martes, 14 de agosto de 2012

Tirsso Castañeda o la evaporación utópica


Por: Conrado Zepeda Pallares

Cuando me vea en mi totalidad, tendré que verme yo mismo, saber yo mismo qué es lo que quiero, no sólo lo que me ocurre sino hasta dónde llega mi capacidad de ver, cuáles son mis instrumentos, cuáles son los que predominan, qué es lo que reconozco y lo que hasta ahora he reconocido en mí mismo. Me veo evaporarme y expirar cada vez con más fuerza, las oscilaciones de mi luz austral se aceleran, se vuelven más repentinas, sencillas y similares a un gran reconocimiento del mundo. Así produzco a partir de mí mismo siempre más, siempre cosas más amplias, ilusiones eternas, siempre y cuando el amor, que lo es todo, me enriquezca de este modo y me conduzca allí donde instintivamente me siento atraído, lo que he percibido a pesar de mí mismo.
Egon Shiele (1890-1918)

En la búsqueda de la naturaleza se abandonan los silencios por los gritos iracundos de las orbes absorbentes, apasionadas, primitivas, rupestres. Y alguien, un hombre de infantil sustancia se acerca ante tal caos. Una barbilla isabelina y una sedosa barba negra parturienta se alternan entre sus dedos, entre sus manos; una castañeta y el pensamiento hacia el origen. Tirsso Castañeda comienza su discurso. Óclesis le da bienvenida. Estamos en las postrimerías del mes de junio sentados en una mesa del conocido restaurante de la 2 oriente en el centro de la antigua Cuetlaxcopan, donde, debemos decirlo, todavía cambian las serpientes de piel.
Nuestro segundo pintor, huésped, olvidó su origen para que en su pintura se encontrara un resquicio, apenas, de las preguntas del comienzo de la diversidad de las culturas y civilizaciones, que finalmente no son más que hijas de un antepasado común, todas. Castañeda es una espiral de nombres y de sus propios estilos: es un sencillo espacio sincrónico consecuente de la hilaridad y del desorden de los instantes en que aparecen y desaparecen imágenes y sus significados en la razón y la pasión de hombres y mujeres.

La inanidad de todas las utopías. La incuria de las muertes de todas las historias de todos los hombres, apenas de todos los poblanos. El pintor poblano apunta hacia la reconstrucción de una identidad que se esfuma en el centro de una conspiración anónima: globalización idiotizante, avasallamiento foráneo.
En la serie que Tirsso Castañeda elaboró especialmente para este número se entrevera su propio nombre  (Tirso es en griego la vara enramada de Dionisio, el dios bajo y sublime al mismo tiempo, de las pasiones divinas y humanas) a través de cuatro ejes: la organicidad, la búsqueda del origen, la vida y la transparencia de ella.
Nuestro artista pintor, escultor, amante y niño concibe la vida como un caracol y los que viven son sus habitantes, que buscan la sensibilidad o el desentendimiento: A veces puede (la vida) puede ser como depresiva pero es más para mostrar su proceso: es un continuo enrollarse y desenrollarse, como el caracol que entra y sale (...) Si estás atento y eres sensible puedes predecir lo que viene en la matemática infinita del silencio. La gente que está más callada es la que más sabe y al mismo tiempo es la que más siente.
El silencio de Tirsso es una búsqueda constante del origen caracólico, lo orgánico: Lo orgánico es una necesidad de origen y vida. Es el reconocimiento más terrenal. No debemos olvidarnos del instinto de la primera piel, esa que nos lleva a una definición de nuestra primera personalidad.
Un escarabajo, un saltamontes cardenalicio, un ciempiés, un caracol enmohecido en un mar vacío, una mandrágora, una oruga, un monstruo (aquello que se muestra) sin nombre, los trazos creativos que dan vida viven en su pintura. También un niño burlándose de su estatura, Tirsso es como Óscar Matzerath de El tambor de hojalata buscando la obsesión y la compulsión del movimiento de la mariposa alrededor de una bombilla eléctrica. Pero Tirsso es también la mariposa y la bombilla; el movimiento y su obsesión. Tirsso se danza a sí mismo y no se encuentra, por eso pinta, por eso esculpe, por eso vive, por eso gira en sí mismo: constancia que lo crea: Si tenemos problemas arriba y abajo hay que regresar al origen; lo de arriba está abajo y a la inversa, el arte es una dimensión que regresa constantemente al origen.
Buscar, todavía más, hurgar en la pintura trashumante de Castañeda es solidificar el origen y al mismo tiempo volatilizarlo, menearlo, esfumarlo, perderlo. Tirsso Castañeda es un raído subterfugio que se rejuvenece con la verdad de su pintura, con las danzas repetidas en colores primarios o de una escala de grises que contraria la aglomeración y su prestigio neoliberal, liberal, capitalisto ¡qué importa! La búsqueda de Tirsso está cristalizada en sus amistades, en las escenas que retenemos los que lo queremos y conocemos: Tirsso saluda de beso y abrazo como si recuperara el llavero de la puerta de su casa: La búsqueda es un carrito en un camino; en este carrito hay muchas intenciones: redescubrimientos y renovaciones en caminos paralelos con el que maneja, como la amistad, pero a veces nos distraemos y perdemos la dirección. El amigo nos devuelve o nos avienta, pero casi siempre nos señala el camino, entonces uno recuerda las intenciones y las ilusiones del principio del camino que están dentro del carrito.
Tirsso es amigo nuestro y amigo de una utopía que buscamos cuando escribimos y que sin embargo, se evapora al mismo tiempo. Tirsso es la evaporación utópica señalando el lugar que no existe en la vida real, que incluye la vida artística.

Quiero especialmente dedicar a nombre de Óclesis el siguiente poema a nuestro amigo pintor y niño eterno

Evaporación utópica

Entre tanta materia dormida
un trazo trémulo adivina el compás del cemento
es un hartazgo constante de respirar artificiosamente

Entre la soledad escondida en desparpajos avergonzados
se adelanta la mano a esfumar los colores
No hay sino escondrijos de animales deseantes de dibujo:
artilugio animado, entusiasmo robado.
Las manos son castañetas en series zoomorfas
al alimón
Al tiempo se le conoce por sus propios péndulos:
movimiento perenne de raídos subterfugios

Evasiva misión de una danza despavorida
Óscar Matzerath y las bacanales de su nombre.


Texto publicado en la Revista Óclesis 2. Entrevista a Tirsso Casteñeda, autor de la obra gráfica que ilustró la revista. 

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