domingo, 3 de marzo de 2013


“El masaje” de Margarita Peña

Por: Jorge Luis Gallegos Vargas

Óclesis

El nombre de Margarita Peña se adhiere a otros más que han indagado sobre los asuntos femeninos en la literatura y que, como tal, intentan reflejar parte de esas vivencias, de esas experiencias, de esas narraciones de los asuntos propios de la mujer. Además de ser una estudiosa de la literatura novohispana y de tener por lo menos una decena de libros al respecto, Peña nos muestra que la narrativa es parte de su legado literario.
En “El masaje y otras historias de amor”, Margarita nos cuenta trece historias, sin embargo, resalta de todas ellas “El masaje”. En este cuento encontramos algunos rasgos característicos de la literatura femenina.
Fuente de imagen:

http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/0312/pena/03pena.html
        Carmelina es una mujer que rebasa la línea de la frigidez para vivir una pasión, aunque sea imaginaria, con Chuy, su Mesías, su salvador. Jesús, entonces, significa esa redención de la mujer que, ante la indiferencia del marido, le ofrece un amor realizable.
A través de la descripción detallada, la escritora nos da ese sentido de intimidad de la cual se habla en la escritura femenina; dicha descripción a detalle nos lleva a familiarizarnos más con el personaje principal: “Carmelina creía percibir un latido en las yemas de esos dedos que adquirían vida propia, ritmo propio, y se aventuraban hasta el nacimiento del monte de Venus, o por debajo de las axilas, cuando ella yacía boca abajo, hasta la base de los senos; se demoraban en las corvas, rascaban tenuemente el hueco de las palmas de las manos, pasaban aladas sobre el empeine, repasaban
concienzudamente, con los nudillos, el arco del pie; se perdían entre el vientre y la cadera, el ombligo y el hueso sabroso, el coxis y la ingle.”
La relación entre Carmelina del Rosario y Jesús refleja el vínculo madre e hijo que la tradición cristiana nos marca. Las vírgenes del Carmen y del Rosario encarnadas en la protagonista protegen a su hijo, “al fruto de su vientre... Jesús”: Ella quiere procurarle un bienestar económico, lo idealiza como su protegido, lo visualiza como una imagen intacta, inmaculada, como la virgen cuidó de su vástago. Carmelina tenia planes para Chuy; él sería quien atendiera el nuevo negocio de masajes, instaurado con dinero proveniente de una herencia recibida por la protagonista, para que él y su hermano menor no tuvieran carencias.
Peña indaga en el erotismo femenino, descubre y redescubre el cuerpo de la mujer, ella tiene derecho a la sexualidad, a sentir, a amar, aunque sólo lo haga en el ámbito privado. “(...) le pareció ver un doncel desnudo y gallardo que, envuelto en llamas, la apremiaba  a hacer el amor. O aquel otro, cuando sintió que una serpiente de metal y fuego se le deslizaba por el abdomen, y lego se le enroscaba en el sexo.”
Además, nos pone de manifiesto que el orgasmo femenino es mucho más intenso que el masculino. Mientras que el hombre necesita eyacular, expulsar el semen, la mujer no necesita ser penetrada, ni ser estimulada en el clítoris; únicamente necesita establecer acuerdos tácitos con el otro, sentirse plena, identificarse con su cuerpo, explorarse: “Y no sabía que amaba más (...), si sus dientes blanquísimos, sus largos silencios, o sus manos recorriendo lenta, amorosamente el vientre, los glúteos, los muslos, los brazos, la nuca... llevándola al punto del orgasmo aunque la vagina y el clítoris permanecieran intactos, cercanos tan sólo al estímulo, al tacto, a la vibración de una intensa y delicada ternura.”
La complicidad que se establece entre la protagonista y la escritora es sumamente importante. No hay una desvinculación evidente, pues se nota una voz femenina que describe el sentir de Carmelina del Rosario. No la enjuicia, simplemente muestra los hechos, los narra.
Pareciera ser, entonces, que Margarita Peña muestra, con El masaje, una conciencia femenina de escogerse y saberse mujer, relacionándose de una forma intrínseca entre escritora y la protagonista, pretendiendo encontrar características para renovarse, para reinventarse, reificarse.

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