neuromusculares que se transmiten instantáneamente entre dos o más cuerpos en movimiento. Estos cuerpos están inmersos en un intercambio continuo de peso y de energía cinética. Por este medio, todos los sentidos están en alerta, particularmente el tacto. El entrenamiento y la práctica agudizan los reflejos y desarrollan una presencia hacia una manera extraordinaria de comunicarte intensamente y sin palabras. Nuestro cuerpo reacciona antes de que nuestro cerebro pueda ordenarle nada. Improvisar es un ejercicio de entrega y requiere de la persona que lo realiza un estado de apertura total, no importa que las palabras se entiendan, la comunión es inigualable.
Platícame del sabor que tiene el viento,
de la profundidad que tiene el sol a la orilla del mar,
dime si algún día regresarás de la luna llena de silencios,
Kinga, dime qué es amar...
 
 
 
Texto Publicado en la Revista Óclesis número 3.

 

sábado, 25 de agosto de 2012



Ulises Bernal. Una narrativa de alteridad


"Ver cómo nos vemos, vernos y comprender

que para comprender hay que volverse ciegos"
Las Ansias Carnívoras de la Nada.


Alejandro Jodorowsky


Obra de Ulises Bernal
 Un incierto punto de partida desde la perspectiva de nuestro tiempo, especialmente al iniciar la “modernidad humana”, ha sido la problemática entre lo que “parece” y “lo real” o, dicho con otras palabras, “el ser en sí”. La cúspide entre “parecer” y “el ser real” ha sido el punto de partida de muchas discusiones en diversos campos del quehacer humano, especialmente respecto de la simple apariencia, soslayando el nexo entre “el ser en sí” y “parecer”. Se afirma, sin embargo, que en tanto hablemos de realidad, siempre lo hacemos desde nuestro entendimiento; sin embargo no significa en lo más mínimo traducir la realidad en algo intrínseco a la intelección misma. “Yo soy Ulises”, y es así como se nos presenta el autor de esta obra gráfica.
Ulises Bernal Ramos es originario de la ciudad de Puebla. Artista de toda la vida, dibujante empírico, argumentista de su tiempo, autodidacta e identificado plenamente con la voluntad contraria a lo que el sistema dicta, nos muestra su lenguaje no convencional con aquellas, las máscaras y maniquíes superpuestos en el nombre mismo de las cosas, y que tejido a la sensación de elegir un propio camino, se ha permitido despertar como un ciudadano común, descubriéndose perennemente en la disciplina que concibe por propias palabras como arte de sí mismo: - ... Creo que nací y con el tiempo me rehice... Un día elegí renunciar al mediocre trabajo horrendo del asalariado. En el año del 97 hice cartonería, después, me encontré un alebrije y me metí. Mi trabajo lo hago porque me siento bien: pintar, la música, la narración con el dibujo, el cómic, la ilustración fantástica. El surrealismo es mi dogma, mi forma de vida. Crecí en las páginas de los cómics bajo la influencia del agresivo e incisivo arte de la ilustración, discursos como Alejandro Jodorowsky, Roland Topor, Gabriel Vargas, Elio Flores y el arte pánico son mi influencia; me gusta compartir mi agrado por desestabilizar el sistema, por incomodar a la sociedad con lo que más le molesta, lo hago bien. Soy Ulises y soy un ignorante, e ignoro hacia dónde voy, pero me siento cómodo con esa ignorancia.
Obra de Ulises Bernal
Ulises concibe el arte como una forma de vida; ese es el mecanismo, se vuelve guerrillero antiarmas que a través de su visión del arte busca aquel alebrije que mimetiza la apariencia humana bajo la tutela de “la bronca es que te entiendan”, renegado del pensamiento sistémico, individualista, encontrado en el cómic desde donde nace y se rehace afirma que su arte es una forma de vida conjuntada de muchas filosofías. “Puedo estar sin nada, pero sin arte no podría. Eso sí me duele”. Un artista en búsqueda constante, en continua disciplina, con la necesidad de tiempo, susceptible de la ofensa, su obra narrativa navega en el dibujo, la cartonería y el cómic, sustentados sobre la experiencia del yo como tensión. El ser es creativo, el ser es urbano por esencia, lo que significaría, que únicamente se constituye dentro de un mecanismo de alteridad. El otro es el yo, el otro, la otra parte la que no existe sino es por la suma, la yuxtaposición de incontables yos,  y que al mismo tiempo son yo. Son esas narraciones del inconsciente, del surrealismo inmanente, caleidoscopios que integran sus sueños, sus experiencias y los símbolos resultantes de introspecciones para llegar al espectador, para luego incomodarlo, vapulearlo con las mismas afrentas que de su propia humanidad brotan, como él mismo lo refiere. Concibe al cómic como una de las artes más completas porque es la síntesis de todas las artes, y gracias a la tecnología puedes de manera individual crear lo que deseas, de trazar las variables de una época convirtiéndola en todas las épocas. Me interesa todo lo "kafkiano". Soy Ulises, es él, Ulises, un ser mental buscando ascender a otro nivel mental a través de sus capacidades, sumergido en una alberca de imaginación, sin tiempo, sin prejuicio pero no sin imaginación. 
La cartonería es uno de sus proyectos más personales y se llama instructor de la misma. En los últimos tiempos ha dedicado su imaginativa a la calavera como tema, “la calavera es un símbolo constante”, lo siente como un tributo a los muertos. “Dejé de creer en la muerte porque la muerte es una utopía y la han tomado como otra idea de intimidación. Yo veo a la muerte como un motivo de expresión, como una equidad representada sin género. Todo es transformación, todo debería ser a favor y la muerte no es la excepción”. La charla concluye: te hacen creer que no se puede, por eso debes ejercitar tu visión y dejar que la locura te salga. La obra de Ulises presentada son bocetos personales, así definido por él mismo, son aquellos bocetos que resguardamos bajo el cobijo al otro lado de la oblicua mirada, “son propios”; a entender, desde la alteridad de un presupuesto, los concebimos bajo el impregnado de quién le toca estar frente a lo que parece ser, y ser el ser mismo. Es así, que en la intención por contemplar a quienes somos en realidad nos empuja al deseo de evitar las consecuencias por tener conciencia de uno mismo, con resultados tan dolorosos;  y entonces, el impulso por trascender nos invoca, y miramos la creación no sólo desde la intención por impactar al otro, si no que también, en el golpe asestado que se encierra como bulto en la carne que mueve el pulso para dar paso a la paradoja de la creación, de su creación, allende, donde la alteridad de su oblicua mirada  nos enfrenta a la reacción de las otras, las ya dibujadas en los rostros personales que Ulises, desde esta enfermedad causada por la aglomeración de la gente nos pone al alcance, apenas  despegamos la mirada del incierto punto de partida desde la perspectiva de este, también nuestro tiempo.

Puebla, febrero de 2006.



Texto publicado en la revista Óclesis número 3. 

Sábanas en Seco



La perpetua paradoja del teatro
                                                   
Por: Miguel Ángel Vega

Para Grotowski lo importante es utilizar el papel como un trampolín, como un instrumento mediante el cual estudiar lo que está escondido detrás de nuestra máscara cotidiana -el meollo más intimo de nuestra personalidad-, a fin de sacrificarlo, de exponerlo.

Hay tres temas, tres estados. El sentimiento, el cuerpo y la voz...
Dicen que desde que el hombre existe ha querido imitar el paradigma de su condición humana. Es decir, no se conforma con su naturaleza creadora.
Comienza el estímulo, la organicidad. El sentimiento se convierte en verbo. Hay una inmersión hacia una verdad sin ser absoluta, se llega al éxtasis o al caos. El efecto que produce un movimiento, un ritmo, un silencio. El escenario se transforma en una máquina del tiempo donde distintas realidades alternan entre el espacio y el tiempo. La forma cobra una vida efímera, por lo tanto única e irrepetible. Así es la actuación. Un estado de ensoñación.
Foto: "El Cantar de los Ciclo". Mayo de 2007. Óclesis.
Para Luis de Tavira la actuación es un acto deliberado, es un hacer consciente  y por ello pretende ser un acto libre, lo que nunca puede ser la enfermedad. Por lo tanto, es el tránsito entre la enfermedad y lo que no es realidad (o algo más que la realidad): La ficción en la que se sueña, se inventa. Algo ocurre entre el límite del público y el escenario. El alma de los personajes creados por el dramaturgo se liberan en el cuerpo del actor, se evoca el espíritu en un ritual, en un devenir, capaz de liberar energías, la provocación de un placer que logra un lenguaje superior entre el público y el actor, una metamorfosis que nos pone en el límite de la locura, en la que ya no se distingue el tipo de realidad que se interpreta.

¡ Oh Fausto,
no tienes más que una hora de vida,
y serás condenado a perpetuidad!

Después del aplauso o del silencio como respuesta del público que presencia el arte dramático, los actores regresan de ese plano volátil donde se toma prestada la vida de uno o más personajes, ese momento mágico que se contrae en la vida del actor y del espectador queda abandonado sólo en el recuerdo. La actuación -dice Grotowski- es un arte particularmente ingrato, se muere en el actor. Nada lo sobrevive si no las reseñas periodísticas que generalmente no le hacen ninguna justicia, ya sea buena o mala; por lo tanto la única fuente de satisfacción que se obtiene es la reacción del auditorio. Necesitamos de la aglomeración de la gente.

El artista es un ser desgarrado que se permite andar en otras dimensiones, que se permite no ser real. El actor se convierte también en un ser desesperado: “O enfermedad del espíritu, del yo, la desesperación puede adquirir de este modo tres fisuras: el desesperado inconsciente de tener un yo (lo que no es verdadera desesperación); el desesperado que no quiere ser el mismo, y aquel que quiere serlo.” S. Kierkegaard.

No sé si es una adicción el actuar, pero de igual forma, provoca los efectos que cualquier tipo de droga; aunque ésta, a diferencia de las demás, enaltece nuestra existencia; nos coloca varias máscaras pero desnuda la nuestra; nos sacrifica pero al mismo tiempo es una salvación, nos da la oportunidad de representar varias vidas en una sola y nos permite cambiar al público que nos mira desde una butaca.

miércoles, 22 de agosto de 2012


FILOSOFÍA-HISTORIA, PUNTO DE APOYO

ENTRE LA VERDAD Y EL ALMACÉN DE ERRORES

 
Por: Noé Cano Vargas

Óclesis

La metafísica y la gnoseología elaborada por José Ortega y Gasset no es un corpus sistemático, más bien se trata de un trabajo fragmentario divulgado principalmente en revistas y diarios de la época. En una primera etapa, en la que el pensador español se encontraba imbuido de neokantismo marburgiano, defendió una tendencia objetivista que llegaba a colocar por encima de la personas a las cosas mismas. Sin embargo, ya para 1914, su pensamiento daría un interesante giro hacia una dimensión más propia cuando afirma que la realidad radical es el encuentro del yo y las cosas. De ahí su tesis: “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”. El yo es inseparable de las cosas y sólo lo conocemos en su integridad, cuando lo descubrimos en relación con las cosas que nos rodean. Por ello, “la reabsorción de la circunstancia es el destino concreto del hombre” (en Colomer, 1982, vol. XXX: 9444).

                Partiendo de lo anterior, la vida involucra cosas que hay que tomar en cuenta, el hombre y sus circunstancias son diferentes en cada caso; partiendo de lo factico, es decir, de un hecho cualquiera, las cosas que convergen en cada individuo lo encasillan a comportarse de cierta manera, es esa la actitud vital que proyecta en el mundo, sin embargo, cuando observamos el comportamiento del hombre, ¿cuál es el punto de apoyo que le permite actuar ante una situación determinada?
Imagen extríada de Google imégenes
En tiempos pasados, el punto de apoyo se encontraba en la filosofía y en la historia; la filosofía al estudiar los problemas fundamentales del hombre, lo hacía con el fin de establecer principios racionales que orientaran el conocimiento de la realidad y la forma de actuar con el mundo, pero este saber en el que convergen las cosas y el pensamiento humano, necesita, al evocar el pasado, de la historia, “Esa colaboración de meditaciones precedentes le sirven, cuando menos, para evitar todo error ya cometido, y da [a] la sucesión de los sistemas un carácter progresivo” (Ortega, 2002: 5).
Entonces para Ortega, la historia del hombre es también la historia de los errores que hemos cometido, pero eso no es lo relevante, sino la forma en que, por medio de la razón —aunque hoy la moda es hacerlo sin ayuda de ésta—, creamos estratégicamente artificios o “discursos para justificarlos”. En cierto sentido esto se refleja en la frase de Sófocles “Nada acontece en la vida de los mortales exento de desgracia” (en Shlain, 2000: 15); las desgracias son encubiertas mediante justificaciones elaboradas a través de discursos hechos por el individuo en afanoso anhelo de no volver a cometerlos, discursos para transformar nuevamente su realidad, para lanzarse hacia adelante, hacia el progreso; por eso la historia es reinterpretada por cada generación.

La historia, el discurso y su justificación será verídica y tratará de ser comprendida si se basa en razones de peso universal y no solo en motivos personales, las razones fundamentadas sin duda alguna se encuentra en el pasado, en la historia misma; por tomar una expresión popular, se dirá que “el que no oye consejos, no llega a viejo”; visto de otro modo, el que no contempla y aplica el amplio repertorio de conocimientos expresados en un lenguaje, ya sea oral o escrito, dejado por los ancestros que vivieron en espacio y tiempo antes que nosotros, se asemeja a la silueta de un barco a la deriva sin anclas ni astros que lo guíen a un puerto paradigmático, solo dejándose arrastrar por las velas en medio de los afanosos y volubles vientos de su propia época.

En estos tiempos —y en los que el mismo Ortega vive—, todo parece apuntar a que hemos perdido el punto de apoyo que coadyuva al hombre ha comprender su realidad, ya que “este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, [se entrega] dócil a todas las disciplinas llamadas ‘internacionales’” (Ortega, 2002b: 94); como borregos que necesitan ser llevados por algún camino, muchas personas viven sin cuestionar ni objetar, no hablan, no critican, no debaten, no discuten, al menos por las razones lógicas y supuestas, solo ven motivos, excusas y la justificación distorsiona los hechos a conveniencia, ese es el juego.
 
Imagen extraída de Google imágenes
El hastío, las presiones, los problemas, enmarcan la vitalidad humana hacia dos extremos: éxtasis o estado de frustración, siendo más acentuado el segundo debido a que en la actualidad sólo se percibe una actitud de estancamiento provocado por la bárbara exterioridad del mundo (post)moderno; sin historia y su vuelta al pasado, el individuo “[…] más que un hombre, es sólo un caparazón de hombre constituido por meros idola fori; carece de un ‘dentro’, de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa [víctima de su propio discurso, Óclesis dixit]” por haber perdido su ancla con el pasado, por dejar de ver razones y exponer solo motivos, por dejar de ver en la historia su punto de apoyo (Ortega y Gasset, 2002: 94).

Podemos concluir diciendo que hacer filosofía es un regreso al origen de su tradición. Por eso el filósofo busca sumergirse en el origen de la filosofía, a fin de volver desde allí al presente. Cada sistema no es distinto del anterior, sino que en cierto modo es el anterior, porque lo conserva en la forma por los menos para evitar sus errores. De esta manera comienza la filosofía acumulando el pasado e integrándolo en cada innovación. La historia se revela a sí misma como progreso y no como mero cambio. Hasta el siglo XVIII, la historia de la filosofía no es la del pensamiento en progresión; el pasado se presenta como un almacén de errores, frente a los cuales la filosofía vigente entonces se levanta y contrapone como la verdad.

Aunque se diga que Ortega es un ingenuo que se empeñó en encarnar una alternativa moderada, civil y reformista, en momentos en que ésta no tenía la menor posibilidad de concretarse en la realidad española, no cabe la menor duda de que es uno de los más grandes filósofos españoles. Nació en 1883 y murió en 1955 en Madrid. Durante su niñez se crió en un ambiente literario y político. Estudio en el Colegio de los Jesuitas en Miraflores del Palo (Málaga), después en Deusto y luego en la Universidad de Madrid; se licenció en Filosofía y Letras en 1902 y se doctoró en 1904 con una tesis sobre Los terrores del año mil. De 1905 a 1907 estudió en Alemania, en las universidades de Leipzig, Berlín y sobre todo en Marburgo, donde fue discípulo de los neokantianos Cohen y Natorp.

Fue gran maestro de varias generaciones españolas e hispanoamericanas, sus tesis intelectuales aparecieron en un momento en que existía en España una inmensa preocupación por reconstruir su cultura y por abrirse a Europa.

 

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COLOMER, Eusebi (1982): “Ortega y Gasset (José)”, Gran Larousse Universal, vol. XXX, pp 9444-9446. Madrid: Plaza & Janés.

ORTEGA Y GASSET, José (2002): El tema de nuestro tiempo. México: Porrua.

____ Ortega y Gasset, J. (2002b): La rebelión de las masas . México: Porrúa.

SHLAIN, L. (2000). El alfabeto contra la diosa: El conflicto entre la palabra y la imagen, el poder masculino y el poder femenino. Madrid: Debate.

Editorial 3. Revista Óclesis
 
Por: Patricio Cruz.
 
 
 
Ante un principio de año no podemos dejar de pensar en el final de otro, que no vale recordarlo con esa nostalgia perdida con que miramos, a veces, las almenas de la memoria. Mas es prudente asentar en matices no rigurosos todas las falacias y formas erradas de las que fuimos testigos, además de una o dos curiosidades dignas de Ripley o de la Barca de los locos. Y es que apenas a unos cuantos meses de nuestra concepción -cuya gestación fue y es aún bastante más larga que la del elefante o la mielga-, seguimos retroalimentándonos de nuestra realidad y sueño. Siempre susceptibles en menor o mayor medida, tanto individualmente como bajo la gasa oclética, fuimos acreedores de afables comentarios y mordaces críticas.

Uno no es ninguno, y dos sucede en pares, después a uno se le olvida, pero lo innegable nos llega en tres. De tantas palabras y enunciados que surcaron las aguas de la revista en aquellas presentaciones, hubo las que, con son exacto y melodioso, hicieron trabajar nuestra expectativa de Óclesis como pocas: “Es un movimiento de vanguardia, que se volverá tal cual si, y sólo si, llegan a un segundo o tercer número”. Con su doble matiz, con un rostro de halago y otro de sentencia, y tal vez un tercero cuya implicación más rotunda fue y es la responsabilidad, continuamos fomentando el proyecto para verlo en su metamorfosis de realidad; hoy nos sentimos algo más cerca de ello.

Es importante no perder ni las metas ni los móviles ni las más básicas razones; crear por el simple hecho de crear no es sino un hado sobre el abismo, una musa violada en la intemperie. El trabajo del receptor no es distinto. No bastará sólo pagar un boleto que nos permita pasar a una exposición fotográfica, o pictórica, o dancística o literaria, como tampoco valdrá la pena su intromisión al mundo artístico para memorizar la obra: es necesario enfrentarnos a ella, tanto creadores como receptores, enfrentar nuestros sentidos y nuestro pensamiento y sesgar con la mirada cada elemento para, entonces, hacer valer ese boleto de entrada, ese tiempo que no ocuparemos en ocio delineado o en la mierda del hábito inequívoco.

Los espacios van abriéndose poco a poco y con ello las expectativas de Óclesis. Necesitamos más interés, más disposición en asistir, en leer, en cultivar la mente; debemos aprender a apreciar no sólo las lecturas, sino también las obras teatrales, los espectáculos de danza y las exposiciones gráficas. El arte también es un trabajo, valorémoslo como fomento de la conciencia o como propósito de año nuevo o como proyecto de investigación o como sea: es más necesario que nunca.

lunes, 20 de agosto de 2012


Monólogo

Por: Miguel Ángel Vega



Estoy saboreando la decadencia póstuma de mis días y no puedo dejar atrás el terror que me invade todavía. La denigrante moral y los absurdos dogmas que pregona esta estúpida sociedad corrompida desde su naturaleza, que suele achacar a la raza de libertinos los males vesánicos. Arrastro con este cuerpo marchito, por la intriga del tiempo, dulces placeres reclamados desde la carne. La injuria me calienta la cabeza y sigo pensando que no hay tregua en la impunidad del deseo fogoso yugo de nuestra piel. Siempre he querido demostrar que el cuerpo es una zona, un mapa, un territorio sobre el cual se pueden ejercer las más crueles experiencias de poder. Nada más simple que encontrar el envilecimiento y rebajarse en los goces de la deliciosa perversión. Durante mi estancia en La Bastilla me diagnosticaron “demencia libertina”, ¿Será por mis orgías sin fin en la casa de Madame  Hecquet? Uno siempre gusta de escuchar lo que se complace en merecer y es imposible saber hasta dónde puede llegar el hombre que haya sido creado sensible a este placer. Ahora me dirijo por última vez al teatro en Charenton. Tal vez es ahí donde encuentro  cura a mis asedios y criminales pensamientos. La antigua sala del blanco cantón diseñada para 20 ó 30 espectadores que esperan  mi mejor actuación, mi última actuación. De todos los lugares, aquí encuentro refugio a mi perseguida locura, en espera de que el acto aborte ante los ojos del público; que cimbre la voz desde las entrañas; que suden los huesos cuando el primer pie esté plantado en el escenario; cuando mirándonos, el horizonte perdido en polícromas luces nos carcoma el alma, inmersos en el efímero instante de la sangre viva, succionados en la perpetua ensoñación de las palabras que arden, de los personajes que muerden, una simple transmutación.


Imagen tomada de http://www.nuevaeraonline.com.mx/cultura-de-las-drogas-en-mexico-la-inutil-prohibicion/


Se levanta el telón. Ya no soy el mismo. El tiempo se detiene. Los recuerdos asaltan a traición. Explota el corazón. Mis músculos se crispan. Comienzo a actuar. ¡Me corro dentro de mí!

“¡Desdichado! ¡Sólo te creía sociniano, tenía armas para combatirte, pero veo claramente que eres ateo, y desde el momento en que tu corazón se niega a la inmensidad de las pruebas auténticas que recibimos cada día de la existencia del creador, no tengo nada más que decirte!.”

La obra se consumó. Y soy el hombre más feliz de esta tierra, aunque mi final ya se aproxima. Se me comunicó la sentencia, estoy condenado a ser quemado en efigie. Pero la noche no ha llegado a su fin. La lujuria me espera en donde lo más delicioso de los cuerpos puede tener lugar. El que ama con ardor las cosas descubre placer en hacerlo. No hay maldad en mis actos, me place corromper las divinas leyes, profanar caricias absueltas en el fuego que alumbran todas nuestras recónditas fantasías, trastornarme en el deseo, con inclinaciones ardorosas, con escandalosas pasiones, entregado únicamente a este mundo para enterrarme a ellas y para satisfacerlas, consciente de esta fascinante debilidad.  No me arrepiento... pero... ¡Dios! ¡Dios! ¡Por qué me quitas lo que tanto deseas!

En la calle que principalmente se llama Sodoma nada más simple que amar el envilecimiento y encontrar goces en el desprecio. La bajeza es un goce muy familiar a ciertos espíritus; uno gusta de escuchar lo que se complace en merecer, y es imposible saber hasta dónde puede llegar en esto el hombre que ya no se sonroja de nada. Es lo mismo que la historia de determinados enfermos que se complacen de su cacoquimia. “Cuanto más razonable debería ser mi maldita cabeza, se trastorna y se vuelve libertina. Ganímedes de ese nuevo Júpiter.” Que el fuego de esta sensibilidad sólo alumbre nuestros placeres.

sábado, 18 de agosto de 2012


Cultura y sociedad mexicana, un proyecto a replantear

Mtro. Noé Cano Vargas

Óclesis

La sociedad mexicana actual tiene como origen un pasado ancestral, las culturas que habitaron Mesoamérica y el hombre que habitó el territorio es por sí mismo un artífice, resultado de adecuarse al medio ambiente que le rodea, para subsistir tuvo que satisfacer necesidades básicas: abrigarse, protegerse del clima y depredadores, reproducirse, comer, de ahí que el concepto cultura se define en un principio como una actividad practica, acto y efecto de cultivar la tierra, específicamente el maíz. En esta faena cotidiana que duró miles de años el hombre creó una serie de elementos básicos que están presentes en toda sociedad: el lenguaje medio más idóneo para transmitir los conocimientos adquiridos; simultáneamente por la dificultad de explicar su origen, la muerte y el mundo que le rodea, surgen objetos de adoración, fetiches, mitos, leyendas, y con ello “la religión”; las necesidades junto con la experiencia le permiten desarrollar artefactos, surgen los oficios, la cerámica, los artesanos, la tecnología; con el tiempo, satisfechas las necesidades básicas el hombre transforma su entono, lo hacer agradable, lo estiliza.
Los elementos culturales existentes en nuestro país parten de este contexto mencionado, el pensamiento que el hombre siente y proyecta a su alrededor da como resultado las manifestaciones culturales existentes, “por una parte son producto espontáneo del sujeto viviente y tienen su causa y régimen dentro del individuo orgánico; por otra, llevan en sí mismos la necesidad de someterse a un régimen o ley objetivos.”  (Ortega y Gasset, 2002, pág. 21), la cultura es una función vital intrínseca en el ser humano. 
Imagen tomada del sitio de imágenes de Google
México, sociedad pluricultural con un bagaje ancestral es un lugar que desborda vitalidad, cada región tiene elementos culturales distintivos y únicos que no se pueden comparar con otra región, México son muchos Méxicos. En este espacio, el mexicano, como cualquier individuo es proyectado hacia la vida, el nacimiento es el punto de partida, con los años va adquiriendo competencias y habilidades, se va transformando, sus rasgos culturales producto de la relación existente entre él y su medio ambiente lo llevan a ver la vida desde diferente nivel por el conjunto de conocimientos, modos de vida y costumbres que adquiere, a esto se le suma el carácter específico como individuo, esto le permite desarrollar y emitir juicio. Esto es lo que debería seguir siendo México, un sistema social único en movimiento.
Cada mexicano es un ser sublime, pero en las últimas décadas conforme va entrando en contacto con otras personas y la diversidad de entornos existentes su vida se va perfilando a esquemas preestablecidos, los rasgos culturales propios del mexicano ya no lo son tanto como se piensa, se desvanecen poco a poco permitiendo el surgimiento de una sociedad compleja empapada de modismos extranjeros que coartan y conducen el modo de pensar del individuo circunscribiéndolo a un esquema establecido por el grupo hegemónico. La globalización, los medios masivos y la mercadotecnia son los mecanismos de transculturación que moldean el prototipo de cómo debe actuar y comportarse el ciudadano promedio, la masa mal informada y la juventud mexicana, al no tener mecanismos de defensa por la falta de reflexión y al estar desvinculados de la realidad que se envuelve en velos, recordando el concepto  del nini –ni estudio ni trabajo-, no le queda más remedio que darle la vuelta a los problemas, se vuelve indiferente o ni siquiera los perciben.
¿Será que el mexicano sigue conservando su cultura o se encuentra en agonía? ¿Las costumbres y tradiciones ancestrales siguen siendo práctica cotidiana en evolución o se han convertido en una actividad encapsulada que el turismo vende al extranjero? La mercadotecnia, la televisión y el estilo de vida a imitar estereotipos dejan en claro hacia donde se dirigen, la educación ha dejado de cuestionar y tomar posturas críticas, conformándose con ofrecer una enseñanza mediocre y sin una meta más que fabricar titulados, como autómatas se acepta todo sin cuestionar y entonces la cultura original se desvanece, lo que ocasiona que actualmente tengamos una inclinación hacia “un utopismo cultural. Se cae en él siempre que se reciben sin previa revisión ciertos principios intelectuales, morales, políticos, estéticos o religiosos, y dándolos desde luego por buenos se insiste en aceptar sus consecuencias.” (Ortega y Gasset, 2002, pág. 24)
Los resultados pueden ser catastróficos si los mexicanos y las generaciones en formación no comienzan a reflexionar sobre los cambios culturales a los que nos esta llevando el desarrollo mundial, el capitalismo ya muestra su lado oscuro; El promedio de los mexicanos no lee, no genera ideas ni soluciones para transformar su vida, no piensa a futuro, es necesario comenzar a criticar nuestro entorno  y buscar un proyecto que guíe nuestro andar hacia una meta que fundamente lo que es ser mexicano, hoy es el momento porque “De lo que hoy se empieza a pensar depende lo que mañana se vivirá en las plazuelas” (Ortega y Gasset, 2002, pág. 14)

 
Bibliografía
Elías, N. (2011). El proceso de la civilización. México: Fondo de Cultura Económica.
Ortega y Gasset, J. (2002). El tema de nuestro tiempo/La rebelión de las masas. México: Porrúa.

jueves, 16 de agosto de 2012

Las pasiones


Por: Isis Samaniego.

En menos de lo que dura la vigilia perpetrada por las pasiones, el vino o el amor, los fantasmas empiezan a materializarse. Se esconden en la orilla de un libro, pululan sobre el barro, amainan en un puñado de bocetos, se rigen en tonos multicolores, se vacían en plastilina; éstos son los sueños moldeados de Juan Soriano.
Animales fabulosos, aves de rapiña; las piezas de su último pero productivo periodo, se resuelven bajo esquemas aparentemente simples, mas, esta fauna pasaría desapercibida en un mundo de gigantes, no entre nosotros.
En soriano se aprecia la capacidad de llevar acabo sin cuestionamientos filosóficos, una jungla poblada de anhelos representados en aves, pájaros de buen o de mal agüero, que son en si la descripción fina de un momento. El moldeo de la utopía.
La singularidad y la sencillez de Juan Soriano y de su obra no es difícil de apreciar; los niños asoman la nariz sobre una cabeza de toro, las familias se sacan la foto para la posteridad del árbol genealógico.
La reacción del público frente a la obra monumental de Juan Soriano, en ciudades sin un perfil cultural, hacen que el transeúnte no aprecie la obra en su majestuosidad, viéndola como un elemento más de ornato en las plazas públicas. En este aspecto el capital cultural de los peatones se ve reducido por el impulso arrebatado de no ver más allá de las formas.
En realidad, comprender el arte depende del lenguaje crítico que el artista haya hecho de su realidad, del examen de su entorno o en su caso del contexto que le tocó vivir, tal vez de la pluma que le criticó o del ágora donde se hizo pública la fascinación que de la obra y del autor se haya hecho, de los envites materiales o simbólicos que en la obra se engendran, empero, no es; plegarse al placer de reducir o de destruir (como lo sugiere W.H. Genstein en su conferencia sobre ética, el empeño en comprender es sin duda en parte tributaria del placer de destruir los prejuicios y de la “seducción irresistible que ejercen las explicaciones del tipo”, “esto no es más que aquello” sobre todo a título de antídoto contra las complacencias fariseas del culto al arte. [1]
Es sencillamente mirar las cosas de frente y verlas como son. La obra monumental de Soriano es una extensión más de sus autorretratos, de lo gigante de sus pensamiento, de la libertad de su lenguaje; desarrollado en materiales que devienen para la posteridad: el bronce, la piedra, la arcilla que son la mezcla de sus artificios en el amor; esa obsesión  de todos y cada uno de los seres humanos.
En Soriano los sueños se prolongan hasta convertirlos en materia, la mezcla exacta de su visión del mundo, con la perspectiva como entorno y la habilidad de sus manos. Voluntad férrea que al final de sus días se apropia de sus sueños inasequibles para convertirlos en seres vivientes de su jungla personalísima. “Sin embargo, no es la voluntad el elemento capital de toda empresa, puesto que con ella se triunfa”[2]

En el trabajo de Juan Soriano se materializa la inocencia, cuestiona al transeúnte con obras de una neutralidad tal vez adversa, otras aceptables y deja al descubierto la intemporalidad de su arte. Los anhelos de definir su persona, la potencia de su trabajo como escultor: La materialidad es un camino que el arte contemporáneo no ha agotado.[3]
Soriano el niño, sostiene un monólogo en medio del matriarcado que le tocó vivir, dibuja  y  moldea  en plastilina  desde  temprana  edad; corre  tras  la  silueta  Martha, su
hermana favorita para dibujar las manos, el rostro y se pinta así mismo niño, joven, eterno.
Soriano pinta a Lupe Marín una y otra vez, hasta llegar a diecisiete y quedar complacido con los tonos y las formas, pinta desnudos de hombres que son censurados en las revistas de su tiempo, aunque su tiempo hoy también sea el suyo.
En lugares como Puebla y Tlaxcala donde se ha exhibido la obra monumental de Soriano, debería de haber un programa permanente de generación de público, a través de una agenda cultural apropiada al contexto de cada Estado, donde se incluya, por lo menos, una reseña de la vida del autor y charlas no tan académicas para los niños y los adolescentes, por personal capacitado en Historia del arte.
El arte debiera ser uno más de nuestros patrimonios más queridos, en el caso de Soriano, sus obras están a la vista de todos para admiración de pequeños y no tan pequeños, la obra de un artista se debería, por decreto, mostrar al público en general. El arte no debe ser sólo para admirarse en un museo, ni tampoco mostrarse sólo ante una élite y con una cuota, me permito diferir.



[1] Las Reglas del arte, Pierre Bourdie.
[2] L’ Educatión Sentimental, Paris, Gallimard.
[3] La tempestad, A decade of Sculture,Nicolas Cabral.

miércoles, 15 de agosto de 2012

La imagen femenina en la literatura



Por: Jorge Luis Gallegos Vargas
Óclesis

La mujer, hasta antes de la aparición de la crítica y la teoría literaria feminista, había sido tratada como un objeto de ornamentación más en las páginas de la Historia literaria; había sido producto de la marginación de la cultura patriarcal. Eran pocas las mujeres productoras de letras y casi todas ellas pelearon en contra de las ideas falocéntricas de la época.
Es importante resaltar, que una constante literaria en las producciones del siglo XIX y del siglo XX es que la mayor parte de las protagonistas de las obras son mujeres: Emma Bovary, Ana Karenina, Carmen, María, Clemencia, Marianela, Santa, la señora Dolloway. Mónica Monteys destaca que “Lo verdaderamente heroico de estos personajes femeninos no ha sido alcanzar el desencanto del mundo, sino resistir a él.”
Los personajes de ficción femeninos fueron forjando su carácter, mismo que todavía no logran, del todo, expresar libremente, dejando porcas alternativas para que los personajes literarios acabaran hundidas en la humillación y la degradación, dejándoles como única alternativa la muerte o el exilio.
Imagen extraída de
http://www.laguia2000.com/el-mundo/el-dia-internacional-de-la-mujer
Las creaciones literarias del siglo pasado, han transgredido la costumbre de antaño. Los personajes femeninos son capaces de vivir grandes pasiones, pasar por diferentes estados anímicos, ser objetos de representaciones psíquicas; ya no sólo son un medio para el desarrollo de la historia, ahora también son partícipes de la misma. Resulta contradictorio, pues, que las obras más representativas del siglo XIX le correspondan a la mujer: Jane Austen, Emily Brontë, Georges Eliot, entre muchas otras.
Al hablar de estas novelistas, Woolf hace mención del cómo es que estaban sometidas ante su propio genio; ante la construcción de la identidad como escritora; de su identidad femenina: “(...) pienso que estamos en la pista de (...) una Jane Austen muda y sin gloria, de una Emily Brontë rompiéndose los sesos en el páramo o recorriendo con desolación los caminos, trastornada por la tortura de su genio.”
Así pues, en la literatura producida por la mujer, las actividades cotidianas se vieron manifestadas de forma inmediata dentro de las letras; la temática giró en torno a las labores domésticas, vivencias de la infancia, amores frustrados, a la vida del claustro; dichas obras, muestran una narración más íntima, una representación de la mujer más verosímil, personajes femeninos palpables.
Las escritoras contemporáneas rompen con el status quo, creando universos correspondientes a sus valores propios, no dejando de lado sus asuntos biológicos. Pareciera ser, entonces, que estamos frente a una nueva especie de canon literario: un canon en donde las imágenes de la mujer sea captada por una mirada femenina; en donde se plasme un discurso propio de ésta; en donde de las imágenes de las que se hablen sean de las femeninas.

martes, 14 de agosto de 2012

Tirsso Castañeda o la evaporación utópica


Por: Conrado Zepeda Pallares

Cuando me vea en mi totalidad, tendré que verme yo mismo, saber yo mismo qué es lo que quiero, no sólo lo que me ocurre sino hasta dónde llega mi capacidad de ver, cuáles son mis instrumentos, cuáles son los que predominan, qué es lo que reconozco y lo que hasta ahora he reconocido en mí mismo. Me veo evaporarme y expirar cada vez con más fuerza, las oscilaciones de mi luz austral se aceleran, se vuelven más repentinas, sencillas y similares a un gran reconocimiento del mundo. Así produzco a partir de mí mismo siempre más, siempre cosas más amplias, ilusiones eternas, siempre y cuando el amor, que lo es todo, me enriquezca de este modo y me conduzca allí donde instintivamente me siento atraído, lo que he percibido a pesar de mí mismo.
Egon Shiele (1890-1918)

En la búsqueda de la naturaleza se abandonan los silencios por los gritos iracundos de las orbes absorbentes, apasionadas, primitivas, rupestres. Y alguien, un hombre de infantil sustancia se acerca ante tal caos. Una barbilla isabelina y una sedosa barba negra parturienta se alternan entre sus dedos, entre sus manos; una castañeta y el pensamiento hacia el origen. Tirsso Castañeda comienza su discurso. Óclesis le da bienvenida. Estamos en las postrimerías del mes de junio sentados en una mesa del conocido restaurante de la 2 oriente en el centro de la antigua Cuetlaxcopan, donde, debemos decirlo, todavía cambian las serpientes de piel.
Nuestro segundo pintor, huésped, olvidó su origen para que en su pintura se encontrara un resquicio, apenas, de las preguntas del comienzo de la diversidad de las culturas y civilizaciones, que finalmente no son más que hijas de un antepasado común, todas. Castañeda es una espiral de nombres y de sus propios estilos: es un sencillo espacio sincrónico consecuente de la hilaridad y del desorden de los instantes en que aparecen y desaparecen imágenes y sus significados en la razón y la pasión de hombres y mujeres.

La inanidad de todas las utopías. La incuria de las muertes de todas las historias de todos los hombres, apenas de todos los poblanos. El pintor poblano apunta hacia la reconstrucción de una identidad que se esfuma en el centro de una conspiración anónima: globalización idiotizante, avasallamiento foráneo.
En la serie que Tirsso Castañeda elaboró especialmente para este número se entrevera su propio nombre  (Tirso es en griego la vara enramada de Dionisio, el dios bajo y sublime al mismo tiempo, de las pasiones divinas y humanas) a través de cuatro ejes: la organicidad, la búsqueda del origen, la vida y la transparencia de ella.
Nuestro artista pintor, escultor, amante y niño concibe la vida como un caracol y los que viven son sus habitantes, que buscan la sensibilidad o el desentendimiento: A veces puede (la vida) puede ser como depresiva pero es más para mostrar su proceso: es un continuo enrollarse y desenrollarse, como el caracol que entra y sale (...) Si estás atento y eres sensible puedes predecir lo que viene en la matemática infinita del silencio. La gente que está más callada es la que más sabe y al mismo tiempo es la que más siente.
El silencio de Tirsso es una búsqueda constante del origen caracólico, lo orgánico: Lo orgánico es una necesidad de origen y vida. Es el reconocimiento más terrenal. No debemos olvidarnos del instinto de la primera piel, esa que nos lleva a una definición de nuestra primera personalidad.
Un escarabajo, un saltamontes cardenalicio, un ciempiés, un caracol enmohecido en un mar vacío, una mandrágora, una oruga, un monstruo (aquello que se muestra) sin nombre, los trazos creativos que dan vida viven en su pintura. También un niño burlándose de su estatura, Tirsso es como Óscar Matzerath de El tambor de hojalata buscando la obsesión y la compulsión del movimiento de la mariposa alrededor de una bombilla eléctrica. Pero Tirsso es también la mariposa y la bombilla; el movimiento y su obsesión. Tirsso se danza a sí mismo y no se encuentra, por eso pinta, por eso esculpe, por eso vive, por eso gira en sí mismo: constancia que lo crea: Si tenemos problemas arriba y abajo hay que regresar al origen; lo de arriba está abajo y a la inversa, el arte es una dimensión que regresa constantemente al origen.
Buscar, todavía más, hurgar en la pintura trashumante de Castañeda es solidificar el origen y al mismo tiempo volatilizarlo, menearlo, esfumarlo, perderlo. Tirsso Castañeda es un raído subterfugio que se rejuvenece con la verdad de su pintura, con las danzas repetidas en colores primarios o de una escala de grises que contraria la aglomeración y su prestigio neoliberal, liberal, capitalisto ¡qué importa! La búsqueda de Tirsso está cristalizada en sus amistades, en las escenas que retenemos los que lo queremos y conocemos: Tirsso saluda de beso y abrazo como si recuperara el llavero de la puerta de su casa: La búsqueda es un carrito en un camino; en este carrito hay muchas intenciones: redescubrimientos y renovaciones en caminos paralelos con el que maneja, como la amistad, pero a veces nos distraemos y perdemos la dirección. El amigo nos devuelve o nos avienta, pero casi siempre nos señala el camino, entonces uno recuerda las intenciones y las ilusiones del principio del camino que están dentro del carrito.
Tirsso es amigo nuestro y amigo de una utopía que buscamos cuando escribimos y que sin embargo, se evapora al mismo tiempo. Tirsso es la evaporación utópica señalando el lugar que no existe en la vida real, que incluye la vida artística.

Quiero especialmente dedicar a nombre de Óclesis el siguiente poema a nuestro amigo pintor y niño eterno

Evaporación utópica

Entre tanta materia dormida
un trazo trémulo adivina el compás del cemento
es un hartazgo constante de respirar artificiosamente

Entre la soledad escondida en desparpajos avergonzados
se adelanta la mano a esfumar los colores
No hay sino escondrijos de animales deseantes de dibujo:
artilugio animado, entusiasmo robado.
Las manos son castañetas en series zoomorfas
al alimón
Al tiempo se le conoce por sus propios péndulos:
movimiento perenne de raídos subterfugios

Evasiva misión de una danza despavorida
Óscar Matzerath y las bacanales de su nombre.


Texto publicado en la Revista Óclesis 2. Entrevista a Tirsso Casteñeda, autor de la obra gráfica que ilustró la revista. 

Un Junio de dos mil cinco


Por: Hugo I. López Coronel


Libertad te da el que sin ella queda, ¡oh caballo tan estrenado por tus obras cuan desdichado por tu suerte! Vete por do quisieres; que en la frente llevas escrito que no te igualó en ligereza el Hipogrifo de Astolfo, ni el nombrado Frontino, que tan caro le costó a Brandamante.      
CERVANTES: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Cap. XXV.


Poniente de la ciudad de Puebla. Valle de la Cuetlaxcoapan

Quiero empezar por poner nombres a los ruidos, porque quizá ahora sólo soy un ruido. Quiero pintar el agua con mi saliva
                                                                        en el momento
                                                                        justo en que gotea
                                                                        en el acto de la lluvia,
                                                                        porque quizá ahora soy una gota.
Quiero escupir los granos de arena para aferrarlos a la tierra, porque quizá ahora soy parte del viento que se ha ido después de la tormenta, quizá. Trasluzco en un cuerpo alargado por la corriente de millones de años de tacto y quiero morir millones de veces para volver a vivir.
Se agota inerte en el manjar de los hambrientos, la luz que agazapa las verdaderas intenciones: de los blasfemos comprometidos, de los viejos que despiertan tras la primera lluvia; una mirada, el cortejo, un romance,  penetración, el grito, una ausencia es recuerdo y la simpática magia, quizá.
Mañana ahora amanece, ayer amanecerá mientras hoy me instalo en esta urbe agónica repleta de ausencia, otra vez ausencia aún no es recuerdo, el caos sagrado es el orden mayor, divino, también quizá.
                                 
                                 Ves,
                                 ya nunca es hoy
                                 ya jamás mañana,
                                 ya no es este laberinto interminable,
                                 ya el erotismo es el acto más complejo,
                                 ya tampoco
                                      el
                                          azul
                                                   celeste
                                                                 que se convierte
                                 en amasijos de nubes,  
                                 ya, tampoco quizá.

Es entonces la conciencia; la que vuelve a la tumba; el hombre muere; renace y se amamanta de la leche que brota de los senos de la madre tierra.

Y nazco.

Aquí la tinta se ha vuelto inasible. Amenazó las pláticas con el vientre de la taza hasta convertirla en la mazmorra que aprisiona mi incauta descendencia nonata y sólo me expulsa a los sueños que sólo sueños no son.
                                                                        Maniata los párpados,
                                                                        restriega la inocencia,
                                                                        estratega en las pupilas,
paradigmas enmarcados como cicatrices que se alojan en mi vientre de tiempo. ¿Recuerdas la luz?, pues ahora tirita por el frío de las palabras necias que ahogan las preguntas, amortajan, convertir en presente perpetuo, la verdad del arte, las dinámicas leyes cósmicas y el reprimido que ama al represor y
ya
nunca
olvido.

Mañana, abrí la llave de ayer y sólo vapor de polvo emergió de sus entrañas. ¡Ay, este maldito dolor tampoco me alcanza para pagar casi nada de originalidad! Ahora también extraño mucho, también. No es fácil hilvanar secuencias en los tiempos en que todo suena igual y es diferente siendo igual, quizá también.

Quiero empezar por poner nombres donde hay un consuelo de la tierra en el cauce, laberinto que madeja mis pensamientos cuando el tiempo fue. Empezar a echar de menos la brisa cuando nace después de morder los labios y la ausencia de mí carcome este cuerpo. Supongo al mar no en lo cierto y doy libertad a la luz que con las riendas hacen las olas. Ya es una ausencia, entonces cabalgo dejando este presente que caerá como polvo. Ahora nunca olvido; la paciencia y sus sonrisas restan caricias, supersticiones que ahogan el arco iris nocturno y la imagen de la masa en la carne reinventándose.
Las contracciones de la caverna satanizada envueltas en llamas de vida y la fuente tras el impulso de los músculos, la sangre, otro grito que rompe el aire y el agua limpiando el pecado original.  
                  
                   Un golpe
                                   y
                                      el llanto sobreviene.


Texto publicado en la Revista Óclesis número 2.