domingo, 3 de marzo de 2013


¿Una sociedad cooperativa?

Por: Estephani Granda Lamadrid
Óclesis


Aún en estos días en que corre el nuevo siglo, con todos sus avances técnicos y tecnológicos y la era de la comunicación, se podría hablar de un sistema patriarcal extremadamente marcado en las sociedades, que desde hace algunos siglos ha venido repitiéndose.
Pero, una pregunta nace aquí: ¿es verdad que siempre ha sido así, y que algo más que natural, es conveniente para la especie humana seguir con esta ideología?
La Dra. Riane Eisler, en su libro La espada y el cáliz, nos propone un punto de vista –al menos, en los primeros capítulos- en el que fue posible una sociedad de convivencia, en el que no había dominadores ni dominados, ni sistema patriarcal, ni sistema matriarcal. A través de las primeras páginas de este libro, nos va mostrando cómo, con hallazgos arqueológicos, se puede ir reconstruyendo una historia, que versa muy diferente a la que creemos.
En un principio, hablamos de la era paleolítica, alrededor de 30.000 años atrás, se veneraba al cuerpo femenino, porque en éste se encontraba la magia del nacimiento; entonces se empezaron a crear las primeras representaciones en piedra, también con forma de mujer; el progreso en las construcción de objetos tenían el objetivo de ser herramientas más que armas, porque no tenían enemigos de su misma especie; se manifiesta una división de trabajos entre ambos sexos, pero esto no significaba que alguno estuviera en superioridad con respecto al otro.(muestra de todo esto son algunas tumbas, en las que eran equipadas del mismo modo en ambos casos). En el neolítico, hace 10.000, hubo grandes avances en producción de alimentos gracias a la agricultura, la caza, la pesca y la domesticación de animales. Se hicieron grandes avances en construcción de muebles, artículos domésticos e incluso como en Catal Huyuk (una civilización ejemplo que se fundó hace 8.500 años) las primera planeaciones urbanas. Con este tipo de organización es cuando todas estas civilizaciones alcanzaron grandes avances en diferentes áreas, entre ellas, en el arte. Así mismo, se podría hablar de una sociedad matrilineal, y con esto, nos referimos a que se heredaban bienes a través de la madre, y es probable que las mujeres sean las que administraran la producción y la distribución de los recursos obtenidos por estos grupos humanos, entonces fue cuando surge lo que podría llamarse sociedad cooperativa, término que emplea la Dra Eisler. Este tipo de sociedad, que pareciera sonar algo utópica, en realidad existió, y podemos hablar, según la Dra Eisler, de Creta como un ejemplo. Sin embargo estas también vieron la oscuridad.
A la par del surgimiento de estas sociedades sedentarias, existieron otras nómadas (un ejemplo son los Kurgos, grupos indo-europeos, y otro grupo importante, según la Dra Eisler, un pueblo semítico que llamamos hebreos, que llegaron desde el desierto del sur e invadieron Canaán) que al multiplicarse, se hicieron fuertes; estos eran visiblemente más violentos al ser gobernados por poderosos sacerdotes y guerreros, trayendo con ellos a sus dioses masculinos de la guerra, imponiendo sus ideologías y modos de vida en las tierras que conquistaban, ya que tenían un modelo de organización social dominador.
Las tecnologías de destrucción no habían sido prioridad en las sociedades de la edad neolítica, pero para las hordas belicosas que buscaban conquistar y dominar nuevos lugares sí, y estas tecnologías fueron usadas como armas de matar, saquear y esclavizar, acabando con todos los hombres y niños locales, dejando en ocasiones a algunas mujeres que tomaban como botín –concubinas, esposas o esclavas- Así empezaron a surgir nuevos mitos e historias, en las que se mostraba cómo, las antes Diosas, ahora eran vencidas, asesinadas o se convertían simplemente en concubinas de los nuevos Dioses dominadores, todo ello, para simbolizar, justificar la imposición del nuevo dominio masculino. Aunque estas acciones no quitaron de raíz el antiguo amor por la naturaleza, ni el anhelo por la belleza, verdad, justicia y paz, pero permanecieron reprimidos por el nuevo orden.
Este modelo se siguió ejerciendo, pero ya no está funcionando si queremos revertir los años de letargo que hemos dejado pasar viendo a las personas que se encuentran a nuestro rededor con ojos de superioridad. Para poder avanzar hacia un lado positivo, es necesario voltear al pasado y comprender cómo es que las sociedades cooperativas, mediante su organización simple pero eficaz, pudo llevarlos a una época de desarrollo no necesariamente física o tecnológica, sino a un conocimiento interno más profundo, desarrollando otras partes que forman al ser humano en toda su extensión.
Más cerca de nosotros, en la década de los 60 y 70 del siglo XX, afirma la Dra. Eisler, durante los movimientos contraculturales, los jóvenes estaban rechazando la guerra como “heroico” y “varonil”, y se inclinaron por estilos de vestuario y peinados más afeminados, mientras que las mujeres hacían conquistas por igualdad en sus derechos, logrando desafiar intensamente los estereotipos sexuales. Algo similar pasó durante el Renacimiento y la Era Isabelina, donde se presentan claras señales de resistencia por parte de los androcráticos, también se observa la búsqueda de la igualdad de educación y los inicios de la literatura feminista, donde se muestra a la mujer en roles que no son “femeninos”, es decir, que no están bajo sumisión.
Es importante que  volvamos, como seres humanos e inteligentes, a esta idea de la cooperación mutua, dejando de lado la espada, voltear a ver la convivencia, no sólo con nuestra especie, sino en general con todo el planeta. No es necesario recordar el desequilibrio que hemos causado a nuestro entorno, el calentamiento global, la deforestación y la extinción de algunas especies a causa de la ideología mal diseñada para dominar a la naturaleza –modelo dominador-, ni las guerras con pretextos tontos y anticuados que sólo pretenden el apoderamiento de extensiones llenas de riquezas, ni este gusto de ver siempre vencedor y vencidos en todos los aspectos –fútbol, partidos políticos, el trabajo, la escuela, en la historia-. Más bien, es una cuestión de comprender por qué somos seres humanos, y regresar –de algún modo- a la búsqueda de este equilibrio entre lo femenino y masculino, no como características distintas e incompatibles,  sino como elementos vitales de existencia, de un sistema que busca el equilibrio.

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