¿Una sociedad
cooperativa?
Por: Estephani Granda Lamadrid
Óclesis
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Aún en estos días en que corre el nuevo siglo, con todos sus avances
técnicos y tecnológicos y la era de la comunicación, se podría hablar de un
sistema patriarcal extremadamente marcado en las sociedades, que desde hace
algunos siglos ha venido repitiéndose.
Pero, una pregunta nace aquí: ¿es verdad que
siempre ha sido así, y que algo más que natural, es conveniente para la especie
humana seguir con esta ideología?
En un principio, hablamos de la era
paleolítica, alrededor de 30.000 años atrás, se veneraba al cuerpo femenino,
porque en éste se encontraba la magia del nacimiento; entonces se empezaron a
crear las primeras representaciones en piedra, también con forma de mujer; el
progreso en las construcción de objetos tenían el objetivo de ser herramientas
más que armas, porque no tenían enemigos de su misma especie; se manifiesta una
división de trabajos entre ambos sexos, pero esto no significaba que alguno
estuviera en superioridad con respecto al otro.(muestra de todo esto son
algunas tumbas, en las que eran equipadas del mismo modo en ambos casos). En el
neolítico, hace 10.000, hubo grandes avances en producción de alimentos gracias
a la agricultura, la caza, la pesca y la domesticación de animales. Se hicieron
grandes avances en construcción de muebles, artículos domésticos e incluso como
en Catal Huyuk (una civilización ejemplo que se fundó hace 8.500 años) las
primera planeaciones urbanas. Con este tipo de organización es cuando todas
estas civilizaciones alcanzaron grandes avances en diferentes áreas, entre
ellas, en el arte. Así mismo, se podría hablar de una sociedad matrilineal, y
con esto, nos referimos a que se heredaban bienes a través de la madre, y es
probable que las mujeres sean las que administraran la producción y la
distribución de los recursos obtenidos por estos grupos humanos, entonces fue
cuando surge lo que podría llamarse sociedad
cooperativa, término que emplea la Dra Eisler.
Este tipo de sociedad, que pareciera sonar algo utópica, en realidad existió, y
podemos hablar, según la Dra Eisler , de Creta como
un ejemplo. Sin embargo estas también vieron la oscuridad.
A la par del surgimiento de estas sociedades
sedentarias, existieron otras nómadas (un ejemplo son los Kurgos, grupos
indo-europeos, y otro grupo importante, según la
Dra Eisler , un pueblo semítico que llamamos
hebreos, que llegaron desde el desierto del sur e invadieron Canaán) que al
multiplicarse, se hicieron fuertes; estos eran visiblemente más violentos al
ser gobernados por poderosos sacerdotes y guerreros, trayendo con ellos a sus
dioses masculinos de la guerra, imponiendo sus ideologías y modos de vida en
las tierras que conquistaban, ya que tenían un modelo de organización social dominador.
Las tecnologías de destrucción no habían sido
prioridad en las sociedades de la edad neolítica, pero para las hordas
belicosas que buscaban conquistar y dominar nuevos lugares sí, y estas
tecnologías fueron usadas como armas de matar, saquear y esclavizar, acabando
con todos los hombres y niños locales, dejando en ocasiones a algunas mujeres
que tomaban como botín –concubinas, esposas o esclavas- Así empezaron a surgir
nuevos mitos e historias, en las que se mostraba cómo, las antes Diosas, ahora
eran vencidas, asesinadas o se convertían simplemente en concubinas de los
nuevos Dioses dominadores, todo ello, para simbolizar, justificar la imposición
del nuevo dominio masculino. Aunque estas acciones no quitaron de raíz el
antiguo amor por la naturaleza, ni el anhelo por la belleza, verdad, justicia y
paz, pero permanecieron reprimidos por el nuevo orden.
Este modelo se siguió ejerciendo, pero ya no
está funcionando si queremos revertir los años de letargo que hemos dejado
pasar viendo a las personas que se encuentran a nuestro rededor con ojos de
superioridad. Para poder avanzar hacia un lado positivo, es necesario voltear
al pasado y comprender cómo es que las sociedades cooperativas, mediante su
organización simple pero eficaz, pudo llevarlos a una época de desarrollo no
necesariamente física o tecnológica, sino a un conocimiento interno más
profundo, desarrollando otras partes que forman al ser humano en toda su
extensión.
Más cerca de nosotros, en la década de los 60 y
70 del siglo XX, afirma la
Dra. Eisler , durante los movimientos contraculturales,
los jóvenes estaban rechazando la guerra como “heroico” y “varonil”, y se
inclinaron por estilos de vestuario y peinados más afeminados, mientras que las
mujeres hacían conquistas por igualdad en sus derechos, logrando desafiar
intensamente los estereotipos sexuales. Algo similar pasó durante el
Renacimiento y la Era Isabelina ,
donde se presentan claras señales de resistencia por parte de los androcráticos,
también se observa la búsqueda de la igualdad de educación y los inicios de la
literatura feminista, donde se muestra a la mujer en roles que no son
“femeninos”, es decir, que no están bajo sumisión.
Es importante que volvamos, como seres humanos e inteligentes,
a esta idea de la cooperación mutua, dejando de lado la espada, voltear a ver
la convivencia, no sólo con nuestra especie, sino en general con todo el
planeta. No es necesario recordar el desequilibrio que hemos causado a nuestro
entorno, el calentamiento global, la deforestación y la extinción de algunas
especies a causa de la ideología mal diseñada para dominar a la naturaleza –modelo
dominador-, ni las guerras con pretextos tontos y anticuados que sólo pretenden
el apoderamiento de extensiones llenas de riquezas, ni este gusto de ver
siempre vencedor y vencidos en todos los aspectos –fútbol, partidos políticos,
el trabajo, la escuela, en la historia-. Más bien, es una cuestión de
comprender por qué somos seres humanos, y regresar –de algún modo- a la
búsqueda de este equilibrio entre lo femenino y masculino, no como
características distintas e incompatibles,
sino como elementos vitales de existencia, de un sistema que busca el
equilibrio.
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