jueves, 11 de abril de 2019


La fatídica cita en Chinameca
A 100 años del asesinato de Emiliano Zapata

Francisco Hernández Echeverría

(Conferencia presentada en la Universidad Metropolitana de Puebla el 5 de abril de 2019)

 Agradeciendo la invitación que nos hizo la Universidad Metropolitana de Puebla y la organización del evento a través del Programa de Estudios Universitarios de la BUAP, dentro del marco de los XV años del colectivo Óclesis y el apoyo del Colectivo Internacional de Historia y Cultura “Tlacaélel”, es de particular interés venir a dar una conferencia a los jóvenes sobre los 100 años del asesinato del Gral. Emiliano Zapata.


Entre los grupos que se involucraron en la lucha contra la dictadura de Porfirio Díaz, estaba el movimiento campesino del estado de Morelos y la cooperación rural del norte. Para los fines de esta conferencia me centraré en el primer grupo.
Muchos pueblos perdieron sus tierras, o parte de ellas, como consecuencia de las reformas liberales promulgadas en y después de 1856. Muchas, sino la mayoría de estas tierras terminaron en manos de los hacendados. Así sucedió que campesinos que habían sido propietarios de tierras por derecho propio tuvieron que solicitar trabajo en las haciendas vecinas. Se convirtieron en jornaleros de temporada; el resto del año cultivaban su propio pobre pedazo de terreno. A veces tenían que rentar parcelas que alguna vez habían sido suyas y trabajaban como aparceros o simples arrendatarios. Desde luego esto debe haber sido particularmente irritante para ellos. El aumento de la población en los pueblos sólo empeoró su situación. Los campesinos sentían que los hacendados les habían robado sus tierras —aunque de hecho sus propios ancestros podrían habérselas vendido a los hacendados— pero dado que habían sido vendidas a tan bajo precio considerando su valor actual, los campesinos pensaban que sus padres habían sido engañados por los hacendados. Creían que era sólo justo sólo exigir que sus tierras ancestrales les fueran restituidas. Sin embargo, las escrituras de los terrenos frecuentemente estaban o extraviadas o redactadas imprecisamente y esto explica la enorme cantidad de litigios entre propietarios individuales[1]  y entre hacendados y pueblos a los largo de todo el periodo colonial e independiente.[2] Fue por esto que Madero especificó en su manifiesto revolucionario que las usurpaciones debían ser revisadas; no se trataba en lo esencial de la restitución directa e inmediata (Bazant, 1980: 117).
            La situación era particularmente crítica en el estado de Morelos —el rincón septentrional de la siempre rebelde y vengativa tierra caliente—, por lo que había sido escenario de efervescencia sociopolítica en los últimos años de la década de 1900-1910. Debido a la característica específica de sus recursos naturales, que propiciaban la producción azucarera, la región morelense había visto incrementarse los latifundios asociados a este tipo de producción, para la que se requiere de una considerable extensión de tierra. En efecto, los aumentos recientes en el cultivo de la caña de azúcar habían inducido a los hacendados locales a buscar más tierras. La producción azucarera, por estar destinada fundamentalmente a la exportación, era objeto de especial interés para las políticas económicas del régimen porfirista, sobre todo cuando la plata sufría bajas en el precio. Por tal razón, el gobierno permitía e incluso alentaba la severa explotación y despojo de tierras que los trabajadores padecían a manos de los hacendados, con tal de hacer crecer la producción (Delgado de Cantú, 1987: 172). Por ello, en Morelos había muchas haciendas e igualmente muchos pueblos; el estado estaba sobrepoblado.
            Durante algunos años, la región morelense se había mantenido relativamente en orden, gracias a la habilidad del gobernador Manuel Calderón, quien supo hacerse respetar por los campesinos y mediar entre éstos y los hacendados. Pero cuando Calderón muere en 1908, y se lanzan las elecciones para la gubernatura del Estado de Morelos, el presidente Díaz escoge como candidato oficial a una persona completamente distinta y ajena a la situación política y social del estado. El escogido fue Pablo Escandón, un teniente coronel y jefe del Estado Mayor de Díaz con aires aristócratas. Y como candidato del Partido Demócrata a Patricio Leyva, persona con verdadero arraigo en la región y poseedor de la confianza del pueblo por ser nativo de Morelos. El comerciante Pablo Torres Burgos funda el grupo leyvista “Melchor Ocampo”. Pero, finalmente Escandón es “electo” como gobernador de Morelos en la forma acostumbrada por los porfiristas. Y como gobernador, Escandón se puso abiertamente del lado de los terratenientes, amos de vida y haciendas, con lo cual aumentó el descontento de los campesinos y dio ocasión para que éstos se sumaran a la rebelión que ya empezaba a sacudir a la dictadura (Ibídem).
El problema hizo crisis cerca de Cuautla donde las grandes haciendas casi ahogaron a un pequeño grupo de pueblos. Los antepasados de estos campesinos habían tomado parte como soldados al lado de Morelos y Juárez y sus descendientes estaban bien armados. No es extraño que resintieran el ser tratados como inferiores; veían venir el día en que las haciendas absorberían el suelo en que vivían. Estaban decididos a evitar esto (Bazant, 1980: 117). Ese pueblecito en el que empezaría la revolución agraria era San Miguel Anenecuilco (que en náhuatl quiere decir “lugar en donde el agua se arremolina”) que está dividido en dos partes por un río que lo atraviesa; al oriente es llano y bajo con tierras bien regadas y fructíferas. Al oeste en cambio se extiende por una cuesta pedregosa y estéril, es alto y seco, donde apenas si crecen los mezquites, los guajes y los cactus espinosos. En aquella época el poblado tiene menos de 400 habitantes y un total de alrededor de 50 hectáreas de tierra.

¿Sabes que para nosotros todo es la tierra junto con la libertad como lo dijo John Womack en su libro Zapata and the Mexican Revolution? Él dijo: ‘Situada a uno cuántos kilómetros al sur de Cuautla, en el Rico Plan de Amilpas, del estado de Morelos, con sus casas de adobe y sus chozas de palma dispersas bajo el sol, en las laderas achaparradas que descuellan sobre el río Ayala, Anenecuilco era en 1909, una aldea tranquila, entristecida, de menos de cuatrocientos hombres (en Martín Moreno, 2009: 191).

           Anenecuilco aparece ya en el Códice Mendocino como tributario de los aztecas. En la Conquista luchó por mantener su identidad e independencia frente a otras condiciones. En 1607 el virrey Luis de Velasco le concede la merced de tierra, pero ese mismo año se las quita y pasa a manos de la Hacienda del Hospital. Entonces los aldeanos comienzan a combatir lo que consideran una usurpación de sus tierras por parte de las haciendas vecinas. Dado que la mayoría de ellos había perdido las escrituras originales que les otorgaban una amplia área de tierra, en 1798 le pidieron a las autoridades un poco más de 100 hectáreas (o un kilómetro cuadrado) de tierra (Sotelo Inclán, 1943: 84, 101-105, 192). En esa época, la población de la aldea era de un total de 94 personas, alrededor de 30 familias que podrían haber considerado suficiente esta cantidad de tierra. Así que durante el siglo XVII y parte del XVIII el pueblo pedirá las tierras, se opondrá a los acuerdos de la Real Audiencia, ventilará diligencias y querellas contra la Hacienda del Hospital, Tehuixtla y Matatlan. Pero la era colonial termina sin que se les reintegrara nada. Para vivir rentan pequeñas parcelas a las haciendas azucareras.
            En 1853 el pueblo vuelve a pedir su documentación al Archivo General, y abre su pleito con Matatlan. En 1864 pide sus tierras a Maximiliano de Habsburgo, y diez años después José Zapata —quien ejerce las funciones de gobernador y tío del futuro Caudillo del Sur, Emiliano Zapata— y el pueblo, le escribe a Porfirio Díaz: “guardamos con celo los papeles que algún día demostrarán que somos los únicos y verdaderos dueños de estas tierras”. Efectivamente, mucha gente tenía enterrados en algún lugar secreto del pueblo y dentro de una caja de hojalata, los títulos, los mapas y los pedimentos, las copias, la merced, cuadernos enteros de litigios y dictámenes. Como ya mencionamos anteriormente, en el curso del tiempo las haciendas lograron apoderarse de aproximadamente la mitad del total de las tierras de Anenecuilco y, al mismo tiempo, la población de la aldea aumentó alrededor de cuatro veces. Como resultado, la mayoría, quizás casi todos, los varones adultos del pueblo estaban forzados a trabajar como jornaleros de tiempo parcial en las haciendas. El siglo XIX terminará sin que se resolviera nada.
Pero Anenecuilco no era la excepción a la regla. Condiciones similares a las de Anenecuilco prevalecían en otras partes del Centro de México. Por ejemplo, los residentes de Naranja, pueblo de pescadores en Michoacán, habían perdido su independencia económica para 1885, cuando el alcalde vendió el título de propiedad de unos pantanos cercanos a dos españoles que los desecaron y establecieron una fértil hacienda (Friedrich, 1970: 112-113). Los españoles no reclutaron su mano de obra entre los empobrecidos pescadores, sino que trajeron del Bajío peones acasillados que se sentían superiores a los aldeanos de lengua tarasca. Para 1910, el pueblo de Naranja consistía en aldeanos sin tierra por un lado y por el otro, un pequeño grupo de comerciantes, que al mismo tiempo eran los funcionarios municipales. Los ricos y poderosos comerciantes se pusieron del lado de los hacendados (Bazant, 1980: 118).
Los pueblos que habían conservado sus tierras también estaban estratificados. En el mismo estado de Morelos, no todos los pueblos habían perdido sus tierras comunales. Unos cuantos las habían conservado gracias a su aislamiento geográfico, entre ellos Tepoztlán, escondido en un profundo valle rodeado de acantilados. El hecho de que Tepoztlán hubiera conservado  casi todas sus tierras comunales, que consistían principalmente en bosques, no significa sin embargo que todos sus habitantes tuvieran acceso a ellas. El pueblo estaba controlado por un cerrado grupo de comerciantes, terratenientes y ganaderos que usaban las tierras comunales como pastos e impedían que los pobres, hambrientos de tierras, las cultivaran (Lewis, 1951: 51, 93, 230). Estos ricos caciques naturalmente estaban de parte de las autoridades gubernamentales. Por lo tanto, todo el campo estaba fuertemente dividido entre los ricos y los pobres.
La crisis en las relaciones entre pueblos y haciendas llegaba a su clímax después del fracaso de la cosecha de 1909 y la subsecuente alza en el precio del maíz. Los desesperados campesinos de Anenecuilco le pidieron al hacendado más próximo, que daba la casualidad de que era Escandón, el gobernador del Estado, que les permitiera plantar maíz en tierras en disputa. En vez de esto, las rentó a agricultores de otro pueblo vecino (González Navarro, 1970: 226). La estación de lluvias de 1910 ya estaba en camino y era urgente que empezara la siembra de maíz inmediatamente. Y todavía la situación de los campesinos se agravaría a causa de una nueva ley decretada por el gobernador Escandón, que ocasionó un nuevo despojó de tierra. De modo que en septiembre de 1909 los vecinos de las tierras de Villa de Ayala y Anenecuilco nombran para presidente del Comité de Defensa (Calpuleque), a un joven mestizo, de tez morena, alto y delgado, de enorme bigote, ojos negros y brillantes, mirada apacible, aguda y penetrante, escéptico y tenaz, temerariamente desconfiado. Su nombre: Emiliano Zapata.
Esto tiene su explicación, ya que hasta en los pueblos más pobres había unos cuantos individuos o familias comparativamente prósperos, y aunque la posición económica de Zapata fuera algo mejor que la de los campesinos de Anenecuilco, éstos le tenían confianza y lo consideraban como uno de los suyos por ser hombre de férreas convicciones y principios.
Emiliano Zapata Salazar nació un 8 de agosto[3] en San Miguel Anenecuilco, cerca de la Villa de Ayala, Estado de Morelos, en una sólida casa de adobe y tierra en el seno de una familia ampliamente conocida por los habitantes de aquel lugar y de largas y profundas raíces locales por llevar en sus huesos la historia de México: su abuelo materno, José Salazar, ya de muchacho cruzaba las línea del ejército realista para llevar tortillas, sal, aguardiente y pólvora a los insurgentes. Dos hermanos del padre de Emiliano pelearon en la Guerra de Reforma como igualmente lo hicieran durante la Intervención francesa.
Gabriel Zapata y Cleofas Salazar habían procreado diez hijos: Pedro, Celsa, Eufemio, Loreto, Romana, María de Jesús, María de la Luz, Jovita, Emiliano y Matilde. Como se puede ver, Emiliano era el penúltimo hermano. Asistió a la escuela de su pueblo para estudiar la instrucción primaria con rudimentos de teneduría de libros, de la mano del profesor Emiliano Vara; al mismo tiempo ayudaba a su padre en las labores del campo, tarea que le dio conciencia de los problemas que aquejaban a los campesinos. En aquel entonces en Anenecuilco existían dos haciendas cañeras: la del Hospital y la de Cuahuixtla, que casi acabaron por dejar al pueblo sin tierras ni labor.
A los 16 años quedó huérfano, pero no era un campesino indefenso y pobre que tuviera necesidad de trabajar como jornalero en las haciendas; él y su hermano Eufemio habían heredado ganado y un poco de tierra al morir sus padres. Se dedicaron a cultivar sus tierras, y en temporadas de poco trabajo se ocupaba de la compra y venta de caballos en pequeña escala. Esta actividad, aparte de dejarle dinero suficiente para vivir con cierta comodidad y comprarse lujosos arreos de montar, hizo de Zapata un ganadero y experto domador de caballos, cuya fama provocó que los dueños de las haciendas se disputaran sus servicios (Delgado de Cantú, 1987: 173).
Éste ranchero independiente no era borracho (aunque le gustaba el coñac), ni parrandero (aunque asistía a la feria de San Miguelito cada 29 de septiembre), ni jugaba (aunque no se separaba de su ato de naipes), pero sí muy enamorado. Su orgullo eran sus inmensos bigotes, y lo que más atraía en Zapata, no sólo a las mujeres, sino a todos el que lo conocía, era su carácter de charro entre charros. “Emiliano” como se le decía, se presentaba en la plaza de toros montando los mejores caballos del rumbo sobre las mejores sillas vaqueras. Los jaripeos, las corridas de animales en el campo, las carreras de caballos y las peleas de gallos constituían sus diversiones favoritas. Su impecable figura de charro, sin afectaciones, ni rebuscamientos, era clásica a su manera. Pero antes que charro, independiente, insumiso, travieso y enamorado, Zapata era la memoria viva de Anenecuilco.
Esto le dio a Emiliano prestigio y autoridad y por lo tanto se fue ganando la confianza de los habitantes de su tierra. Y gracias a esa confianza se integra entonces como uno de los dirigentes del grupo de hombres jóvenes que participan activamente en la defensa de las tierras que les han arrebatado a los campesinos en Villa de Ayala y Anenecuilco; en el cumplimiento de su deber estudia los documentos que acreditan los derechos de su gente a las tierras, firma protestas, forma parte de las delegaciones enviadas entre el respectivo jefe político, ayuda a mantener la moral del pueblo, suscribe convocatorias, se instala en la rebeldía, organiza la protesta: su terquedad lo proyecta como líder natural de los suyos hasta llegar a ser, apenas cumplidos los 30 años, el jefe agrario de Anenecuilco (Martín Moreno, 2009: 193). Así mismo, fue durante esas gestiones que participa en las elecciones del Estado de Morelos apoyando la campaña de Patricio Leyva, el candidato demócrata, por lo que el grupo leyvista “Melchor Ocampo” integra a Emiliano como dirigente junto con su secretario Francisco Franco Salazar, que era su primo hermano. Ambos serán asesorados por algunos ideólogos de la Revolución, tales como Jesús Flores Magón y el maestro Paulino Martínez. Pero Leyva será derrotado por Escandón con fraude en las elecciones, recrudeciéndose la presión de las haciendas. Lo que lleva a ser elegido Calpuleque por los lugareños.
En ese tiempo el candidato independiente a la presidencia de la República, Francisco I. Madero había sido detenido y encarcelado en vísperas de las elecciones. Mientras tanto, Zapata hace que el Concejo de Defensa se encargue de reclamar los derechos de los campesinos por la fuerza, es decir, que arma a los mismos campesinos: “Nunca pidas justicia a los gobiernos tiranos con el sombrero en la mano, sino con el arma empuñada. Moriré siendo esclavo de los principios, no de los hombres” (en Martín Moreno, 2009: 191). De este modo, envía una delegación al presidente Díaz a presentarle oficialmente la reclamación. Los resultados fueron favorables para los campesinos, logrando expulsar a los inquilinos del campo.[4] Con este triunfo se iniciaba la revolución agraria mexicana y Zapata acabó de ganarse no solamente ya la confianza, sino que podría decirse la devoción de los campesinos de su pueblo (Martín Moreno, 2009: 193).
Debido a estas actividades contrarias a la política oficial, Zapata fue reclutado en el ejército federal en febrero de 1910, aunque obtuvo pronto su licenciamiento gracias a que fue contratado para cuidar las lujosas caballerizas que tenía en la capital un hacendado de Morelos, Ignacio de la Torre y Mier (yerno de don Porfirio Díaz). Tras un breve tiempo de desempeñarse como caballerango mayor, Zapata regresa a su terruño deprimido e indignado después de constatar que los caballos de algunos establos de la Ciudad de México vivían mejor que la inmensa mayoría de los campesinos morelenses, aquellos establos avergonzarían la casa de cualquier trabajador en todo el estado de Morelos.
En octubre de 1910, Madero huye de la prisión de San Luis Potosí y lanza el Plan de San Luis Potosí en cuya clausula tercera se ofrecía devolver las tierras a sus legítimos dueños. Cuando dicho plan revolucionario fue conocido en Morelos los campesinos de Anenecuilco y alrededores esperanzados con las palabras de dicha cláusula decidieron integrarse a la rebelión maderista. Sin embargo, no es seguro que Madero estuviera completamente consciente de la situación y de sus implicaciones en 1910. Él mismo era un buen hacendado que no sólo aumentaba el salario de sus trabajadores, sino que igualmente les daba habitaciones higiénicas y se preocupaba de que recibieran atención médica gratuita; como no tenían hijos, él y su esposa alimentaban a docenas de niños en su propia casa y daban refugio y educación a cantidad de huérfanos, así como contribuciones sustanciales a obras de caridad (Ross, 1955: 12-13). Pero Madero debe haber sabido de injusticias perpetradas por otros hacendados, especialmente en el estado de Morelos. De ahí que hubiera simpatizado con Zapata, en particular dado que éste controlaba la importante región al sur de la capital y le ofrecía su apoyo político. Los dos conferenciaron en la casa de la familia Madero en la Ciudad de México, situada en una elegante zona donde las calles tenían nombres de capitales europeas (Womack, 2004).
            Para Madero era importante atraer a este rebelde agrarista a su bando. Su propio movimiento hasta entonces se había restringido a centros urbanos. Incluso el Partido Liberal no había hecho mucho progreso en el campo a pesar de su programa para la redistribución de la tierra y la abolición de la servidumbre por deudas. El sector rural se quedaba atrás de las ciudades en conciencia política. Para 1908 el Partido Liberal se había dividido: un ala se había unido al campo anarquista; la otra ulteriormente se unió al movimiento antirreleccionista de Madero. De esta manera, Madero cosechó algunos beneficios de una década de actividad política del Partido Liberal (Bazant, 1980: 119).
            Ahora Madero deseaba capitalizar en su favor el creciente descontento agrario. A fines del año de 1910 hay sublevaciones armadas en el norte del país secundando el Plan de San Luis de Madero. Porfirio Díaz se reelige nuevamente. En  Morelos, para combatir a Escandón los campesinos realizan pequeñas huelgas y se organizan bandas armadas como la de Genovevo de la O. Así mismo, tres líderes agrarios deciden lanzarse a la lucha armada; el primero es Gabriel Tepepa, y después Pablo Torres Burgos y Emiliano Zapata.
            En efecto, Zapata en su carácter de defensor de las tierras del pueblo logra reunir pronto cerca de mil hombres y toma por la fuerza los terrenos que habían cercado los administradores de la hacienda de Hospital, en vísperas de la temporada de lluvias. Pero presionados a más no poder por el gobierno, Torres Burgos decide viajar a San Antonio, Texas, para obtener el reconocimiento oficial de Madero. Regresa Torres Burgos con la aprobación del caudillo revolucionario y junto con Zapata se levantan en contra del gobierno. Más tarde Torres Burgos renuncia a la jefatura y Emiliano Zapata queda como jefe supremo del movimiento revolucionario del sur a partir de marzo de 1911. Y no sólo eso, habría de convertirse en el caudillo de mayor arrastre popular en el sur y en símbolo del agrarismo a nivel nacional, aun cuando sus objetivos iniciales fueran meramente de carácter local. En efecto, cuando Zapata decidió unirse a la revolución maderista, lo hizo para defender no sólo las tierras de su pueblo, sino el derecho que tenían todos los campesinos mexicanos sobre las tierras que habían sido suyas, o que debieran haberlo sido.
Aumentando considerablemente sus fuerzas, los campesinos que siguen a Zapata combaten en Morelos. Hace un recorrido por varias poblaciones y sostiene muchos combates con sus perseguidores. Se apodera de Jonacatepec, de Cuautla, de Cuernavaca, de Izúcar de Matamoros, en Puebla y de otras poblaciones. Dominó por medio de sus fuerzas una extensa zona del Estado de Morelos, donde repartió tierras a los campesinos (De la Mora, 1981: 242).
Empero, la actuación de los campesinos morelenses no puede considerarse como determinante en el derrocamiento de Díaz. Cuando Zapata logró tomar la ciudad de Cuautla este triunfo le valió para constituirse en líder de los campesinos morelenses sobre los otros cabecillas que se disputaban el liderazgo, pero la toma de Cuautla no parece haber jugado un papel decisivo en la Revolución, ya que ocurrió cuando en el norte estaba a punto de caer Ciudad Juárez en manos de los antirreeleccionistas. Quizá pueda considerarse a la hazaña de Zapata como un elemento más agregado a otros que se conjugaron para obligar a Díaz renunciar a la presidencia (Delgado de Cantú, 1987: 173).
Con la renuncia de Díaz, toma el poder interino Francisco León de la Barra, quien ordena el licenciamiento de todos los rebeldes y el respeto absoluto del sistema económico prerrevolucionario. En el Sur (estados de Morelos y Guerrero), donde Zapata y Ambrosio Figueroa llevaron a los campesinos a la Revolución, la tarea de desarme encuentra viva oposición. Zapata se niega a deponer las armas hasta que no estar seguro de que las tierras recuperadas de las haciendas se reconozcan legalmente en propiedad.
            Pero, en el vergel del minero José de la Borda, construido en el siglo XVIII, se reúne Madero —en aquél entonces candidato a la presidencia— con Zapata para presionarlo a que asuma el puesto de jefe de la policía federal de Morelos (Lozada León, 2012: 12). Zapata acepta como prueba de confianza en Madero, pero en junio de 1911, al cabo de una semana, sintiéndose sin el apoyo de la Revolución maderista, renuncia a su cargo para retomar la meta de las demandas agrarias en contra del régimen porfirista prevaleciente. Así que categóricamente declarará que no desarmará a los campesinos que fueron a la lucha entretanto no fuera una realidad la restitución de los ejidos a los pueblos. Y se mantuvo firme, rechazando ofertas, con las armas en la mano hasta que no fuesen un hecho las reivindicaciones agrarias (Miranda Basurto, 1985: 302).
            Nuevamente, el 18 de julio, Madero llega a Cuautla a entrevistarse con él para convencerlo de deponer las armas. Pero a pesar de lo pactado y garantizado por Madero, León de la Barra decide aniquilar el agrarismo morelense. El Gral. Victoriano Huerta, oficial del ejército federal llega en el mes de agosto a Morelos en campaña de ocupación, exigiendo la rendición incondicional de Zapata y todo su ejército, acusados de bandolerismo. Huerta era un individuo sin escrúpulos, traicionero y borracho, de aspecto desagradable y taciturno, que toma Yautepec, Cuautla y Villa de Ayala.
Zapata huye hacia las montañas, y en su huida aumenta el número de sus seguidores no solo en los pueblos, sino también en los peones de las haciendas que habían sufrido injusticas, tanto en Morelos, como en Puebla, en el Estado de México y en el Distrito Federal.
Para el 6 de noviembre de 1911, Madero llega a la presidencia de la República. Entonces Zapata espera que ahora sí se dé cumplimiento de los postulados agrarios del Plan de San Luis para que las tierras sean restituidas inmediatamente  a los pueblos. Empero, sinceramente Madero deseaba establecer un gobierno democrático con un amplio apoyo popular —después de todo, los campesinos, los pequeños arrendatarios y los peones formaban la mayoría de la población— y él comprendía la necesidad de una reforma agraria. Pero cuando Zapata, exigió al gobierno el cumplimiento de la cláusula agraria del Plan de San Luis para mejorar las condiciones del campesino, Madero respondió que eso sólo podría hacerse dentro de la ley y prosiguió con la sugerencia de que Zapata se preparara a desbandar su ejército. A través de su delegado exige la rendición incondicional de los revolucionarios del sur. Sin embargo, Zapata continuará en actitud rebelde.
El día 28 de noviembre de 1911en un lugar de la Sierra de Puebla, Ayoxustla, Zapata lanza el Plan de Ayala. Su lema era “¡Tierra y libertad!”.
            En dicho Plan, que tenía como base el de San Luis, se adicionaban demandas agrarias que condensaban las aspiraciones de millares de campesinos, se pedía el desconocimiento de Madero por ser traidor y ofrecía la dirección del movimiento a Pascual Orozco. Y se expropiaría una tercera parte de la superficie de las haciendas para dotar a los pueblos que carecieran de tierras.
Con simpatías y adhesiones al Plan de Ayala la rebelión se extiende rápidamente por Tlaxcala, Michoacán, Guerrero y Oaxaca. Esto provocó que Madero enviara fuerzas contra Zapata. Llama a Juvencio Robles para designarlo como jefe militar en Morelos, quien lleva a cabo sangrientas campañas contra los zapatistas. Los guerreros sureños recurren de nuevo a la guerrilla, al sabotaje, pues no tienen plazas importantes, pero tienen el campo y la montaña.
En febrero de 1913 Madero es víctima de la traición de Victoriano Huerta, quien quiso pactar con Zapata enviando emisarios a Morelos para llegar a un acuerdo con él, pero éste los hizo fusilar. En febrero de 1917 se promulga la Nueva Constitución Política de México y el 1º de mayo Venustiano Carranza asume el poder como presidente electo.
Con Carranza en la presidencia, Emiliano Zapata trataría de establecer un diálogo con él para hacerle la propuesta de que se reconocería su gobierno si este aceptaba la legalidad de los revolucionarios de Morelos, ya que la nueva Constitución había incorporado a su texto principios agrarios satisfactorios. Pero Carranza jamás aceptaría pactar con los que consideraba “bandidos” que se encontraban fuera de la ley y con la autorización del Congreso envió tropas en contra de Zapata. El Gral. Pablo González sería encargado en jefe de las operaciones anti-zapatistas.
Un año después, Zapata y sus jefes eran nuevamente fugitivos, teniendo que refugiarse a veces hacia los límites con el Estado de Puebla.
El 1º de enero de 1919 Zapata publicó un manifiesto en el que culpaba a Carranza de los males que padecía el país. En el norte, el Gral. Álvaro Obregón había derrotado poco a poco a las fuerzas de Pancho Villa. Y sólo Zapata representaba una seria amenaza para el gobierno constitucional, con el que se negaba a pactar. De hecho, ya había logrado tomar la ciudad de Cuernavaca y ningún enfrentamiento directo con el ejército regular podía aún derrotarlo. No obstante, para el caudillo del sur, se acercaba también el fin. Él no lo sabía, pero sus días estaban contados, al irse fraguando una impresionante traición en su contra.
Así las cosas, en los primeros meses de 1919 comenzaron a llegar rumores al campamento zapatista sobre una pelea entre el Gral. Pablo González y el Coronel Jesús Guajardo, que era uno de sus principales auxiliares en la campaña contra Zapata. Lo que motivó que los líderes agrarios invitaran a Guajardo a pasarse a sus filas, y para ello le dirigieron una carta.
En realidad, sí habían surgido diferencias entre González y Guajardo, cuando González interceptó la carta de Zapata a Guajardo, pudo presionar al coronel para que fingiera que lo había traicionado y que quería unirse a los defensores del Plan de Ayala. A Guajardo, no le quedó otra alternativa que aceptar tan complicada traición, de lo contrario, González utilizaría la carta interceptada como su propia sentencia de muerte.
Pronto Zapata recibió la carta respuesta de Guajardo, donde le anunciaba su intención de unirse a sus fuerzas. El líder agrarista sometería a varias pruebas al coronel para tener plena seguridad de su lealtad. Una de estas prendas de lealtad fue cuando Zapata le pidió a Guajardo fusilar al carranclán[5] Victorino Bárcena y a sus hombres, que habían cometido desmanes contra los zapatistas en Morelos. Y Guajardo, en un alarde de frialdad, mandó a ejecutar a muchos de sus propios soldados, para convencer a Zapata de su buena voluntad. Poco después, comenzando a convencerse de la sinceridad de Guajardo, Zapata acepta entrevistarse con él en un punto solitario de la sierra. En esa reunión, el coronel Guajardo obsequió a Zapata un precioso alazán llamado “As de oros” y, por otra parte, le tendría los 12 mil cartuchos que le había prometido para entregárselos en la hacienda de San Juan Chinameca, Morelos, una hacienda que el mismo Zapata conocía desde la infancia.
El 10 de abril de 1919, aún desconfiado, Zapata y algunos de sus hombres llegaron a Chinameca, sin presentarse de inmediato. Era un pequeño contingente zapatista armado hasta los dientes. En la hacienda, Guajardo le insistía a un lugarteniente de Zapata, Palacios, que esperaba al general para comer con él. Y por fin, como al cuarto para las dos de la tarde, Zapata, montado en el alazán que Guajardo le regalara apenas en día anterior; penetró en el patio de la hacienda. Seguido tan solo por una escolta de diez hombres, según él mismo ordenara, la guardia formada parecía preparada para hacerle honores. El clarín tocó tres veces llamada de honor;  al apagarse la última nota al llegar el general en jefe al dintel de la puerta a quemarropa, sin dar tiempo para empuñar la pistola, los soldados que presentaban armas descargaron sus fusiles dos veces y el inolvidable Emiliano Zapata cayó para no levantarse jamás. Moría un hombre, un soldado, una leyenda. Moría también la esperanza de reivindicación social de miles de coterráneos del bravío charro de Anenecuilco. Con Zapata murieron varios de sus acompañantes y aquel triste día, apenas pudieron huir con vida los demás zapatistas que lo habían acompañado a la fatídica cita en Chinameca.
Así el gobierno de Carranza lograba darle muerte a Zapata solo para no cumplir con su justa exigencia del reparto justo de la tierra, ni siquiera en los términos que planteaba la Constitución aprobada el 5 de febrero de 1917. La razón es que Zapata luchaba por un gobierno del pueblo y para el pueblo, pero Carranza construía un gobierno de la naciente gran burguesía mexicana y viejos y nuevos terratenientes y caciques al servicio de los imperialistas estadounidenses.
La muerte del “Atila del Sur”, como alguna vez se le llamó a Zapata ha agigantado su figura a medida que pasa el tiempo. Su lucha local y provinciana se ha convertido en bandera de toda la lucha campesina de México, aun inconclusa y de todas las luchas de raíz popular en el mundo entero.


Referencias

BAZANT, Jan (1980): Breve historia de México. De Hidalgo a Cárdenas (1805-1940). México: Premia (Trad. Héctor Acosta).
DELGADO DE CANTÚ, Gloria M. (1987): Historia de México. Formación del Estado Moderno. México: Alhambra.
FRIEDRICH, Paul (1970): Agrarian Revolt in a Mexican Village. Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-Hall.
GONZÁLEZ NAVARRO, Moisés (1970): Raza y tierra. México: El Colegio de México.
LEWIS, Oscar (1951): Life in a Mexican Village: Tepoztlan Restudied. Urbana, Illinois: University of Illinois Press.
LOZADA LEÓN, Guadalupe (2012): “Jardín Borda”. Relatos e historias en México (México), Año IV, No.42, febrero, pp.12-16.
MARTÍN MORENO, Francisco (2009): Las grandes traiciones de México. México: Alfaguara.
ROSS, Stanley R. (1955): Francisco I. Madero, Apostle of Mexican Democracy. Nueva York: Columbia University Press.
SOTELO INCLÁN, Jesús (1943): Raíz y razón de Zapata. México: Etnos.
WOMACK Jr., John (2004): Zapata y la revolución mexicana. México: Siglo: XXI.





[1] Tales casos fueron descritos antes de 1910 por novelistas como Mariano Azuela y poetas como Manuel José Othón.
[2] En 1898 el senador José López Portillo describió un pleito entre dos hacendados vecinos por un cerro árido en su novela La parcela.
[3] Todos los biógrafos de Zapata dan el 8 de agosto como el día que nació, aunque se mencionan tres diferentes años para su nacimiento: 1873, 1879 y 1883. A la fecha, este dato no se esclarece a ciencia cierta.
[4] En realidad varios levantamientos agrarios tuvieron lugar en Yucatán en la primera década del siglo XX, seguidos en 1909 por una revuelta de trabajadores en Mérida, pero no influyeron en el resto del país.
[5] Carranclán era aquel soldado de la facción de Venustiano Carranza.

jueves, 4 de abril de 2019



Acercamiento al filme “Mecánica Nacional” 
desde el análisis de la conversación


Por: Aida Yazmin Granados Bravo

A través de este escrito se busca analizar mediante “el análisis de la conversación” un diálogo que se presenta en la película Mecánica Nacional, dirigida por Luis Alcoriza, en donde se plasma el estilo de vida que se llevaba en el año de 1971 por los habitantes de la ciudad de México, aunque el título generaliza a nivel nacional, en la película sólo se muestra esta parte del país.
El método utilizado para dicho análisis será el realizado por Anita Pomerantz y B. J. Fehr, quienes con influencia directa de Hervey Sacks (quien realizó los primeros estudios sobre el análisis de la conversación) crearon un modelo de análisis que se basa en cinco aspectos principales para su realización.
1. Seleccione una secuencia.
2. Caracterice las acciones dentro de la secuencia.
3. Considere de qué modo el empaquetamiento de las acciones facilita la interpretación de las acciones.
4. Considere de qué manera los tiempos y la toma de turnos facilitan ciertas interpretaciones de las acciones y los temas de los que se habla.
5. Considere de qué forma el modo de realizar las acciones implica determinadas identidades, roles y /o relaciones para los interactuantes.

1. Seleccionar una secuencia La secuencia seleccionada se ubica al inicio de la película, en esta se muestran claramente los papeles que tienen la mayoría de los personajes por lo que es un buen objeto a estudiar, a continuación se adjunta dicha conversación. (Después de ser mencionado por primera vez un personaje sólo se mostrarán las iniciales del nombre)
Doña Lola: Y me contaron que a la hija de Chelita, la de Güero, le salió panza de tanto ir al cine con el novio
Refugio: Ay mamá no se haga bolas, la hija del Güero tiene siete años, la de la panza es Martita la de aquí al lado
DL: Es igual, ¿no?
Eufemio: ¿Qué pasó con la pastura? Ya ni chicles de menta ¡apúrense!
R: Ja, está fácil, llevamos de comer pa´que trague un ejército
E: Dele gracias a Dios, con el hambre que hay en el mundo… a ver, hay comida, hay botanas, check check. ¿Y no se olvidó de mis taquitos en nenepil verdad?
DL: Cuándo hijo y los de trompita y los de nanita y los de moronga
E: Mmmm mi cabecita blanca adorada de su hijo… Esa mi vieja

2. Caracterizar las acciones dentro de la secuencia, aquí se caracterizan las acciones que realizan los personajes al momento de decir los diálogos para observar su conducta y el papel que ejercen en dicha conversación. La columna de lado izquierdo muestra los diálogos y en la del lado derecho se muestran las caracterizaciones de las acciones:

Doña Lola: Y me contaron que a la hija de Chelita, la de Güero, le salió panza de tanto ir al cine con el novio
 DL le cuenta un chisme a su nuera mientras están cocinando
Refugio: Ay mamá no se haga bolas, la hija del Güero tiene siete años, la de la panza es Martita la de aquí al lado
R la desmiente contándole la verdadera versión de lo que le contaron o se inventó
DL: Es igual, ¿no?
 DL comenta que es lo mismo, al final hay alguien embarazada
Eufemio: ¿Qué pasó con la pastura? Ya ni chicles de menta ¡apúrense
E entra acelerado con la voz alta diciendo que hagan las cosas más rápido
R: Ja, está fácil, llevamos de comer pa´que trague un ejército

R le dice que está difícil hacer comida para tanta gente muy rápido
E: Dele gracias a Dios, con el hambre que hay en el mundo… a ver, hay comida hay botanas, check check. ¿Y no se olvidó de mis taquitos en nenepil verdad?

E Después de darle una nalgada a su esposa se dirige a ver lo que hay en la estufa y utiliza un extranjerismo “check” para tachar de su libreta lo que ya está listo. Seguido se dirige muy amoroso hacia su mamá
DL: Cuando hijo y los de trompita y los de nanita y los de moronga
DL Con cariño le dice que no se olvidaría
E: Mmmm mi cabecita blanca adorada de su hijo… Esa mi vieja
E le agarra la cabeza y le da un beso en la frente demostrándole su cariño para después salir de la cocina no sin antes volver a darle una nalgada a su esposa diciendo que es “su vieja”

3. Considere de qué modo el empaquetamiento de las acciones facilita la interpretación de las mismas El empaquetamiento de las acciones no es más que el modo en el que los hablantes configuran y transmiten sus acciones (lo que dicen y cómo lo dicen)  DL está ayudando a su nuera a hacer la comida que llevarán a la carrera y comenta de forma casual aquello que le dijeron sobre la niña que se embarazó de tanto salir al cine con su novio, insinuando que salía con él pero en realidad no iban al cine. R la desmiente y le dice que se está confundiendo de persona pero al final DL dice que es lo mismo. En se momento llega E muy apurado apresurando a las mujeres para que ya terminen de cocinar y utiliza la expresión “ya ni chicles de menta” como la variación/el disfraz de una grosería. Después le da una nalgada a su esposa en frente de todas y se dirige a la estufa únicamente para supervisar la comida que ya está lista pero él jamás ayuda a prepararla. Después le pregunta a su mamá DL que si ya hizo su comida y ella le responde que jamás se le olvidaría, él le da un beso y le dice “Cabecita blanca” haciendo referencia a las canas que tiene por su edad.

4. Considere de qué manera los tiempos y la toma de turnos facilitan ciertas interpretaciones de las acciones y los temas de los que se habla.
En este punto se describe cómo el hablante obtuvo el turno, su iniciación y término, si elige con quién hablar o si lo eligen a él.
Al inicio DL se dirige a R quien le responde de buena manera para después ser interrumpidas por E quien llega a la cocina y comienza a dar órdenes a las mujeres que están ahí pero se dirige especialmente a su esposa, le habla golpeado pero parece que lo toma normal pues ella le contesta sin hacer ningún gesto de enojo. Después E se dirige con su mamá a preguntarle si le hizo la comida y lo cual  agradece con un beso para después salir de la cocina. Se muestra al hombre como quien dirige las conversaciones y decide con quien hablar.

5. Considere de qué forma el modo de realizar las acciones implica determinadas identidades, roles y /o relaciones para los interactuantes
Desde el inicio se muestra de lo que hablan las mujeres, chismes de los vecinos, cosas sin importancia pues ellas se encargan de la cocina y de la casa mientras que el hombre únicamente llega a dar órdenes y a decirles lo que tienen que hacer, supervisa que todo esté en orden y registra lo que está listo.
Mediante el análisis de la conversación se pueden observar rasgos que están presentes pero que no se piensa en ellos a simple vista. En esta conversación se muestran claramente los roles que tienen cada uno de los personajes y como emana de ellos desde su manera de hablar, de comportarse, de dirigir la voz, de tomar un turno. Si bien el hombre le da órdenes a las mujeres no se las da de la misma manera, basta con ver la forma en que le habla a su esposa y a su mamá, pues ante su esposa se muestra como superior, dándole órdenes, hablando golpeado e incluso se refiere a ella como “mi vieja” por lo que la ve como si fuera de su propiedad y lo demuestra por la manera en que la trata frente a los demás.
Contrario a su mamá, a quien en ningún momento le levanta la voz, al contrario, la trata con mucho cariño y respeto, su tono es mucho más calmado acompañado de mimos y besos. A pesar de la diferencia de trato el tema del que hablan es el mismo, la única diferencia es de qué manera lo hace, E le da órdenes a su esposa R “¿Qué pasó con la pastura? Ya ni chicles de menta ¡apúrense!mientras que a su mamá le pregunta de forma amable “¿Y no se olvidó de mis taquitos en nenepil verdad?”.
El hombre es el que tiene el poder de las cosas sin embargo a la mujer no se muestra tan sumisa como en décadas anteriores pues R es capaz de responderle a su esposo, levantar la cara y decirle que es demasiada comida la que deben hacer, eso no hace a un lado la forma en que él le habla pero incluso hay una aceptación por parte de E en el momento en que ella expresa su opinión.
Los roles están muy marcados y es imposible ignorarlos pues desde el inicio de la escena se muestra que el hombre es quien da las órdenes y las mujeres son quienes las ejecutan, pero como ya se mencionó, también opinan sobre esas órdenes aunque finalmente las realizan.

Pomerantz A., Fehr B. (S. A.) Análisis de la conversación: enfoque del estudio de la acción social como prácticas de producción de sentido
RECUPERADO DE:
http://padron.entretemas.com.ve/cursos/AdelD/unidad3/3AnalisisConversacion.pdf