Aproximación
a las voces femeninas y la transtextualidad en la Región más Transparente de
Carlos Fuentes
Mtra. Alma Guadalupe Corona Pérez
Mtra. María Selene Alvarado Silva
Alma Jazmine de Saavedra Corona
Cuerpo Académico: márgenes al canon literario hispanoamericano
Siglos XIX al XXI. Facultad de Filosofía y Letras
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
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Uno de los
escritores y teóricos que más ha insistido en enfatizar y estudiar la dimensión
filosófica de la novela es Milan Kundera. Si bien teorizar en torno a la novela
ha sido preocupación de todos los tiempos, como es el caso del propio Carlos
Fuentes que en numerosas ocasiones lo ha hecho, coincidimos con el primero
cuando, acertadamente, afirma que la novela es: “…una meditación sobre la
existencia a través de personajes imaginarios” (Kundera; 2000: 81).
Señala, además, que la novela acompaña constante y fielmente al hombre
desde el comienzo de la Edad Moderna,
agregaríamos, que hay un símil muy interesante con respecto a la compañía que
la mujer proporciona al hombre desde que éste fue, míticamente creado, por
Dios. Cuando fue creado el hombre de un cúmulo de tierra y agua, cabe señalar
que hay ediciones de la Biblia
que citan textualmente la palabra ‘lodo’, Dios pudo observar casi
lastimeramente que había creado un hombre demasiado solo y que éste necesitaba
a un ‘alguien’ para vivir y compartir.
Esperó que Adán durmiera
profundamente para poder extraer una de sus costillas y con ella creó una
mujer, una compañera: Eva.
Los sucesos siguientes y el destierro consecuente rubricaron uno de los más
interesantes y excepcionales eventos para la historia mítica de la humanidad.
La novela, por su parte, se ha constituido en la infatigable e inteligente
hija y compañera del hombre, el artista es como ese mítico Dios hacedor que de
sólo tierra y agua hizo al hombre y de uno de sus huesos a su compañera. El
escritor, en un claro acto estético, con papel y tinta construye el soporte de
vidas ficticias, que no importa si son verdaderas o simples mentiras lo único
que importa es que sean verosímiles, tal y como lo sentenciara el Marqués de
Sade en su Prólogo a Los crímenes del
amor.
Volviendo a Kundera, él nos remarca con respecto a la novela, que: “La
‘pasión de conocer’… se ha adueñado de ella para que escudriñe la vida concreta
del hombre y la proteja contra ‘el olvido del ser’, para que mantenga el mundo
de la vida bajo una iluminación perpetua.” (13).
Es en este primer sentido e intento que la novela puede llegar a ser
considerada como una parte consustancial y neurálgica de la memoria histórica
de los pueblos.
A través de la novela puede quedar plasmado: el espíritu de un pueblo, la
atmósfera física y social de una época, el sello personal de los individuos y
la impronta –positiva o negativa- de las tradiciones, porque: “El novelista no
es un historiador; ni un profeta; es un explorador de la existencia humana. (…)
Y todas las novelas de todos los tiempos se orientan hacia el enigma del yo. La
novela conoce el inconsciente antes que Freud, la lucha de clases antes que
Marx, practica la fenomenología (…) antes que los fenomenólogos.” (48).
Las interrogantes planteadas por La
región más transparente (1958) de Carlos Fuentes, además de importantes
resultan oportunas -en este inicio de siglo XXI- y exquisitamente inquietantes,
vistas introspectivamente. Debemos tomar en cuenta que esta novela considerada
fundacional fue publicada casi al cierre de la primera década de la segunda
mitad del siglo XX, etapa por todos reconocida como efervescente y colmada de
información de todos los niveles.
Fue el momento en el que ya se podían ‘ver’, en retrospectiva, los efectos
de la Revolución Mexicana,
incluso la gran brecha abierta por tal movimiento armado en las letras
mexicanas aun dejaba ver su sombra, la misma novela de Fuentes La muerte de Artemio Cruz (1962) toca fibras políticas y socio-históricas
revolucionarias.
Este artículo busca cumplir con los objetivos de aproximarnos a las más
importantes voces femeninas integradas al argumento de La región más transparente así como tomar en cuenta el trabajo de
transtextualidad realizado por Carlos Fuentes en la novela mencionada.
Ambos aspectos son re-dimensionados dado el peso literario de los mismos
para el desarrollo del argumento y bajo el signo de un ciudad-protagonista a la
cual podría asignársele un rol hasta cierto punto femenino, sin embargo, en la
novela la ciudad de México, como personaje, se ‘abre’ frente a nosotros como un
espacio urbano, masculino, reinventado bajo la técnica del collage, por eso
resulta de capital importancia recurrir a la transtextualidad, concepto
retomado, estudiado y redefinido por Gérard Genette fundamentalmente en su
texto Palimpsestos. Literatura en segundo
grado (1989).
Considerado mexicano, pese a haber nacido en Panamá en el año de 1928, Carlos
Fuentes, ciudadano del mundo desde muy joven, por cumplir su padre funciones
diplomáticas, le ha dado a la
Historia del Arte una fértil, importante y larga trayectoria
como novelista, cuentista, ensayista, dramaturgo, diplomático, guionista de
cine, crítico, politólogo, barroco y catedrático. Doctor Honoris Causa por la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla en el año de 2003, entre otros doctorados otorgados por
Universidades de todo el mundo, su obra se ha hecho acreedora a Premios
Internacionales como el Biblioteca Breve, el Rómulo Gallegos, el Alfonso Reyes,
el Cervantes de Literatura y el Príncipe de Asturias, entre los más
importantes.
Los días enmascarados (1954) es
el primer peldaño de una interminable y hasta hoy inagotable escalera ascendente
en el ámbito literario, no sólo mexicano sino internacional, Fuentes nos
entregó un puñado de relatos en los que ya había personajes femeninos que
débilmente, desde la inmanencia, asomaron a la trascendencia cuando la
narrativa latinoamericana se estaba reinventando, entre la denominada ‘nueva
novela latinoamericana’ y el boom, entre Pedro
Páramo y Rayuela, entre 1956 y
1962, no sólo hay diversos aspectos de un mismo fenómeno que no puede ser
traducido de otra forma más que como la madurez de la narrativa en América
Latina.
Es un periodo en el que insistentemente sobresalen tres o cuatro nombres de
escritores latinoamericanos, entre los más citados están Mario Vargas Llosa,
Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y, por supuesto, Carlos Fuentes quien,
vale la pena enfatizar, fue el más activo ya que se consolidó como un escritor
excepcional e intenso, conocedor y analista de la realidad hispanoamericana,
cuidadoso –casi hasta la obsesión- e innovador, así como incansable viajero.
Con cuatro importantísimas e indispensables obras publicadas en un espacio
de cinco años: La región más transparente,
dedicada a Rita, Las buenas conciencias
(1959), La muerte de Artemio Cruz
(1962) y Aura (1962).
En las cuatro obras hay presencia constante de personajes femeninos de
considerable importancia que van recortándose frente a nuestra mirada para
impregnarnos de sus aromas a tinta perfumada, basta mencionar que en la
polémica Aura hay una protagonista
dual que es presente y es pretérito en una misma e enigmática persona cuya
conexión son unos indescifrables ojos verdes, en ella Fuentes se revela como un
audaz edificador de propuestas literarias no sólo pioneras sino totalmente
novedosas en México.
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La incorporación del narrador de segunda persona gramatical de manera
prolongada combinada con el futuro como tiempo verbal predominante, alcanzó en
México esplendor gracias a la pluma de Carlos Fuentes en La muerte de Artemio Cruz, con esta innovación se consigue marcar
una nueva pauta que repercutió en la construcción de las voces narrativas,
dentro de una narración prospectiva.
Siempre presente en los círculos artísticos y académicos, leído, criticado
y –probablemente- no suficientemente analizado aún, se nos presenta cincuenta
años después, con su novela La región más
transparente, misma que a base de un arduo trabajo y búsqueda de formas
literarias novedosas empezaba a dejar atrás el tipo de regionalismo instaurado
por la ya larga, hasta el momento, Novela de la Revolución.
Es una novela compleja en su estructura, vale la pena insistir que no sólo
es de estructura complicada, sino que es extensa y frecuentemente discursiva
–como la gran Comedia Humana de
Honore de Balzac- está llena de detalles memorables, pero no deja de ser amena,
didáctica, por todos los ángulos de lectura sobre la ciudad de México como
espacio urbano, cosmopolita y hasta por momentos divertida.
Si con Pedro Páramo de Juan Rulfo
se obtiene un retrato de la triste y desolada vida rural mexicana, en blanco y
negro, en La región más transparente
nos encontramos con el urbano rostro de un México contemporáneo que se
divierte, baila y ríe frecuentemente buscando la respuesta a la interrogante:
¿qué significa en el fondo el acto de ser mexicano?.
Frente a la pregunta, está la complicada segmentación que sufre la novela
para obtener la simultaneidad entre las relaciones del espacio y el tiempo, dos
de las más importantes categorías del relato, vertebradas por la presencia del
personaje Ixca Cienfuegos. Él y México son los factores comunes a todo el resto de personajes de la novela. Normalmente tenemos una narración
homodiegética testimonial, cuando es Ixca el que habla, se trata, de una
narración simultánea que emplea el presente perfecto, el futuro, el presente y
realmente poco, el pretérito.
Poseedora de tres partes, señaladas sólo por enigmáticos números arábigos,
la primera y la tercera parte resultan relativamente cortas, por lo menos
comparadas con la segunda. Cabe recalcar que son los únicos tres números que
aparecen junto con los años que entre paréntesis se encuentran después de los
nombres al inicio de las subpartes, el resto es una numeración “tentativa” y
que de manera operativa he colocado.
La primera cuenta con ocho
estructuras narrativas o subpartes de las cuales dos tienen nombre de
personajes femeninos: Gladys García (1951), como la segunda subparte, si
consideramos a la
Introducción como la subparte número uno y que precisamente
lleva como título: Mi nombre es Ixca
Cienfuegos, éste es el único título de la Parte 1, escrito en itálica. La segunda ocasión en
la que encontramos el nombre de una mujer dándole nombre a una subparte es en
la séptima: Norma Larragoiti (1920–1940).
El peso importante de la novela se concentra en la Parte 2, en ella son cuatro
las apariciones de subpartes con títulos con nombres femeninos: 8. Rosenda
(1911-1935), 14. Pimpinela de Ovando (1912-1951), 22. Hortensia Chacón
(1918-1951) y 26. Mercedes Zamacona (1914-1915); debemos tener en cuenta que ésta
es la parte más extensa de la novela: veintisiete subpartes.
La brevísima parte 3 está integrada sólo por tres subestructuras, de ellas
la última lleva el intertextual nombre de la novela agregando un complemento
del nombre: La región más transparente del aire, en ésta únicamente la primera
subparte lleva el nombre de Betina Régules (1954).
Por lo tanto hay un evidente desequilibrio en el peso establecido entre los
personajes femeninos y los masculinos que dan título a cada subparte, de facto,
la novela cuenta con más personajes masculinos que femeninos.
De manera paratextual encontramos dos estructuras o campos de relaciones
que se nos ofrecen como esquemas previos: en primer lugar, un Cuadro
Cronológico establecido comparativamente entre la Novela –a partir de 1900 y
hasta 1972- con la aclaración al final:
“Acción central de la novela.” (14), y la Historia -desde 1876- con la llegada de Miguel
Alemán a la Presidencia
de la República Mexicana.
En un segundo término aparece la lista de Personajes, identificados por
familia, grupos sociales, el pueblo, los revolucionarios y simbólicamente
‘cerrada’ por los denominados Guardianes: Ixca Cienfuegos y Teódula Moctezuma,
hijo y madre respectivamente.
El tempo narrativo de la novela suele ser lento y atomizado, incluso se
inicia con el empleo del pretérito y el presente en una suerte de dualidad que
no sólo es densa sino que nos ofrece la posibilidad de un hilo argumental
ondulado de permanente presente: “Mi nombre es Ixca Cienfuegos. Nací y vivo en
México, D.F. Esto no es grave. En México no hay tragedia: Todo se vuelve
afrenta.” (19)
La región más transparente es el gran
escenario de un país en paulatina reconstrucción frente a un apremiante
presente y un futuro complejo, incierto y multicolor; esa es una de las razones
por las que se le considera como una novela fundacional. Fuentes mismo reconocería en El espejo enterrado (1992), magna obra
ensayística, que: “La historia reciente de la América Latina es caótica,
veloz, contradictoria.” (Fuentes; 1992: 339).
Es indudable que, en La región…,
tenemos el retrato al óleo de un México integrándose a un mundo cambiante y
sórdido, Fuentes nos ofrece una radiografía a colores del sistema nervioso
social de un país que se pregunta frecuentemente: ¿quiénes y cómo somos?, si
tomamos en cuenta de que se trata, no sólo de una nación en construcción sino también
de una nacionalidad: “En México, por primera vez, una nación hispanoamericana
se vio como realmente era, sin disfraces, brutal a veces, a veces
insoportablemente tierna.” (1993: 332)
Resulta de gran importancia el análisis literario de una novela con estas
peculiaridades en la que hay un buen número de personajes que podemos
considerar como ‘centrales’ y una gran protagonista: la propia ciudad de
México, como cuna, punto de partida y encuentro, como columna vertebral de un
complicado cuerpo en el que las voces femeninas se distinguen por representar a
los distintos contextos y problemáticas citadinas, como una piedra facetada.
Cada voz femenina “refuerza” la descripción del plano socio-económico de la
protagonista-ciudad, amén de que vamos a encontrarnos con mujeres que han
dejado de ser simples soportes en el complicado andamiaje narrativo. Fuentes coloca voces transgresoras en mujeres
de ojos inquietos, el discurso masculino nos lleva hacia la configuración de un
lenguaje femenino, poderoso y decidido; el ‘patriarca’ le ofrece sus fuertes y
ásperas palabras a las mujeres que exigen poseer voz propia en una novela de
búsqueda y rupturas: “-¡Estoy viva! ¿Sabes? (…) –Y no dependo de nadie, ¿sabes?
(…) –Y puedo jodérmelos a todos, ¿sabes?, a todos…” (1993: 334). Norma
Larragoiti, sonrisa en labios lo dice, además de haber señalado con desdén:
“-Toma, pendejo, y aprende a distinguir.” (333).
Betina Régules es: “una de las chicas bien más populares de la capital, y a
la cual los cronistas de sociedad llamaban ‘la niña dorada’,…” (436). Más que
otra cosa es una niña mimada y engreída que exclama: “-En París nos alojamos en
el Crillon- le decía con la voz más alta que de costumbre a Jaime -Papá dice que por allí ha pasado toda la
historia de Francia. Figúrate, en esa misma plaza estaba la guillotina.” (438)
La novela representa la elaboración de un retrato total y totalizante que
incluye a todas las clases sociales citadinas con sus respectivos paralelos
económicos y morales y, pese a que, son Federico Robles, Manuel Zamacona, y por
supuesto, Ixca Cienfuegos los personajes de mayor peso, también hay otras voces
femeninas, además de las ya mencionadas, que ‘cruzan’ al México contemporáneo,
convertido en la otrora “región más transparente”, gracias a la pluma de Fuentes.
Una de esas voces es la de doña Teódula Moctezuma, madre de Ixca, junto con
él se encarga de defender un extraño proyecto de retorno al pasado bastante
indefinido y ambiguo, además de ser la mítica ‘guardiana’ al lado del
‘guardián’ Ixca, su voz es un lamento y un canto escrito en el cuaderno pautado
de la memoria mexicana cuando rememora el pasado: “Aquí estás, Celedonio, y
encima de ti el nahuaque cercano, para que tus huesos no dejen de cantar
nunca-.” (214). Por supuesto que el tipo de expresión que Fuentes coloca a
Teódula no es de matices citadinos, más bien es un lenguaje en el que se
advierten giros regionales de sumo interés: “Teódula recogía un ídolo, lo
besaba y se pegaba tres veces en el pecho: -Y la ixcuina de cuatro caras, que
es la que te cubre y te llena de mugre para que no te olvides de quién éres, y
luego el de las dos caras, para que los veas a ellos y nos veas a nosotros, y
no llegues nunca y nunca te vayas.” (214)
Debe llamar nuestra atención un detalle que resulta significativo y que
está inserto en el más puro contexto dominado por la presencia masculina, dicho
detalle es que, ni en el grupo de los revolucionarios, ni en el de los
intelectuales hay presencia femenina. Las mujeres son abruptamente excluidas de
dos de los ámbitos en los que, por lo menos actualmente en el mundo cotidiano,
la mujer reclama a voces plenas un lugar para ejercer su acción.
El resto de grupos coparticipes en la vida ilustrada por la novela cuenta
con representantes del sexo femenino en todos y cada uno de ellos: los de
Ovando, los Zamacona, los Pola, los burgueses, los satélites, los extranjeros,
el pueblo –por supuesto- y finalmente los guardianes.
Es notable remarcar que, Fuentes tuvo buen cuidado al elegir el tipo de
expresiones correspondiente a cada una de sus personajes-mujeres, ya que de
acuerdo a su status social dicha expresión se va adecuando, como ya lo habíamos
enfatizado al mencionar a Teódula Moctezuma. Las expresiones en labios de
Betina o Norma no son las mismas, ni entre ambas, ni con respecto a Teódula.
Una de las mujeres dueñas de una de las más interesantes historias
personales que cruzan el paisaje de La región… es Hortensia Chacón, con un
historial de maltrato y sufrimiento, relata sus padeceres en primera persona
gramatical a Ixca sin que llegue a existir diálogo entre ambos: “(…) que yo era
más hombre que él porque soportaba lo mío y lo suyo, que él no podía soportar
su propia vida de paria a medias.” (352).
De mecanógrafa y doliente esposa de Donaciano, ya invidente, en silla de
ruedas se convierte en la segunda esposa de Federico Robles: “Ciega. Así lo
quisieron los dos. Donaciano, que me dejó ciega, y Federico, que me buscó
ciega.” (353).
Hortensia es una y es muchas mujeres dispersas en las ciudades, capaces y
dispuestas a hablar de su dolor de una manera en la que las palabras se
convierten en una suerte de plegaria: “(…) mis ojos secos, a veces, reflorecen
y recrean un espejo sin fondo en el que, más que las imágenes, vuelven a nacer
unas aves turbias que vuelan detrás de mis párpados.” (354).
Elocuentemente Hortensia agrega:
“(…) cosidas al centro de mi vientre, y me devuelven horas de ciudad, de esta
ciudad de México que me ha engendrado y me ha regalado mi vida y sus calles,
que me ha visto correr por ella, parir mis hijos sobre su suelo, subir a sus
camiones e interrogar su noche sin devolverme la imagen que le pido.” (354-355).
El grupo de mujeres que participan activamente en la novela nos muestran
diversos rostros fácilmente reconocibles, sin embargo, tres son las historias
subyugantes: la de Norma, la de Teódula y la de Hortensia.
Por el lado de la transtextualidad o transcendencia textual, cabe resaltar,
que en la novela se presentan, fundamentalmente, el paratexto y el
intertexto. El paratexto ya ha sido
señalado anteriormente, al comentar lo relacionado con la estructura de la
diégesis. Con respecto a la intertextualidad podemos enfatizar que el recurso
predominante es el de la alusión con su clara posibilidad de establecer
referencias que, más que de otros textos, son de elementos citadinos como
marcas comerciales, lugares, canciones, calles, partidos políticos, etc., que
van ‘derramándose’ a lo largo del relato como ecos evidentes y delatores del
contexto social dentro del cual ‘existen’ un breve lapso de sus vidas los personajes
que mueven los hilos invisibles de La
región más transparente: “La paz
era el deseo verdadero del país, el anhelo del pueblo mexicano de un extremo a
otro de la República, desde las puertas de la profesa hasta la esquina del
Jockey Club.” (464). En otra línea tenemos: “Que si se debe hablar sobre los
sarapes de Saltillo, que si Franz Kafka dependía del presupuesto de Wall
Street.” (368).
A manera de conclusión, es importante remarcar que en una novela con la
riqueza literaria de La región más transparente
los puntos de análisis se multiplican de forma sorprendente, sólo estos dos
matices: los personajes femeninos y la transtextualidad son merecedores de
mucho más que un simple artículo. Tan sólo las voces femeninas son materia de
futuros trabajos nuestros insertos en la teoría y vanguardia literaria.
BIBLIOGRAFÍA:
Fuentes, Carlos
(1993). La región más transparente. Colección
Popular. Ed. Fondo de Cultura Económica. 1958. Duodécima reimpresión. 1993. México.
____________.
(1992). El espejo enterrado. Colección
Tierra Firme. Ed. Fondo de Cultura Económica. México.
Genette, Gérard (1989).
Palimpsestos. La literatura en segundo
grado. Traducción: Celia Fernández Prieto. Serie Teoría y Crítica
Literaria. Altea, Taurus, Alfaguara. Madrid.
Kundera, Milan (1992).
El arte de la novela. Ed. Tusquets. Barcelona.