Editorial 3. Revista Óclesis
Por: Patricio Cruz.
Ante un principio de año no podemos dejar de pensar en el final de otro,
que no vale recordarlo con esa nostalgia perdida con que miramos, a veces, las
almenas de la memoria. Mas es prudente asentar en matices no rigurosos todas
las falacias y formas erradas de las que fuimos testigos, además de una o dos
curiosidades dignas de Ripley o de la Barca de los locos. Y es que apenas a
unos cuantos meses de nuestra concepción -cuya gestación fue y es aún bastante
más larga que la del elefante o la mielga-, seguimos retroalimentándonos de
nuestra realidad y sueño. Siempre susceptibles en menor o mayor medida, tanto
individualmente como bajo la gasa oclética, fuimos acreedores de afables
comentarios y mordaces críticas.
Uno no es ninguno, y dos sucede en pares, después
a uno se le olvida, pero lo innegable nos llega en tres. De tantas palabras y
enunciados que surcaron las aguas de la revista en aquellas presentaciones,
hubo las que, con son exacto y melodioso, hicieron trabajar nuestra expectativa
de Óclesis como pocas: “Es un
movimiento de vanguardia, que se volverá tal cual si, y sólo si, llegan a un
segundo o tercer número”. Con su doble matiz, con un rostro de halago y otro de
sentencia, y tal vez un tercero cuya implicación más rotunda fue y es la
responsabilidad, continuamos fomentando el proyecto para verlo en su
metamorfosis de realidad; hoy nos sentimos algo más cerca de ello.
Es importante no perder ni las metas ni los
móviles ni las más básicas razones; crear por el simple hecho de crear no es
sino un hado sobre el abismo, una musa violada en la intemperie. El trabajo del
receptor no es distinto. No bastará sólo pagar un boleto que nos permita pasar
a una exposición fotográfica, o pictórica, o dancística o literaria, como
tampoco valdrá la pena su intromisión al mundo artístico para memorizar la
obra: es necesario enfrentarnos a ella, tanto creadores como receptores,
enfrentar nuestros sentidos y nuestro pensamiento y sesgar con la mirada cada
elemento para, entonces, hacer valer ese boleto de entrada, ese tiempo que no
ocuparemos en ocio delineado o en la mierda del hábito inequívoco.
Los espacios van abriéndose poco a poco y con ello
las expectativas de Óclesis.
Necesitamos más interés, más disposición en asistir, en leer, en cultivar la
mente; debemos aprender a apreciar no sólo las lecturas, sino también las obras
teatrales, los espectáculos de danza y las exposiciones gráficas. El arte
también es un trabajo, valorémoslo como fomento de la conciencia o como
propósito de año nuevo o como proyecto de investigación o como sea: es más
necesario que nunca.
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