Sonrisa en Backstage
Por: Melisa Sofía.
Y obviamente estoy lista para triunfar.
Creo que tengo el mejor trabajo del mundo,
amo lo que hago y recibo mil cumplidos a diario. Soy modelo profesional desde
hace muchos, muchos años, y a pesar de ello jamás he perdido el toque. Sigo
siendo tan solicitada y divina como desde el primer día.
Muchas veces las novatas me piden consejos
sobre esta profesión, y yo no soy nadie para negarles un poco de este brillo
cósmico con el que nací. De todas formas, si una triunfa lo hacemos todas; pues
en este negocio y en el mundo todo termina por ser recíproco, y el karma se
nivela, o algo así.
Las tendencias cambian cada temporada y cada
una me sienta como un guante. He visto a miles de mis pupilas y amigas dejarse
caer tras unas cuantas colecciones. No todas aguantan este ritmo de vida, y lo
comprendo. Se necesita muchísima fuerza emocional y mental para mantenerse a
flote en este remolino de ideas y expresiones que se modifican cada que sopla
el viento.
¿Les cuento un secreto? En todo esto el
físico pasa a ser segundo plano. Con los años te das cuenta de que no es ni
remotamente importante si no tienes los pies bien plantados en el suelo. Las
agallas y los nervios de acero son lo que me han llevado a ser la mejor durante
años.
Y es que cada prenda y estilo me luce
fabulosa. Claro que luzco como una reina sin importar qué me ponga, pues al
final es la actitud y el porte que tú tengas. Ponme un par de trapos viejos y
los haré resaltar como si fuera la última colección de las más prestigiosas
casas de alta costura.
La serenidad, majestuosidad y encanto que
emanamos mis compañeras y yo termina por inspirar a las mujeres que vienen a
vernos. Quieren verse como nosotras, lo sé, lo veo en su mirada. Por lo que
casi siempre tratan de copiar nuestro estilo para sentirse mejor con ellas
mismas.
La verdad me da mucha tristeza esos casos.
Porque lo dije arriba, no es cuestión del físico y no es sólo por el hecho de
que somos profesionales del modelaje… Lo digo en serio, no te rías. El secreto
es cómo te sientes tú en la prenda, y viceversa, cómo haces que la prenda se
sienta contigo.
Porte, queridas, porte.
El porte y la seguridad son la clave.
¡Oh,
qué bien! Ana viene a presentarme el vestuario que luciré hoy. Parece que en
esta ocasión será un atuendo formal y elegante: Medias, falda, blazer… Aunque
me recuerda un poco a la moda de los 40. Pero es lo curioso de la moda, sus
fuentes de inspiración son inagotables y aun así le gusta hacer distintos
homenajes a su propia historia.
Últimamente hemos visto que las tendencias
actuales toman prestados elementos de épocas pasadas y los reinventan; logrando
así una combinación exquisita.
Ana coincide conmigo, mi peinado actual no
cuadra con mi atuendo de hoy. Así que se va a buscar a alguien para que arregle
esto. Me agrada Ana, tiene excelente gusto y sabe los mejores secretos de moda.
Muy bien, ahora todo es perfecto y estoy
lista para brillar ante miles de ojos que escrutinan hasta el último rincón de
mi existencia.
Creo que esa es una de las razones por las
que muchas novatas no continúan por este camino. La presión sobre nosotras
llega a ser abrumadora en muchas ocasiones. Y gran parte del tiempo oímos
comentarios tanto positivos como negativos, aunque todos sabemos que estos
últimos son por envidia.
La jornada empieza. Corrijo ligeramente mi
postura, pongo mi mejor sonrisa, aunque sé que nadie se fijará en ella, y
saludo a todos los que pasan a mi lado, pues el que sea una superestrella no me
hace olvidar los buenos modales.
Las damas de todas las edades voltean a
verme, se imaginan cómo les luciría mi atuendo. A algunas les hace ilusión, y a
otras… no tanto. Son lo suficientemente sensatas como para seguir de mí sin
estancarse en mi figura.
Pasan las horas, las articulaciones están
matándome, pero la jornada está por acabar, así que mantengo mi mejor sonrisa.
Sé que nadie la ve, no es algo a lo que le presten tanta atención. Pero igual
lo hago porque le da un toque especial a mi trabajo.
Quizá sólo Ana la percibe. Ella es especial,
muchos ríen cuando les dice que tengo una sonrisa muy bonita, pues ellos no
pueden verla. Esa es la razón por la que Ana me llama “Mona Lisa” porque dice
que tengo una especie de sonrisa fantasma.
Y no la culpo, en realidad los maniquíes no
suelen sonreír tanto, a menos que les prestes atención.