miércoles, 20 de marzo de 2013


(Pensar a) Julián Marías, (como) clave cervantina.a


Por: Oscar O. Chávez Rodríguez*


…perseguir la fisonomía de los objetos
en toda su delicada, compleja estructura.
Ortega y Gasset. Verdad y perspectiva.


Fuente de imagen:
http://www.filosofia.org/hem/dep/clc/n45p067.htm
Si partimos de la idea de que el hombre no tiene naturaleza, sino historia, entonces la labor del historiador es reconstruir los hechos para de esta manera mirar las formas de ser y de vivir del hombre; a su vez, realizar lo anterior permite encontrar al hombre concreto a partir del cual se hace posible un concebir–lo como ser histórico.
De esta manera, indagar una vida humana partiendo del presupuesto de la historicidad –y no de una naturaleza dada– hace posible el establecimiento del cuadro de posibilidades e imposibilidades a las que se enfrenta, y las que terminan por caracterizar, esa vida objeto de la indagación, es decir, permite saber lo que a esa vida le era posible o imposible hacer, así como lo que efectivamente hizo.
No se trata, por tanto, de una recopilación de datos, no es una historia positivista la que permite saber algo acerca de una vida, sino los encadenamientos, las relaciones e influencias que esos datos permiten establecer; la importancia de la recopilación de datos radica, así, en que a partir de ellos es posible construir hechos que conducen a postular hipótesis acerca de un determinado fenómeno. Dato que es por ello un segundo momento que permite verificar las hipótesis.
Entender de esta forma la labor histórica, en el caso especifico de investigar una vida, abre un espacio de interpretación en el cual es posible mirar, comprender la manera en la que el hombre se hace a sí mismo, observar los momentos en los que logra realizar sus sueños e inquietudes transitando de una existencia –dada, natural– a una personalidad –conseguida, ganada con el propio esfuerzo, histórica–.
A propósito de lo anterior, “Cervantes, clave de española” de Julián Marías es un ejemplo de reconstrucción histórica en el que se busca establecer el espacio propio, las peculiaridades singulares, los condicionamientos y la manera en la cual fueron encarados por el hombre Cervantes; rasgos personales que hicieron posible la transición de la existencia de un hombre llamado Miguel de Cervantes a la personalidad Cervantes, y junto con ello, a la posibilidad de saber algo acerca de España, recorrerla mediante la reconstrucción de los diversos horizontes en los cuales se desplegó la vida de Cervantes hasta constituirse como una referencia para comprender la España de su época.
El trabajo historiográfico llevado a cabo por Marías se centra, de esta manera, en el tema de la vida humana, rendija a través de la cual el mundo hispánico se nos va desvelando. El instrumento utilizado no es otro que la literatura, concebida como un mundo que corre paralelo a la realidad, especie de espejo en el cual esta última se refleja permitiendo mirar al hombre como un ente de realidad, y a la realidad como la condición de posibilidad en la cual una vida puede ir más allá del mero vivir, es decir, trascender la sola existencia. Elegir este medio conduce al desarrollo de una perspectiva propia desde la cual se ven cosas nuevas.[1]
Pero la peculiaridad del texto de Marías radica en no pretender un trabajo erudito, no busca distraer la atención del lector con innumerables citas a pie de página como tampoco remite a referencias cuya ubicación es complicada; tampoco se enfrasca en elaboraciones discursivas complejas ni establece argumentos que apelen a sistemas filosóficos o antropológicos.
Al contrario de eso, Marías relata la vida de Cervantes como en una charla, aderezada con elementos imaginativos, metafóricos, sin que ello signifique un empobrecimiento del trabajo histórico, pues si bien, como señala Marías, “en el caso de Cervantes... lo único que se puede hacer –y se debe hacer– es una obra de ficción” esto no significa inventarse datos, al contrario, debe ser una ficción cum fundamento in re.[2] Y la intención de esta ficción, de este trabajo es ver hasta qué punto Cervantes permite comprender España; y con esto queda claro que Marías no pretende descubrir nuevas fuentes de la obra cervantina, como tampoco hacer un análisis de texto o discurso ni una biografía, pues en esta ultima muchas son las cosas que quedan en la oscuridad. Más bien, lo que busca nuestro autor es mirar ese juego entre realidad y vida, entre lo posible y lo imposible, entre ser y no ser que conduce a ubicar en Cervantes una clave para comprender la vida española. Y en esta labor el azar, o mejor dicho, la configuración del azar juega un papel de vital importancia.
Esta forma de enfoque hace de la historia –de la labor histórica– una actividad alejada de la erudición para situarse en un quehacer vivencial. Después de todo, “la vida, escribe Marías, es quehacer, y no mero hacer, porque consiste siempre en que tengo que hacer algo, y en general tengo que hacerla”.[3] En asumir plena, conciente y responsablemente lo anterior radica la única diferencia válida entre los hombres, pues no todos son capaces –por diversas causas: físicas, psicológicas, sociales en las cuales no me detendré– de asumir lo que tienen que hacer, como tampoco en hacer su vida. A propósito de esto, Marías, nos habla de horizonte, de posibilidades, también de imaginación y de proyectos, mas me parece que lo que late en el corazón de esas ideas no es otra cosa que una exigencia: vivir no la vida, pues tal cosa la hace cualquier ser vivo, incluso el alga que se deja llevar por el ritmo del mar sin oponerle resistencia, sino vivir su vida, asumirla, conocerla, modificarla. Y esto recuerda mucho a la fórmula griega de épiméleia/cura sui, cuyo contenido hace referencia a un conócete a ti mismo, pero también –y sobre todo– a un ocúpate de ti mismo; entre uno y otro se da la configuración y la posibilidad del “quehacer” y el “tengo” que menciona Marías.[4]
¿Es posible, a partir de lo anterior, comprender a Cervantes, desplegar un mirador, privilegiado mirador, desde el cual observar al Miguel de Cervantes que se volverá en Cervantes y junto con ello desvelar esa clave que permite comprender España? El hombre, se escribió al inicio de este trabajo, no tiene naturaleza, sino historia; esta idea conduce a otra: hay hombres sin historia, seres cuyas vidas transcurren no sólo en lo cotidiano –también la de Cervantes lo hizo– sino que ellas mismas se hacen cotidianas, incorporándose en el gran agregado que denominamos “pueblo”, disolviéndose en él, vidas lanzadas que son cubiertas por el olvido,[5] hombres anónimos cuyo rostro no somos capaces de delinear; mas Cervantes, el rostro de Cervantes está ahí, y está aquí, con nosotros, “representa una innovación radical en España... una vez existente, resulta que no sólo la literatura española, sino la realidad entera de España nos aparece condicionada por él”,[6] y con esto la respuesta comienza a prefigurarse: Cervantes alcanzó cierta claridad que lo condujo a la exigencia del épiméleia/cura sui, a trascender:

la estructura empírica de la vida humana –eso que llamamos <<el hombre>>– [que] es <<cerrada>> y remite a su mortalidad; [para instalarse en] la estructura proyectiva y futuriza de la vida biográfica [que] como tal es <<abierta>> y argumental, y en este sentido postula su permanencia, su indefinida e ilimitada persistencia.[7]

Las posibilidades de Cervantes, sus trayectorias, la forma en la cual encara el azar, conducen a ubicarlo como un ser excepcional, dotado de una capacidad de comprensión de sí mismo que lo hizo singular, pues no sólo hubo un Cervantes, sino varios Cervantes, mas sólo uno fue capaz de prolongar el sentido de su vida hasta constituirla como una referencia: lo cervantino. De esos varios cervantes, así con minúsculas, sólo uno tuvo el atrevimiento –el sapere aude kantiano– de hacer germinar “en su conciencia la idea audaz, portentosamente audaz, de ser él mismo su propio creador [...] buscarse su nombre con su propio esfuerzo”,[8] caminar su propio y particular camino convencido de que existía un espacio, más bien un horizonte en el cual la plenitud de ser era posible. Plenitud de Cervantes que nos hace volver la mirada, la nuestra, hacia los múltiples escenarios salidos de su puño y letra para encontrarle en ellos sonriendo, reclinado, pensativo, mirándonos. Volver la mirada y encontrar la suya, su mirada en la cual se condensan y viven, armónicamente, múltiples horizontes en los cuales es posible encontrarnos sonriendo, reclinados, pensativos. Mirar esa plétora de hombres que Cervantes nos hace ser con su escritura.
Un rasgo característico de Cervantes, o mejor dicho, de todos aquellos que han logrado la trascendencia ganando un espacio en el sistema de la inmortalidad, lo constituye la forma en la cual, a partir del sistema de sus proyectos, logran digerir el azar. No es aceptación pasiva que termina por desdibujar la vida, sino incorporación, vigilante atención que transforma el azar en “mi” azar, y junto con él la necesidad; entre uno y otra se da una combinación que se llama destino personal que es irrepetible, original,[9] que forja la propia y personal ventura afirmando enérgicamente la libertad.[10] Afirmación que en Cervantes es rasgo constitutivo, nunca accidente ni situación extraordinaria, por ello es posible decir que con él nace la novela moderna,[11] pues ¿qué fue la Modernidad, lo moderno, si no la afirmación de la libertad? Precisamente es libertad lo que se respira en Cervantes, cada página del Quijote es un respiro que alimenta ser y pensamiento… y en cada página un horizonte.
El hombre, parafraseando a la filosofa española Maria Zambrano,[12] corre tras de sí en la historia, soñándose más que pensándose, albergando dentro de sí un vacío, diferenciándose del animal porque anhela, “porque más allá del anhelo, como su foco, está la esperanza”. Esta condición lo lleva a abrir caminos, que es la acción más humana porque es al mismo tiempo acción y conocimiento, despertar a la realidad y asumirla; es el inicio de una afirmación enérgica: yo sé quién soy. Y sin duda, como señala Marías, Cervantes no sólo sabe quién es, sino que también quién quiere ser y no está seguro de si lo será; mas “se busca a sí mismo durante toda su vida, en medio de circunstancias que con gran frecuencia son adversas; es decir, está ensayando. Es un hombre que ensaya incansablemente, con los ojos puestos en metas que conoce pero que se escapan una y otra vez”,[13] y esto le otorga una peculiaridad excepcional, lo sitúa en un lugar distinto a los hombres de su época.
Lo trágico de la vida, escribió Kundera,[14] radica en que no tenemos más que una, por lo cual no podemos ensayar “nuestra” vida, y las más de la veces nos volvemos seres anónimos, sin rostro y figura, absorbidos por el tiempo, disueltos en él; pero la excepcionalidad de Cervantes radica en que sus ensayos, la arborescencia cervantina, alcanzó un espacio propio en el cual varias generaciones, al menos la de Cervantes, han tenido que ir a buscarse.
Lo español está en Cervantes, pues hizo “ese mundo inteligible, lo hizo comunicable mediante esa extraña transparencia que introduce eso que llamamos literatura... [que da] transparencia a la vida y al mundo y [hace] así posible la transmigración imaginaria a mundos ajenos”.[15] Cervantes es, sin duda, clave española, pues su obra más renombrada –El Quijote– no es otra cosa que el paisaje español en escritura; y quizás la palabra “paisaje” no alcance a connotar todo lo que la escritura de Cervantes condensa.
Transparencia más que paisaje, o un paisaje que se muestra transparente y por lo mismo asequible al pensamiento, es lo que encontramos en Cervantes. Lo cervantino permite, de esta manera, un pensamiento –y antes de éste: un pensar– acerca de España y lo español. Consciente de esto, Marías escribe el “Cervantes, clave española” siguiendo la vida de Cervantes, escritura que no es una biografía, sino un relato biográfico que nos va mostrando las peculiaridades, el vaivén cervantino, las trayectorias, los distintos tiempos y espacios en los cuales la existencia Cervantes se mueve, a la par de mostrarnos cómo se da la transición de esa existencia a una personalidad.
El trabajo de Marías es, por sí mismo, un medio de entrada a la obra de Cervantes, una puerta por la cual es posible acceder a la personalidad Cervantes y mirar cómo fue capaz de establecer lo cervantino, erigirse como una clave española. Habría que decir lo mismo de Marías, es una puerta para acceder a Cervantes, es clave cervantina que permite descubrir los rasgos peculiares que hicieron de la obra cervantina el condensado de lo español.


Bibliografía

Marías, Julián (1990): Cervantes, clave española, Madrid, Alianza editorial.
__________ (1987): Antropología metafísica, España, Alianza universidad.
__________ (1987): El tema del hombre, España, Espasa–Calpe.
__________ (1966): Meditaciones sobre la sociedad española, España, Alianza editorial.


Foucault, Michel (s/a). Hermenéutica del sujeto, Argentina, Altamira.
-------------------- (2001): Historia de la sexualidad, vol. 2. El uso de los placeres, México, sigloxxi editores.
Jaeger, Werner (1974): “Libro tercero, En busca del centro divino”, caps. I–IV, en Paideia, México, FCE, pp. 381–488.
Kundera, Milan (1993): La insoportable levedad del ser, España, RBA editores.
Paz, Octavio (1983): Hombres en su siglo y otros ensayos, México, Seix barral.
Zambrano, María (1996): Filosofía y poesía, México, FCE.
--------------------- (1992): Persona y democracia. La historia sacrificial, España, Antrhopos.






a El presente documento busca construir, a partir de Cervantes, clave española de Julián Marías (Madrid, Alianza editorial, 1990), una reflexión sobre el trabajo del historiador, la modificación de lo azaroso en un “mi azar” y, sobre todo, el planteamiento de una serie de ideas en torno a la autoformación, el autoconocimiento y un humanismo tan indispensable en nuestra actualidad.
* Sobre el autor: Oscar O. Chávez Rodríguez, es licenciado en Filosofía y Economía, Maestro en Ciencias Políticas. Estudios realizados en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, institución en la cual se desempeña como Profesor–investigador adscrito a la Facultad de Economía, Coordinador del Área de Historia y Sociedad.
[1] Lo cual terminaría por ser justificación válida y suficiente para la escritura de un libro más sobre Cervantes.
[2] Cfr. Marías, Julián (1990): Cervantes, clave española, España, Alianza editorial, p. 10.
[3] Marías, Julián (1987): Antropología metafísica, Madrid, Alianza universidad, p. 191.
[4] Para lo referente a la fórmula épiméleia/cura sui véanse las siguientes referencias: Foucault, Michel (s/a): “Lección del 6 de enero de 1982” en Hermenéutica del sujeto, Argentina, Altamira, pp. 35–43; “Introducción y I. La problematización moral de los placeres” en Foucault, Michel (2001): Historia de la sexualidad, vol. 2. El uso de los placeres, México, Siglo XXI editores, pp. 7–91. Jaeger, Werner (1974): “Libro tercero, En busca del centro divino”, caps. I, II, III y IV, en Paideia, México, FCE,, pp. 381–488.
[5] Cfr. Marías, Antropología, op., cit, pp. 86–88.
[6] Marías, Cervantes, op., cit, pp. 15, 16.
[7] Marías, Antropología, op., cit, p. 221. He agregado, para esta cita y las sucesivas, lo que está entre corchetes.
[8] Zambrano, María (1996): Filosofía y poesía, México, FCE, pp. 103, 104.
[9] Marías, Antropología, op., cit, cap. XXVI. Azar, imaginación y libertad, pp. 187–194.
[10] Vide Marías, Cervantes, op., cit, 7. <<Tú mismo te has forjado tu ventura>>, pp. 106–117.
[11] “vuelvo los ojos hacia Cervantes […] con él nace la novela moderna”. Paz, Octavio (1983): Hombres en su siglo y otros ensayos, México, Seix barral, p. 15.
[12] Estas ideas se encuentran en “Parte II. La tesis de la historia occidental: el hombre” de Zambrano, María (1992): Persona y democracia. La historia sacrificial, España, Antrhopos. En particular en la parte “Anhelar, esperar, querer”.
[13] Marías, Cervantes, op., cit, p. 123.
[14] La referencia es a Kundera, Milan (1993): La insoportable levedad del ser, España, RBA editores,  p. 12.
[15] Marías, Cervantes, op., cit, p. 198.

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