Óclesis. Víctimas del artificio. Año 1.Número 4
Dra. Aída Nadi Gambetta Chuk
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Portada Revista Óclesis Número 4 Obra gráfica: Guillermo Vázquez |
Como en otras ocasiones – con ésta,
la cuarta – me acercan los oclésicos - o tal vez, ocléticos – un nuevo número
de Óclesis, el cuatro, que prueba la supervivencia de sus escritores y de sus
lectores, motivo por el cual los saludo y los felicito muy afectuosamente. Nuevamente
tengo el agrado y el honor de leer y comentar un nuevo número de Óclesis que
reúne siempre esa sutil conjunción entre lo ingrávido de sus hojas de papel y
la densidad de los discursos que contiene: un tejido significante abierto
plurisemióticamente a la recepción... un tejido realizado por los oclésicos
tejedores penelopescos, que hábil y cuidadosamente traman y bordan sus textos,
no sé si primero con la pluma o directamente con el cursor de la computadora
que finalmente hila los brillantes filamentos oscuros en la página iluminada de
la versión internetaria y en la tinta de claroscuros que permanecerán en papel de la revista. En blancos,
negros y grises, desde la tapa y a lo largo de todas las páginas, aparecen las
ilustraciones de Guillermo Vázquez Lima, que dan a los textos escritos una
posibilidad visuográfica imaginativa de lectura, pero no cierran a los lectores
el horizonte de su imaginación, sino que lo estimulan hacia la libertad y la
responsabilidad de sus interpretaciones.
El texto que abre este número 4 de
la revista Óclesis, Editorial, es una página apasionada donde los escritores
exaltan el valor poético de la palabra y
sus innumerables efectos creativos en una suerte de declaración jurada de
principios poéticos y de compromiso con el lenguaje y con la vida. Afirman:
“Óclesis: la palabra nombrada mil veces y mil veces más, que existe en todos
los números, humores, males y furtivas preseas en la borgiana Biblioteca de
Babel , se matiza con la noche y se revuelve en
la madrugada como flor que se abre”( Óclesis 2, 2006, p.2).
La Sección Sábanas en Seco posee
dos textos, uno de reflexión metafísica a partir de sensaciones visuales y
auditivas que habitan la vigilia y el sueño, intitulado “Superficial”, suscrito
por Hernaldo Heredia. El otro texto, intitulado “La historia del polen”, de
Miguel Ángel Vera, es un texto narrativo que recoge la experiencia del suicidio
del artista desde una doble perspectiva diegética: la del suicida desdoblada en
la acción de suicidarse y en la mirada del que se suicida, que se abre a las
miradas de los lectores... como un juego infinito de espejos y laberintos,
donde nadie puede sentirse ajeno.
En la sección Anfiteatro Abstracto
surgen, como dos poemas que se observan uno al otro, como dos espejos, dos
poemas de Isis Samaniego y Valencia: “Mi vientre desnudo” y “De humores la
danza”, poemas de sustancia erótica que
echan una lazada al mundo histórico y
cotidiano, tan acechante como insoslayable.
“Prefiero besar al cocodrilo”, el
poema de María Aguilar, en la sección Abstractto ( sic) es un lamento dolorido por la condición
humana .
En la Sección “Maula”, surge,
evanescente, el minitexto de Gilberto
González Morán intitulado “Música Acuática”, que me ha placido por dos cosas:
por una parte, por la exquisita vinculación, casi simbolista, entre la poesía y
la música y por otra parte, por la densidad semántica y el respeto a la
palabra, por la brevedad, que tanto he predicado entre mis estudiantes, con la
nunca poco recordada frase de Baltasar Gracián: “ Lo bueno, si breve, dos veces
bueno”.
Comparte la sección “Maula” otro
texto semántica y poéticamente denso y breve a la vez, lo cual ya es un halago,
de Prófugo, que se llama “Valle de la muerte”, un título sugestivamente
oximorónico. Es un texto de intensa sustancia reflexiva a la vez que narrativa,
logrado de manera tripartita con una combinación de prosa y verso que exhibe a
la vez que niega esos límites canónicos.
La sección “Varda Inentro”
está ilustrada por un breve ensayo de
Francisco Hernández Echeverría del Círculo Lovecraft de Puebla, S. A., que se
intitula “La poesía y lo fantástico: una cuestión arquetípica”. Es una
interesante reflexión sobre la poética de la ciencia ficción, que se refiere a
su génesis y muestra una gran admiración por el famoso poema épico llamado
Beowulf, escrito en inglés antiguo, importantísimo en la tradición de la
literatura anglosajona, al que sus herederos literarios tanto deben. A Borges
le gustaba mucho y además, Borges decía que los más grandes textos literarios
fantásticos eran los textos religiosos: La Biblia, el Corán... los hombres que
los escribieron habían podido crear a un Dios que los había creado y podía
castigarlos también. Sean los textos de s/f a veces relatos atravesados por los
conocimientos científicos y tecnológicos o bien más próximos a las “obras de
imaginación razonada”, como quería Borges en “La postulación de la realidad” y
en “El arte narrativo y la Magia”, en oposición a las obras realistas y
sicológicas, se trata siempre de textos que cuestionan lo que poco
responsablemente llamamos “realidad” y
siempre suponen una transgresión a la relación de los órdenes diferentes de lo
imaginario y de lo “real”, como cree Campra o más bien como mutuos
desplazamientos, como cree Alazraki. Lo “real” que separamos de lo imaginario,
siguiendo la tradición de Caillois y Todorov, amparados por el binarismo de la
lógica aristótelica, hoy ya no es una certidumbre, sino una incertidumbre, muy
cuestionada por los físicos cuánticos. Quizá porque el arte y la literatura
tuvieron visiones iluminadoras que
siempre rebasaron cualquier clasificación, por más científicamente convincente que fuera. Todo
esto tiene que ver con una poética de lo fantástico, a la que se refiere el
ensayo de Hernández Echeverría, sin incluir en esta discusión si, a diferencia
de lo que sostiene Todorov, es posible que exista una poesía fantástica.
Nuevamente el grupo Óclesis aparece
suscrito, al final, cerrando este número
4 de la revista, en la Sección Jinete Azul, con el texto “La configuración de
un lenguaje en la obra de Guillermo
Vázquez Lima”. Se trata de un comentario sobre la vida del pintor y de
una interpretación de trabajos pictóricos, siendo él el excelente ilustrador de
este número 4 de Óclesis. La obra de Guillermo les parece muy cercana a su
compartido ejercicio de la palabra poética, porque, dicen en la primera persona
plural que nuclea al grupo: “nos muestra
otra óptica, otra interpretación para amalgamar la tinta: la palabra y la
imagen” (Óclesis, num.4, 2006, p.24.).
Como en lo que escribo practico la
brevedad propuesta por la ya citada frase de Gracián, concluyo aquí,
felicitándolos otra vez, calurosamente y deseándoles siempre los mejores textos
y la más rigurosa autocrítica que los
embellezca y los perfeccione. Y también, muchos lectores atentos y dispuestos a
la interlocución.
Puebla, 15 de noviembre de 2006
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