La
Guerra Psicopolítica y El Movimiento del 68
Patricia
Montaño Flores
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Fuente de imagen: http://www.jornada.unam.mx |
Sobre
el movimiento de 68´, considera Viviane Brachet que de acuerdo con sus
características se le puede enmarcar dentro de los Nuevos Movimientos Sociales;
“nuevo”, en la medida en que se haya
observado en sus prácticas cotidianas y en sus fórmulas de organización un
rechazo de las formas dominantes de organización política mexicana: al ser, por
ejemplo, igualitarias en medio de una sociedad profundamente jerarquizada,
directa en sus demandas sociales, en oposición con la establecida verticalidad
apoyada en el mecanismo clientelar. Bajo
la visión de Fowaraker, puede verse como generador del cambio en la relación
entre sociedad y Estado, pero sin poner en peligro la hegemonía del partido. [1]
Las primeras movilizaciones
estudiantiles se dieron con las protestas en 1966 en contra de la imposición de
un examen como condición para ingresar en la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM). Esta protesta
se entiende si se considera que la universidad representa en México una vía de
movilidad social. Los exámenes de admisión se veían como un medio para excluir
a una gran parte de la población. Después de varias semanas de disturbios en la UNAM , durante los cuales los
estudiantes llegaron a tomar la rectoría por la fuerza, se restableció la calma
al retirarse Ignacio Chávez, el rector reformador. Fue sustituido por Barro
Sierra, quien inmediatamente retiró la propuesta de reforma universitaria. Sin
embargo, los sucesos en la UNAM
no quedaron sin eco en el resto del país. A pesar de que no se presentaron
proyectos de reforma similares en las universidades de la provincia, éstas
presentaron diversos movimientos estudiantiles que pronto fueron reprimidos. En
octubre de 1966, el ejército fue enviado a la Universidad de
Guanajuato y apresó a todos los “agitadores”. En el año siguiente, los
levantamientos continuaron en otras universidades como Tabasco, Morelos y Puebla. Todos fueron
violentamente reprimidos. [2]
El año de 1968 empezó con una marcha
de protesta desde Guanajuato hasta Morelia, organizada por los estudiantes
guanajuatenses que exigían la libertad de los estudiantes apresados en 1966. Esta marcha fue violentamente
interrumpida y dispersada por el ejército. El movimiento de la capital empezó a
principios de 1968 con peleas entre escuelas preparatorias, en las cuales
intervino la policía dejando un sinnúmero de heridos y arrestados. Lejos de
apaciguar el ambiente, estas demostraciones de fuerza enfurecieron a los
estudiantes. Como respuesta, el 26 de julio organizaron una manifestación para
protestar contra la violencia policiaca y conmemorar el aniversario de la Revolución cubana. La
represión final que terminó con la matanza de Tlatelolco, se dio cuando marchas
de campesinos, trabajadores y varios grupos del sector popular (taxistas,
vendedores ambulantes) empezaron a juntarse con los estudiantes. [3]
El movimiento estudiantil en México se trató de un proceso a la vez
intermitente y aglutinador, que fue incluyendo cada vez más grupos sociales,
conforme iba aumentando la represión policiaca. Se trataba de un levantamiento
que amenazaba la estabilidad del régimen
presidencialista de partido único: primero, porque las ideas libertarias difundidas por sus
portavoces podían contaminar a sectores de las clases medias que sí formaban
parte del aparato corporativo (Confederación Nacional de Organizaciones
Populares (CNOP), tales como los maestros o los pobres urbanos), quienes los
apoyaron en su conflicto con la
UNAM. Pero también existía el riesgo de que movilizaran a
grupos obreros y campesinos disidentes que habían resistido todos los intentos
anteriores de incorporación. La amenaza potencial al movimiento obrero se vio
confirmada por el hecho de que las brigadas estudiantiles establecieron
comunicación con varios grupos obreros (ferrocarrileros, petroleros y
electricistas), campesinos y empleados. [4]
El peligro era, naturalmente, que
las demandas de liberalizar la política expresadas por los estudiantes llegaran
a ser compartidas por un grupo mayoritario en todos los sectores del partido
oficial. En resumen, al cuestionar la legitimidad de la autoridad gubernamental
en forma tan abierta e internacionalmente visible como lo hicieron, los
estudiantes desataban una crisis de confianza en un sistema que empezaba a mostrar
señales de erosión ideológica. [5]
Por eso, la lógica del gobierno de
Díaz Ordaz, junto con su secretario de gobernación, fue disolver el movimiento
estudiantil lo antes posible; primero,
porque estaban a diez días de que diera inicio los juegos olímpicos; segundo,
porque estaba a poco menos de dos años de celebrarse la elección presidencial
del partido único en México ( 5 de julio de 1970), en la cual figuraría como
candidato único Luis Echeverría. De no
haber sido de esta manera, el fin del movimiento estudiantil se hubiera
convertido en transformador del sistema político mexicano, desapareciendo al
partido oficial y por ende a su candidato ya designado.
Los aparatos de represión estatal,
propios de un sistema autoritario, se hacen observar en el lanzamiento de gases
lacrimógenos de los granaderos, asaltos de paramilitares y policías a las
escuelas vocacionales, la infiltración
de grupos de choque identificados con un pañuelo o guante blanco en la mano
izquierda, arresto de los integrantes del Consejo Nacional de Huelga por parte
de militares, disparos de francotiradores desde los edificios que rodean la
plaza de las tres culturas, la propaganda política de desinformación que hacen
los medios de comunicación ligados al poder.
El desarrollo del trabajo consiste
en analizar la lógica de los medios de
comunicación respecto al movimiento estudiantil del 68´, es decir, la acción
que los conduce a desprestigiarlo, a partir del empleo de la propaganda sucia.
Echeverría y la
prensa
El 2 de
enero de 1968, Luis Echeverría Álvarez llegó a la oficina del presidente Díaz
Ordaz, para llegar a acuerdos sobre la política interna. Uno de ellos, los
recursos para investigaciones y propaganda política. El problema no estaba en
cuánto y cómo usar los recursos, para eso Echeverría siempre tuvo toda la
libertad y complacencia de Díaz Ordaz. Más bien en cómo justificar ante los
despachos contables el uso de dinero público para fines no justificados
legalmente. Pero, a decir verdad, tampoco eso era un problema, siempre había
una partida que pudiera absorber los gastos sin que se requiriera ningún tipo
de comprobación. [6]
El 2 de
enero Echeverría salió de Los Pinos con otro acuerdo bajo el brazo. Recursos
“para los servicios de personal de planta y comisionados accidentales para la
práctica de investigaciones y trabajos de propaganda de la más diversa índole,
llegándose a dar el caso de que, por convenir así a un fin de gobierno, lleguen
a emplearse elementos extranjeros en dichos servicios.
Pero estos
acuerdos presidenciales son apenas un indicio de lo que en la práctica ocurría
con el manejo de recursos públicos para beneficio de periodistas y medios de
comunicación. Las nóminas de a quiénes se les «apoya» y a cuánto ascendían
estos apoyos, son abundantes. Necesariamente en este caso habría que citar los
montos y los beneficiados, dejando muy claro que estas nóminas son
responsabilidad de la
Secretaría de Gobernación.
Pero esto
existía de tiempo atrás. Desde 1963, al menos en los documentos, la Presidencia de la República como parte de
los usos y costumbres en su relación con la prensa, disponía de una parte del
presupuesto para «apoyos» a medios de comunicación y periodistas en todas sus
variantes.
Esto quedó
establecido oficialmente bajo los conceptos de partidas especiales e
imprevistas, pero que finalmente terminaban bajo el rubro de subsidios y apoyos
para medios y periodistas. El subsidio
que se autoriza en este acuerdo no afecta el presupuesto ni causa ampliaciones
al mismo. Se trata de gastos corrientes», explicaba a su vez la Dirección de Inversiones
de la Secretaría
de la Presidencia. La
lista comienza con las revistas “Mañana”,
“Hoy”, “Revista de América”, “Tiempo”, “Todo”, “Mujeres”, que recibían dos mil
pesos; mientras que a las revistas Nosotros, Mire e Imagen, se les subsidiaba
con mil pesos. A La Voz
del Sureste, con dos mil quinientos y a “La Crónica Ilustrada”, con tres mil
pesos.[7]
Se acordó
otorgar recursos mensuales adicionales a las revistas “Siempre”, “Impacto” y “Tiempo”
por dos mil pesos y a la Oficina Periodística de Orientación Popular por
diez mil pesos.
En este
mismo paquete entraban los apoyos para el Consejo Nacional de Defensa
Inquilinaria (tres mil pesos), Alianza de Mujeres de México
(tres mil doscientos pesos); Asociación Cívica de Parlamentarios dela Revolución (diez mil
pesos), embajada de la
República Española en México (veinte mil pesos).
(tres mil doscientos pesos); Asociación Cívica de Parlamentarios de
El monto
asignado al gobierno para propaganda fue
de casi cinco millones y medio de pesos, con una aclaración: «Imprevistos
correspondiente a lo que se llama Gastos de Propaganda». Sin duda no era el
rubro más alto. Por ahí, en el caso de los gastos que debía erogar Gobernación
por concepto de viáticos y pasajes, para el desempeño de comisiones
confidenciales, prefirieron dejar abierta la partida.
Entre la
herencia documental quedaron también algunas de las nóminas de apoyos a algunos
personajes relacionados con los medios nacionales e internacionales, por
ejemplo: a John Abney Robinson se la
apoyaba con doce mil quinientos pesos para la difusión periodística en Estados
Unidos y a Catherine Manjarrez, de la Oficina de Corresponsales Extranjeros, apenas seiscientos
pesos. Ahí aparece también el columnista
Julio Teissier, quien recibía cuando menos cuatro mil pesos mensuales como
subsidio.
Era regla no
escrita desaparecer recibos o documentos que delataran los montos otorgados a
los medios y periodistas. Sin embargo, algunos funcionarios tenían la costumbre
de reservarse nombres y cifras para lo que en otro momento pudiera hacer falta.
Uno de esos
documentos de 1967-1968 que sobrevivieron a la extinción permanente, revela los
siguientes datos: “Excélsior”, 50 mil pesos.
—Funcionarios de la cooperativa Excélsior, 30 mil pesos; “El Universal” (Empresa) 50 mil pesos; “Novedades” (Empresa), 50 mil pesos; “Diario de México” (F. Bracamontes), 10 mil pesos; “El Nacional” (O. Medal) 300 pesos; “Ovaciones” 1a y 2a (A discusión); “Revista Mañana” (Moralitos) 5 mil pesos; “Revista Política” (Manuel Marcué Pardiñas) 10 mil pesos.[8]
—Funcionarios de la cooperativa Excélsior, 30 mil pesos; “El Universal” (Empresa) 50 mil pesos; “Novedades” (Empresa), 50 mil pesos; “Diario de México” (F. Bracamontes), 10 mil pesos; “El Nacional” (O. Medal) 300 pesos; “Ovaciones” 1a y 2a (A discusión); “Revista Mañana” (Moralitos) 5 mil pesos; “Revista Política” (Manuel Marcué Pardiñas) 10 mil pesos.[8]
La
subordinación de los medios al poder político fue resultante de dos tipos de
subsidios: los más sencillos, en apoyo a la economía de los periodistas, y los
complejos, financiando los procesos productivos. Las aportaciones constantes al
salario del periodista a través del llamado sobre, embute o chayo,
y la facilitación en la obtención de permisos para operar servicios rentables,
son las formas más conocidas del soborno del poder político a los individuos.
Las más oscuras involucraban a las instituciones, y pueden leerse como arreglos
entre poderes (gobierno y empresas periodísticas). Sobresalen entre esos acuerdos
subsidiarios: los precios preferenciales de insumos y servicios (como papel y
electricidad), la aplicación especial del régimen fiscal, condonación de
deudas por concepto de seguridad social, créditos preferentes para adquirir
bienes, donación de inmuebles, viáticos de periodistas durante las giras de
funcionarios, gratificaciones y regalos a directivos, y la mayor forma de
subsidio -que aún constituye un medio de control: la asignación de publicidad
oficial en grandes cantidades y pagada por anticipado, que para muchos medios
era (o sigue siendo) la fuente de su supervivencia-. Estas son sólo algunas de
las prácticas perversas del pasado reciente del periodismo nacional.[9]
O financiar programas de televisión. Cada uno de los noticiarios Ocho Columnas, que dirigía Carlos Denegri, le costaba al gobierno un promedio de 1,850 pesos. Este tenía una duración de 15 minutos y se trasmitía en el Canal
Carlos
Monsiváis, en “Parte de Guerra”, menciona a Carlos Denegri, de la siguiente
manera: “Es el arquetipo de este servilismo, columnista del poderosísimo diario
Excelsior, al que la clase política lee devocionalmente. Denegri es despótico,
turbio, machista hasta la ignominia (pleonasmo), adulador sin tregua. Denegri
chantajea, miente, usa de su columna para enviar a los interesados los mensajes
de la dirigencia priísta o de la
Secretaría de Gobernación”.
[11]
Carlos
Denegri se prestigia ante sus patrocinadores: “Ahora son algunos de los jóvenes
mexicanos los que han sido contaminados. Son ellos los que, apresados por esta
fiebre, por esta enervación de los sentidos, se lanzan a las calles, con falsas
banderas, y con las consignas de alterar el orden, atacar a todo lo que
implique paz, tranquilidad, progreso” (“reproducido a plana entera por la Asociación Nacional
de Periodistas, A.C. Excélsior, 29 de agosto)”[12]
Denegri dirigía, asimismo, el
semanario “Revista de Revistas”, matriz natal del periódico “Noctámbulas”, una
revista que resumía temas mundanos y “Nuestra Opinión”, una carta de
información confidencial. Igualmente
dirigía un programa de TV, en Canal 2, llamado “Miscelánea Denegri” y uno
radiofónico, en la XEQ ,
conocido como “Comentarios sellomáticos”.
En “Excélsior” escribía la columna diaria, “Buenos Días”, y tres veces
por semana la “Miscelánea”. Sin embargo,
“Miscelánea Semanal”, que salía los domingos, era la más leída en la República. Esta se dividía en dos
secciones: “Gran Mundo”, dedicada a las notas y chismes de la sociedad
metropolitana (noviazgos, bautizos, bodas, viajes, defunciones, fiestas) y
“Fichero político”, ambas desplegadas a toda plana. Como su nombre lo indica, el “Fichero” se
refería por entero al ambiente político. Sus actores y lectores la catalogaban como la
biblia. Todo aquel que pertenecía, o
intentaba ingresar a esa fauna, buscaba figurar o soñaba con debutar en ella. Lógico: el “Fichero” era el muestrario
informativo más enterado del país, porque su principal proveedor de noticias (o
intrigas) era Francisco Galindo Ochoa, nada menos que el jefe de Prensa del
PRI.[13]
De
la mano de Francisco Galindo Ochoa (desde Miguel Alemán y hasta José López
Portillo poderoso asesor de prensa de todos los presidentes, con excepción de
Luis Echeverría), Carlos Denegri escribe Fichero político: "exitoso
diccionario de intriga y extorsión", según Becerra Acosta, que es
antecedente directo de la columna política en México, en el cual se juega con
prestigios y carreras y se calculan costos y ganancias personales como si fuera
una partida de dominó.
Sus
relaciones con las altas esferas de la política y la economía garantizaban la
impunidad de sus excesos, y su conocimiento de secretos de alcoba, de negocios
turbios, de pasados oscuros, su capacidad para generar rumores hacía que nadie
se atreviera a desafiarlo.
Otro
estratega de la información al servicio de Gustavo Díaz Ordaz era Gabriel
Alarcón, director de El Heraldo de México. En Nexos 246 se da a conocer
un documento revelador en extremo del comportamiento amistoso de la mayoría de
las publicaciones; la carta del 24 de septiembre de 1968[14],
que el director de El Heraldo de México, le dirige a Díaz Ordaz:
“ Antes que nada, deseo expresar a usted que la amistad y la lealtad que le
profeso, las antepongo a todo, y al exponer seguidamente mi actuación en los
problemas estudiantiles lo hago para que no
exista duda de mi buena fe y entrega a su gobierno, y muy especialmente a que respaldo abiertamente su actuación valiente
sensata y patriótica. Usted, señor Presidente me conoce y sabe que no soy
falso. Estoy lo mismo que mis hijos, con usted y respaldamos firmemente su actuación con nuestra modesta forma de actuar; pero le pedimos su orientación por lo que en seguida
expongo”.
A lo largo del documento,
Alarcón, le informa al ex presidente de su acercamiento con algunos de sus
funcionarios, quienes lo “guían” para las noticias de ocho columnas del diario.
Específicamente, informa sobre la orientación del regente del Distrito
Federal, el General Corona del Rosal,
quien ha ordenado la divulgación de que los estudiantes habían izado en el
Zócalo Capitalino la bandera rojinegra.
“Lic. Gral.
Corona del Rosal. Al igual que los funcionarios antes señalados, nos ha orientado sobre la forma en que nuestras informaciones resultan
negativas y la profanación a nuestra
Bandera Nacional. Cabe aclarar que nosotros proporcionamos a otros diarios la
foto del trapo que izaron en el asta bandera los estudiantes. En varias
ocasiones me ha hecho saber que le ha parecido muy correcta y positiva nuestra
forma de actuar.”
Con
respecto al secretario de la Presidencia Emilio
Martínez Manatou, se expresa como sigue:
“ Dr. Emilio
Martínez Manautou. El jueves pasado me llamó a primera hora para felicitarnos por la forma en que
se destacaba en primera plana la foto del Che y las aulas universitarias con
nombres de líderes comunistas así como nuestra información gráfica. A Pregunta
mía manifestó que le gustaba la forma en
que estábamos ayudando al gobierno con
nuestra información y la convivencia de seguir ayudando en igual forma”.
Al final del documento, menciona al Secretario de la Defensa Agustín
Salvat, diciendo que ambos habían revisado todas las publicaciones de “El
Heraldo”, y que no se había encontrado “nada que pudiera interpretarse como
negativo al gobierno”.
Propaganda, desinformación y
guerra psicológica en el levantamiento estudiantil del 68´
En
el terreno de la comunicación social, la guerra ha sido un factor de progreso.
Guerra y propaganda son dos conceptos que han ido estrechamente unidos; es
decir, guerra y guerra psicológica son casi sencillamente sinónimos, o el uno
contiene al otro.[15]
El Estado necesita del consenso de
su propia opinión pública y lo busca a través de los medios de comunicación: El
movimiento del 68´es una novedad histórica por las actitudes, las influencias y
las decisiones cívicas…El cálculo propagandístico tiene muy en cuenta el
arraigo popular del anticomunismo: “si
los acusamos de comunistas automáticamente quedarán aislados”. Lo malo para el
gobierno es el número de participantes, el impacto de las brigadas y la
ausencia de fraseología “bolchevique”.[16]
El
autor Alejandro Pizarroso[17],
escribe que la comunicación social implica “persuasión”, definida como el
proceso comunicativo cuya clave está en la respuesta del receptor, es decir,
aquel que pretende promover una dependencia interactiva entre emisor y receptor
mediante la formación, reforzamiento o modificación de la respuesta del
receptor. Es un proceso comunicativo cuya finalidad y objetivo es la
influencia. Un mensaje persuasivo se conforma con la conducta que el
emisor desea que sea adoptada
voluntariamente por el receptor. La persuasión actúa sobre el corazón,
emociones y no sobre la mente.
La
“propaganda” en el terreno de la comunicación social, implica un proceso de
información y un proceso de persuasión, control de flujo de la información,
dirección de la opinión pública y manipulación de conductas o modelos de
conductas.
La
propaganda, ha sido definida por Violet Edwards[18],
como la expresión de una opinión o acción por individuos o grupos,
deliberadamente orientada a influir opiniones o acciones de otros individuos o
grupos para unos fines determinados.
La
“desinformación” es una de las técnicas propagandísticas que más eficacia
pueden tener en un conflicto bélico. El término desinformar, significa dar
información intencionalmente manipulada al servicio de ciertos fines; dar
información insuficiente u omitirla. Es la difusión deliberada de noticias
falsas con una finalidad política por parte de un gobierno con poder real de
hecho.
Desde la oficina de Echeverría en la Secretaría de
Gobernación, salieron las directrices que orientaron la política de
comunicación social –todavía no se llamaba así– hacia los estudiantes. “Había
que evitar que en los medios se siguieran empleando los términos ‘estudiantes’
y ‘conflicto estudiantil’, para aplicarles términos como ‘conjurados’,
‘terroristas’, ‘guerrilleros’, ‘agitadores’, ‘anarquistas’, ‘apátridas’,
‘mercenarios’, ‘traidores’, ‘extranjeros’, ‘facinerosos’. El eufemismo como
mecanismo eficaz de propaganda política contra el adversario... El lenguaje
como arma”.[19]
Los
medios de información (Excélsior y El Heraldo), los diarios más importantes en
ese entonces, difundían en las portadas de ambos periódicos, “la teoría de la conjura”: “grupos
subversivos conspiran en contra de la tranquilidad y la vida pacífica del país”.
En esto había consistido la desinformación.
En
1968, la televisión privada se niega a difundir las posiciones del Movimiento.
Se prodigan las calumnias y las llamadas al linchamiento moral, los noticieros
delatan la insignificancia numérica de las marchas.
Jacobo
Zabludovsky fue Coordinador de Radio y Televisión de la Presidencia de la República y Consejero de
la Dirección
de Difusión y Relaciones Públicas de la Presidencia de la República en los
regímenes de los Licenciados Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz; en la pantalla televisiva, reprodujo
la versión oficial, pero tuvo la osadía de salir a cuadro con una corbata
negra, suficiente para que el propio Gustavo Díaz Ordaz lo reprendiera.[20]
La versión oficial era que “la izquierda, radical que mucho se había
soliviantado en el régimen anterior, recibió órdenes precisas del comunismo
internacional de aprovechar los preparativos de la Olimpiada para
desarrollar en México la parte que en la Revolución Mundial
le estaba asignada. Díaz Ordaz no tuvo más opción que emplear la fuerza para
contener la violencia en que nos querían envolver”. (Teoría de la Conjura ). [21]
En
1998, a
treinta años de haberse cometido la masacre en Tlatelolco, en una entrevista
que le hace el periódico La Jornada[22]
al locutor oficial del gobierno, se le
pregunta por qué había empleado el término “trantando de informar” sobre lo acontecido,
es decir, si ¿no se podía informar de todo? a lo que Zabludovsky respondió:
“No. Eran
momentos de una estricta vigilancia por parte de las autoridades, que estaban
empeñadas en que ninguno de los medios diera una información que ellos
consideraban excesiva. Nos reducían a nuestra mínima expresión. Recuerdo una
restricción a nuestras posibilidades de informar. Y cuando digo ``nuestras'' me
refiero a todos los periodistas, no sólo a la televisión. Un ejemplo: el
periódico Excélsior, que dirigía Julio Scherer García, dedica su cabeza
de ocho columnas del 4 de octubre, cuando todavía la sangre de Tlatelolco no
había coagulado, a decir que sí va a haber Juegos Olímpicos en México”.
Desinformación
y propaganda se solapan como fenómenos dentro del fenómeno de la guerra
psicológica, pues en esta última, afirma Maurice Migret, convergen numerosas
acciones diversas que no tienen en común más que la confusión del adversario y
el debilitamiento de su resistencia.[23]
Conclusiones
Medios esenciales para la guerra: la
acción psicológica, la propaganda dirigida al propio bando, al adversario o a
los neutrales, puede modificar el equilibrio de fuerzas a favor de quien mejor
desarrolle estas técnicas.
En el caso del movimiento
estudiantil del 68´, los medios de comunicación se pusieron al servicio de una
apolítica de intervención y admitieron todo tipo de manipulación desde el
poder.
El
ciudadano medio sufre un bombardeo que de ningún modo puede asimilar. Acepta
con absoluta naturalidad lo que le dicen unos medios que en general gozan de un
alto nivel de credibilidad (Excélsior). En México se ha pasado de la
fabricación del consenso del que habló Walter Lippnam a la ingeniería de éste,
es decir, de la manipulación de las noticias y programas tanto en la prensa
como en los medios electrónicos, a la fabricación y construcción de conceptos
sobre una realidad virtual e imponente de opiniones, sentimientos y deberes,
generando con ello consenso de opinión funcional y útil para mantener el
dominio de los poderes hegemónicos, hoy representados y dirigidos por clases
empresariales y financieros.
El fin instrumental de la acción
mediática en contra del movimiento del 68´ era lograr la desafección política
de los ciudadanos, para restarle legitimidad al movimiento y con ello truncar
sus posibilidades de haber transformado la forma de hacer política en nuestro
país.
Quienes ostentan el poder tienen la
capacidad, con su estructura de alcance nacional y regional, de fijar los
términos del discurso dominante y determinar lo que el público puede ver, oír,
y pensar. La mayoría de la gente depende de los medios, televisión, radio y
prensa para formarse una idea y una posición respecto a los temas públicos.
Los medios en México han acumulado
un gran poder que los ubica a la “derecha del padre”, es decir, como un factor
real de poder creciente y determinante en la conducción y destino de la nación.
Creciente porque frente a otros poderes, fundamentalmente políticos y
religiosos, llegan a sobrepasarlos, ya que al acumular más recursos económicos
e influir en la conformación de las ideas totalizadoras y hegemónicas rebasan
los alcances de un poder político o religioso estacionario o local. Y determinante porque como actores, sujetos de
intereses, los dueños de los medios luchan para mantener sus prerrogativas y
hacen uso de su imán como aliado fundamental de cualquier grupo o sector del
poder.
BIBLIOGRAFÍA
Brachet,
Viviane. “Las movilizaciones estudiantiles 1968 y 1988” . En Transformaciones
sociales y acciones colectivas. Colegio de México, México. 1994
Monsiváis,
Carlos y Julio Scherer. Parte de Guerra: Tlatelolco 1968. Nuevo Siglo. México,
1998
Pizarrso
Quintero, A. “Guerra y Comunicación. Propaganda , desinformación y guerra
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información y violencia simbólica. Fronesis, España, 2004.
Poniatowska,
Elena. La prensa en tiempos de Díaz Ordaz, A vuelo de pájaro. La Jornada. 2 de Octubre de
1998.
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de octubre de 1998
Revista
Emeequis, “Los archivos prohibidos de la
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Revista
Mexicana de Comunicación. “Mirada sociológica al periodismo mexicano”. México, 2005
Revista
Águila o sol. “Carlos Denegri”, México, 2006
Revista
Nexos 246, México, 1998
www.
latarde. com.mx
ENSAYO
SOCIOLOPOLÍTICO
ELABORADO POR:
PATRICIA MONTAÑO FLORES
AGOSTO DE 2008
[1] Brachet, Viviane. “Las movilizaciones estudiantiles
1968 y 1988” .
En Transformaciones sociales y acciones colectivas. Colegio de México, México.
1994, p. 259.
[2] Ibid., p. 261.
[3] Ibid., p. 262
[4] Ibid., p.263
[5] Ibid., p. 264
[6] Véase en: www. latarde. com.mx
[7] Revista Emeequis, “Los archivos
prohibidos de la prensa y el poder”. México, 2007. p. 28
[8] Ibid., p. 28
[9] Revista Mexicana de Comunicación. “Mirada sociológica al periodismo
mexicano”. p. 12
[10] Revista Emmeequis, p. 29
[11] Monsiváis, Carlos y Julio Scherer. Parte de Guerra: Tlatelolco 1968.
Nuevo Siglo. México, 1998, p. 174
[12] Ibid., p. 177
[13] Revista Águila o sol. “Carlos Denegri”, p. 21
[14] Revista Nexos, 246, México, p. 8
[15] Pizarro Quintero, A. “Guerra y Comunicación. Propaganda ,
desinformación y guerra psicológica en los conflictos armados”. En Culturas de
guerra: Medios de información y violencia simbólica. Fronesis, España, 2004. P.
141
[17] Pizarroso Quintero, A. op cit. 145
[18] Pizarroso Quintero, A. op. Cit. p. 147
[19] Poniatowska, Elena. La prensa en tiempos de Díaz Ordaz, A vuelo de
pájaro. La Jornada.
2 de Octubre de 1998.
[20]Periódico La Jornada ,
2 de octubre de 1998
[21] Monsiváis, C. op. Cit. 136
[22] La Jornada ,
2 de octubre 1998, p. 26
[23] Pizzarro Quintero, A. op. Cit. p. 148
Tal vez y desde entonces se instauro en México la más eficaz represión lo que desde siempre ha sido la "ley mordaza" En 1968 se llego al descaro y el momento fue propicio, había que terminar con una rebelión que se estaba instalando en un medio propicio, en el cuerpo político de los medios de comunicación que se encontraban en desarrollo. La dosis administrada fue la adecuada y comenzó la era de la distracción. ¿Que nos trajo la resaca detrás la cortina de humo de los juegos olímpicos? ¿Quiénes somos hoy? ¿acaso la reflexión sigue siendo de quienes escriben a través de la nube del tiempo? o de quienes hablan desde la tribuna heredada.
ResponderEliminarGracias por tu comentario Leticia; sin duda alguna, son muchas las artistas que debemos plantearnos desde este presente que configura nuestro pasado.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Comitè Editorial
Óclesis