Del por qué no llega un libro de poesía a tus
manos
La inesperada poesía
Por: Andrés Cisneros de la Cruz[1]
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La Ciudad de los espejos |
Para algunos soy uno más de los ambulantes. En ocasiones,
me han llegado a ver como el hermano
que distribuye las Atalayas. No ha
faltado quien me ha dado una “limosna” y ha huido convencido de su buena obra,
sin detenerse siquiera a ver lo que traía en las manos. Llegan a haber los que
piensan que robo y luego revendo. O que compro y luego subasto. Varias personas
aseguran haberme visto en más de un lugar a la vez. Dicen, soy muchos. También
me han visto como vendedor de Jafra o
de Andrea. Una ocasión en un vagón,
en la estación más profunda del Metro, atorado entre la gente, leía poesía en
voz alta, gritando contra el ruido mudo del silencio, y hubo un señor de
sombrero que dijo “eres un héroe”. Me han abucheado, pero también aplaudido en
los camiones; en el micro más de dos personas han llorado con un poema, y otras
tantas se han dormido. Para los microbuseros soy “el poeta” o “el joven”
(algunos piensan en la diferencia); los policías me ven como para darme una
suculenta mordida, pero al final terminan con dos libros bajo su brazo (y “quién
sabe”, se preguntan ellos, “para qué”). Los ambulantes me ven con rareza, me
confunden con “universitario”; pero en la universidad me quieren ver “fuera de
reglamento”. He declamado poemas de poetas conocidos y desconocidos, y al cabo
lo que se llevó la gente fue la poesía. Soy el encargado de llevarte poesía, a
las manos, al oído, a los ojos, a la mente; sin embargo hay cafeteros que
insisten en verme como una mosca que molesta al cliente; señoras de la cultura
que imaginan soy un paria necesitado de una sonrisa; directores de centros
culturales que me enaltecen como a un polizonte dentro de sus barcos blancos y
estancados. Una vez un hombre odió mi trabajo, por considerarlo poco elegante, pero
al año volvió a comprarme un libro. Un indigente, de entre 112 personas con auto y comida, me compró un
libro y lo leyó. 300 personas me dijeron “no”, 134 me dieron la espalda; 60 me
escucharon; 30 asintieron y me dieron la mano; 20 compraron un libro; 10 lo
leyeron; 5 lo regalaron; sólo 1 lo guardó y recordó mi nombre.
[1] Acerca del autor: Andrés
Cisneros de la Cruz es poeta, editor y promotor cultural, tiene 6 libros publicados,
ha recibido múltiples premios por su obra poética, es creador del Torneo de
poesía Adversario en el Cuadrilátero y organizador del Debate Independiente de
Crítica poética. Actualmente es editor de Verso Destierro.
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