miércoles, 22 de agosto de 2012


Editorial 3. Revista Óclesis
 
Por: Patricio Cruz.
 
 
 
Ante un principio de año no podemos dejar de pensar en el final de otro, que no vale recordarlo con esa nostalgia perdida con que miramos, a veces, las almenas de la memoria. Mas es prudente asentar en matices no rigurosos todas las falacias y formas erradas de las que fuimos testigos, además de una o dos curiosidades dignas de Ripley o de la Barca de los locos. Y es que apenas a unos cuantos meses de nuestra concepción -cuya gestación fue y es aún bastante más larga que la del elefante o la mielga-, seguimos retroalimentándonos de nuestra realidad y sueño. Siempre susceptibles en menor o mayor medida, tanto individualmente como bajo la gasa oclética, fuimos acreedores de afables comentarios y mordaces críticas.

Uno no es ninguno, y dos sucede en pares, después a uno se le olvida, pero lo innegable nos llega en tres. De tantas palabras y enunciados que surcaron las aguas de la revista en aquellas presentaciones, hubo las que, con son exacto y melodioso, hicieron trabajar nuestra expectativa de Óclesis como pocas: “Es un movimiento de vanguardia, que se volverá tal cual si, y sólo si, llegan a un segundo o tercer número”. Con su doble matiz, con un rostro de halago y otro de sentencia, y tal vez un tercero cuya implicación más rotunda fue y es la responsabilidad, continuamos fomentando el proyecto para verlo en su metamorfosis de realidad; hoy nos sentimos algo más cerca de ello.

Es importante no perder ni las metas ni los móviles ni las más básicas razones; crear por el simple hecho de crear no es sino un hado sobre el abismo, una musa violada en la intemperie. El trabajo del receptor no es distinto. No bastará sólo pagar un boleto que nos permita pasar a una exposición fotográfica, o pictórica, o dancística o literaria, como tampoco valdrá la pena su intromisión al mundo artístico para memorizar la obra: es necesario enfrentarnos a ella, tanto creadores como receptores, enfrentar nuestros sentidos y nuestro pensamiento y sesgar con la mirada cada elemento para, entonces, hacer valer ese boleto de entrada, ese tiempo que no ocuparemos en ocio delineado o en la mierda del hábito inequívoco.

Los espacios van abriéndose poco a poco y con ello las expectativas de Óclesis. Necesitamos más interés, más disposición en asistir, en leer, en cultivar la mente; debemos aprender a apreciar no sólo las lecturas, sino también las obras teatrales, los espectáculos de danza y las exposiciones gráficas. El arte también es un trabajo, valorémoslo como fomento de la conciencia o como propósito de año nuevo o como proyecto de investigación o como sea: es más necesario que nunca.

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