martes, 14 de agosto de 2012


Un Junio de dos mil cinco


Por: Hugo I. López Coronel


Libertad te da el que sin ella queda, ¡oh caballo tan estrenado por tus obras cuan desdichado por tu suerte! Vete por do quisieres; que en la frente llevas escrito que no te igualó en ligereza el Hipogrifo de Astolfo, ni el nombrado Frontino, que tan caro le costó a Brandamante.      
CERVANTES: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Cap. XXV.


Poniente de la ciudad de Puebla. Valle de la Cuetlaxcoapan

Quiero empezar por poner nombres a los ruidos, porque quizá ahora sólo soy un ruido. Quiero pintar el agua con mi saliva
                                                                        en el momento
                                                                        justo en que gotea
                                                                        en el acto de la lluvia,
                                                                        porque quizá ahora soy una gota.
Quiero escupir los granos de arena para aferrarlos a la tierra, porque quizá ahora soy parte del viento que se ha ido después de la tormenta, quizá. Trasluzco en un cuerpo alargado por la corriente de millones de años de tacto y quiero morir millones de veces para volver a vivir.
Se agota inerte en el manjar de los hambrientos, la luz que agazapa las verdaderas intenciones: de los blasfemos comprometidos, de los viejos que despiertan tras la primera lluvia; una mirada, el cortejo, un romance,  penetración, el grito, una ausencia es recuerdo y la simpática magia, quizá.
Mañana ahora amanece, ayer amanecerá mientras hoy me instalo en esta urbe agónica repleta de ausencia, otra vez ausencia aún no es recuerdo, el caos sagrado es el orden mayor, divino, también quizá.
                                 
                                 Ves,
                                 ya nunca es hoy
                                 ya jamás mañana,
                                 ya no es este laberinto interminable,
                                 ya el erotismo es el acto más complejo,
                                 ya tampoco
                                      el
                                          azul
                                                   celeste
                                                                 que se convierte
                                 en amasijos de nubes,  
                                 ya, tampoco quizá.

Es entonces la conciencia; la que vuelve a la tumba; el hombre muere; renace y se amamanta de la leche que brota de los senos de la madre tierra.

Y nazco.

Aquí la tinta se ha vuelto inasible. Amenazó las pláticas con el vientre de la taza hasta convertirla en la mazmorra que aprisiona mi incauta descendencia nonata y sólo me expulsa a los sueños que sólo sueños no son.
                                                                        Maniata los párpados,
                                                                        restriega la inocencia,
                                                                        estratega en las pupilas,
paradigmas enmarcados como cicatrices que se alojan en mi vientre de tiempo. ¿Recuerdas la luz?, pues ahora tirita por el frío de las palabras necias que ahogan las preguntas, amortajan, convertir en presente perpetuo, la verdad del arte, las dinámicas leyes cósmicas y el reprimido que ama al represor y
ya
nunca
olvido.

Mañana, abrí la llave de ayer y sólo vapor de polvo emergió de sus entrañas. ¡Ay, este maldito dolor tampoco me alcanza para pagar casi nada de originalidad! Ahora también extraño mucho, también. No es fácil hilvanar secuencias en los tiempos en que todo suena igual y es diferente siendo igual, quizá también.

Quiero empezar por poner nombres donde hay un consuelo de la tierra en el cauce, laberinto que madeja mis pensamientos cuando el tiempo fue. Empezar a echar de menos la brisa cuando nace después de morder los labios y la ausencia de mí carcome este cuerpo. Supongo al mar no en lo cierto y doy libertad a la luz que con las riendas hacen las olas. Ya es una ausencia, entonces cabalgo dejando este presente que caerá como polvo. Ahora nunca olvido; la paciencia y sus sonrisas restan caricias, supersticiones que ahogan el arco iris nocturno y la imagen de la masa en la carne reinventándose.
Las contracciones de la caverna satanizada envueltas en llamas de vida y la fuente tras el impulso de los músculos, la sangre, otro grito que rompe el aire y el agua limpiando el pecado original.  
                  
                   Un golpe
                                   y
                                      el llanto sobreviene.


Texto publicado en la Revista Óclesis número 2.

1 comentario:

  1. En realidad me gustan mucho sus textos, pero a veces son muy difíciles de entender; creo que eso es lo que mas me atrae de ellos.

    ResponderEliminar