El Estado frente al Terrorismo Cultural
Por: Fernando Méndez Sánchez.
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Obra gráfica realizada para revista Óclesis número 5. Gustavo Mora |
El terrorismo se clasifica en cuatro formas: el
terrorismo de Estado (quizá el más brutal, ya que el Estado lo usa para
mantener su posición política),
terrorismo entre Estados (usado por los países desarrollados para
mantener sumisos a los más débiles), terrorismo entre particulares (que al
carecer del interés político, se convierte simplemente en criminalidad) y
terrorismo de particular contra el Estado (el más común de todos y contra el
que se dirigen obviamente los principales efectos legales)[2].
Lo anterior, coloca nuestro primer cuestionamiento, ¿en
cuál de estas categorías colocamos el Terrorismo cultural? Si analizamos
algunos de los conceptos que al respecto se han realizado , nuestro
cuestionamiento se torna más complejo, ya que su conceptualización puede variar
entre todas las clasificaciones.
Heat Bunting, lo define como una lucha contra sistemas de valores dominantes y cómo se deja que esos
sistemas de valores definan la realidad[3].
Pero esta idea se puede aplicar
igualmente al Terrorismo de estado, que al terrorismo entre Estados, que al
terrorismo de particular contra el estado, o si nos permitimos jugar un poco
con esta categoría, del terrorismo entre particulares.
Explicando un poco más lo anterior, desde la categoría
del terrorismo de estado, bien podemos afirmar que el Terrorismo cultural se
encuentra dentro de dicha categoría, en la manera en la que varios gobiernos
utilizan la propaganda y los medios de comunicación para forzar la aceptación
de la sociedad a medidas que en otras circunstancias jamás hubieran aceptado. Un
ejemplo claro de lo anterior, lo encontramos en los regímenes fascistas de
mediados del siglo XX, en donde la propaganda era un método idóneo para que la
población tomara como indispensable la existencia del Estado mismo, y de manera
preponderante, el absoluto control de este sobre la vida de los particulares.
Un ejemplo actual, lo encontramos en México, donde los
gobiernos de los años 2000 al 2010, han puesto en marcha una intensa propaganda
en nombre de lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico, en un afán de
que la sociedad legitime medidas cuasi tiránicas y totalmente marciales[4]. Por ende es indiscutible,
el pensar que varias acciones de los gobiernos de los estados pueden ser
considerados como Terrorismo cultural.
En lo que se refiere al terrorismo entre estados, se
torna necesario analizar un poco la actual política internacional, en la que
los Estados Unidos de Norteamérica, al invadir países que en la realidad no
representaban ninguna amenaza para él o el resto del mundo y calificar en
noticias internacionales, la defensa de dichos pueblos como actos terroristas,
caen por sí mismos en la categoría de terrorismo cultural.
En otras palabras, los Estados Unidos claman al mundo
“¡nosotros somos los buenos! Somos aquellos que con tecnología bélica de punta,
nos tenemos que defender de los malévolos pueblerinos, que tratan de mantener
una pizca de su soberanía, mediante actos “terroristas””.
Pero al momento de analizar el terrorismo cultural desde
la visión del particular contra el Estado, se debe hacer una pregunta: cuándo
un particular critica las instituciones del Estado ¿puede clasificarse como
terrorismo?
Trabajos tales como los del gran Maese Rius, los
caricaturistas Helguera, Patricio y los
llamados “hijos del averno” en distintos medios impresos, ¿podríamos
calificarle como terrorismo?
El gran problema que trae aparejado la idea de
terrorismo, es la enorme carga política que dicho termino arrastra. Desde sus
inicios en la Revolución Francesa, se ha calificado de terrorismo a casi todo
acto que vaya en contra del status quo
político; y lo que ello representa, es la necesidad de las minorías o de los
grupos más débiles de hacerse oír, en muchas ocasiones, haciendo uso de medios
ilícitos o incluso moralmente sancionables.
Pero es en estos términos donde el problema se expande,
ya que el Derecho, de acuerdo a la visión Marxista, no es otra cosa que un
instrumento de dominación de los elementos más poderosos contra los más
débiles, estableciendo ese ya mencionado status
quo, que estos últimos se ven forzados a seguir; al hablar de esta
situación, ¿no estaríamos hablando por sí mismo, de un verdadero “terrorismo
cultural”?
Incluso la misma moralidad de un acto, es algo completa y
totalmente subjetivo, ya que si analizamos que la moral es la distinción de lo
bueno y de lo malo, ¿quién puede calificar cualquier acto de totalmente bueno o
totalmente malo?
En estas ideas corresponde ir con la visión probablemente
más compleja de todas: la del terrorismo cultural dentro de la categoría de
terrorismo de particular a particular.
Esto es especialmente significativo, si consideramos a
los comerciantes como particulares, ¿por qué los comerciantes? Por la fácil y
sencilla razón de que son ellos los que han creado al nuevo Leviatán: El
Mercado. Incluso es importante mencionar que han mutado al mismo a través de la
figura del capitalismo salvaje.
El Mercado se ha convertido en un nuevo Leviatán, ya que
de acuerdo, incluso a las teorías desarrolladas por Bobbio, Arellanes, Borón y
Negri, podemos observar como ya no son tan sólo los países y estados los que
dominan a otros estados, sino que él mismo se encuentra sujeto ahora a los
deseos de las grandes empresas transnacionales y a los organismos económicos
internacionales que han adquirido una fuerza propia, independiente de cualquier
nacionalidad o credo estatal.
Cuando un ser humano realiza actos en contra de estos
enormes gigantes de la industria y el comercio, que no lesionan la propiedad
privada, pero sí la visión que la mercadotecnia ha creado de estas entidades,
tratando de hacer crecer una conciencia social respecto a la realidad
circundante de la sociedad como rehén del mercado, el terrorismo cultural se
convierte entonces en un adalid de la verdad y proteccionista de los restos de
nuestra humanidad: inconforme, incompleta, no uniforme y sustancialmente
diversa.
No todos los actos terroristas pueden ser calificados
uniformemente como válidos o aceptables, eso es cierto, pero el terrorismo
cultural es posiblemente un baluarte de la libertad del pensamiento humano, y
la calificación de esa libertad de expresión, como terrorismo, es posiblemente,
el verdadero acto terrorista.
[1] Instituto de Investigaciones Jurídicas de la U.N.A.M. Diccionario
Jurídico Mexicano, Edit. Porrúa, México, t. P-Z, 2005, pp. 3081.
[2] Ídem.
[3] Schibli, Martín, “Terrorismo Cultural”, en Heterogénesis,
revista cultural, en http://www.heterogenesis.com/Heterogenesis-5/H-42/Cas/terror.htm,
consultado el 1 de Octubre de 2011.
[4] Vicente Fox, comenzó este terrorismo al iniciar una gran campaña
de miedo, en donde los secuestros, eran mencionados de manera diaria en los
noticieros, posteriormente , Felipe Calderón, continuo esta política, lanzando
su “guerra contra el narcotráfico”, y posteriormente, queriendo legitimar la
misma, a través de su iniciativa de para reformar la Ley de seguridad nacional,
que en si es violatoria de la Constitución Mexicana.