miércoles, 12 de diciembre de 2012


Mi vida con un pendejo


Por: Federico de la Vega

Fuente de imagen: Tomada de http://historiadegrupo.blogspot.mx/2011/04/la-otredad.html

Por lo menos no eres una especie silvestre de pendejo. Tú sí que tienes clase para ser pendejo. Mira que quedarte de nuevo así no es fácil, no cualquiera lo lograría. Y ahora qué vas hacer, dime, si te has dejado solo hasta los huesos. Vaya que tienes huevos. Ponerte de pechito a la menor provocación para que te destrocen… qué imbécil eres. No, qué pendejo eres, ya lo habíamos dicho. Vaya que no discriminas; no te importa que sea mujer, amigo, o un niño cualquiera que pasa por la calle. Siempre te vas de cabeza, como si te arrojaras porque sabes que es un método fácil y accesible para caer en la angustia. Después te conformas con quedarte aquí echado durante días, sin ducharte, sólo fumando a lo bruto, con la mirada perdida en la locura.
Levántate. Deja de pensar en ellos, mira, es muy fácil: tú te prestaste y te ejecutaron, así es la cosa.  Ahora ya sabes que para la próxima tú no colaboras. Llévame a comer antes que yo también te deje. Llevamos cuatro días sin un bocado. ¿Te digo algo? Quizá todos ellos tuvieron razón al dejarte; comienzo a pensar que estás muy cerca de lo insoportable. Si un genio me ofreciera mis tres deseos, los tres los gastaría en tu contra: primero sepárame de este pendejo, después llévatelo a donde no pueda volver a verlo en  mi vida y, por último, borra cualquier recuerdo que tenga de “mi vida con un pendejo”. ¿Sabes lo qué pensaría el genio, qué me diría? - Este pendejo necesita una vida nueva. Y todo por tu culpa, pendejo. O sea que ya levántame de aquí, antes de que reviente. Vamos, por qué no me lees ese último libro que escribiste. ¿Tienes miedo a que  piense que es un libro igual de pendejo que tú? Eso piensas después de leer la última novela de Javier Marías, ¿vedad? Sabes que no es así; lo haces bien. Lo que hace la diferencia es que ese tipo dice cosas inteligentes, pero en el fondo es lo mismo que tú; quizá hasta le lleves ventaja porque seguramente él es una de esas especies ordinarias.
Está sonando el teléfono, deberías contestar; si alguien llama es que está preocupado por ti, seguramente alguno de tus amigos, o tu novia. ¿Ves por qué te digo las cosas? Primero lo jodes todo, sin vacilar. ¿No me dirás nada? ¿Quieres hablar de lo que hiciste? Vamos, escucho. Te advertí que no fueras con esa muchacha, siempre que la ves te hace daño; pensaste que esta vez iría enserio, ¿cierto? Tomaste tu mochilita para escapar con ella, ¿hasta dónde pensabas llegar, pendejo? Te dejó en la primera parada que hicieron para cargar gasolina; ni siquiera cruzaron la frontera del estado cuando ya estabas liquidado. Estás bastante grandecito como para que a estas alturas alguien te dore la píldora, con palabras bonitas en una cantina. Bruto, eres un bruto. Hasta las seis de la mañana cantándole al oído, pero si estaban bien borrachos, ¿cómo se te ocurrió que pudiera estar hablando en serio? ¿Qué, te besó, verdad? ¡No asientas! No quiero saber nada de tus porquerías, animal; siempre pides gato cuando te dan liebre, pero si eres un bruto. Qué cagado te veías saliendo de casa, tras ella, con los ojos cándidos, como de perro; cuando no soporté más la risa fue en el momento que dijiste “yo pago todo” mientras subías al automóvil, ahí sí que te pasaste de pendejo. Al cabo de unos cuantos kilómetros, la patada en el culo; es lo menos que mereces. Acepta de una vez por todas que tu personaje nunca debutará en éste escenario. No me veas así, digo la verdad. No, no, no, ni se te ocurra sospechar que sucederá eso que estás pensando, cambia esa mirada; bueno, a ti qué te obliga ser tan pendejo; por supuesto que ahora sí no regresa. ¡Te abandonó, idiota, a mitad de la carretera!
De nuevo está sonando el teléfono. Sí claro, mándalos al carajo como lo hiciste el martes; no será la primera vez. Sabes bien que tus amigos del café son leales; con nadie más puedes hablar de literatura seria en esta ciudad; es de lo que abusas, por fin encuentras a dos grandes amigos que te quieren y los votas a la chingada apenas ella asoma su nariz; y tu novia, que es inteligente, guapa, te quiere bien, la mandarás a volar igual que lo has hecho con las dos anteriores ¿me equivoco? Anda, contesta. Esta vez es ella quien golpea la puerta, escucha cómo grita tu nombre. Si no abres pensará “va a suicidarse este pendejo”. Te gusta que piensen eso, es pura lástima lo que pides a las personas que están cerca de ti. Se cansarán un día y no habrá quien te saque de aquí. Déjate de pendejadas. Piensa en lo que diría mamá, si te vio cuando eras un chico guapo, alegre, capaz de cualquier cosa choncha, ¿me estás escuchando? No, tú nunca escuchas cuando sabes que te atacan con la verdad; prefieres quedar como la víctima del cuento. Deja de encender cigarrillos; a qué quieres ir a un hospital, si allí todo duele, desde la entrada; luego quién pagará ese dinero, pendejo. Echarás todo a la mierda.
Mira, préstame atención un segundo; si no te gusta lo que te digo me mandas al carajo. Apaga ese cigarro, hablo enserio. Sacas ese cuento que trabajabas antes de que se te atravesara esa ninfa. Mientras te duchas yo les habló para encontrarnos en el café. No te preocupes, si nos preguntan algo les inventamos un resfriado, a todo mundo le ocurre; con la cara que traes pensarán que aún tienes algo de fiebre.

Colaboración para la revista Óclesis 7.

No hay comentarios:

Publicar un comentario