Altazor: una visión Adámica
Por: Estephany Granda Lamadrid
Óclesis
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Fuente de imagen: http://poetasmalaga.blogspot.mx |
Mucho se ha
dicho sobre el poeta y sobre la poesía. Sin embargo, son realmente pocos los
críticos o académicos que se detienen un momento para regresar al origen del
poeta, al origen sagrado que encierra el quehacer de un poeta. Existe, empero,
este lazo que aún en nuestros días vincula este pasado sagrado con la poesía
contemporánea.
Es
cierto que el texto comunica, y se interpreta desde el punto de vista
semántico, pero un poco más allá de la simple apariencia gráfica presente en
determinado poema, el significado real se encuentra oculto para algunos, y está
en espera de ser encontrado, justo y como lo menciona el poeta Óscar Wong en su libro, Poética de lo sagrado. Esto no significa
dejar de lado el ritmo, las imágenes y la capacidad
estética del lenguaje, mucho menos olvidar las combinaciones silábicas; sin
embargo, también el silencio encuentra un lugar aquí, en donde al igual que en
la música, es parte fundamental de toda composición, alcanzando un significado
sagrado en la composición.
El
poeta (del latin vate, que significa
vidente), desde la óptica de lo sagrado, originalmente era un profeta que
desempeñaba funciones de mago o hechicero, de curandero, de visionario. Era a
través de la voz como llegaba la cura, por medio de cantos se llamaba a la
lluvia, podía prever los desastres, era, en resumen, un intermediario entre los
dioses y los humanos. De ahí la importancia y el poder de la palabra. Cabe
recordar la creación del mundo como se explica en la Biblia , en donde los mundos
se crean a partir de la palabra.
Algunos
autores, como Robert Graves, manejan
la teoría de que el poeta es Adán en el primer día de la creación, según la
mitología judía. De ahí que el poeta nombre al mundo. Y es Vicente Huidobro quien mejor lo enuncia:
Vicente Huidobro es un poeta chileno
del siglo XX, fundador en América de la vanguardia del Creacionismo. Mediante
su obra más representativa, Altazor,
marca una diferencia no sólo en los elementos estilísticos de su trabajo, sino
en la concepción del trabajo del poeta.
Altazor es un poemario
que consta de siete cantos, acompañados de un prefacio en aparente prosa
poética. A través de la lectura de estos cantos, podemos acercarnos en cada
nueva lectura a este viaje que emprende
Altazor incluso antes del nacimiento, y su caída, hasta llegar de nuevo al
principio, donde irremediablemente terminará con el silencio que siempre es el
aliento antes de volver a nombrar, esa nostalgia por lo que no puede ver, por
algo que no posee, el encuentro consigo mismo.
A
lo largo de estos cantos se puede encontrar los recuerdos de esta visión que Altazor tiene, los recuerdos de algún
lugar donde se encuentra en presencias mayúsculas:
Porque
mi voz es solo canto y sólo puede salir en canto
La
cuna de mi lengua se metió en el vacío
Anterior los tiempo
Y
guardará eternamente el ritmo primero
El
ritmo que hace nacer los mundos
Soy
la voz del hombre que resuena en los cielos
Que
reniega y maldice
Y
pide cuentas de por qué y para qué.
También es notoria la presencia y
búsqueda de la musa, sobretodo en el segundo canto, pero no es sólo la figura
física de una mujer, sino que esta alegoría encierra al lado femenino, a la
tierra Madre, a la creadora
Mujer el mundo
está amueblado por tus ojos
Se hace más alto
el cielo en tu presencia
(…)
¿Irías a ser
ciega que Dios te dió esas manos?
(…)
Traes en ti el
recuerdo de otras vidas más altas
De un Dios
encontrado en alguna parte
Y al fondo de ti
misma recuerdas que eras tú
El pájaro de
antaño en la clave del poeta
Y
termina este canto recordando la importancia de lo femenino en el parto
universal:
Si tú murieras
Las estrellas a
pesar de su lámpara encendida
Perderían el
camino
¿Qué sería del
universo?
A
partir del tercer canto y hasta el final, Huidobro nos ofrece una gama de
posibilidades en cuanto a la logopea, el metro y la rima, empezando con
pareados, para desembocar en verdaderos versos deslumbrantes por su composición
y sonido, sin olvidar ese ardor por los falsos poetas, Matemos al poeta que nos tiene saturado dice.
Y
luego, en alguna parte del canto quinto, se escuchan las aspas de un molino de
viento (o de aliento) que a través de una gran anáfora. Y los juegos silábicos
se hallan en todos los cantos, la re-creación de vocablos y contraponerlos, que
sin embargo, no dejan de tener su propio significado.
Así
pues, Altazor concluye en el canto
séptimo, el cual, si seguimos con este concepto sagrado del poeta, nos lleva a
pensar que probablemente ha llegado a la tan ansiada presencia divina (que
muchos autores enumeran), y que conoce el sonido puro, la lengua original tal
vez, la lengua de Adán, y es entonces un canto meramente rítmico, para los que
no conocemos este código es comparable con balbuceos, pero que no por ello
pierde su emotividad sonora dentro de un aparente conjuro.
Bibliografía
Huidobro,
Vicente, Poética y estética creacionista,
México, UNAM,1994.
Murena,
Héctor A, La metáfora y lo sagrado,
México, UAM, Azcapotzalco, 1995.
Paz,
Octavio, El arco y la lira, edición
facsimilar 2da ed., México, FCE, 2006.
Wong,
Óscar, Poética de lo sagrado, México,
Ediciones Coyoacán, 1996
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