(Pensar
a) Julián Marías, (como) clave cervantina.a
Por: Oscar O. Chávez Rodríguez*
…perseguir
la fisonomía de los objetos
en
toda su delicada, compleja estructura.
Ortega
y Gasset. Verdad y perspectiva.
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Fuente de imagen: http://www.filosofia.org/hem/dep/clc/n45p067.htm |
Si
partimos de la idea de que el hombre no tiene naturaleza, sino historia,
entonces la labor del historiador es reconstruir los hechos para de esta manera
mirar las formas de ser y de vivir del hombre; a su vez, realizar lo anterior
permite encontrar al hombre concreto a partir del cual se hace posible un concebir–lo
como ser histórico.
De esta manera, indagar una vida humana partiendo del
presupuesto de la historicidad –y no de una naturaleza dada– hace posible el
establecimiento del cuadro de posibilidades e imposibilidades a las que se
enfrenta, y las que terminan por caracterizar, esa vida objeto de la
indagación, es decir, permite saber lo que a esa vida le era posible o
imposible hacer, así como lo que efectivamente hizo.
No se trata, por tanto, de una recopilación de datos, no es
una historia positivista la que permite saber algo acerca de una vida, sino los
encadenamientos, las relaciones e influencias que esos datos permiten
establecer; la importancia de la recopilación de datos radica, así, en que a
partir de ellos es posible construir hechos que conducen a postular hipótesis
acerca de un determinado fenómeno. Dato que es por ello un segundo momento que
permite verificar las hipótesis.
Entender de esta forma la labor histórica, en el caso
especifico de investigar una vida, abre un espacio de interpretación en el cual
es posible mirar, comprender la manera en la que el hombre se hace a sí mismo,
observar los momentos en los que logra realizar sus sueños e inquietudes
transitando de una existencia –dada, natural– a una personalidad –conseguida, ganada
con el propio esfuerzo, histórica–.
A propósito de lo anterior, “Cervantes, clave de española”
de Julián Marías es un ejemplo de reconstrucción histórica en el que se busca establecer
el espacio propio, las peculiaridades singulares, los condicionamientos y la
manera en la cual fueron encarados por el hombre Cervantes; rasgos personales
que hicieron posible la transición de la existencia de un hombre llamado Miguel
de Cervantes a la personalidad Cervantes, y junto con ello, a la posibilidad de
saber algo acerca de España, recorrerla mediante la reconstrucción de los
diversos horizontes en los cuales se desplegó la vida de Cervantes hasta
constituirse como una referencia para comprender la España de su época.
El trabajo historiográfico llevado a cabo por Marías se
centra, de esta manera, en el tema de la vida humana, rendija a través de la
cual el mundo hispánico se nos va desvelando. El instrumento utilizado no es
otro que la literatura, concebida como un mundo que corre paralelo a la realidad,
especie de espejo en el cual esta última se refleja permitiendo mirar al hombre
como un ente de realidad, y a la realidad como la condición de posibilidad en
la cual una vida puede ir más allá del mero vivir, es decir, trascender la sola
existencia. Elegir este medio conduce al desarrollo de una perspectiva propia
desde la cual se ven cosas nuevas.[1]
Pero la peculiaridad del texto de Marías radica en no
pretender un trabajo erudito, no busca distraer la atención del lector con
innumerables citas a pie de página como tampoco remite a referencias cuya
ubicación es complicada; tampoco se enfrasca en elaboraciones discursivas
complejas ni establece argumentos que apelen a sistemas filosóficos o
antropológicos.
Al contrario de eso, Marías relata la vida de Cervantes como
en una charla, aderezada con elementos imaginativos, metafóricos, sin que ello
signifique un empobrecimiento del trabajo histórico, pues si bien, como señala
Marías, “en el caso de Cervantes... lo único que se puede hacer –y se debe
hacer– es una obra de ficción” esto no significa inventarse datos, al
contrario, debe ser una ficción cum fundamento in re.[2] Y la intención de esta
ficción, de este trabajo es ver hasta qué punto Cervantes permite comprender
España; y con esto queda claro que Marías no pretende descubrir nuevas fuentes
de la obra cervantina, como tampoco hacer un análisis de texto o discurso ni
una biografía, pues en esta ultima muchas son las cosas que quedan en la
oscuridad. Más bien, lo que busca nuestro autor es mirar ese juego entre
realidad y vida, entre lo posible y lo imposible, entre ser y no ser que
conduce a ubicar en Cervantes una clave para comprender la vida española. Y en
esta labor el azar, o mejor dicho, la configuración del azar juega un papel de
vital importancia.
Esta forma de enfoque hace de la historia –de la labor
histórica– una actividad alejada de la erudición para situarse en un quehacer
vivencial. Después de todo, “la vida, escribe Marías, es quehacer, y no
mero hacer, porque consiste siempre en que tengo que hacer algo, y en
general tengo que hacerla”.[3] En asumir plena, conciente
y responsablemente lo anterior radica la única diferencia válida entre los
hombres, pues no todos son capaces –por diversas causas: físicas, psicológicas,
sociales en las cuales no me detendré– de asumir lo que tienen que hacer, como
tampoco en hacer su vida. A propósito de esto, Marías, nos habla de
horizonte, de posibilidades, también de imaginación y de proyectos, mas me
parece que lo que late en el corazón de esas ideas no es otra cosa que una
exigencia: vivir no la vida, pues tal cosa la hace cualquier ser vivo, incluso
el alga que se deja llevar por el ritmo del mar sin oponerle resistencia, sino
vivir su vida, asumirla, conocerla, modificarla. Y esto recuerda mucho a la
fórmula griega de épiméleia/cura sui, cuyo contenido hace referencia a
un conócete a ti mismo, pero también –y sobre todo– a un ocúpate de
ti mismo; entre uno y otro se da la configuración y la posibilidad del
“quehacer” y el “tengo” que menciona Marías.[4]
¿Es posible, a partir de lo anterior, comprender a
Cervantes, desplegar un mirador, privilegiado mirador, desde el cual observar
al Miguel de Cervantes que se volverá en Cervantes y junto con ello desvelar
esa clave que permite comprender España? El hombre, se escribió al inicio de
este trabajo, no tiene naturaleza, sino historia; esta idea conduce a otra: hay
hombres sin historia, seres cuyas vidas transcurren no sólo en lo cotidiano
–también la de Cervantes lo hizo– sino que ellas mismas se hacen cotidianas, incorporándose
en el gran agregado que denominamos “pueblo”, disolviéndose en él, vidas lanzadas
que son cubiertas por el olvido,[5] hombres anónimos cuyo
rostro no somos capaces de delinear; mas Cervantes, el rostro de Cervantes está
ahí, y está aquí, con nosotros, “representa una innovación radical en España...
una vez existente, resulta que no sólo la literatura española, sino la realidad
entera de España nos aparece condicionada por él”,[6] y con esto la respuesta
comienza a prefigurarse: Cervantes alcanzó cierta claridad que lo condujo a la
exigencia del épiméleia/cura sui, a trascender:
la estructura empírica de la vida humana
–eso que llamamos <<el hombre>>– [que] es <<cerrada>> y
remite a su mortalidad; [para instalarse en] la estructura proyectiva y futuriza
de la vida biográfica [que] como tal es <<abierta>> y argumental, y
en este sentido postula su permanencia, su indefinida e ilimitada persistencia.[7]
Las
posibilidades de Cervantes, sus trayectorias, la forma en la cual encara el
azar, conducen a ubicarlo como un ser excepcional, dotado de una capacidad de
comprensión de sí mismo que lo hizo singular, pues no sólo hubo un Cervantes,
sino varios Cervantes, mas sólo uno fue capaz de prolongar el sentido de su
vida hasta constituirla como una referencia: lo cervantino. De esos varios
cervantes, así con minúsculas, sólo uno tuvo el atrevimiento –el sapere aude kantiano– de hacer germinar
“en su conciencia la idea audaz, portentosamente audaz, de ser él mismo su
propio creador [...] buscarse su nombre con su propio esfuerzo”,[8] caminar su propio y
particular camino convencido de que existía un espacio, más bien un horizonte
en el cual la plenitud de ser era posible. Plenitud de Cervantes que nos hace
volver la mirada, la nuestra, hacia los múltiples escenarios salidos de su puño
y letra para encontrarle en ellos sonriendo, reclinado, pensativo, mirándonos.
Volver la mirada y encontrar la suya, su mirada en la cual se condensan y
viven, armónicamente, múltiples horizontes en los cuales es posible
encontrarnos sonriendo, reclinados, pensativos. Mirar esa plétora de hombres
que Cervantes nos hace ser con su escritura.
Un rasgo característico de Cervantes, o mejor dicho, de
todos aquellos que han logrado la trascendencia ganando un espacio en el
sistema de la inmortalidad, lo constituye la forma en la cual, a partir del
sistema de sus proyectos, logran digerir el azar. No es aceptación pasiva que
termina por desdibujar la vida, sino incorporación, vigilante atención que
transforma el azar en “mi” azar, y junto con él la necesidad; entre uno y otra
se da una combinación que se llama destino personal que es irrepetible,
original,[9]
que forja la propia y personal ventura afirmando enérgicamente la libertad.[10] Afirmación que en
Cervantes es rasgo constitutivo, nunca accidente ni situación extraordinaria,
por ello es posible decir que con él nace la novela moderna,[11] pues ¿qué fue la
Modernidad, lo moderno, si no la afirmación de la libertad? Precisamente es
libertad lo que se respira en Cervantes, cada página del Quijote es un respiro
que alimenta ser y pensamiento… y en cada página un horizonte.
El hombre, parafraseando a la filosofa española Maria
Zambrano,[12]
corre tras de sí en la historia, soñándose más que pensándose, albergando
dentro de sí un vacío, diferenciándose del animal porque anhela, “porque más
allá del anhelo, como su foco, está la esperanza”. Esta condición lo lleva a
abrir caminos, que es la acción más humana porque es al mismo tiempo acción y
conocimiento, despertar a la realidad y asumirla; es el inicio de una
afirmación enérgica: yo sé quién soy. Y sin duda, como señala Marías, Cervantes
no sólo sabe quién es, sino que también quién quiere ser y no está seguro de si
lo será; mas “se busca a sí mismo durante toda su vida, en medio de
circunstancias que con gran frecuencia son adversas; es decir, está ensayando.
Es un hombre que ensaya incansablemente, con los ojos puestos en metas que
conoce pero que se escapan una y otra vez”,[13] y esto le otorga una
peculiaridad excepcional, lo sitúa en un lugar distinto a los hombres de su
época.
Lo trágico de la vida, escribió Kundera,[14] radica en que no tenemos
más que una, por lo cual no podemos ensayar “nuestra” vida, y las más de la
veces nos volvemos seres anónimos, sin rostro y figura, absorbidos por el
tiempo, disueltos en él; pero la excepcionalidad de Cervantes radica en que sus
ensayos, la arborescencia cervantina, alcanzó un espacio propio en el cual
varias generaciones, al menos la de Cervantes, han tenido que ir a buscarse.
Lo español está en Cervantes, pues hizo “ese mundo
inteligible, lo hizo comunicable mediante esa extraña transparencia que
introduce eso que llamamos literatura... [que da] transparencia a la vida y al
mundo y [hace] así posible la transmigración imaginaria a mundos ajenos”.[15] Cervantes es, sin duda,
clave española, pues su obra más renombrada –El Quijote– no es otra cosa que el
paisaje español en escritura; y quizás la palabra “paisaje” no alcance a
connotar todo lo que la escritura de Cervantes condensa.
Transparencia más que paisaje, o un paisaje que se muestra
transparente y por lo mismo asequible al pensamiento, es lo que encontramos en
Cervantes. Lo cervantino permite, de esta manera, un pensamiento –y antes de
éste: un pensar– acerca de España y lo español. Consciente de esto, Marías
escribe el “Cervantes, clave española” siguiendo la vida de Cervantes,
escritura que no es una biografía, sino un relato biográfico que nos va
mostrando las peculiaridades, el vaivén cervantino, las trayectorias, los
distintos tiempos y espacios en los cuales la existencia Cervantes se mueve, a
la par de mostrarnos cómo se da la transición de esa existencia a una
personalidad.
El trabajo de Marías es, por sí mismo, un medio de entrada a
la obra de Cervantes, una puerta por la cual es posible acceder a la
personalidad Cervantes y mirar cómo fue capaz de establecer lo cervantino,
erigirse como una clave española. Habría que decir lo mismo de Marías, es una
puerta para acceder a Cervantes, es clave cervantina que permite descubrir los
rasgos peculiares que hicieron de la obra cervantina el condensado de lo
español.
Bibliografía
Marías,
Julián (1990): Cervantes, clave española, Madrid, Alianza editorial.
__________
(1987): Antropología metafísica, España, Alianza universidad.
__________
(1987): El tema del hombre, España, Espasa–Calpe.
__________
(1966): Meditaciones sobre la sociedad española, España, Alianza editorial.
Foucault, Michel (s/a). Hermenéutica
del sujeto, Argentina, Altamira.
-------------------- (2001): Historia
de la sexualidad, vol. 2. El uso de los placeres, México, sigloxxi
editores.
Jaeger, Werner (1974): “Libro tercero, En
busca del centro divino”, caps. I–IV, en Paideia, México, FCE, pp.
381–488.
Kundera, Milan (1993): La insoportable
levedad del ser, España, RBA editores.
Paz, Octavio (1983): Hombres en su siglo y otros ensayos, México, Seix barral.
Zambrano, María (1996): Filosofía y poesía, México, FCE.
--------------------- (1992): Persona y
democracia. La historia sacrificial, España, Antrhopos.
a El presente documento busca
construir, a partir de Cervantes, clave española de Julián Marías (Madrid,
Alianza editorial, 1990), una reflexión sobre el trabajo del historiador, la
modificación de lo azaroso en un “mi azar” y, sobre todo, el planteamiento de
una serie de ideas en torno a la autoformación, el autoconocimiento y un
humanismo tan indispensable en nuestra actualidad.
* Sobre el autor: Oscar O. Chávez
Rodríguez, es licenciado en Filosofía y Economía, Maestro en Ciencias
Políticas. Estudios realizados en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla,
México, institución en la cual se desempeña como Profesor–investigador adscrito
a la Facultad de Economía, Coordinador del Área de Historia y Sociedad.
[1] Lo cual terminaría por ser justificación válida y
suficiente para la escritura de un libro más sobre Cervantes.
[2] Cfr. Marías, Julián (1990): Cervantes,
clave española, España, Alianza editorial, p. 10.
[3] Marías, Julián (1987): Antropología
metafísica, Madrid, Alianza universidad, p. 191.
[4] Para lo referente a la fórmula épiméleia/cura
sui véanse las siguientes referencias: Foucault, Michel (s/a): “Lección del
6 de enero de 1982”
en Hermenéutica del sujeto, Argentina, Altamira, pp. 35–43;
“Introducción y I. La problematización moral de los placeres” en Foucault,
Michel (2001): Historia de la sexualidad, vol. 2. El uso de los placeres,
México, Siglo XXI editores, pp. 7–91. Jaeger, Werner (1974): “Libro tercero, En
busca del centro divino”, caps. I, II, III y IV, en Paideia, México,
FCE,, pp. 381–488.
[5] Cfr. Marías, Antropología, op., cit,
pp. 86–88.
[6] Marías, Cervantes, op., cit, pp.
15, 16.
[7] Marías, Antropología, op., cit,
p. 221. He agregado, para esta cita y las sucesivas, lo que está entre
corchetes.
[8] Zambrano, María (1996): Filosofía y poesía, México, FCE, pp.
103, 104.
[9] Marías, Antropología, op., cit,
cap. XXVI. Azar, imaginación y libertad, pp. 187–194.
[10] Vide Marías, Cervantes, op., cit,
7. <<Tú mismo te has forjado tu ventura>>, pp. 106–117.
[11] “vuelvo los ojos hacia Cervantes […] con
él nace la novela moderna”. Paz, Octavio (1983): Hombres en su siglo y otros ensayos, México, Seix barral, p. 15.
[12] Estas ideas se encuentran en “Parte II.
La tesis de la historia occidental: el hombre” de Zambrano, María (1992): Persona
y democracia. La historia sacrificial, España, Antrhopos. En particular en
la parte “Anhelar, esperar, querer”.
[13] Marías, Cervantes, op., cit, p.
123.
[14] La referencia es a Kundera, Milan
(1993): La insoportable levedad del ser, España, RBA editores, p. 12.
[15] Marías, Cervantes, op., cit, p.
198.
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