Esto de ser humano
En
un solo acto
Hugo I. López Coronel
Escenario: (Una habitación oscurecida.
Una luz tenue alumbrando una silla al centro. Una mesa en el costado y sobre
ella un espejo y un cinturón).
![]() |
Fuente de imagen: http://www.javierdelapeza.com/tag/el-ser-humano/ |
Personaje: (Él viste con suéter negro.
Entra a escena, camina lentamente con el rostro hacia abajo como buscando algo
en el piso. Recorre el espacio, mirará al público en lapsos de tiempo cortos
pero con actitud escrutadora. Llega hasta el umbral de la puerta, se sienta y
dirigiendo su diálogo hacia la silla con tono firme pero sereno).
Lo encontré sentado al umbral
de la puerta.
(Pausa) (Se pone en pie e inicia el
diálogo, con un discreto lenguaje corporal acompaña el diálogo) Estaba
desaliñado y su rostro describía las malas noches que ha vivido en los últimos
días. (Pausa) (Va hasta la silla y se sienta. Da la espalda al público).
Me senté frente a él y pedí
una disculpa por la tardanza,
(da tono exclamativo a sus palabras) ¡le
expliqué que el tráfico y la contaminación han hecho que el pavimento de las
calles se niegue a recibir la sonrisa del astro! (Pausa. Tono aseverativo) El
que brilla más allá en las alturas. Su piel se cuartea obstruyendo la risa de
los neumáticos. (Pausa) (Mira su reloj) Son más de las diez. (Pausa)
Creo que ahora si está cansado.
(Pausa)
Ha
volteado la mirada, (Extiende el rostro hacia
uno de los costados) sus ojos de pupilas lánguidas se clavan en los míos.
Los dos guardamos por sólo un instante aquella convicción de ser peces en medio
del desierto. (Pausa) (Se pone en pie y toma el espejo que está sobre la
mesa, mirándose en él)
Resulta
tan triste esto de ser humano, esto de comer para después sentirte culpable,
(Voltea hacia el público) ¿habrá mucha diferencia entre la carne y esto que
llamamos civilización?, (Pausa) (Regresa el rostro al espejo y continua el
diálogo) cuando vivimos en estados de miedo constante, queriendo ser máximos
depredadores en una cadena sin eslabones, donde hay sólo un rey y ya no
son tan románticas las ideas y promesas de los que gobiernan en este
estado de miedo, (Pausa) (con tono afligido) y esos millones de
seres en espera de la mañana siguiente para revisar el menú y agregar más sal a
las migajas de pan, y tomar rayos de sol a la orilla de las enormes lenguas
hechas carreteras.
(Pausa)
(Pone el espejo sobre la mesa y da unos pasos hacia el umbral de la puerta)
(Respira profundamente. Voltea nuevamente hacia la silla, con tono melancólico
y con voz fuerte). En dependencia de mi, del aire y del viento, del
sol, del agua, de las crisis políticas y sociales, de las ruedas del
supermercado, los precios, la tele, la guerra y el hambre de pan.
(Pausa)
Alguien me ha enseñado a vivir así, a despertar para ver los amaneceres
entre la niebla de verano, del frío y del silencio. (Nuevamente
en el umbral. Se mira las manos) Benditas las manos que tocan pieles
y los besos que saben a dolor.
¡Va!,
sorda fragancia, te veo virar sin compasión, agazapada en la nostalgia
enterrada en el fondo del adiós, del que nunca me abandona.
(Se
pone en pie y va hasta la silla. Se sienta) (Pausa) Entonces calló.
Permaneció mucho tiempo más sin decir palabra. (Pausa) (Sus ojos están
extraviados en el cielo de la habitación). (Mirando hacia arriba) Puedo
percibir claramente aquella confusión que lo hace presa fácil del terror de la
incertidumbre. (Pausa) (Se pone en pie y va hasta la mesa, toma el cinturón
y s lo pone, se acomoda los lentes frente al espejo) (Dirigiéndose al umbral de
la puerta, se asegura de cerrarla).
(Dirigiéndose
al público, con tono preocupado)
Necesito
azúcar y café. Mañana compraré galletas.
(Sale
del escenario)
Valle de la Cuetlaxcoapan.
Enero de 2003