sábado, 24 de mayo de 2014

Óclesis. Víctimas del artificio. Año 1.Número 4
Dra. Aída Nadi Gambetta Chuk


Portada Revista Óclesis Número 4

Obra gráfica: Guillermo Vázquez
Como en otras ocasiones – con ésta, la cuarta – me acercan los oclésicos - o tal vez, ocléticos – un nuevo número de Óclesis, el cuatro, que prueba la supervivencia de sus escritores y de sus lectores, motivo por el cual los saludo y los felicito muy afectuosamente. Nuevamente tengo el agrado y el honor de leer y comentar un nuevo número de Óclesis que reúne siempre esa sutil conjunción entre lo ingrávido de sus hojas de papel y la densidad de los discursos que contiene: un tejido significante abierto plurisemióticamente a la recepción... un tejido realizado por los oclésicos tejedores penelopescos, que hábil y cuidadosamente traman y bordan sus textos, no sé si primero con la pluma o directamente con el cursor de la computadora que finalmente hila los brillantes filamentos oscuros en la página iluminada de la versión internetaria y en la tinta de claroscuros que  permanecerán en papel de la revista. En blancos, negros y grises, desde la tapa y a lo largo de todas las páginas, aparecen las ilustraciones de Guillermo Vázquez Lima, que dan a los textos escritos una posibilidad visuográfica imaginativa de lectura, pero no cierran a los lectores el horizonte de su imaginación, sino que lo estimulan hacia la libertad y la responsabilidad de sus  interpretaciones.
El texto que abre este número 4 de la revista Óclesis, Editorial, es una página apasionada donde los escritores exaltan el valor poético de la palabra  y sus innumerables efectos creativos en una suerte de declaración jurada de principios poéticos y de compromiso con el lenguaje y con la vida. Afirman: “Óclesis: la palabra nombrada mil veces y mil veces más, que existe en todos los números, humores, males y furtivas preseas en la borgiana Biblioteca de Babel , se matiza con la noche y se revuelve en  la madrugada como flor que se abre”( Óclesis 2, 2006, p.2).
La Sección Sábanas en Seco posee dos textos, uno de reflexión metafísica a partir de sensaciones visuales y auditivas que habitan la vigilia y el sueño, intitulado “Superficial”, suscrito por Hernaldo Heredia. El otro texto, intitulado “La historia del polen”, de Miguel Ángel Vera, es un texto narrativo que recoge la experiencia del suicidio del artista desde una doble perspectiva diegética: la del suicida desdoblada en la acción de suicidarse y en la mirada del que se suicida, que se abre a las miradas de los lectores... como un juego infinito de espejos y laberintos, donde nadie puede sentirse ajeno.
En la sección Anfiteatro Abstracto surgen, como dos poemas que se observan uno al otro, como dos espejos, dos poemas de Isis Samaniego y Valencia: “Mi vientre desnudo” y “De humores la danza”, poemas de sustancia erótica  que echan una lazada al mundo histórico y  cotidiano, tan acechante como insoslayable.
“Prefiero besar al cocodrilo”, el poema de María Aguilar, en la sección Abstractto ( sic)  es un lamento dolorido por la condición humana .
En la Sección “Maula”, surge, evanescente,  el minitexto de Gilberto González Morán intitulado “Música Acuática”, que me ha placido por dos cosas: por una parte, por la exquisita vinculación, casi simbolista, entre la poesía y la música y por otra parte, por la densidad semántica y el respeto a la palabra, por la brevedad, que tanto he predicado entre mis estudiantes, con la nunca poco recordada frase de Baltasar Gracián: “ Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.
Comparte la sección “Maula” otro texto semántica y poéticamente denso y breve a la vez, lo cual ya es un halago, de Prófugo, que se llama “Valle de la muerte”, un título sugestivamente oximorónico. Es un texto de intensa sustancia reflexiva a la vez que narrativa, logrado de manera tripartita con una combinación de prosa y verso que exhibe a la vez que niega esos límites canónicos.
La sección “Varda Inentro” está  ilustrada por un breve ensayo de Francisco Hernández Echeverría del Círculo Lovecraft de Puebla, S. A., que se intitula “La poesía y lo fantástico: una cuestión arquetípica”. Es una interesante reflexión sobre la poética de la ciencia ficción, que se refiere a su génesis y muestra una gran admiración por el famoso poema épico llamado Beowulf, escrito en inglés antiguo, importantísimo en la tradición de la literatura anglosajona, al que sus herederos literarios tanto deben. A Borges le gustaba mucho y además, Borges decía que los más grandes textos literarios fantásticos eran los textos religiosos: La Biblia, el Corán... los hombres que los escribieron habían podido crear a un Dios que los había creado y podía castigarlos también. Sean los textos de s/f a veces relatos atravesados por los conocimientos científicos y tecnológicos o bien más próximos a las “obras de imaginación razonada”, como quería Borges en “La postulación de la realidad” y en “El arte narrativo y la Magia”, en oposición a las obras realistas y sicológicas, se trata siempre de textos que cuestionan lo que poco responsablemente llamamos “realidad”  y siempre suponen una transgresión a la relación de los órdenes diferentes de lo imaginario y de lo “real”, como cree Campra o más bien como mutuos desplazamientos, como cree Alazraki. Lo “real” que separamos de lo imaginario, siguiendo la tradición de Caillois y Todorov, amparados por el binarismo de la lógica aristótelica, hoy ya no es una certidumbre, sino una incertidumbre, muy cuestionada por los físicos cuánticos. Quizá porque el arte y la literatura tuvieron visiones iluminadoras  que siempre rebasaron cualquier clasificación, por más  científicamente convincente que fuera. Todo esto tiene que ver con una poética de lo fantástico, a la que se refiere el ensayo de Hernández Echeverría, sin incluir en esta discusión si, a diferencia de lo que sostiene Todorov, es posible que exista una poesía fantástica.
Nuevamente el grupo Óclesis aparece suscrito, al final,  cerrando este número 4 de la revista, en la Sección Jinete Azul, con el texto “La configuración de un lenguaje en la obra de Guillermo  Vázquez Lima”. Se trata de un comentario sobre la vida del pintor y de una interpretación de trabajos pictóricos, siendo él el excelente ilustrador de este número 4 de Óclesis. La obra de Guillermo les parece muy cercana a su compartido ejercicio de la palabra poética, porque, dicen en la primera persona plural que nuclea al grupo: “nos  muestra otra óptica, otra interpretación para amalgamar la tinta: la palabra y la imagen” (Óclesis, num.4, 2006, p.24.).
Como en lo que escribo practico la brevedad propuesta por la ya citada frase de Gracián, concluyo aquí, felicitándolos otra vez, calurosamente y deseándoles siempre los mejores textos y la más rigurosa  autocrítica que los embellezca y los perfeccione. Y también, muchos lectores atentos y dispuestos a la interlocución.


Puebla, 15 de noviembre de 2006

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