jueves, 28 de septiembre de 2017

                 “El ayer y el hoy (crónica y nueva novela  histórica)”

                               Dra.      Ana María Del Gesso Cabrera
                             
        
            “Nos descubren ellos (…) o los descubrimos nosotros”
                                  “Terra Nostra”. Carlos Fuentes


Fuente de imagen:
http://jornadasdenovelahistoricaengranada.blogspot.mx/
Los discursos son productos humanos, impregnados de subjetivismos limitados por lo social y lo personal. La cultura es un entramado de ellos.
 El  mundo, presente y pasado, está atravesado por discursos que son el material que los constituye, que los  re-escribe y que  nos permite desentrañar  a nuestro alrededor un tejido de sentidos, un entrecruzamiento de significaciones generadas por los diversos discursos que dan forma a todo (Lotman:1979).  Nuestra realidad es  en y a través de discursos, que se manifiestan en diferentes lenguajes  y en variadísimos textos mediante los cuales nos reconocemos y reconocemos el mundo de hoy, el del ayer y podemos atisbar el de mañana. Por sus propias estrategias discursivas, intentan persuadir, comparten temas, manejan la misma lengua y recurren a la imaginación como forma de “re-crear” otra realidad.
            El caso que hoy nos ocupa tiene que ver con dos tipos de discursos que comparten  puntos de encuentro y que, perteneciendo a tiempos distantes y buscando objetivos diferentes, interactúan, se sirven uno de otro e intentan “re-construir” una misma realidad desde miradas contrapuestas.
            El primero de ellos se remonta a la producción llamada “literatura de la conquista de América” y es un texto de Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1490-1558), conquistador desventurado, enigmático y polémico, verdadero descubridor de La Florida quien cruzando el territorio de la hoy populosa Houston, Nuevo México,  Arizona hasta entrar a México por los  actuales Sonora  y  Chihuahua donde se detuvo con el pueblo de videntes, los Tarahumaras.
 Después de caminar kilómetros y kilómetros, llegó a México y “se dio cuenta que ya tenía pie de indio: no le entraban las botas” (Posse:7). Esta titánica campaña  le insumió ocho años, su regreso triunfal a España le deparó la gran sorpresa de que Carlos V lo nombrara Adelantado y Gobernador del Río de la Plata.
Nuevamente en América, en  Paraguay, se enfrenta al caos y la corrupción de los llegados antes que él y al consecuente rechazo. Es acusado de múltiples faltas y es devuelto a la Península en cadenas: ése fue su verdadero naufragio en las aguas de la envidia y el desorden.
            Su obra en prosa, crónica de sus incursiones por el ignoto territorio americano del norte con la expedición de Pánfilo Narváez en calidad de tesorero y alguacil mayor, se titula “Naufragios”; de su  segundo viaje hacia el sur, al  Río de la Plata, surge “Comentarios” que es un conjunto de treinta y ocho capítulos, encabezados por un Proemio dirigido a Su Majestad y a Dios, donde fluidamente  relata lo que sucedió con los hombres que recorrieron esas extensas regiones durante muchos años sufriendo males de todo tipo –prisión, esclavitud, hambre, desolación y naufragios- y sólo pudieron sobrevivir cuatro, entre ellos el mismo Alvar Núñez.
Estas narraciones están construidas con voz subjetiva, desde una primera persona expectante, con mirada atónita ante lo que sus ojos observaban, “dando testimonio de lo que vi y viví…” dice y, al mismo tiempo,  aprendiendo del mundo inocente y rústico;
 idílico pero lleno de vicios, debatiéndose entre lo que se considera civilizado y lo que se juzga bárbaro, el sorprendente estado en que viven algunas tribus de primitiva inocencia, los ritos funerarios, la sociabilidad cambiante según sean los diferentes pueblos, el uso del tabaco, la cura de los enfermos, etc.
 Todo esto produce un cambio trascendental en el yo narrador al contactarse con el otro y con lo otro, ambos absolutamente desconocidos pero subyugantes.
            El mundo derribado, el mundo descubierto, accede al ámbito europeo no sólo a través del primer deslumbramiento –cuna de utopías y sede de fantasías antiguas-, sino también a través de su pensamiento y su lengua. Este contacto va dando rasgos peculiares a lo Peninsular que toca lo americano y va generando una nueva forma escritural, punto de partida de la literatura latinoamericana; la inician los españoles y más tarde –al final del siglo XVI- se les une la primera generación de creadores mestizos y criollos.
            América es vista como un paraíso poblado por seres bellos y bondadosos, con  una vegetación extraña y exuberante. Tal la imagen plena de exotismos que se difunde en Europa, en los primeros tiempos: la visión idílica, de maravillas y abundancia, no ajena a un fin propagandístico, de loas a la gran hazaña  conquistadora, diseñada en la tradición retórica que da cabida a  una línea de crónicas escritas por actores y testigos del descubrimiento y la conquista.
 Con un estilo llano, espontáneo, rudo a veces, nace el testimonio de una aventura, ya sea en el momento mismo en que la viven, ya sea desde el recuerdo. La escriben tanto los grandes jefes de las expediciones como los soldados. No todas tienen valor literario pero se inscriben dentro del tipo especial de comunicación que es la literatura y expresan el sentir particular de un individuo, una experiencia humana, a través del estatuto que la propia literatura da a la lengua. Apuntemos un rasgo muy visible: la “intencionalidad” de un estilo, la atención a las pautas de la retórica tradicional. La crónica es un viejo género medieval; con los cronistas de América –militares, misioneros y/o viajeros- adquiere nueva vitalidad. En ella marchan juntos el afán a de verdad y la intención de apuntalar la
 empresa –buen camino para justificar prebendas o reclamos- , así como de rescatar experiencias, costumbres de pueblos ignorados e increíbles. Su  “verdad” se enraíza en lo visto y lo palpado. Así se “hace” la historia de algo que sólo se puede transmitir después de haber sentido la naturaleza, la gente y el aire de América. Pero la fantasía y lo maravilloso se cuela, el “nuevo orbe” da pie para que se combine en las crónicas la imaginación alimentada por los mitos clásicos y los libros de viaje y, sobre todo, por la literatura más popular por entonces: la novela de caballería.
 Hay crónicas, como los “Naufragios” y los “Comentarios” del autor que hoy nos convoca, que parecen verdaderas novelas de aventuras por la eficacia narrativa para contar episodios reales que tocan visiblemente con la ficción. Para muchos conquistadores relatar era una necesidad de aprehender el mundo nuevo, de expresar lo más fielmente lo que estaban conociendo, de estructurar el relato con amenidad y claridad para hacer más sensible lo que estaban experimentando. En definitiva, estos narradores tienen conciencia de que  elaboran  una combinatoria entre literatura e historia como consecuencia de vivencias o experiencias personales. Sus  discursos sirven a la construcción de la historiografía- discurso de la Historia-  de aquellos tiempos y son revisitados por los estudiosos de hoy para re-construir lo de ayer.   
            La literatura, espacio de creación amplio y liberador,  siempre pone en  juego los dos mundos del discurso, el del narratario  y el del narrador,  se está conciente en que se instituye un  pacto tácito de aceptación que consiste en tener claro que lo que se evoca,  que el mundo representado y sus personajes son  ficción  y que  sólo existen en esa realidad y que ésa es, a la vez,  su única realidad.
Enmarcado en ese lugar, en el de la literatura, la novela del argentino Abel Posse, “El largo atardecer del caminante” reescribe  la historia del pasado americano rebasando los estrechos linderos de los registros historiográficos para dar una nueva versión a las figuras, en este caso, del mismo Alvar Núñez Cabeza de Vaca.
            Se trata de una seudo-autobiografía novelada, narrada en  primera persona, donde el mismo protagonista, desde su vejez, cuenta su pasado a través de una perspicaz mirada retrospectiva. Instalado en su casa de Sevilla y en la soledad de sus días finales de vida, su relato circular consta de cuatro partes o fragmentos y está  enriquecido por comentarios variados, sobre personajes y acontecimientos de aquella época.
En esta novela campea permanentemente el conquistador-escritor de “Naufragios” y de “Comentarios” y en estos discursos se subvierte aquel personaje para permitir la aparición de otro protagonista.
           El “nuevo” personaje arma su historia ensamblando, como en un rompecabezas, fragmentos de recuerdos, como es característico del arte de memorizar y se refiere principalmente a “su  infortunado  peregrinar” por las tierras de América. Evoca, a través de los sentidos, de objetos, de palabras, su vida en la Florida, su viaje a México, a la Sierra Tarahumara y su regreso triunfal a España;  su designación  -como honroso premio-  de Adelantado en el Río de la Plata, su paso por Asunción, su desprestigio, la conspiración en su contra, el encarcelamiento y el regreso oprobioso a la Península. Finalmente cuenta que es perdonado por el poder y para saldar la injusticia se le nombra en un cargo importante.
            La intención de re-escribir su  pasado –privado y público- le permite remarcar los errores de la Conquista y la actitud de muchos de los conquistadores, le interesa sobre todo poner de manifiesto la soberbia e hipocresía  de que éstos hacen gala al regresar a España después de cumplir con la encomienda.  Paralelamente relata su relación con el monarca Carlos V, con  la Inquisición y con  la ideología española sobre América y sus habitantes, en especial con el arrogante Hernán Cortés, con la práctica del maltrato anto en territorio americano como en la misma España a  moros y judíos.  En pocas palabras, se mete en las entrañas de aquella sociedad  imperial husmeando en los túneles, caprichosos y pestilentes, del poder, de las envidias e intrigas de los hombres de la época.
            El personaje se desdobla: el  joven de antes, el que fue  y el anciano de hoy, el que se re-inventa  en  la novela. El del presente, el viejo que narra, lo hace desde la reflexión y desde la madurez cuestionando al otro que fue; lo desdice de lo sostenido y de lo hecho como militar y como conquistador, además lo  pone en tela de juicio como escritor, juzgando severamente su propia obra. Esos dos hombres en la ficción, esas dos personalidades, se identifican por momentos; se desconocen la mayoría de las veces, se interpelan y se atropellan entre sí.
Hay. Entonces,  un permanente “mea culpa”, un arrepentimiento público que queda plasmado en el  relato que está escribiendo en su presente ficcional, la         actualidad del propio arrepentido. En el hoy de la ficción, frente a la Giralda, en la Sevilla de 1557  responde a los impulsos de decir verdad que lo obligan a hacerlo en aras de la justicia y en nombre de la pasión que le inspira Lucinda, bella joven que conoce en la biblioteca de la Torre de Fadrique quien enciende en el anciano quereres apasionados y callados y que cubre el rol de su “alter ego” ingenuo y, al mismo tiempo, sensual.
 Es en estos momentos como escritor, en que aprovecha para discernir acerca de la escritura y los creadores. Declara que ahora es cuando elabora  la verdadera historia de sus días en el lejano continente, en repudio y en franca contradicción de lo ya expresado –clara alusión a su texto “Naufragios”- al que tacha de mentiroso, de simulado. He aquí sus opiniones:

“Sólo a mí mismo me puedo contar mi verdadera vida. Esas vidas de ese otro que siempre anda escabulléndose y disfrazándole como un gran delincuente buscado por todos los poderes y todas las buenas opiniones. (:76-77) (…) Desde que comencé a tomar estas notas, me sentí libre en la intimidad de las páginas.  De acuerdo con lo que imaginé, será como un mensaje que alguien encontrará tal vez dentro de muchos años. Será un mensaje arrojado al mar del tiempo” (:268)      

Los recursos reiterados que permiten la construcción de este nuevo discurso son:  las cuotas de humor –de ese humor agrio que nos produce una mueca, gesto que no se consagra en sonrisa-. La ironía , la parodia, la critica tanto a  los ritos de la “Santa Inquisición” como al comportamiento cruel de los hombres llegados a las tierras recién descubiertas y conquistadas se contrapuntean con  la candidez de los pueblos aborígenes ejemplificando la sagacidad y arbitrariedad de la mayoría de los españoles residentes en estas tierras con la genuina inocencia de los nativos.
Él  toma partido por los débiles, por los sometidos. El reencuentro con su hijo  -Amadís-  símbolo de la muerte de la raza americana en manos de los invasores le provoca profundo dolor físico y psicológico. También el rescate del paisaje disímil, del color local, de la flora y la fauna de este territorio; de las costumbres, comidas,  de la cosmovisión y teología indias, especialmente la del cacique Duljàn y del “pueblo de videntes”: los tarahumaras lo reivindican ante el pasado.
            En el nuevo discurso denuncia el comportamiento “anticristiano” y “poco civilizado” de sus congéneres  con los pueblos sojuzgados. Se destruye la cultura aborigen y para hacerlo se recurre a las masacres en nombre de la fe. Se resalta la desmedida ambición de riquezas y la imposición de la cruz por medio de la espada,
tan dolorosas, injustas, temidas y arbitrarias ambas.
            El nuevo  Alvar Núñez, el nuevo, el “otro”, el anciano, reflexiona profundamente sobre temas tan serios como la muerte, los sentimientos, su propio cuerpo como recinto de su vida, el poder y sobre todo, acerca de ése  que fue y de quien opina:

“Ni mi moral ni mis propósitos de un cristianismo regenerador y conductor; nada tenían que hacer con la realidad imperial de la conquista. En mi independencia cerril, de felino; en mi orgullo sin cálculo, yo había puesto en evidencia lo que debe callarse por razón de guerra, por razón de imperio. Fui un aguafiestas, el entrometido, el impolítico. Me tenían necesariamente que sacar del paso porque en un imperio que nace, la libertad y la justicia son siempre planes para el futuro.  Yo no había sido más que un alfil díscolo y solitario en un tablero donde los curas escamoteaban la palabra de Cristo o la escondían en el último armario de la sacristía, y donde los advenedizos capitanes de conquista desenvainaban su espada contra el inocente que se creía dueño de la tierra donde había nacido.” (:240)

De esta manera, con su nueva voz y su mirada retrospectiva –tanto su historia como a la
Historia de  España- el personaje se deslinda, se separa del modelo clásico del conquistador y, al desprenderse, se erige como un “nuevo” hombre que renace y se refugia en la divisa “Solo la fe cura. Sólo la bondad conquista”, lema que le cuesta deshonras, cárceles y la vergüenza en un tiempo donde el egoísmo y la mentira eran disfraces cotidianos.
La novela de Abel Posse nos brinda la oportunidad de ver otro conquistador más genuino por lo humano,  lleno de pasiones y duelos, que atiende a sus emociones, que se detiene en los  tatuajes que guarda su cuerpo como huellas de aprendizaje y que le permitirán, al menos esta vez, descansar de su largo caminar y no naufragar.

No, nada me une a mi pueblo ni a mi ciudad de mi infancia (que es la misma pero yo cambié)…ya soy definitivamente otro. La vida, los años, me fueron llevando lejos de mi pueblo. Ya ni su gracia, ni su odio, ni su hipócrita silencio, ni la alegría de sus macarenas me pertenece. Soy otro. Soy el que vio demasiado” (:117)

En conclusión la diferencia que nos ofrecen los dos discursos presentados tiene que ver con la “función social” que cada uno de ellos cumple, en su tiempo y a su modo. Por un lado, el aval al poder y a los caminos del poder que se creyeron válidos; y por el otro, la desacralización del rol de la Conquista y la encomienda de los conquistadores que  es des-montada, subvertida.
  Ambos discursos responden a  lo que debía decirse y se dijo en la crónica;  y a lo no dicho, a lo que se ocultó, en la novela.
 Finalmente el hipotexto, discurso primero y el hipertexto, discurso segundo, son el anverso y el reverso de un fragmento de la Historia.
                


BIBLIOGRAFÍA


BARRERA, Trinidad (1985). Introducción y notas a la edición de los Naufragios. Madrid: Alianza Editorial.

BARRERA, Trinidad y MORA VALCARCEL, Carmen de (1983). “Los Naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca: entre la crónica y la novela” en Andalucía y Amèrica en el Siglo XVI, Sevilla, Universidad de Santa María de la Rábida.

FUENTES, Carlos (1975) Terra Nostra. México: Joaquín Mortiz.

……………………(1997) El espejo enterrado. Madrid: Taurus.

GARCÌA-GODOY, Cristián (2006)  La travesía de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Internet


LOTMAN, Jurij (1979) “Sobre el mecanismo semiótico de la cultura” en Semiótica de la Cultura.  Madrid: Cátedra.

............................(1999) Cultura y Explosión. Barcelona: Gedisa.

LOZANO, Jorge (1994) El Discurso Histórico. Madrid: Alianza Editorial.

POSSE, Abel (2005) El largo atardecer del caminante. Buenos Aires: Booket.

PRADA OROPEZA, Renato (1999) Literatura y Realidad. México: FCE.

www.educ.ar  www.elaleph,com.2000 ( “Naufragios”).



















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