Convocatoria abierta para revista Óclesis
martes, 30 de julio de 2013
Miscelánea Oclética V
Petru Cimpoeşu. Literatura de la confusión
Penélope Córdova
Publicado
en Laberinto, Suplemento Cultural de Milenio, Sábado 17 de Julio de 2010
Por: Paco
Echeverría
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Fuente de imagen: Exprofeso para Óclesis Por Arturo Vázquez Muñoz |
Transición es un eufemismo que se
utiliza en los países que experimentaron el paso del comunismo soviético al
capitalismo. Lo que en realidad significa es Confusión. A finales de los noventa, Rumanía luchaba por ser un
digno miembro de la Unión Europea ;
los rumanos comprendieron que debían comportarse a la altura, aunque sin saber
exactamente cómo hacerlo. El escritor Petru Cimpoeşu (1952), considerado como
uno de los mejores prosistas de su país, escogió a los inquilinos de un insulso
bloque de viviendas en provincia para simbolizar el caos que reina desde esos
años. Un santo en el ascensor (Ed.
Intermon Oxfam-Icaria, 2007) utiliza irónicamente la figura de San Simeón Estilita, quien en el siglo V rezó durante treinta y siete años en lo alto de una
columna con el fin de alcanzar la bienaventuranza. En la ciudad de Bacau, calle
de las Ovejas, el zapatero Simión, del primer piso, decide encerrarse en el
ascensor y orar desde las cumbres de la octava plaza.
Así
como Joseph Roth convirtió el Hotel Savoy
(1924) junto con sus habitantes en una metáfora del cambio, de la pérdida
asumida y de la búsqueda de un lugar en una realidad maltrecha, en el edificio
de Un santo en el ascensor, Cimpoeşu despliega
la crónica ficticia de una transición
desequilibrada. Lo que en Roth es resignación e impotencia, en Cimpoeşu es
ingenuidad y esperanza, acaso por ello resulte tan cómico. De aquel desajuste
social e individual nació la leyenda negra de que “las cosas eran mejores con
Ceausescu”. El capitalismo sirve de poco cuando, dice el escritor rumano, el
poder económico está en manos de los antiguos comunistas y su aparato represor.
Da
la impresión de que Cimpoeşu, al escribir sobre la tragedia de su país, se ríe
a hurtadillas, maliciosamente. Un santo
en el ascensor convierte el tono solemne y acusador de la literatura con
fines sociales en un cómico desfile de hombres y mujeres absurdos en un mundo
que no acaba de comprender porque la democracia les llegó con unas cuantas
décadas de atraso y no saben qué hacer con ella. El lector también sonríe, no
sin desconfianza, cuando se entera de los supuestos milagros y profecías de
Simión, quien, con parábolas urbanas y profecías, alecciona a sus vecinos e
interpreta el papel de guardián de consciencias. Sin embargo, la broma deja de
serlo cuando uno se encuentra a sí mismo entre esos incautos inquilinos y cae
en cuenta que, a pesar de no haber vivido tras un telón de acero, la propia
situación no está muy lejana.
La
confusión como condición del hombre del siglo XXI, abanderado de la democracia,
la tolerancia y la libertad, es una constante oculta que revela las tres
anteriores como falacias de un discurso político. Acaso sólo un milagro podría
hacer de la libertad globalizada el paraíso prometido, pero si es verdad que el
reino de los cielos está lleno de pobres de espíritu, tal vez convendría dejar
de rezar. Esta novela, como el espejo de Stendhal, demuestra que, en realidad,
los últimos serán siempre los últimos.
domingo, 28 de julio de 2013
Puntos suspensivos
Por: Kikey
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Fuente de imagen: http://www.oem.com.mx/elheraldodechiapas/notas/n2715576.htm |
Puntos suspensivos-1
Si alguna vez fuimos uno solo tú
y yo aún no lo sé, lo que me queda claro es que la compatibilidad y aquello llamado
química preexistía en aquel tiempo de caricias continuas. Sexo o no, aún me
acuerdo del ritual. Solías dejarme en la cama desnuda por momentos muy cortos,
si no era por tu ida hacia el cajón de los preservativos, era porque irías al
refrigerador para sacar aquel hielo que hacías recorrer en mi cuerpo mientras
me tapabas los ojos.
Quizás debí decirte que aquello último
no me excitaba en lo absoluto, pero posteriormente cuando mi piel absorbía
aquel derretir frio sólido, me provocaba un cierto escalofrió que al quedar
nada de aquella agua hecha un cubo, me elevaba la temperatura al máximo, cuando
por fin me descubrías la vista. Rozar tu espalda era la mejor parte, pese a que
esa postura la adquirías para desprenderte de todo ese flujo de vida metido en
un látex.
Después dormías y tal vez nunca te diste cuenta de que te
observaba, de que mi vida era perfecta en esa posición inclinada hacia a ti y
que aquel ciclo tan cero productivo de sosegarse, comer e ir de nuevo a tu
encuentro, era la mejor forma de desperdiciar y ganar tiempo irónicamente.
Ahora mis prácticas son muy
diferentes a todo aquello que hiciste de mí por noches y tardes, y aunque es más
salvaje y mucho mas explícito, carece de enfermedad de mi parte, de una locura
de saber que si hay una dulce muerte, sería de esa manera; con la vista muy en
alto mientras una boca trepaba por mi frente…
Puntos suspensivos/2
Tengo que admitir que alguna vez
conté con un amor altamente rentable.
Uno de esos que te sorprende con
flores, uno de aquellos que además te esperan a la salida de la escuela, y más
aparte, que aún les ocultas a tus padres.
De los que te hacen recordar esencias,
sonidos y lugares.
Unos de los que incluso rebasan
la ciencia del amor en cuanto a tiempo de enamoramiento, uno que se siente tan
eterno que al dormir junto a él, sientes tanta
paz que incluso se le llega a confundir en dulce muerte.
Un amor, de los que sus recuerdos se guardan a
color.
Uno de esos que contó con más de
un millón de besos y billones de condones en la basura.
Con miles y cientos de mensajes en texto, con
no sé cuántos disgustos, y un poco más de pretextos.
Con un poco más en disculpas y perdones que se
dieron en décimas.
Un amor de aquéllos que se
convierte al final en milésimas, en los que se sigue contando con el punto que
fue haciendo de una cantidad positiva, una negativa.
Un amor de los que disminuyendo
el porcentaje con el que le echas de menos, aun no se logra convertir en
ausencia…
Puntos suspensivos (3)
Una vez de ocio logré contar en
ti alrededor de 40 lunares repartidos entre tu cara, manos, espalda y pecho.
Cuando tuve que matar el tiempo hallé 5 rasguños entonces: de brazos, rodillas
y piernas. Al fin me estaba quedando dormida, pero vi, de 6 a 7 grietas en tus
labios y cayendo nuevamente en el aburrimiento fue cuando acerté con 3 marcas
que igual yo tenía; del palpitar, el sentir y la esencia…
domingo, 21 de julio de 2013
De
posteridades
Armando González
Torres
Publicado
en Laberinto, Suplemento Cultural de Milenio, Sábado 29 de Mayo de 2010
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Fuente de imagen: http://guarenabiblio.blogspot.mx/2012/08/el-legado-de-miguel-hernandez-regresa.html |
Por: Francisco Echeverría.
Los sepulcros de nuestros autores
dilectos no descansan y los afectos y famas íntimas siguen sometidas a la
voluble movilidad del gusto. Quizá sólo unos pocos autores pueden presumir una
prominencia invariable en las bibliotecas personales, el resto sube o baja
lugares constantemente. En el caso de Miguel Hernández (1910-1942) autor
entrañable de mi adolescencia y este año centenario, cierta incomodidad
retrospectiva adereza mi relectura de su poesía inspirada en el amor, la
indignación social y el relato de la desgracia. Acaso Miguel Hernández es un
poeta célebre por la empatía que su obra genera con un público más amplio que
el lector habitual de poesía, por su vida marcada por la tragedia y por su
asociación a una circunstancia histórica fundamental, que es la Guerra Civil española. Por lo
demás, su trayectoria es una épica de la voluntad literaria: nace con todos los
incentivos en contra para ser escritor, en un pueblo aislado y en el seno de
una familia pobre, absolutamente apartada del arte, acosada por la necesidad y
violentamente angustiada por las inclinaciones poco pragmáticas del hijo. En
algún momento, deja la escuela para ayudar a la familia, aunque el apoyo de un
sacerdote y de sus amigos lo mantienen en contacto con la lectura y le permiten
perseverar en la ilusión. El pertinaz aspirante, tras una serie de tropiezos,
por fin logra abandonar el pueblito asfixiante, establecerse en Madrid en
empleos modestos y comenzar a socializar y publicar. Al mismo tiempo, el joven
se acerca a los círculos de izquierda y, cuando la guerra estalla, juega un
papel activo como miembro del bando de la República. En el curso de la
refriega, e poeta, ya casado con su novia de juventud y padre de un hijo, es
apresado y muere cautivo cuando apenas rebasa los 30 años.
En
Hernández, a diferencia de otros autores, hay más un dramático itinerario vital
que una biografía intelectual: su formación en lo rica y anárquica que puede
ser la educación de un autodidacta de pueblo, antes del Internet, no tiene ni
por asomo la formación intelectual y el bagaje poético de sus contemporáneos y
sus inquietudes literarias son básicamente confesionales y testimoniales. Los
dos temas fundamentales de Hernández el amoroso y el político, se funden de
manera magistral en unos cuantos poemas, aunque en el conjunto de su producción
revelan a un poeta limitado en recursos y registros, con una idea esquemática
de su pasado y una ignorancia casi estremecedora del presente poético. En fin,
las mieles del prestigio provienen de una mezcla de valor intrínseco,
casualidad, inercias estéticas y razones sentimentales, mercadotécnicas o
políticas. Lo cierto es que Hernández no ostenta casi ninguno de los rasgos que
exaltan los cánones contemporáneos y acaso su longevidad en el firmamento
literario tiene que ver con un raro fenómeno de “condolencia estética” que
consagra a un autor en el que se combinan la figura del hombre de bien, con la
vocación poética más inflamada y el martirio político.
lunes, 15 de julio de 2013
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S/T 2004. Grabado Isis Samaniego |
Isis Samaniego o el engaño del ojo [1]
Conrado Zepeda Pallares
“Mi castración siempre ha sido
imaginada, un hombre me perturba y se introduce en mi cuerpo poco más o menos a
las tres de la mañana, anda en mis zapatos y se pasea por los jardines; se
esconde en el pozo de mis ojos y juega a seducir a la niña de mis adentros.”
Edipo, Isis Samaniego Y Valencia
Edipo, Isis Samaniego Y Valencia
El
engaño del ojo,
define así Baudrillarc al arte en Seducción.
Con esta afirmación establece la supremacía “femenina esencial” del acto
creativo sobre la masculina, en cuanto que la percepción masculina se encuentra
más en contacto, más en sintonía con la realidad, mientras que la manera de ver
de las mujeres es más simulada, envolvente y oscura. La seducción es el arte de
las mujeres, es la vida de las mujeres, la “manera” (la Gran Manniera, el gran estilo en italiano), el gran hallazgo de la creación humana y del acto creador humano. Para
la pintora Isis Samaniego el arte es una provocación de realidades que son
“realidades” pero que todo mundo quiere ver otra cosa: Así cuando dibujo una mariposa, es una puta “mariposa” y nada más y
cuando escribo una mariposa quiero decir una “mariposa”.
Isis Samaniego Y Valencia
García nos revela en entrevista ciertas ensoñaciones, reflexionadas en
autocrítica, en su pintura y escritura. Originaria de Río Blanco, Veracruz: Cuna del movimiento obrero y cuna de mi
origen subversivo, la pintora vivió en los poblados importantes
circunvecinos, así, Córdoba, Orizaba, Ciudad Mendoza, Nogales y Jalapa fueron
auditorio de sus palabras y de sus dibujos: Siempre
me gustó dibujar y escribir, siempre fui una escribana, poeta no, porque La
Poesía, con mayúscula, es una superioridad que sólo encontré fusionando palabra
e imagen. En los primeros años de la década de los 90 del siglo pasado
comenzó a estudiar en la Escuela de Artes de Jalapa pero me corrieron al medio año, fue en el DF. donde encontré lo que buscaba
(...) Llegas al DF, el gran rollo es ser quienes somos y estamos en escena, es
un problema “ser artista” en México pero “ser artista mujer” es impasable.
En la Escuela Superior de Comercio y Administración del Instituto Politécnico
Nacional Isis llegó a trabajar a la prefectura en 1998 después de haber
estudiado Contaduría Pública entre Orizaba y Jalapa: Ahí hice mis primeras exposiciones colectivas, siempre me patrocinó el
Instituto, en mi pueblo nunca habría llegado a la Torre de PEMEX, por ejemplo
(...) En el DF aprendí que “sólo quien se mueve, sale en la foto” (...) En el
DF sí hay una buena apertura, hay mucha gente que es luchona y eso promueve que “tú seas”, aunque déjame decirte que si no eres, en
ninguna parte vas a ser”.
En la Ciudad de México
conoció a Juan Soriano con su exposición de esculturas monumentales en el
zócalo: Ha sido uno de los artistas que
más me ha impactado, Juan Soriano “es”, expone lo que siente y expone lo que
es, a pesar de sus años y de su homosexualidad sabe cómo moverse porque sabe
cómo ser. Algo que siempre admiro de
la gente es su capacidad para ser niño y Juan Soriano nunca ha dejado de serlo.
En 2000 tuvo su primera exposición individual en el Teatro Ignacio de la Llave,
recinto artístico de Orizaba, dos años después fue invitada para una exposición
individual en la ciudad de Puebla entre febrero y marzo: Recuerdo muy bien el último día porque era el día de la mujer, al ver
toda mi obra en esta ciudad, decidí quedarme aquí y aquí sigo. En agosto de
este mismo año, Isis Samaniego ingresa a la Maestría en Ciencias Sociales con
énfasis en Ciencias de la Cultura de la Universidad Autónoma de Tlaxcala e
impartida por la Universidad Autónoma Metropolitana – Iztapalapa: No sabes lo interesante que resultó ingresar
a una maestría donde los enfoques son otros de los administrativos. En mi vida
me había topado con el tal Bourdieu ese, o con los filósofos alemanes, vaya que
fue bueno enfrentarme con todo.
Samaniego Y Valencia
concibe la pintura como la oportunidad idónea para alcanzar lo inefable,
aquello que la escritura sólo esboza, asimismo considera la pintura como una
fuente inagotable catártica y purificante, que abre y enfrenta: Siempre he sido muy tímida, cuando creo que
ya no tengo palabras y éstas no bastan tienes las manos para completarlas, para
terminar lo que no dijiste. Eso te deja muy en paz. Cuando los sueños son
pesados, y despiertas como cansado el cansancio de las manos te hace el sueño
más ligero. Aún si no tuviese manos,
tengo la boca para seguir redactando, aunque otros crearan con las manos lo que
yo digo.
Nuestra artista cree que
la literatura y la pintura están íntimamente ligadas: Paul Klee tiene razón, “todo empieza con un punto y una línea”. La pintura es una gran poesía visual. Desde
el inicio de la pintura hubo poesía. La escritura en mí se vuelve una
obligación cuando empiezo a enamorarme, pero no de cualquiera. La gente que se
enamora de cualquiera no escribe, pero nosotros, Conrado, nosotros nos
enamoramos y entonces escribimos por necesidad.
Isis cree que su arte no
es feminista porque choca con las categorías de la diferencia y del conflicto
de ésta: Soy una mujer que trata de dar
una salida al concepto súper deteriorado de la masculinidad. Mi pintura de
mujer, creada por una mujer aspira a incluir lo masculino, no creo en las
diferencias. Así, la estética perfecta humana no está en el cuerpo de una mujer
ni en la de un hombre, está en el cuerpo de un adolescente, de un joven sin
desarrollo pleno. Pero además la
estética no está en el físico, está en la puta cabeza.
Por último Isis nos
comparte sus “presencias” del arte contemporáneo y reflexiona en torno a éste: Mi fuerte ha sido el surrealismo y el
cubismo, adoré desde el inicio a Picasso y a Dalí, y tú puedes verlo. Ahora
quiero ser con mi arte, mi gente. El arte contemporáneo está muy deteriorado,
no hay nada que no se haya hecho ya en los sesenta, en los cincuenta, en los
cuarenta y puedo ir más atrás. Recuerda a Danton: “el arte ha muerto”. Aunque
no creo que haya muerto del todo, de hecho creo que todos quieren estar en el
arte, pero tanto quieren estar que se sacan unas cosas, que bueno... Yo quiero
que la gente me entienda, que cuando dibujo un niño con un caracol, la gente
diga “Ah, es un niño con un caracol”. Las lecturas, las otras lecturas del arte
ya estarán en otra parte, en los que accedieron a otros conocimientos. Yo no
quiero la misma gente en mis exposiciones. Pierre Bourdieu nos dice que si la
gente no tiene el capital cultural de cualquier modo entiende al arte. Todos
queremos estar en el arte. Pero ¿por qué buscar lo que no somos? Yo quiero ser
mi gente sin caer en el simplismo del folklore, quiero ser la conjugación de lo
que soy: surrealismo y dualidad.
Isis Samaniego engaña al
ojo y el espectador o lector se pregunta ¿quién es esta artista con aspecto
indescifrable? En Edipo, relato
sentido hasta lo paroxístico, la artista afirma que ella es la historia de su
relato, la provocación de la duda, la creación de la duda en la gente, aunque
cuando dibuje un niño con un caracol la gente crea que es un niño con un
caracol. Isis es la pintora del engaño
del ojo, la que se imagina con la incertidumbre del ojo y la urdimbre que
crea: En esta historia me imagino, lo
supongo. Edipo venció al padre; el cuerpo nunca se encontró, nadie supo a dónde
fue, desapareció después de la tragedia. Tengo miedo porque yo lo veo en mis
sueños, en el espejo donde me asomo, y hasta desnuda me intimida con su cinismo
de tocar mi cuerpo que no es el suyo. Sólo te lo contaré a ti… Edipo cree que
soy yo.
Cuetlaxcoapan,
11 de febrero de 2005
[1]
Entrevista realizada el 11 de febrero de 2005 a la pintora en su apartamento en
el centro de la ciudad de Puebla, antigua Cuetlaxcoapan.
miércoles, 10 de julio de 2013
Cena para Tres
Por: Hugo López Coronel
A Davronel, por su incansable aspecto.
Quizá ella fue; no, quizá él.
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Fuente de imagen: http://desibilasypitias.blogspot.mx/2012_05_01_archive.html |
Ella, con sonrisa fingida y unos ojos mentirosos abandona la postura que mantuviera desde hace rato; coloca su bolso sobre la mesa y confiesa su desnudez con la mirada. Antes de decir nada, se pone en pie y vociferando todo un torrente de sangre se enfila hacia la puerta sin ni siquiera voltear. Sólo ha dejado dos palabras en aquella atmósfera tenue: chao cariño.
Desperté en
medio de mis sueños despedazados en la almohada, con la frente perlada de
desasosiego… otra vez. Algo dentro de mí crece y me carcome como un cáncer.
Llueve. Las nubes en el fondo oscuro danzan en un tono rosáceo que me
transporta más allá de las paredes.
A mi lado duerme… otra vez.
La comida en
casa de los Fuentes ha sido el principio de nuestra desesperanza. Durante la
cena, ella confesó después de seis copas de vino blanco la comezón que en el
alma siente. Yo, escéptico, no daba crédito a aquella escena, mis labios se
fruncieron hasta casi reventar cuando mi boca intentó callarla. Ella ríe a
carcajada abierta con un claro tinte de nostalgia, de deseo prohibido, de
amargo desdén encasillado muy a adentro. El señor Fuentes me ha dicho salud. Yo
correspondo con una suave sonrisa. Ahora sé que esa angustia no es por mí, que
no soy yo el que consuela sus noches frías, no soy la marea que sube hasta su
pecho para acariciarla con la blanca arena y la brisa temprana en días de
verano.
Las mujeres se
apartaron y ahora las escucho hablar sin que sepan. Ella les cuenta sin pudores
del otro, el que camina mis pasos de vuelta a casa una vez que me he ido. Ríe.
Las demás la miran admiradas. Yo, desde mi rincón, río también; en el fondo
tengo ganas de incrustarme en la tapicería y esperar a que el fuego de sus ojos
incendie la casa. Pero no, sigo mi camino, el señor Fulano me espera para
seguir brindando.
Puede que haya
aumentado la maleza en estos días, mi corazón, mis pulmones y mis arterias lo
presienten sin prisa. La cara buena del mundo me mira de soslayo al choque de
las copas. Su tintinear me escuece la espalda. Si fuera café, voltearía mi taza
para leer los posos como cuando era niño y Matilde no me observaba ensuciar su
vajilla predilecta.
La invitación
llegó temprano, ella la puso sobre el tocador y ahí permaneció por días, hasta
que nuestros gritos permitieron encender mi cigarrillo, descosí los botones de
mi camisa para que sus manos navegaran libremente. Han sido tan sólo seis años
de dulce compañía, el único detalle fue su adiós desde que lo colgó al sol para
secar las enormes lágrimas envueltas en caramelos de cristal. Conciliamos
asistir a la cena desde que mañana no nos vemos, ya nunca.
El papel está
enjugando la tinta de limón. Basta una llamarada para que vuelvas, hasta que
quieras; porque ahora finges no darte cuenta, en estos instantes en que tu risa
ha estrellado el cristal con el que brindo.
martes, 2 de julio de 2013
Carlos Monsiváis como estrella
Carlos
Monsiváis como estrella
Ramón
Cota Meza
Publicado
en Milenio, sábado 17 de Julio de
2010
Por:
Paco Echeverría
La obra y personalidad de Carlos
Monsiváis han sido enaltecidas con razón y suficiencia. No es impropio hablar
de sus fallas, así sea para emparejar el score.
Dejé de leerlo hace más de veinte años, después de estar expuesto a su
influencia un largo periodo. Para ser sincero, me cansó. Por gratitud y en
busca de estímulo intelectual volvía a él de vez en cuando pero lo encontraba
críptico, estancado, intransitable.
Ahora
busco la causa de su estancamiento, pero la tarea me rebasa. Releerlo me es
humanamente imposible, y la crítica disponible es escasa y encomiástica. La
exigua crítica extranjera es más críptica que su propia obra. Traducciones cadi
no hay, lo cual es sintomático. Hace tiempo intenté traducir un texto suyo al
inglés y me derrotó. Para traducirlo hay que descifrarlo, y una vez descifrado
queda poco por traducir.
Monsiváis
buscó representar el espíritu de su tiempo, pero vivió dividido en dos épocas.
De los años cincuenta absorbió el compromiso comunista; de los sesenta
protagonizó el gesto libertario. Su trayectoria es un intento para conjugar
ambos espíritus: exaltación de los ídolos y expresiones populares de antaño
como si pertenecieran a la sociedad de masas aflorada en los sesenta. Trasladó
su motivo político (búsqueda del “sujeto revolucionario”) a la caótica eclosión
social de los sesenta.
Su
obra escrita y su actuación pública están impregnadas de esta disparidad. Su
modelo es el New Journalism, especie
de paraperiodismo “que explota la autoridad factual del periodismo y las
licencias de atmósfera de ficción” (Dwight MacDonald). El New Journalism murió con el Rock
& Roll a principios de los setenta, pero Monsiváis siguió explotándolo.
Era lo conveniente para representar los supuestos anhelos de las masas
personificadas en la voz del escritor.
Los
protagonistas del New Journalism
iniciaron su trayectoria intelectual en la postguerra. De los años cincuenta
heredaron el aura del star system, el
cual proyectaron con fuerza a la situación enteramente nueva de los setenta.
Sus temas eran los fenómenos de masas y las experiencias marginales, pero a
diferencia del periodismo tradicional, aparecían como personajes de sus propias
narraciones. Así se volvieron celebridades.
Igual
Monsiváis. “Me he convertido en feature”
(artículo principal), me dijo la primera vez que intenté conversar con él. Pero
al parecer gozaba esa posición. Era más afín a las estrellas del espectáculo
que a los escritores. Dialogar con él no era fácil. Asumía que los escritores
iban a verlo para recibir su bendición. Cuando escuchaba algo que no le
parecía, arrebataba la palabra y apabullaba con un comentario sarcástico. Esto
es obvio incluso en sus entrevistas en televisión.
Otro
anacronismo suyo es la forma de su crítica al poder, totalmente de los
cincuenta, la burla de los personajes principales, como es un espectáculo de
carpa, aunque son fuerza literaria. Hacer escarnio de los políticos no era
digno de los intelectuales novatos de los setenta. Lo importante era comprender
el mundo en que vivíamos, así que los dislates de políticos no importaban.
Queríamos saber los intereses que representaban, no advertimos con su lenguaje
inane.
Monsiváis
se alimentaba de declaraciones de políticos, clérigos y demás. Fue cruel con
ellos, pero evadió el debate con intelectuales de su calibre. “Monsiváis no es
un hombre de ideas sino de ocurrencias […] pepenador periodístico […] por
ejemplo, en la revista Notitas Musicales,
una declaración ridiculizable de una joven cantante, que él adereza con burlas
y sarcasmos baratos, naturalmente sin firma”, dijo Octavio Paz a fines de 1977.
En
esta polémica Monsiváis adujo ideas sectarias que nunca corrigió. Por ejemplo,
que para criticar al socialismo había que tener la autoridad moral que sólo la
lucha por construirlo puede dar. Su apoyo a la movilización del candidato
perdedor en la elección presidencial de 2006 fue irresponsable y dañó al
proceso democrático. No presentó ninguna prueba del fraude proclamado. Su
aparición junto al presidente legítimo
fue un espectáculo patético, digno de una crónica sarcástica suya.
Para
la posteridad se justifica publicar una selección de sus crónicas y ensayos,
pero hace falta un examen crítico de toda su obra. Se verá entonces que tiene
más paja que grano, si bien el grano es valioso.
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