Editorial Revista Óclesis III
Ante un principio de año no podemos dejar de
pensar en el final de otro, que no vale recordarlo con esa nostalgia perdida
con que miramos, a veces, las almenas de la memoria. Mas es prudente asentar en
matices no rigurosos todas las falacias y formas erradas de las que fuimos
testigos, además de una o dos curiosidades dignas de Ripley o de la Barca de
los locos. Y es que apenas a unos cuantos meses de nuestra concepción -cuya
gestación fue y es aún bastante más larga que la del elefante o la mielga-,
seguimos retroalimentándonos de nuestra realidad y sueño. Siempre susceptibles
en menor o mayor medida, tanto individualmente como bajo la gasa oclética,
fuimos acreedores de afables comentarios y mordaces críticas.
Uno no es ninguno, y dos
sucede en pares, después a uno se le olvida, pero lo innegable nos llega en
tres. De tantas palabras y enunciados que surcaron las aguas de la revista en
aquellas presentaciones, hubo las que, con son exacto y melodioso, hicieron
trabajar nuestra expectativa de Óclesis
como pocas: “Es un movimiento de vanguardia, que se volverá tal cual si, y sólo
si, llegan a un segundo o tercer número”. Con su doble matiz, con un rostro de
halago y otro de sentencia, y tal vez un tercero cuya implicación más rotunda
fue y es la responsabilidad, continuamos fomentando el proyecto para verlo en
su metamorfosis de realidad; hoy nos sentimos algo más cerca de ello.
Es importante no perder ni las
metas ni los móviles ni las más básicas razones; crear por el simple hecho de
crear no es sino un hado sobre el abismo, una musa violada en la intemperie. El
trabajo del receptor no es distinto. No bastará sólo pagar un boleto que nos
permita pasar a una exposición fotográfica, o pictórica, o dancística o
literaria, como tampoco valdrá la pena su intromisión al mundo artístico para
memorizar la obra: es necesario enfrentarnos a ella, tanto creadores como
receptores, enfrentar nuestros sentidos y nuestro pensamiento y sesgar con la
mirada cada elemento para, entonces, hacer valer ese boleto de entrada, ese tiempo
que no ocuparemos en ocio delineado o en la mierda del hábito inequívoco.
Los espacios van abriéndose poco a poco y con
ello las expectativas de Óclesis.
Necesitamos más interés, más disposición en asistir, en leer, en cultivar la
mente; debemos aprender a apreciar no sólo las lecturas, sino también las obras
teatrales, los espectáculos de danza y las exposiciones gráficas. El arte
también es un trabajo, valorémoslo como fomento de la conciencia o como
propósito de año nuevo o como proyecto de investigación o como sea: es más
necesario que nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario