lunes, 4 de marzo de 2013


Altazor: una visión Adámica

Por: Estephany Granda Lamadrid
Óclesis


Fuente de imagen:
http://poetasmalaga.blogspot.mx
Mucho se ha dicho sobre el poeta y sobre la poesía. Sin embargo, son realmente pocos los críticos o académicos que se detienen un momento para regresar al origen del poeta, al origen sagrado que encierra el quehacer de un poeta. Existe, empero, este lazo que aún en nuestros días vincula este pasado sagrado con la poesía contemporánea.
Es cierto que el texto comunica, y se interpreta desde el punto de vista semántico, pero un poco más allá de la simple apariencia gráfica presente en determinado poema, el significado real se encuentra oculto para algunos, y está en espera de ser encontrado, justo y como lo menciona el poeta Óscar Wong en su libro, Poética de lo sagrado. Esto no significa dejar de lado el ritmo, las imágenes y la capacidad estética del lenguaje, mucho menos olvidar las combinaciones silábicas; sin embargo, también el silencio encuentra un lugar aquí, en donde al igual que en la música, es parte fundamental de toda composición, alcanzando un significado sagrado en la composición.
El poeta (del latin vate, que significa vidente), desde la óptica de lo sagrado, originalmente era un profeta que desempeñaba funciones de mago o hechicero, de curandero, de visionario. Era a través de la voz como llegaba la cura, por medio de cantos se llamaba a la lluvia, podía prever los desastres, era, en resumen, un intermediario entre los dioses y los humanos. De ahí la importancia y el poder de la palabra. Cabe recordar la creación del mundo como se explica en la Biblia, en donde los mundos se crean a partir de la palabra.
Algunos autores, como Robert Graves, manejan la teoría de que el poeta es Adán en el primer día de la creación, según la mitología judía. De ahí que el poeta nombre al mundo. Y es Vicente Huidobro quien mejor lo enuncia:

La Poesía es el lenguaje de la Creación. Por eso sólo los que llevan el recuerdo de aquel tiempo, sólo los que no han olvidado los vagidos del parto universal ni los acentos del mundo en su formación, son poetas. Las células del poeta están amasadas en el primer dolor y guardan el ritmo del primer espasmo. En la garganta del poeta el universo busca su voz, una voz inmortal.

Vicente Huidobro es un poeta chileno del siglo XX, fundador en América de la vanguardia del Creacionismo. Mediante su obra más representativa, Altazor, marca una diferencia no sólo en los elementos estilísticos de su trabajo, sino en la concepción del trabajo del poeta.
Altazor es un poemario que consta de siete cantos, acompañados de un prefacio en aparente prosa poética. A través de la lectura de estos cantos, podemos acercarnos en cada nueva lectura a este viaje que emprende Altazor incluso antes del nacimiento, y su caída, hasta llegar de nuevo al principio, donde irremediablemente terminará con el silencio que siempre es el aliento antes de volver a nombrar, esa nostalgia por lo que no puede ver, por algo que no posee, el encuentro consigo mismo.
A lo largo de estos cantos se puede encontrar los recuerdos de esta visión que Altazor tiene, los recuerdos de algún lugar donde se encuentra en presencias mayúsculas:

Porque mi voz es solo canto y sólo puede salir en canto
La cuna de mi lengua se metió en el vacío
Anterior  los tiempo
Y guardará eternamente el ritmo primero
El ritmo que hace nacer los mundos
Soy la voz del hombre que resuena en los cielos
Que reniega y maldice
Y pide cuentas de por qué y para qué.

         También es notoria la presencia y búsqueda de la musa, sobretodo en el segundo canto, pero no es sólo la figura física de una mujer, sino que esta alegoría encierra al lado femenino, a la tierra Madre, a la creadora

Mujer el mundo está amueblado por tus ojos
Se hace más alto el cielo en tu presencia
(…)
¿Irías a ser ciega que Dios te dió esas manos?
(…)
Traes en ti el recuerdo de otras vidas más altas
De un Dios encontrado en alguna parte
Y al fondo de ti misma recuerdas que eras tú
El pájaro de antaño en la clave del poeta

Y termina este canto recordando la importancia de lo femenino en el parto universal:

Si tú murieras
Las estrellas a pesar de su lámpara encendida
Perderían el camino
¿Qué sería del universo?

A partir del tercer canto y hasta el final, Huidobro nos ofrece una gama de posibilidades en cuanto a la logopea, el metro y la rima, empezando con pareados, para desembocar en verdaderos versos deslumbrantes por su composición y sonido, sin olvidar ese ardor por los falsos poetas, Matemos al poeta que nos tiene saturado dice.
Y luego, en alguna parte del canto quinto, se escuchan las aspas de un molino de viento (o de aliento) que a través de una gran anáfora. Y los juegos silábicos se hallan en todos los cantos, la re-creación de vocablos y contraponerlos, que sin embargo, no dejan de tener su propio significado.
Así pues, Altazor concluye en el canto séptimo, el cual, si seguimos con este concepto sagrado del poeta, nos lleva a pensar que probablemente ha llegado a la tan ansiada presencia divina (que muchos autores enumeran), y que conoce el sonido puro, la lengua original tal vez, la lengua de Adán, y es entonces un canto meramente rítmico, para los que no conocemos este código es comparable con balbuceos, pero que no por ello pierde su emotividad sonora dentro de un aparente conjuro.

Bibliografía
Huidobro, Vicente, Poética y estética creacionista, México, UNAM,1994.
Murena, Héctor A, La metáfora y lo sagrado, México, UAM, Azcapotzalco, 1995.
Paz, Octavio, El arco y la lira, edición facsimilar 2da ed., México, FCE, 2006.
Wong, Óscar, Poética de lo sagrado, México, Ediciones Coyoacán, 1996

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