Sucinto
repaso por la oscuridad de Lezama Lima
Por: Omar Kuri Vidal[1]
¡Ya
yo sabía que alguna noche
se rompería el ala sobre la frente herida!
se rompería el ala sobre la frente herida!
Del poema Yo ya sabía
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Fuente de imagen: http://hoy.com.do/jose-lezama-lima-y-la-isla-vacia/ |
Con José Lezama
Lima (1911), las letras cubanas sellaron su vigor cosmopolita y decidieron entrar
por la puerta grande al movimiento literario llamado boom latinoamericano. Así,
en la tierra de los héroes esclavos, Lezama Lima se leyó como un experimento místico y parabólico desde
una poética erudita, lúcida. Poeta, novelista y ensayista precavido, supo
desarrollar los temas que antes habían sido prohibidos por las estéticas
independentistas y tiempo después, revolucionarias: homosexualidad, erotismo
heurístico, hedonismo del imaginario colectivo. Pero Lezama también fue el
reflejo de una acendrada representación de la cultura europeizante que privaba
ya por entonces a las vanguardias españolas e incluso, su escritura se vio en
los cauces de la pionera imaginería de los análisis estructuralistas,
contraponiéndose por mucho a la tradición de la poesía bucólica, hasta cierto
punto nacionalista, y sin duda alguna, extremadamente sociológica, la cual era
encarnada todavía por la voz de José Martí. Formador de escritores y gestor de
las consciencias poéticas de su época, Lezama aprendió rápido el oficio de
editor, explorador y emprendedor de las propuestas literarias más avezadas
materializándose en su obra magna: Paradiso,
publicada en 1966. Cabe decir que la raíz de hábitos y costumbres militares
derivadas de su progenitor, no marcó en él frutos de ignorancia ni tampoco de
prejuicios. Al contrario, luchó por la democracia política, social y por
supuesto, cultural. Alegórico, los símbolos en la poesía de Lezama son códices
secretos, enigmas de la sensibilidad y de la intuición, donde los significados
advierten una profusa indecisión del ser, el restablecimiento de la fe pero
ensimismada ésta en el abismo de las cosas que han perdido sentido. La poiésis
del escritor, quien de igual modo vivió en México por largas temporadas, es la
de un rapsoda parado en la plataforma de lo inusual porque es barroco, con
imágenes que renombran objetos, situaciones, personajes y lugares con la
finalidad de imprimirles nuevas concepciones, tomando el papel de un profeta de
la escritura hermética, aunque su carácter endogámico se hace visible
paradójicamente para permitir al lector sobre todo, poder desentrañar la
otredad de un mundo heterónimo en cualidades y defectos; de dioses bastardos y
demonios copartícipes del triunfo y el prestigio; y de los cielos más obtusos e
infiernos menos ciegos. Acercarse a la lírica de Lezama Lima (fenecido en 1976)
a más de cien años de su nacimiento, invita
a restituir la lectura del más intelectual de los poetas escondidos, rechazados
y con prontitud, hay que señalarlo con bravura, del gran autor del sigilo, del
desprendimiento órfico, del hechizo en contra del realismo literario.
[1]
El autor es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UAM y maestro en
Literatura Mexicana por la FFyL de la BUAP. Es catedrático en diversas
universidades y colabora para distintos medios impresos.