De reaccionario
a socialista: la paradoja ideológica del
pensamiento
sociopolítico tardío de H.P. Lovecraft *
Francisco
Hernández Echeverría
“Nadie piensa ni cree que
sean verdad las cosas
que pretende considerar como indiscutibles”.
Tomás Carlyle
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Fuente de imagen: http://www.identi.li/index.php?topic=192753 |
I) Introducción.
Las ideas filosóficas de H.P. Lovecraft permanecerán virtualmente inalteradas a
lo largo de su trayectoria vital, pero no puede decirse lo mismo de sus
vaivenes ideológicos en cuanto a economía y sociopolítica. De hecho este último
aspecto ha sido poco estudiado, y en castellano mucho más por la falta de traducciones. Por ello se ha prestado a
que Lovecraft sea inscrito desde nacionalsocialista o comunista.
II) El
reaccionario y fascista. Resulta casi perogrullesco afirmar que el primer contacto
con la política en un ser humano suele ser a través de su entorno familiar.
Lovecraft convivió demasiado poco con su padre como para que sus inclinaciones
políticas dejasen alguna impronta en su joven vástago, ya que fue ingresado en
un manicomio en 1893, cuando Howard tenía sólo tres años. Parece que Winfield
Lovecraft solo influirá en un aspecto, notable por un lado, del pensamiento del
futuro escritor: su anglofilia. Lovecraft recordará, años más tarde, como su
padre la advertía acerca de los peligros de los americanismos a la hora de
hablar inglés.
Sin
embargo Lovecraft encontrará un adecuado sustituto para la figura paterna en la
persona de su abuelo materno, Whipple Van Buren Phillips, que como ya
mencionamos anteriormente, pertenecía al grupo de los WASP. El pensamiento
político de los WASP era liberal en lo económico (haciendo honor a su origen
británico) y conservador en lo político. El empuje comercial de Whipple quedará
suficientemente acreditado a lo largo de su vida: fue un activo y visionario
especulador inmobiliario que se enriqueció y arruinó varias veces. En cuanto a
sus inclinaciones políticas parece improbable que Whipple votase a otro partido
que no fuese el conservador Partido Republicano.[1] En este sentido Whipple no se diferencia de sus
contemporáneos; el WASP de Nueva Inglaterra —que representaba a la mayoría de
la población— solía votar invariablemente al Partido Republicano: una lista de
los gobernadores de Rhode Island durante el período que comprende la vida de
Lovecraft (1890-1937) arroja una proporción de 12 gobernadores Republicanos
contra 5 del Partido Demócrata; para el estado de Massachussets los datos son
sospechosamente similares (13 a
6) (Fuente: Wikipedia: List of Rhode
Island Governors; List of Massachusetts Governors). No sucedía así entre sus
iguales en el sur: sin duda el recuerdo del Republicano Abraham Lincoln pesaba
en el voto de los blancos del sur, invariablemente demócratas en el período al
que nos referimos.
El
pensamiento WASP se complementaba con otros rasgos típicos: una aguda
consciencia de clase (consciencia que influirá poderosamente en Lovecraft),
protestantismo religioso y un americanismo militante. Además muchos de estos
WASP, y Whipple no fue una excepción, se sentirían atraídos por la masonería. Sin
duda esto se debía a la influencia de los llamados “Padres de la Patria ”, los firmantes de
la declaración de independencia norteamericana donde el elemento masón pesaba,
y mucho. Aunque a finales del siglo XVIII ser masón era sinónimo de progresía,
en los tiempos de Whipple era más una cuestión de prestigio personal que un
claro posicionamiento político.
Sin embargo, dos particularidades fundamentales
separan a Lovecraft de esta herencia burguesa y WASP: su ateísmo y su
anglofilia, la cual derivaría en racismo. Ésta última es más inexplicable que
su ateísmo, por lo absolutamente extraordinaria que resulta entre sus
contemporáneos. Lovecraft debió de ser de los poquísimos americanos de su
tiempo, y por extensión de toda la historia, que consideraba a Benedict Arnold
un héroe en vez de un villano[2].
Lovecraft crecería educado entonces bajo un ambiente
típicamente burgués de la segunda mitad del siglo XIX. Siempre fue un
nostálgico de una Inglaterra y una Europa que, paradójicamente, nunca. Por la
educación recibida por su abuelo, su madre y sus tías, se consideraba heredero
de las tradiciones británicas enraizadas en la Nueva Inglaterra
que le vio nacer y desarrollarse como escritor. Consideraba esa región de EEUU
la menos “contaminada” por un mundo moderno que Lovecraft despreciaba sin
ambages: “Todos los ideales dela moderna América —basados en la velocidad, el
lujo mecánico, los logros materiales y la ostentación económica— me parecen
inefablemente pueriles y no merecen seria atención”. El escritor se consideraba
a sí mismo un británico y Derleth admite en La
lámpara de Alzared —un cuento en homenaje a Lovecraft— que su siglo
favorito era el XVIII y que consideraba a la independencia norteamericana como
el comienzo de la decadencia de EEUU (denominaba no sin cierto humor la Independencia “el
cisma de 1776” ).
Con un convencimiento de este tipo no es extraño que el escritor en ciernes
buscara un refugio en un pasado ya muerto, que se reflejaría en esta doctrina
burguesa —laissez faire económico,
conservadurismo político— se vería complementada por una querencia por la
expresión artística y cultural, cultivada por el propio Whipple, unida a una
tendencia a pensar en el burgués como el “aristócrata” de los nuevos tiempos
—el patronazgo de las artes y las letras es sólo uno de sus efectos— donde el
burgués victorioso que se había elevado por encima de las ruinas del Antiguo
Régimen, destruido por la
Revolución industrial, tomaba el puesto del noble
terrateniente. Este fenómeno de sustitución fue aún más agudo en los EEUU,
donde no existía una nobleza de estilo europeo. Dicho pensamiento dominará a
Lovecraft, que se veía a sí mismo como una especie de aristócrata, durante la
mayor parte de su vida.
A pesar de relacionarse con un amplio círculo de
escritores con los que fraguó una sólida amistad epistolar, esta particularidad
social no derribó los prejuicios “británicos” que le hacían abominar de todo lo
que consideraba “contaminado” en el género humano.
Cuando estalla la Primera Guerra
Mundial, Lovecraft debe enfrentarse a una de las crisis más importantes del
mundo occidental, inclusive la crisis interior que le causa saber que
Inglaterra y Alemania han entrado en conflicto. Como tantos otros
contemporáneos, Lovecraft veía a ambas naciones como hermanas —sus familias reales
estaban emparentadas, sus áreas de influencia respectivas no entraban en
conflicto y, quizás lo más importante, representaban en la mente de Lovecraft
un mismo acerbo cultural y racial— y la declaración de guerra le pereció poco
menos que un acto contra-natura. Sobre este asunto publicaría en el No. 1 de
“The Conservative” de abril de 1915, “The Crime of the Century” (El crimen del
siglo), donde lamenta la lucha “fratricida” entre Germanos y Anglosajones:
Por encima de crímenes tales como los complots Serbios
contra Austria o el desprecio Alemán de la neutralidad Belga, muy por encima de
asuntos tan tristes como la destrucción de vidas inocentes y de la propiedad
privada, se encuentra el más supremo de todos los crímenes, una ofensa no solo
a la moral convencional sino a la naturaleza misma; la violación de la raza.
En el antinatural
alineamiento de las diferentes potencias contendientes [se refiere, a la
alianza entre Británicos (Teutones), Franceses (Latinos) y Rusos (Eslavos)
contra Alemanes y Austriacos (Teutones)], observamos un desafío a los
principios antropológicos que sólo pueden conducir al desastre.
Sin
embargo, pasado el susto inicial, Lovecraft tuvo muy claro a quien debía su
lealtad: la visión, despreciativa y caricaturesca, que nos ofrece del
militarismo alemán en su relato “El templo” es el ejemplo más conocido de este
fenómeno. Da comienzo una etapa en la que insiste neciamente en la necesidad de
que los EEUU entren en guerra apoyando a la “Madre Patria”. Cuando el 7 de mayo
de 1915 el submarino alemán U-20 hunde al trasatlántico “Lusitania”, en el que
mueren 128 ciudadanos estadounidenses, Lovecraft escribirá un furibundo
artículo escrito en verso para “The Conservative” titulado “The Crime of
Crimes: Lusitania” (Crimen de crímenes: el Lusitania). Artículo que tiene el
honor de ser el primero publicado por Lovecraft en una revista extranjera: una
oscura publicación galesa llamada “Curious Things” (Cosas curiosas). Por fin,
en 1917, Lovecraft vería sus deseos satisfechos: EEUU ingresa a la “Gran
Guerra”.
Cuando termina la guerra, el
panorama de Europa es desolador,
Sin embargo tampoco debe extrañarnos sobremanera: la
primera etapa de pensamiento político lovecraftiano se distingue por una suerte
de extremismo, un llevar su herencia conservadora hasta el límite. Fenómeno que
queda manifiesto en “The Conservative” de julio de 1916:
Fuera del dominio de la literatura pura, The Conservative siempre será un
entusiasta defensor de la abstinencia total y de la prohibición [la del
alcohol, se entiende], de un moderado y sano militarismo, en oposición al
peligroso y antipatriótico pacifismo; del pan-Sajonismo, o la dominación de los
ingleses y razas afines sobre las divisiones inferiores de la humanidad; y un
gobierno constitucional representativo, en oposición a los perniciosos y
esencialmente falsos esquemas que representan la anarquía y el socialismo.
Este pasaje, profundamente reaccionario, no es sino el
corolario del pensamiento político que dominaba la mente de Lovecraft durante
este período. La alusión al pan-Sajonismo (o pan-germanismo que para el caso es
lo mismo), o destino manifiesto de algunas razas o naciones a dominar e
iluminar a otras distaba mucho de ser revolucionario en la época a la que nos
referimos. Al final del siglo XIX y principios del XX el hombre blanco, esto es
occidental, había demostrado, o creía haber demostrado, una evidente
superioridad sobre las demás razas. El capitalismo y el colonialismo eran la
prueba palpable de que allá donde el hombre blanco había tenido que “educar” al
salvaje —el americano al piel roja, el francés al indochino, el británico al
indio, el belga al africano— el progreso que encarnaba salía triunfante. Este
colonialismo era vestido de un barniz de progreso y evangelización que no solo
lo convertían en lógico, sino en moralmente deseable. Esta visión tan
etnocéntrica se vería sancionada por los “descubrimientos” de ciertos
científicos que, aplicando la teoría Darwiniana de la supervivencia del más
apto a naciones, pueblos y movimientos históricos, daban la conveniente patina
de respetabilidad científica.
La mención al anarquismo y el socialismo también
resulta prototípica del pensamiento conservador de la época, de manera
especialmente aguda entre los individualistas de tradición anglosajona, que
consideraban a estas doctrinas como esencialmente extranjeras, contrarias a
siglos de sólida tradición parlamentaria y moralmente aberrantes. Bajo las
alarmantes noticias que llegaban de la Gran Revolución
Bolchevique y el comienzo de la dictadura comunista, Lovecraft escribirá un
ensayo acerca del tema, titulado “Bolshevism” (publicado en “The Consevative”
en el número de julio de 1919), donde demuestra un olímpico desconocimiento de
la verdadera naturaleza del comunismo: “The workers who strike, and the
shouters who incite to crime, are obviously possessed of the notion that the
property of the wealthy could practicably be shared with them; that even if
they were to seize the things they covet, they could continue the enjoyment of
civilised existence and of protection against violence” (Lovecraft, 2006: 38). [3]
Y con esto entramos en el controvertido tema del
racismo en HP Lovecraft. Como nota muy acertadamente Rafael Llopis, Lovecraft
amaba la Nueva
Inglaterra colonial porque aún no había sido mancillada por
esa chusma de extranjeros miserables venidos de la Europa Continental.
La historia anti-inmigrante aparece anticipadamente en
los xenofóbicos poemas de Lovecraft como “New England Fallen” (La caída de
Nueva Inglaterra) y “On a New-England Village Seen by Moonlight” (En un pueblo
de Nueva Inglaterra visto por la luz de luna).
En uno de sus cuentos más conseguidos, The Horror at Red Hook (El horror de Red Hook), el escritor
retrata así la degeneración de la masa de inmigrantes en las grandes ciudades
norteamericanas dela época:
The population is a hopeless
tangle and enigma; Syrian, Spanish, Italian, and Negro elements impinging upon
one another, and fragments of Scandinavian and American belts lying not far
distant. It is a babel of sound and filth […] Here long ago a brighter picture
dwelt, with clear-eyed mariners on the lower streets and homes of taste and
substance where the larger houses line the hill. [Now] This tangle of material
and spiritual putrescence the blasphemies of an hundred dialects assail the
sky. [4]
Y así continúa indefinidamente en un cuento donde el horror va
creciendo hasta alcanzar lo más profundo del alma del lector. Estas frases no
son sólo una muestra del estilo de The Horror at Red Hook, en ellas se agazapa el espíritu que nimba toda la obra del
atormentado escritor. En efecto, no es difícil encontrar en los monstruos
deformes de Lovecraft, en esas “blasfemas abominaciones” tan recurrentes en sus
relatos, un reflejo de las “impurezas” raciales que él consideraba poco menos
que mortales para la supervivencia de la “verdadera” humanidad. En la ocasión
en que Lovecraft viajó a Nueva York escribió que caminaba por el centro de la
calzada para no rozar esa “horda ítalo-semítico-mongoloide” que deambulaba por
las calles mostrando todo su aspecto de degradación moral y física, las llagas
purulentas y la podredumbre espiritual y material que los hacía indeseables a
seres más “puros”, como el propio Howard.
En los meses de septiembre y octubre de 1919 la
policía de Boston se lanza a la huelga, hecho que estremeció a Lovecraft y le
inspiró a escribir su excelente cuento “The Street” (La calle; escrito a
finales de 1919 y publicado por primera vez en diciembre de 1920 en la revista
amateur “Wolverine”, No. 8. La primera edición en castellano fue en El sepulcro [Traducción y nota de E. Haro Ibars], Madrid: Júcar,
1974), tal como lo declara en una carta a Frank Belknap Long escrita el 11 de
noviembre de 1920:
The Boston police mutiny of last
year is what prompted that attempt —the magnitude and significance of such an
act appalled me. Last fall it was grimly impressive to see Boston without
bluecoats, and to watch the musket-bearing State Guardsmen patrolling the
streets as though military occupation were in force. They went in pairs,
determined-looking and khaki-clad, as if symbols of the strife that lies ahead
in civilisation's struggle with the monster of unrest and bolshevism (en Joshi
y Schultz, 2001: 254). [5]
“The Street” es la historia de una pequeña ciudad de
Nueva Inglaterra, presumiblemente Boston, desde sus humildes orígenes en la
época colonial, poblada por buenos hombres ingleses, limpios y respetuosos con
las tradiciones sajonas, hasta los años inmediatamente posteriores a la Primera guerra mundial.
Conforme va creciendo la ciudad, alrededor de la calle se plantan muchos
árboles y se construyen a lo largo de ella “sencillas casas de ladrillo y
madera, adornadas con un jardín de rosas”. Pero, con el fin de la “Gran
Guerra”, el desarrollo de la
Revolución industrial y la Revolución Bolchevique ,
la calle va convirtiéndose poco a poco en un arrabal hundiéndose en la depravación de la mezcla de razas, pues a
ella llegan hordas de emigrados rusos, la mayoría de ellos grupo de anarquistas
“terroristas” que traman destruir a los EEUU. Al final será la misma calle la
que se unirá en contra de ellos, matándolos a todos. Dice Lovecraft: “There be those who say that things
and places have souls, and there be those who say they have not; I dare not
say, myself, but I will tell of the Street […] Men of strength and honour
fashioned that Street: good valiant men of our blood who had come from the
Blessed Isles across the sea” [6]. Era un ataque
cáustico apenas velado de la emigración de elementos ajenos a la cultura WASP y
que para colmo eran portadores del marxismo revolucionario y su rígida teoría
social:
Handbills and papers fluttered
about filthy gutters; handbills and papers printed in many tongues and in many
characters, yet all bearing messages of crime and rebellion. In these writings
the people were urged to tear down the laws and virtues that our fathers had
exalted, to stamp out the soul of the old America —the soul that was bequeathed
through a thousand and a half years of Anglo-Saxon freedom, justice, and
moderation. [7]
Esta visión tan negativa de lo “revolucionario” —encarnada
en un extranjero barbudo y fanático, conspirando en una taberna— distaba mucho
de ser infrecuente en la época a la que nos referimos. De hecho era justo lo
que se suponía que debía pensar un gentleman
inglés. Quizás el ejemplo literario más claro del fenómeno en la literatura lo
podemos encontrar en la novela El agente
secreto (1907), de Joseph Conrad. Los “anarquistas” de Conrad son seres
despreciables, de nula moralidad donde el anarquismo es una coartada ideológica
para sus verdaderos pecados: la codicia, la lujuria, la maldad. Estos
anarquistas, el gesto no es casual, tienen invariablemente nombres o apodos
extranjeros —esto es, no anglosajones: Verloq, Ossipon, de Michelis. Sin duda
los excesos más espectaculares del anarquismo de principios del siglo XX, con
enorme profusión de asesinatos políticos y actos terroristas con bomba, no
contribuyeron a su buena prensa.
Sin embargo, ese curioso racismo de Lovecraft no le
impedía mostrar como monstruos degenerados a los propios WASP que eran víctimas
de la “evolución a la inversa”, tendía a igualar al género humano pero en
negativo.
En esta época comentó extensamente en su
correspondencia La decadencia de
Occidente de Oswald Splenger.
Dadas sus credenciales políticas, Lovecraft saludó al
fascismo —al igual que tanto contemporáneos— como un movimiento regenerador,
una especie de “tercera vía” entre una democracia que se había mostrado
corrupta, ineficaz e intrínseca enferma y un comunismo que significaba la
destrucción de todo aquello que le era querido.
Podríamos caer en la tentación de pensar que cuando
Lovecraft habla de “un gobierno constitucional representativo” se está
refiriendo a un gobierno democrático tal como lo conocemos hoy en día. Nada más lejos de la realidad si examinamos este
párrafo de la carta que dirige a James F. Morton el 10 de febrero de 1923: “Galpinius
and I have been discussing democracy a lot lately, and we agree that it is a
false idol […]I maintain that, logically, man of taste should prefer such things
as favour strong and advanced men at the expense of the herd. Of what use is it
to please the herd? […]"Equality"
is a joke”. [8]
Tenía simpatía moderada por Adolf Hitler (abandonada
muy pronto) y una adhesión abierta a Mussolini que lo llevó a plantear:
We regard the rise of democratic
ideas as a sign of cultural old age and decay, and deem it a compliment to such
men as Mussolini when they are said to be "XVth century types”. We are
proud to be definitely reactionary, since only a bold repudiation of the word
"liberal" pose and the progress illusion can we get the sort of
authoritative social and political control which alone produces things which
make life worth living. [9]
Lo cierto es que, al menos en esta época el sistema de
gobierno preferido por Lovecraft era una especie de timocracia soloniana (gobierno
de los privilegiados por la riqueza) o democracia limitada (gobierno de los más
“capaces”). En el caso de Lovecraft, el ciudadano blanco y culto. Era obvio que
no consideraba que otros grupos como podían ser un proletariado infestado por
paletos incultos, por no mencionar a los ciudadanos de otras razas, pudiese
participar en política. La idea distaba mucho de ser infrecuente entre los
ciudadanos de su época: el sufragio femenino no sería aprobado por el congreso
de los EEUU mediante la decimonovena enmienda hasta 1920, en algunos países
europeos tardaría incluso más. La teoría de un gobierno que representase
únicamente a una determinada clase —cuyo mejor ejemplo podía encontrarse en la Alemania de Bismarck—
sería central en el pensamiento político de Lovecraft durante el período.
La “Gran Depresión” mundial propiciada por el crack
bursátil de 1929. Esto
lo podemos corroborar en una carta dirigida a Alfred Galpin el 27 de octubre de
1932:
[…] Por ello (y desechando a la democracia y al
comunismo como perjudiciales para la civilización occidental) apoyo un tipo de
fascismo que pueda, al tiempo que mantiene feliz a la peligrosa masa a expensas
de los innecesariamente ricos, preservar la esencia de la civilización
tradicional y dejar el poder político en manos de una pequeña y cultivada
(aunque no excesivamente rica) clase dirigente hereditaria, abierta al acceso
de aquellos individuos que se eleven a su nivel cultural (Lovecraft, XXX, vol. IV: 92-93).
Este pasaje contiene algunos puntos de interés. El más
reseñable es su preocupación por la “peligrosa masa”, el pueblo llano. La carta
fue escrita en 1932, justo en uno de los momentos más bajos de la crisis del
1929. Se calcula que en la fecha en que fue escrita, 13 millones de personas
habían perdido su trabajo con respecto a 1929, formando auténticas legiones de
vagabundos que en muchos casos cometían actos de pillaje y vandalismo
impulsados por el hambre. Y, lo que era mas grave para el ciudadano medio americano,
el comunismo —que nunca había sido de gran importancia en los EEUU— experimentó
un importante surgimiento. Experiencias
como la de Chicago, donde el partido comunista alcanzó su máximo de
afiliados y participó en todo tipo de protestas y huelgas, significando un
serio toque de atención al anticomunismo estadounidense.
En
tales circunstancias el fascismo, con su inconfundible toque populista y sus
nebulosas invocaciones a una mejor distribución de la riqueza, podía parecer
una alternativa aceptable, un mal menor, con tal de “domesticar” a las
inquietas masas.
Sin embargo, para 1931, el triste espectáculo de las
legiones de “sin techo” vagando por EEUU a consecuencia de la Gran Depresión desbordó
sin duda los antiguos puntos de vista de Lovecraft, transformándolo en un
“fascista vergonzante” que poco a poco irá experimentando un “giro copernicano”
en su filosofía política muy cercano a las ideas, que él definía “de
izquierda”. Cuestión que podemos corroborar en la siguiente carta que dirigió a
J.K. Plaisier el 8 de julio de 1936:
Nella
primavera del 1931, per la prima volta nella mia lunga vita ho accolto le
argomentazioni sociali e politiche della sinistra. E non mi sono più tirato
indietro. Anzi, mi sono spinto sempre più a sinistra —ma ho rigettato
totalmente i dogmatismi specifici del puro marxismo, che sono indiscutibilmente
fondati su ben precise stupidaggini [fallacies] scientifiche e filosofiche (en
Turris y Fusco, XXX). [10]
A partir de este momento, la correspondencia de sus
últimos años cuenta con muchas frases encaminadas hacia el pensamiento
socialista.
iii) El giro
copernicano hacia el socialismo. Con base a esta nueva dirección ideológica
preocupada por los aspectos socioeconómicos de la política, Lovecraft
celebraría la aplastante victoria de Franklin D. Roosevelt en las elecciones de
finales de 1932, e inmediatamente se identificó con el New Deal (Nuevo contrato), tal como había sido propuesto durante la
campaña electoral, una serie de eficacísimas y radicales medidas económicas que
paliarían los efectos de la crisis estadounidense.
Considerando
apropiado plasmar sus nuevas convicciones y su eterno reconocimiento y apoyo
hacia el gobierno de Roosevelt, Lovecraft escribió una serie de ensayos, tales
como “Some Repetitions on the Times” (Algunas réplicas sobre los tiempos, 1933),
“A Layman Looks at the Government” (Un lego echa un vistazo al gobierno, 1933)
y The Journal and the New Deal (El Diario y el Nuevo Contrato, 1934).
En “Some Repetitions on the Times” hace un enérgico llamado a apoyar las reformas
económicas y sociales que se requerían para el desarrollo del New Deal. Se trata de un escrito un
tanto inoportuno, elaborado probablemente de manera particular (parece ser que
Lovecraft no lo mostró ni siquiera a sus amigos) y no para su publicación[11]. Sin embargo, se trata de un documento de suma
importancia, ya que aclara de manera indiscutible cómo era, durante su etapa de
madurez, la “nueva” posición del autor de Providence en el ámbito político.
El pasaje también prefigura una de las menciones más
explicitas de Lovecraft a la política en la literatura cuando, hablando de la
sociedad de al “Gran raza de Yith” en el relato En la noche de los tiempos menciona el sistema utópico de gobierno
que propone, una especie de “socialismo de corte fascista”: “el sistema
político y económico de la
Gran Raza era una especie de socialismo fascista, con los
recursos más indispensables distribuidos racionalmente y el poder delegado en
un reducido consejo de gobernadores elegidos por los votos de todos aquellos
que pasaban con éxito determinados tests educativos y psicológicos” (XXXX).
Independientemente de la eugenesia y racismo, esta
definición ha suscitado algún que otro debate, ya que ambos términos son en
principio antagónicos. ¿A qué se refiere Lovecraft cuando escribe acerca de un
“socialismo de corte fascista”? La parte socialista parece decirnos que estamos
hablando de una sociedad sin clases en la que no existen ricos ni pobres, una
idea —la existencia de fortunas personales— que a Lovecraft debía parecerle
antigua y desfasada. Por otro lado, los destinos de dicha sociedad están
férreamente regidos por un grupo de individuos especialmente capacitados para
la tarea, grupo al que los demás miembros de la sociedad se someten sin
rechistar o, lo que es lo mismo, un gobierno fascista. Hay que recordar que la
idea de un gobierno formado por “los más capaces” es central en el pensamiento
Lovecraftiano, punto en el que coincidía con los fascistas y su sempiterna
obsesión por el liderazgo. No es casualidad que las palabras “Duce”, “Führer” o
“Caudillo” signifiquen jefe o líder en sus respectivas lenguas.
es la siguiente carta que escribe a Clark Ashton Smith
el 30 de septiembre de 1934:
Mientras dure el viejo orden del laissez-faire, no le será posible a ninguna persona estar segura de
tener la oportunidad de ganarse la vida, no importa lo trabajadora y dispuesta
que sea. Siempre habrá (literalmente) millones de hombres capaces, dispuestos y
obedientes con la ley, que no encontrarán su lugar en la industria y cuyas
únicas alternativas bajo el presente sistema serán la caridad o la indigencia
[…] Debe decirse casi de manera dogmática que algo debe hacerse […] El viejo sistema […] no nos lleva a ninguna
parte […] (Lovecraft, XXX, vol. V: 38-41).
Este pasaje resulta extraordinario en Lovecraft tanto
en la forma como en el fondo: en la forma, porque pone el énfasis de manera
decisiva en la economía y en las masas (los “millones de hombres capaces” que
tan gráficamente describe); un rasgo típico del pensamiento socialista. En el
fondo “por el giro copernicano que supone con respecto a sus antiguos puntos de
vista: resulta casi inconcebible pensar que el reaccionario de los años veinte
y el pensador que aboga por la destrucción del ‘viejo sistema’ son la misma persona”
(Armisén, 2007). Maravilloso
El 19
de junio de 1936 escribió el ensayo
“Objections to Orthodox Communism” (Objeciones al Comunismo Ortodoxo; publicado
en 2006), en donde rechaza claramente todos los dogmas marxistas, similarmente,
este mismo día, dirigió una carta a C.L. Moore, en la que se define de manera
abierta como “socialista fabiano”, es decir, simpatizante de un socialismo
“moralista” al estilo del de la Sociedad Fabiana
en Gran Bretaña, a la que pertenecía el matrimonio de Sydney y Beatrice Webb
(luego fervorosos stalinistas) y el escritor George B. Shaw.
, afirmará en una carta dirigida a Henry George Weiss,
del 3 de febrero de 1937: “[…] Sí, mis opiniones acerca de los asuntos
políticos y económicos se han recargado considerablemente hacia la izquierda en
los últimos años, hasta el punto de que podría decirse que soy definitivamente
socialista por principios” (Lovecraft, XXX, vol. V: 389-393).
Es casi seguro, además, que el primer trato de Karl
Marx con ideas socialistas le viniera precisamente de sus amigos, Frank Belknap
Long y Robert E. Howard.
Este giro confunde a muchos lectores. Pero es un
condimento y una interrupción de la armonía casi perfecta de Lovecraft. Es una
crítica del sistema capitalista que ya venía haciendo y un testimonio de la
necesidad de trasgredir los límites para influir en el cambio.
Conclusiones. ¿Fue socialista? Según De Turris y Fusco (XXX),
Lovecraft fue siempre un hombre de derecha, un “conservador revolucionario”, y
aunque en los últimos años de su vida se reconoció fabiano y apoyó el New Deal,
lo hizo nominalmente porque veían en estas medidas lo más cercano a su
particular proyecto político. En efecto, como dice Morote Esquivel (2007),
nunca abandonó del todo las simpatías que (efectivamente) sintió por los
fascismos nacientes en Europa. Estas simpatías quedaron, digamos, de puertas
adentro, sepultadas tras el deseo de un solitario por conseguir un mundo
“ideal” donde los hombres fueran efectivamente libres sólo después de haber
roto las cadenas de la desintegración de su raza. Una vez librados de tal
peligro, el hombre podría prescindir de toda dictadura. En el fondo, Lovecraft
odiaba los gobiernos autoritarios, él se agarró a los fascismos con la
esperanza del neurótico que ve en el orden lo más parecido al bienestar
espiritual que ansiaba su alma atormentada.
ARMISÉN, Sergio (2007): “El pensamiento político de Lovecraft”, en
La Web en
Castellano dedicada a Howard Phillips Lovecraft y su obra (España), 08 de
octubre. Obtenido el 25 de septiembre de 2008, desde: http://www.hplovecraft.es/ver_articulo.aspx?clave=politica
HARMS, Daniel
(1995): “The Street”, en The Shadow Over Usenet (EEUU), 6 de octubre. Obtenido el 23 de mayo de 2007, desde: http://members.fortunecity.com/moderan/nonfic/tsou.html
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____ (2003): Las ratas de las paredes y otros cuentos.
México: Grupo Editorial Tomo.
____ (2002): “En
defensa de Dagon”. En El horror sobrenatural en la literatura y
otros escritos. México: EDAF
(trad. José A. Álvaro Garrido).
____ (XXXX): Selected Letters. EEUU: Arkham House.
* Este
trabajo es resultado de las “Jornadas Ocléticas” organizadas por del grupo
filosófico-literario Óclesis. Víctimas
del Artificio. Período Agosto-Septiembre de 2009.
[1] “Rhode
Island fue políticamente conservadora hasta la década de 1930, y la familia
Lovecraft votó a los republicanos durante toda su vida. Si Lovecraft votó,
seguramente lo hizo por los Republicanos, por lo menos hasta 1932” (Joshi, 2001).
[2] Benedict
Arnold, general de las fuerzas estadounidenses durante la Guerra de Independencia, se
pasó a los ingleses. En los EEUU es el epitome de la palabra “traidor”.
[3] “Los
huelguistas y los alborotadores que a tiros incitan al crimen, son obviamente,
depositarios de la noción de que prácticamente la propiedad de la riqueza
podría ser compartida con ellos; más aún, si decomisaran las cosas que
ambicionan, podrían perpetuar el disfrute tanto de una civilizada existencia
como de protección contra la violencia” (Traducción: Linda Josefina Sánchez
Santiesteban, Francisco Hernández Echeverría y Víctor Flores Anzaldo).
[4] La
población del barrio es una indiscernible mezcla de nacionalidades y razas; por
allí deambulan sirios, españoles, italianos y negros en promiscua proximidad de
grupos escandinavos y norteamericanos. Realmente es una babel repugnante y
ruidosa […] No hace mucho tiempo las cosas no eran tan así; era la época en que
marineros de ojos claros deambulaban por aquellas calles y casas con más
personalidad bordeaban la colina. [Ahora] Más de cien dialectos y lenguas
blasfemas se escuchan en aquella argamasa de podredumbre material y espiritual
(Traducción de Retórica Ediciones, S.R.L., en Lovecraft, 2003: 52-53).
[5] El
amotinamiento de la policía de Boston del año pasado es lo que motivó este
intento —la magnitud y la importancia de tal acto me asustaba. Fue tristemente
impresionante ver Boston sin uniformes azules el otoño pasado, y ver infantes
del Estado Mayor patrullando las calles como si se tratara de una ocupación
militar. Iban en parejas, mirando con determinación, vestidos de caqui, como un
símbolo del conflicto que tenemos por delante en la lucha de la civilización
contra el monstruo de la agitación y el bolchevismo (Traducción: Hugo López
Coronel).
[6] “Hay
quien dice que las cosas y los lugares tienen alma, y hay quien dice que no;
por mi parte, no me atrevo a pronunciarme, pero quiero hablar de la Calle […] Esa Calle la
crearon hombres fuertes y de honor; hombres buenos y esforzados, de nuestra
sangre, llegados de las Islas Bienaventuradas, al otro lado del mar”
(Traducción de Emilio Morote Esquivel, 2007).
[7] Corrían
panfletos y periódicos por los arroyos inmundos; panfletos y periódicos
impresos en múltiples lenguas y caracteres, portadores de mensajes de rebelión,
de crímenes. En ellos se instaba a las gentes a derribar las leyes y las virtudes
que nuestros padres habían exaltado, a fin de ahogar el alma de la vieja
América, el alma que nos legaron, a través de mil quinientos años de libertad,
justicia y moderación anglosajona (Traducción de Sergio Armisén, 2007).
[8] Galpinus
y yo hemos estado discutiendo mucho acerca de la Democracia últimamente
y coincidimos en que es un falso ídolo […] sostengo que, lógicamente, un hombre
de gusto debería preferir apoyar a hombres fuertes y avanzados que a la plebe.
¿Qué sentido tiene contentar a la plebe? […] La ‘igualdad’ es una broma”
(Lovecraft, XXX, vol. I: 207-208).
[9] Creo
que la ascensión de las ideas democráticas es un signo de decadencia cultural,
y admiro a hombres como Mussolini cuando es descrito “del tipo renacentista”.
Me enorgullezco de ser definitivamente reaccionario, aunque sólo sea porque un
firme rechazo a la pose “libera” y a las ilusiones de progreso pueda producir
el tipo de control autoritario político y social que posibilita las cosas por
las que merece la pena vivir (Ibíd).
[10] En
la primavera de 1931, por primera vez en toda mi vida he aceptado las
argumentaciones sociales y políticas de la izquierda. Y no tiene caso negarlo
más. De hecho, siempre me he inclinado más a la izquierda, aunque he rechazado
totalmente los dogmatismos específicos del marxismo puro, que indiscutiblemente
se fundan sobre sandeces [falacias] científicas y filosóficas bien precisas
(Traducción de Francisco Hernández Echeverría).
[11] “Some
Repetitions on the Times” no fue publicado en ese momento, pero se encuentra
disponible en la John Hay Library de
Providence, donde son resguardados los manuscritos del escritor (extraordinario
depósito documental para todo aquel que se dedique al estudio de Lovecraft y
que debería de ser visitado al menos una vez en su vida). S.T. Joshi
proporciona de todos modos un resumen en el capítulo XXIII de su volumen H.P. Lovecraft: a Life (Necronomicon
Press, 1996).