¡Despierta!
Por Mariana Leyva
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Obra Gráfica: Victoria Ciézar |
¡Despierta!, mira a la derecha, él no ha
despertado. Perfecto. Trata de levantarte. ¡Cuidado!, no hagas ruido, temes que
él despierte, que tonta eres. Ponte las pantuflas, levántate de la cama, sigue
acostado, no siente tu presencia. Lleva años así. Ésta siempre es la parte más
complicada. Abre la puerta, ¡no la azotes! No quieres robarle el sueño, qué
tonta eres.
Listo, sal del cuarto, ya puedes bajar sin
riesgo. Ve a la cocina y prepara su desayuno. Repite hasta que lo memorices:
café bien cargado, 2 rebanadas de pan francés y un tazón de avena caliente sin
miel, eso para él; para ella, un vaso de leche, fruta picada y huevos con
jamón. No los vayas a confundir, eso te haría más tonta de lo que ya…
Ella ¿Cómo es la vida para ella? Todo es tan
diferente a su edad, todo es color de rosa, un rosa pastel que brinda
tranquilidad, que se fusiona con un amarillo, el color de la alegría y la euforia;
piensas en ti; ahora sólo ves color azul, de repente se mezcla el morado,
comienzan los tintes negros y finalmente, cuando piensas que todo terminó, ves
verde, casi como sus ojos, te estremeces solo de recordar. Regresa el azul. No
recuerdas cómo se siente la felicidad. Apenas puedes recordar el amarillo.
¡Despierta! Junta la mochila de ella, prepara el
suéter y los zapatos, prepara un sándwich, rápido, déjalo en la lonchera, es
color rosa. Pon todo sobre el sillón así no olvidará tomarlo cuando se vayan.
Añoras la tranquilidad, ésa que existe cuando no
está él; ésa que aparece cuando ella entra al colegio y te dice dulcemente al
oído, siempre a la par de un abrazo “Te amo Mami”. A su padre nunca le ha dado
muestra de cariño, creo, incluso, que, ella teme a…!Despierta! Sigue con su
ropa, que no se te olvide el traje azul, aquel que combina con las paredes de
la estancia, el sólo mirar el color, te causa ansiedad. Recuerda, él está
lejos, por ahora, ve al ropero, él está a un lado de tu habitación. No olvides
que la corbata también debe de estar lista, aquella azul claro, la que, según
recuerdas, solía resaltar sus ojos ¿todavía se verá igual? No lo sabes, hace
tiempo que no levantas la mirada más allá del suelo. ¡Despierta! El café ya
está listo, el olor lo va a levantar, siempre lo hace; mira el reloj, 6:35 am,
faltan 5 minutos para que comience el… ¿ya planchaste la camisa? Ya, cierto, lo
hiciste anoche. Ahora el pan se está preparando, cuece la avena. ¿Acaso ella
podrá recordar a su padre? Tal vez sólo siente que algo es diferente a como
solía ser. Vuelves a ver el reloj, 6:40 am. ¡Despierta! Escuchas pasos, él se
acerca. Apresúrate, el café está listo y perfecto en la taza, no olvides el
pan; bien, ahora sirve la avena.
Dile “buenos días”. No lo mires a los ojos. No
preguntes por qué llegó tarde anoche, ya sabes la respuesta limítate a solo
saludar. Continúa, no esperes una disculpa, tampoco una excusa, él jamás te las
dará. ¡Despierta! Se acerca, comienza el color azul, cada vez más oscuro, a un
punto de casi ser negro ¿Qué hiciste mal?, ¿ya lo viste?; algo extraño en el
café. No sale humo. Quedó frío, si lo hubieras servido un minuto después, sí sólo…
pero como puedes ser tan inep… !Despierta! Está ahí, lo sientes, te duele y lo
mereces.
¡Despierta! Ha terminado, se fue al trabajo,
ella tiene que despertar, 7:00 am, ve al cuarto, ya se levantó, ruega porque no
fuera tu tontería la que la despertó, recuerda que no hubo ruido, solo color.
Siente la calma de saber que no escuchó. Cada día aprendes a gritar hacia
adentro, todo para mantener el amarillo en su vida. Se termina de cambiar, ya
lo puede hacer sola, ha crecido mucho. Temes por ella. Se acerca y te da un
abrazo y te mira con esos ojos dulces como la miel, son ese reflejo de los
tuyos.
¡Despierta! ¿Escuchaste eso?, evidentemente lo
escuchaste: “ya pude sola, Mami”. Sonríes levemente, recuerdas cuando nació y
cómo todo ha cambiado. Le tomas el cabello para poder peinarla; pones un moño
rosa sobre el frondoso resplandor de sol que heredó de ti. La noche de su padre
no debe consumir ese brillo. Bajan juntas al comedor. ¿Recuerdas a su padre? tu
sabes que él no regresará, por más que intentes, no puedes hacer que sea… ¡Despierta!
Hora de ir a la escuela, sube al carro, pero antes ponle el suéter.
¡Despierta! Llegaron y no recuerdas en qué
pensabas. Ella se baja el coche. Te abraza, ya sabes qué dirá. La miras entrar,
ahora está a salvo. Pero ese acercamiento a la felicidad; el que sientes sólo
con ella, ha terminado. Tomas el coche y piensas a dónde ir. Imaginas cómo
sería su vida sin ti. La de ella, claro, la de él, el verdadero, terminó hace
mucho; al menos para ti. Pero ella es importante, incluso lo es más que tú, ¿la
llevarás contigo?
¡Despierta! El tráfico avanza y tú sigues
detenida, boba. Te adentras a tus pensamientos de nuevo, no la llevarías. No
eres lo suficientemente valiente, aquí tiene oportunidades, tiene un futuro.
Contigo no tendría nada, sólo te queda esperar que no pregunte mucho por ti,
que su padre no te vea en reflejo de sus ojos, que los únicos colores que
conozca sigan siendo felices, que jamás pierda el amarillo de su vida, que
reconozca su reflejo, que no sea como tú.
¡Despierta! Llegaste, pero, ¿cómo fue que
llegaste ahí? Fue inconsciente, tú quieres eso, lo quieres desde que empezaste
a ver los terribles morado y azul fusionarse con el verde que amabas.
-¿quiere una pomada?- ¡Despierta! La empleada te ofrece una pomada de frasco blanco. Ella los
notó. No comenta nada, pero sabe que los tienes, y tú igual; sabes que esos
moretones los dejó él, quien más si no. Debió de ser fuerte para que después de
una hora se notaran tanto, posiblemente te desacomodaste la bufanda. Tocas tu
cuello para acomodarla y lo notas, olvidaste usarla. Te repites lo torpe que
eres una y otra vez; te mereces cada color azul, cada morado y hasta los
verdes. Ves cómo la empleada quien tiene flamas por cabello señala en el anaquel
a su izquierda, aquel color blanco el cual combina con su bata; con su amplia
sonrisa. El blanco simboliza pureza y paz. No puedes imaginar qué pasa si
juntas el blanco con el morado. ¿Qué es el color lila? No es más que un morado
con mucho blanco; sigue siendo el mismo; aunque lo ocultes con el blanco de la
pomada jamás dejará de ser ese terrible tono; si llevas la pureza a casa, tu
vida dejará de ser azul como la noche, empezará a ser como el mar; pero
recuerda, el mar tiene turbulencia; no sabes cuándo una terrible ráfaga de
viento azotará y lo dejará desordenado; así sería tu vida; dejar la noche
oscura, espeluznante y repetitiva por el mar; aparentemente bello; con más
secretos de los que puede guardar, con un desorden y un temor a aquella ráfaga
peligrosa. Recuerda; no puedes apagar el negro con sólo agregarle blanco; lo
único que conseguirías sería un gris; para apagarlo creo que… ¡Despierta! No le
has contestado a la chica de sonrisa amplia y cabello de fuego. No quieres la
pomada. Quieres las pastillas; apresúrate a comprarlas.
Llegas a
lo que solías conocer cómo Casa; una palabra que no relacionas a ningún lugar.
Se ha convertido en una palabra más. Abre la puerta con cuidado. Ve a la
cocina. Toma un vaso de cristal, el más grande que tengas; necesitarás mucha
agua.
Mano derecha, llevas un frasco repleto de
pastillas. Deseas que sean suficientes. Mano izquierda, tienes el vaso de
cristal más grande que encontraste, repleto de agua, ésa si será suficiente; no
lo vayas a tirar, no hagas que ésa sea tu última tontería. Termina esto con un
poco de dignidad. Paso a paso subes las escaleras; cuentas los escalones para
llegar; 15, los has contado tantas veces. Llegas, te detienes frente al
pasillo. Dudas sobre tus decisiones. Consideras el continuar o dejar esto como
siempre. Mano derecha. Te convences. Entras al cuarto. Cierras con seguro. Un
trago de agua por una pastilla. Traga. Repite. Respira. Espera que acabe
pronto.
¡Despierta! ¿Lo escuchas? Es continuo. Es
armónico. Lo has escuchado antes; no recuerdas en dónde, pero por primera vez
en años encuentras una relación con la palabra hogar. Sólo son ese sonido y tú.
Abre los ojos. Todo es blanco. Observa bien.
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