Salvarse[1]
Oscar
O. Chávez Rodríguez[2]
“…caminar
entre obleas de tiempo”
Se salva uno, nadie puede hacerlo en nuestro
lugar. Salvarse significa haberse encontrado, reconocer aquellos límites dentro
de los cuales nuestra vida transcurre. Lo cual no significa que está uno
limitado, sino que está uno situado. Circunstancia o situación que da a cada
parte de nuestro ser su lugar. Y con ello el tiempo, perfilando el espacio de
la posibilidad, del futuro siempre al punto de dibujarse en todo su colorido y
profundidad.
Anda uno extraviado, confundiendo
el parecer con el ser y, por lo mismo, viviendo entre accidentes, entre
apariencias que van desgastando la vida, nublando el horizonte. Nublarse que
ciega la mirada, que aleja de ella el sol que tras las nubes resplandece.
¿Cómo salvarse? Nunca en otro, nunca
en algo, nunca en el consuelo que dan unas manos o unos brazos, nunca en una
voz ajena que nos da aliento. Nadie sabe del fondo que late en nuestra vida más
que nosotros mismos. Por ello el salvarse no es nunca consuelo, ni mucho menos
un compadecerse. Salvarse es reconciliarse con uno mismo, reformular,
replantear y, a fin de cuentas, cambiar. Cambio que surge cuando uno se ha
perdido. Perderse que es un cultivo ontológico y existencial de uno mismo,
acción –tal será siempre– que en el curvarse del tiempo señala hacia el fondo
esencial en el cual nos habitamos; perderse que no es desorientación por cuanto
requiere, lo señaló Benjamin, aprendizaje.[3]
“Hoy estoy perdido…” en esta frase
van ocupando su lugar cada uno de los aspectos de nuestra vida, los vamos
aquilatando, valorando y estableciendo en nuestro horizonte. Y en el perderse,
la prefiguración de la salvación al reconciliarnos. Reconciliación es por ello
la palabra tras la mirada que ha logrado asomarse, en los momentos de más
profunda crisis, al fondo esencial de nuestra vida. Mirada que se va abriendo
hasta lograr que el horizonte la penetre totalmente.
Salvarse es, por ello, haber
logrado que un horizonte nos habite, nos llene en plenitud. Y en este habitar
la reconfiguración de una existencia, el cambio de una forma de ser que busca
otorgar con cada una de las acciones que realiza, tras ese replanteamiento,
plenitud a los seres que le rodean. Salvarse es vivir, o revivir en una
condición distinta, más sincera o, mejor dicho: plenamente humana.
Salvación y reconciliación hacen el
rostro distinto, el paso seguro y los sentimientos reales y compartidos.
Reconciliación que se ofrece en la mirada y se da con las manos: “Mis manos
están aquí… aguardándote” es una forma de mostrarle a alguien, al mundo, que
uno al salvarse ha cambiado y con el cambio se ha reconciliado.
Tras un infinito por metafórico
interrogar, en la hendidura del pensar, entre los intersticios del pensamiento
y el recuerdo emerge, en fugaz relámpago, el rumor, que insinuación es, de un
nombre propio que ayuda a vivir. Vivir que en la precisa extensión del
horizonte ofrece un "perderse", grieta existencial que permite
encontrarse. A esto se enfoca la vida cuando es transparente, cuando ha logrado
limpiarse de cada mancha que en el duro trabajo de los días la ha cubierto.
Vida transparente cuya límpida forma trasluce, deja ver, el alma.
Alma reconciliada y vida plena que
ofrecen ese horizonte encontrado en una palabra, en un gesto o una sonrisa que
expresan el amor que se ha encontrado en esta búsqueda. Perderse para
encontrarse y salvarse por el amor que late siempre, que siempre nos aguarda
para retomar un camino y continuarlo con un sentido nuevo: ser feliz y digno
humano, ser compañero y amigo, amante y confidente.
“Me salvo” porque encuentro una
razón que soy yo, un yo que interpela, llama a un tú a un horizonte nuevo.
Salvarse es abrir un espacio a la oportunidad de ser felices y morir reconciliados.
[1] Fue incluido, un fragmento, en Venir a cuentas, 9 de junio de 2014. Ahí, va acompañado de la
siguiente nota al pie: “Lo aquí escrito –hace ya algunos años y reproducido
sólo un fragmento– constituye una suerte de prólogo a un libro que tratará el
tema de la Metafísica de la existencia. Es, por lo tanto, algo preliminar”.
[2] Licenciado en Filosofía y Economía, Maestro
en Ciencias Políticas, estudios realizados en la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla, México, institución en la cual se desempeña como
Profesor–investigador adscrito a la Facultad de Economía; actualmente realiza
estudios de Doctorado en Ciencias Sociales y Políticas en la Universidad
Iberoamericana, Cd. de México.
[3] Se trataría, en cierto modo, de una epistemología
existencial que apertura a una historicidad metafísica en la cual el horizonte
se vuelve escenario del perderse.
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