martes, 5 de marzo de 2013


La independencia de México: 
un paseo para replantear el camino

Por: Noé Cano Vargas[1]
 Óclesis


Fuente de imagen:
http://blogs.eurielec.etsit.upm.es/freedreams/posts/2006
El año pasado se cumplieron doscientos años de la independencia de México, la celebración del bicentenario, la gran fiesta mexicana esperada, echó la casa por la ventana, el presupuesto dado a conocer por el IFAI fue de 2 mil 971 millones 600 mil pesos (Sánchez, 2010). Ante la situación de inseguridad y crisis económica que vive el país cabe preguntar si valió la pena la inversión efectuada, el desarrollo del festejo logró transmitir al ciudadano el sentimiento de pertenencia para unir esfuerzos como mexicanos hacia un futuro mejor, coadyuvó a transmitir la idea de soberanía nacional en donde la toma de decisiones y consenso “… reside en el pueblo y se ejerce por medio de sus órganos constitucionales representativos” (RAE,2001) o fue el gran discurso político anual. Los resultados tildan a lo segundo, el discurso muestra a conveniencia una imagen velada de la independencia de nuestro actual México. Necesitamos poner las cartas sobre la mesa para vislumbrar si vamos por el camino correcto.
El movimiento iniciado el “15” de septiembre de 1810 no contiene las características que en la actualidad se enmarcan en el discurso político, por principio de cuentas el cura Miguel Hidalgo y Costilla le dio a la palabra independencia un sentido: quitar el mal gobierno que ejercían los españoles peninsulares en la Nueva España; no se niega que se dan los primeros pasos a una nueva etapa, sin embargo no se advierte en ese momento una separación tajante con España, esta idea se irá fraguando poco a poco con José María Morelos y el congreso de Chilpancingo. El resultado fue una guerra interna entre los opositores al régimen de los Borbones contra los gachupines[2] que querían conservar sus privilegios económicos y políticos. En la guerra civil los criollos utilizan la conciencia nacional que forjaron con el tiempo para defender sus intereses, los indios son incorporados a la guerra como carne de cañón con promesas de libertad y la derogación del pago de tributos, la frase célebre dada por Hidalgo fue ¡Viva, pues, la virgen de Guadalupe! ¡Viva la América por la cual vamos a combatir! (García,1995:33).
Lo que estaba en juego no era la independencia de los 6.1 millones de personas establecidas en la Nueva España (Castellanos C., 2008, pág. 3) sino el arribo de un grupo social que había iniciado una lucha para ocupar posiciones estratégicas, y al ser considerado inferior en la estructura económica y política colonial, más no en el aspecto intelectual, se enfrascó en un movimiento para cambiar la situación. La guerra intestina abarcó el periodo de 1810 a 1820 sin que la balanza se inclinara a favor de insurgentes o realistas, de repente una noticia cambió el destino del reino de la Nueva España; España al convertir su gobierno en una Monarquía Constitucional después de mes de enero de 1820, retoma la constitución liberal española de 1812 y la aplica en la nueva España a mediados de 1820, las leyes buscan separar la iglesia del estado y abolir los fueros, esta realidad se muestra cuando el Virrey Apodaca decide declarar vigente la constitución de 1812; los peninsulares, el clero y los conservadores temerosos de que la constitución de 1812 se aplique en América deciden independizarse para conservar sus privilegios. De pronto, los peninsulares voltean la tortilla, deciden apoyar a los criollos, al grupo que diez años antes habían combatido, en este momento la guerra civil se convierte en lo que conocemos como revolución de independencia, movimiento armado realizado por los habitantes de la Nueva España, dirigidos criollos y peninsulares para separarse de España, el periodo abarca del 10 de febrero de 1821 con el abrazo de Acatempan al 28 de septiembre de 1821 con la firma del acta de independencia. El resultado que se obtuvo fue satisfactorio, la independencia se logró, pero, si el objetivo inicial era acabar con el mal gobierno de los españoles establecidos en la Nueva España, ¿cómo es que al final se terminó pactando con ellos?, si la finalidad era separarse de España para formar una nación independiente y crear un proyecto propio para cambiar la estructura colonial existente, ¿cómo se les permitió conservar privilegios y fueros a la clase que había sometido a más del 90% de la población por más de 300 años? La respuesta es obvia, toda revolución sirve a los fines de las clases dirigentes, la legitimidad y soberanía en 1821 sólo residía en los criollos y peninsulares que a final de cuentas supeditaron a sus fines a la gran mayoría de la población, del 8% de la población que vivía en la ciudad divididos en peninsulares, criollos y mestizos, la mayoría buscó el beneficio de su clase, aquí es cuando entra a escena la nueva nación en formación y el nuevo proyecto nacional conocido desde 1821 con el nombre de México.
¿Actualmente ha cambiado en algo la situación? La soberanía reside en el pueblo o sigue residiendo en un pequeño grupo llámese oligárquico, empresarial, partidocracia o en nuestros vecinos del norte, pero ésa es otra historia, lo que aquí compete es saber si vamos por el camino correcto, un primer paso consiste en develar y aceptar nuestro crudo pasado, con base en él tomar decisiones que no involucren discursos políticos que todo lo velan y a partir de esto crear un proyecto que involucre a todos y permita crear el sentido de pertenencia e identidad:

Saberse y asumirse como integrante de un pueblo [independiente llamado México], y ser reconocido como tal por propios y extraños, significa formar parte de una sociedad que tiene por patrimonio una cultura, propia, exclusiva, de la cual se beneficia y sobre la cual tiene derecho a decidir, según las normas, derechos y privilegios que la propia cultura establece (y que cambian con el tiempo), todo aquél que sea reconocido como miembro del grupo, de ese pueblo particular y único, diferente. (Bonfil Batalla,1990:48)


Referencias bibliográficas
Bonfil Batalla, G. (1990). México Profundo una civilización negada. México: Grijalbo/CONACULTA.
Castellanos C., R. (2008). Proyecto 200 años de ciudadanía en México. Recuperado el 3 de Agosto de 2011, de Bicentenario.gob.mx: http://www.bicentenario.gob.mx/bdb/bdbpdf/CiudadaniaEnMexico.pdf
García, P. (1995). Con Hidalgo en la Guerra de Independencia. En Independencia y Federalismo, lecturas nacionales III (págs. 19-34). Puebla: Telleres de imprenta Madero S.A. de C.V.
Linch, John, (1991) Los orígenes de la independencia hispanoamericana, en Leslie Bethell, Historia de América Latina, Tomo 5.- La Independencia, Barcelona, Editorial Critica, pp. 1-40.
Real Academia Española. (2001). Recuperado el 8 de Agosto de 2011, de http://www.rae.es/rae.html
Sánchez, L. (15 de Julio de 2010). Abren al escrutinio público gastos del bicetenario. Recuperado el 3 de Agosto de 2011, de Milienio: 
http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/7c954b2a681dd8c89db2c26cafb37af



[1] Sobre el autor. Es licenciado en historia por la FFyL de la BUAP. Maestro en historia por el centro de estudios superior Alfonso Vélez Pliego de la BUAP. Es profesor investigador y miembro activo en el consejo académico de Óclesis, Víctimas del Artificio A.C.
[2] Español establecido en América

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