Mascada
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Fuente de imagen: http://lsgtestimonios.wordpress.com/verdadera-historia-de-un-falso-nagual/ |
Convinieron el precio, caminaron, casi sin mirarse. Un
pasillo largo después del pago, un cuarto apenas iluminado. Ella da vuelta al
seguro de la puerta, él mira al rededor. Ella se recuesta y empieza a
desnudarse, abre las piernas y lo llama. Él mira, un sabor común en la boca. Lentamente
se quita los pantalones, la camisa y descubre una mascada amarrada al cuello.
Ella se acomoda sobre la cama, él sobre ella. La erección y la penetra. Todo
normal en ella: sensaciones, sentimientos, gustos… Le ha inquietado la mascada
en el cuello de él. Las penetraciones se vuelven aceleradas. Ella mira la
mascada, algo le atrae, una inquietud extraña, nunca pone atención a detalles
en los clientes. Él empieza a jadear, cada vez son más bruscos los movimientos,
intenta introducir el cuerpo completo, jadea, extasiado. Ella, por momentos
siente esa fuerza, pero su mirada sigue en la mascada, su color, las figuras en
ella, ¿qué cubre?, piensa. Una cicatriz, alguna deformidad, ¿cuántas cosas se
pueden esconder bajo un trozo de tela? Él ya arremete con una intensidad
descontrolada hasta que, en un grito, deja venir el líquido seminal, respira
aceleradamente, se desprende y se acomoda al lado. Ella toma papel y se limpia
repetidamente la vagina, arroja el papel, desamarra las pantaletas de la pierna
y se cubre. De reojo lo mira, la mascada amarrada a su cuello. Un instante en
silencio, él se pone en pie, se viste hasta la cintura, apenas la mira. Ella se
sienta y empieza a vestirse. ¿Por qué la mascada?, pregunta, se pone en pie. Él
sonríe, ella siente esa sonrisa, percibe miedo. Él va hasta el rincón de la
habitación donde una silla, se pone los zapatos. ¿Sabes qué es un amocuale?
Dirige la mirada hacia ella, sus ojos son oscuros, rojizos. Ella camina hacia
la puerta, siente la necesidad de salir. No, la verdad no, su tono nervioso. Él
se pone en pie y empieza a desamarrar la mascada. ¿Morena, quieres que te
enseñe un truco? Se quita del cuello la mascada y la enreda entre sus manos. En
la semioscuridad de la habitación, ella ve crecer tras él una sombra que llega hasta
el techo, ya en la puerta quita el seguro. Ven, la voz se ha vuelto ronca, no
te pasará nada, la sombra casi abarca la habitación completa. Ella abre la
puerta…
No lo entiendes, solo dormías,
tu semblante envuelto en la pasividad desde mis ojos. Tu breve boca, tu breve
aliento sobre la almohada de mi tiempo, tú, breve, breve como el hilo de agua
sobre el arrollo, creatura, expuesta a mis brazos, a la fuerza de mis puños
sosteniendo el mundo, girones y mi mirada contemplando tu cuerpo extendido
sobre mi sombra.
Ah. Conciencia, buscas mi tacto para merecer la noche,
cuando la serpiente adormece al salvaje.
¡Qué artificio evapora a las palabras si al volver la
distancia
aún queda el rastro
de los pasos. ¿Te dije de la isla que habita en el centro, de la montaña
esbelta y sus cumbres, de los aclarados vientos del tiempo? No hace falta
mentir, porque no lo entiendes. La lleva semiinconsciente hasta la cama, la
deja caer. Va hasta la puerta, la cierra y pone seguro. Llega hasta ella y se
acomoda a su lado. Voy a contarte desde el principio por qué la mascada.
Tehuacán, Puebla.
10 de mayo de 2009
Hola Hugo, gracias por compartir!:) un abrazo y saludos.
ResponderEliminarNo, al contrario, gracias por leernos, y gracias por hacer posible este espacio literario.
ResponderEliminarMuy bueno Hugo! que herramienta más sutíl que una mascada? en horabuena!
ResponderEliminarMi estimado Eduardo, gracias por el comentarios. Un abrazo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarY de repente, la respuesta galvánica de la piel....
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