Sábanas en Seco
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La perpetua paradoja del
teatro
Por: Miguel Ángel Vega
Para Grotowski lo
importante es utilizar el papel como un trampolín, como un instrumento mediante
el cual estudiar lo que está escondido detrás de nuestra máscara cotidiana -el
meollo más intimo de nuestra personalidad-, a fin de sacrificarlo, de
exponerlo.
Hay tres temas, tres
estados. El sentimiento, el cuerpo y la voz...
Dicen que desde que el hombre existe ha
querido imitar el paradigma de su condición humana. Es decir, no se conforma
con su naturaleza creadora.
Comienza el estímulo, la organicidad. El
sentimiento se convierte en verbo. Hay una inmersión hacia una verdad sin ser
absoluta, se llega al éxtasis o al caos. El efecto que produce un movimiento,
un ritmo, un silencio. El escenario se transforma en una máquina del tiempo
donde distintas realidades alternan entre el espacio y el tiempo. La forma
cobra una vida efímera, por lo tanto única e irrepetible. Así es la actuación.
Un estado de ensoñación.
Foto: "El Cantar de los Ciclo". Mayo de 2007. Óclesis. |
Para Luis de Tavira la
actuación es un acto deliberado, es un hacer consciente y por ello pretende ser un acto libre, lo que
nunca puede ser la enfermedad. Por lo tanto, es el tránsito entre la enfermedad
y lo que no es realidad (o algo más que la realidad): La ficción en la que se
sueña, se inventa. Algo ocurre entre el límite del público y el escenario. El
alma de los personajes creados por el dramaturgo se liberan en el cuerpo del
actor, se evoca el espíritu en un ritual, en un devenir, capaz de liberar
energías, la provocación de un placer que logra un lenguaje superior entre el
público y el actor, una metamorfosis que nos pone en el límite de la locura, en
la que ya no se distingue el tipo de realidad que se interpreta.
¡
Oh Fausto,
no
tienes más que una hora de vida,
y
serás condenado a perpetuidad!
Después del aplauso o del
silencio como respuesta del público que presencia el arte dramático, los
actores regresan de ese plano volátil donde se toma prestada la vida de uno o
más personajes, ese momento mágico que se contrae en la vida del actor y del
espectador queda abandonado sólo en el recuerdo. La actuación -dice Grotowski-
es un arte particularmente ingrato, se muere en el actor. Nada lo sobrevive si
no las reseñas periodísticas que generalmente no le hacen ninguna justicia, ya
sea buena o mala; por lo tanto la única fuente de satisfacción que se obtiene
es la reacción del auditorio. Necesitamos de la aglomeración de la gente.
El artista es un ser desgarrado que se
permite andar en otras dimensiones, que se permite no ser real. El actor se
convierte también en un ser desesperado: “O enfermedad del espíritu, del yo, la
desesperación puede adquirir de este modo tres fisuras: el desesperado
inconsciente de tener un yo (lo que no es verdadera desesperación); el desesperado
que no quiere ser el mismo, y aquel que quiere serlo.” S. Kierkegaard.
No sé si es una adicción el
actuar, pero de igual forma, provoca los efectos que cualquier tipo de droga;
aunque ésta, a diferencia de las demás, enaltece nuestra existencia; nos coloca
varias máscaras pero desnuda la nuestra; nos sacrifica pero al mismo tiempo es
una salvación, nos da la oportunidad de representar varias vidas en una sola y
nos permite cambiar al público que nos mira desde una butaca.
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