jueves, 4 de marzo de 2021

Evasión


Por: María Auxilio Spezzia Merlo.


Había sabido casi desde siempre que su imaginación la podía rescatar de los lugares y las situaciones más terribles, incómodas o aburridas. 

    Lo supo a los 6 años, cuando su mente la instaló en el cuartel general de los Súper amigos mientras sus padres la regañaban. Lo supo a los 13, cuando los chicos que le gustaban, gustaban de otras niñas, y entonces ella bailaba con cada uno de los susodichos en un jardín con grandes árboles, bajo la luna  y les confesaba su tonto amor,  cada noche al cerrar los ojos. Lo había practicado toda la preparatoria durante las aburridas clases de cualquier materia, huyendo de ellas a alguna isla paradisiaca, o a un concierto, o al fin del mundo; también en aquellas noches que no prometían nada, desbordaba su mente para que lo ocurriera todo, cobrándose con Johnny Depp lo que la realidad le quedaba a deber.

    Sí, ella sabía del infinito que guarda la imaginación; fue por eso que aquella tarde al caminar por el parque, cuando sintió un brazo desconocido ahorcándola y la punta de una navaja invadiendo sus costillas, sin pensarlo un segundo cerró los ojos y se echó a correr a la playa frente a aquel hotelito de ocho cuartos de la Riviera Maya;  corrió hasta pisar la arena fresca, hasta sentir  cómo la arcilla se iba entrometiendo entre sus dedos tras cada ola, hasta sentir las pequeñas conchitas yendo y viniendo sobre su piel. Abrigó los rayos del sol que atravesaron sus entrañas y se dejó caer a la orilla del mar. Y aquellas aguas saladas y quietas se inquietaron al tocarla, y la marea subió, y ella sintió cómo la humedad rebasaba su piel y sus pies dejaron de tocar la playa, y el azul del cielo invadió sus ojos.

    Y ni los gritos de la gente, ni  la sirena de la ambulancia impidieron que ella se entregara al mar, para no saber nunca lo que era la muerte.


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