lunes, 14 de octubre de 2013

El rigor del oído en la simpatía del corazón:
Afinidades Poéticas entre Juan Rulfo y José Gorostiza.

Por: Omar Martínez
Colaboración

Obra gráfica: Gustavo Mora. Revista Óclesis 5


La poesía mexicana moderna, si por moderna se entiende: los momentos que el hombre ha vivido siempre en cada momento; y por mexicana: el espacio de vida de un idioma y una historia que apuntan su momento; posee características que la distinguen como una de las tradiciones más sólidas, acaso accidentada, del espíritu poético.
La poesía mexicana moderna, en efecto, no tiene sino el significado de la intemporalidad, la vida en el idioma, la historia en el idioma. Se ha nutrido con la sangre de sus mejores hijos, se ha fortalecido a cada diálogo, a cada verso y crítica; se ha formado en el verbo.
La poesía mexicana moderna nace en un momento de universalidad, su destino es la universalidad. Dos de sus hijos más queridos, Juan Rulfo (1917-1986) y José Gorostiza (1901- 1973), no sólo la reafirman sino que observan la continuidad poética de su espíritu.
A partir de un par de versos, de un poema

 

A veces me dan ganas de llorar,

pero las suple el mar.
                                    
Y del nombre de un personaje

Susana San Juan

Puede observarse la trayectoria de un mismo espíritu, el espíritu de la poesía mexicana.

La Elegía de Gorostiza se compone de un endecasílabo y un heptasílabo, metros que tienen su origen en un momento universal, así, mientras el endecasílabo es una influencia Renacentista, el heptasílabo se corresponde con el hexasílabo francés de las canciones que recorrieran el camino de Santiago. Pero quizá lo más interesante es que en la composición el heptasílabo funciona como un pie quebrado respecto del endecasílabo, propiciando así una reminiscencia a las coplas de carácter popular. Por su parte, el nombre patronal del personaje de Juan Rulfo se mueve dentro de un hexasílabo; mismo que junto al octosílabo -en mayor medida-, constituyen los metros por excelencia de los cancioneros populares castellanos, los metros quizá más apropiados a la naturaleza del idioma castellano que les reclama. El criterio métrico es modesto en sus resultados, sin embargo, su certeza, que no radica en su prescripción sino en su descripción, representa un sólido paso en la lectura poética. Por su parte, la presencia de metros cultos y metros populares no alude a ningún tipo de antagonismo sino más bien al carácter aristocrático de la poesía mexicana. El hexasílabo de Rulfo bien es cierto que no se ocupa en un contexto versificado, sin embargo, quien lea la obra de Rulfo no podrá dejar de sentir un extrañamiento en la respiración, un deleite al fin que vuelve cómplices en la sangre a sus lectores. Cada lector de Pedro Páramo que topa en sus páginas con el nombre de Susana San Juan canta una pequeña canción. La música y el lenguaje son de naturaleza distinta, sin embargo, una apropiación de la música por medio del lenguaje ocurre en la labor del poeta, el poeta canta lo mismo que dibuja la poesía. El poeta a diferencia del músico usa palabras, trabaja en el idioma, en la lengua que todos usan; hace mucho que abandonó la música, la religión, la danza, se tornó hacia sí, hacia el encuentro de su propia razón de ser, la poesía. Los vestigios de una raíz mágica aún se encuentran dispersos por los trabajos del arte, los vestigios de una raíz mágica sembraron también el idioma de los hombres, idioma que en el trabajo de los poetas brilla por su lógica propia, por su abandono y sujeción a un orden que parece superior.
Las figuras de repetición pueden dar una idea. En el presente caso el nombre de Susana San Juan acusa una notable repetición en estrecho margen, repetición que al pasar a la disposición de sus elementos se vuelve ritmo, una presencia sólida en el color de la poesía mexicana. El caso de muchos nombres toponímicos, patronales, revela en ello, en el ritmo, su carácter vital para el hombre; la relación entre ideal, respiración y palabra, muestran en el caso de Susana San Juan un acierto concertado en el espíritu poético. No es casual encontrarla cuando dan ganas de llorar, sobre todo, porque las suple el mar, Susana san Juan. La presencia de las vocales /a/ /u/, pareciera sugerir la contención del espectro plástico del lenguaje, alfa y omega que la rima entre llorar y mar confirmaría a través de la imagen de una gota en comunión con un todo, con el mar. Así, las consonantes /s/ /n/ /j/ /g/ que acompañan a dichas vocales quizá llevarían a pensar en el límite y el horizonte, en las señas del cristal, en el efecto ilusorio pero cierto de unir el cielo con el mar. Una de las intervenciones en voz íntima de Susana San Juan deviene en comunión con el mar. Otras intervenciones revelan que no llora Susana San Juan ni ante la muerte de su madre, ni ante la muerte de su padre, ni ante su muerte misma, antes percibe lo bello de una mañana de febrero o sonríe o despide a quien por ella llora; no llora Susana el alma de su amado muerto sino siente la ausencia del cuerpo vivo. La contención de un mar aclara el cristal y ya muchos sabios han dicho que ante los más altos sufrimientos cualquier ademán es vano, dicen que los muertos ya no se quejan. Nótese también la trinidad de la consonante /S/, su natural complemento no sin misterio en la consonante /J/; nótese que en el caso de la Elegía de Gorostiza el heptasílabo (pero las suple el mar) presenta una curiosa duplicación de la consonante /P/. La doble /P/ a su vez vuelve e encontrase en el título de la obra de Rulfo: Pedro Páramo.
Las Noticias sobre Juan Rulfo, que Alberto Vital hace llegar de manera magnífica, hablan de la presencia en el apellido de Susana San Juan del apóstol que anuncia la buena nueva, la redención y el Apocalipsis, al lado de la de San Juan Nepomuceno; a ello podría quizás añadirse la consideración de un tercer Juan, San Juan Bautista, un profeta que se inscribe en una larga tradición. Un serio estudio sobre el simbolismo de esta tríada de santos y la escritura de Juan Rulfo no dejaría de ser interesante, como no dejaría de serlo el caso de San José, P.P. San José: el sueño y la reflexión; la palabra y el no turbar ni el silencio ni la vida; la penitencia y el Apocalipsis; el secreto de confesión, las cosas dichas a media voz, en tono suave. En la obra de Rulfo, el santo de la buena fama y confesión, San Juan Nepomuceno, resulta especialmente intrigante pues involucra una tradición oral, si bien no como podría ser el caso de los cantares de gesta que se difundían en plazas y calles, sí la de un recinto habilitado por el espíritu que lo inspira y lleva al recogimiento, al misterio y certeza de su misión para con él. Así, al tiempo que Susana San Juan conserva su dolor en un lugar seguro, tan seguro que nadie sino su intimidad conoce y que Pedro Páramo nunca llegó a conocer como nunca nadie llegó a conocer la intimidad de Pedro Páramo, se dibuja en el alma del lector un movimiento de voz íntima, un mecanismo de simbolización que involucra la memoria universal de los hombres. El movimiento de voz íntima es característico de la poesía mexicana, sus poetas la dibujan con un lápiz muy fino, con ...

Una luz difusa; una luz en el lugar del corazón, en forma de corazón pequeño que palpita como llama parpadeante.


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