sábado, 30 de noviembre de 2013

Mare Magnum

Por. Hugo López Coronel
Óclesis


Fuente de imagen:
http://elviajedeanonimo.blogspot.mx/
El discurso de la historiografía francesa ha mitificado el hecho revolucionario de 1789 como la bisagra que marca el giro del proceso histórico que hizo entrar al Mundo Occidental en una nueva etapa que ella misma bautizó con el nombre de "contemporaine". Sin duda, es verdad que aquel fenómeno histórico fue de importancia trascendental, pero también hay que observar que alrededor de esa fecha se produjeron otros acontecimientos que vinieron a reforzar la idea de cambio. En ese mismo año, George Washington fue nombrado primer presidente de los Estados Unidos de América, y también en ese año se instaló la primera máquina de vapor para la industria del algodón en Manchester. Fueron tres acontecimientos que, aunque muy diferentes en importancia, simbolizan el comienzo de una nueva edad impregnada: el conflicto entre las “realidades” vieja y nueva en Francia, el nacimiento de una nación en América y el comienzo del predominio de la máquina para la producción industrial. Con todo esto, la fecha de 1789 prevaleció sólo en los países latinos, entre ellos, por supuesto España, fuertemente influida por la cultura francesa. En tanto en los países anglosajones, al hablar de Historia Contemporánea, se hace referencia más bien al periodo del pasado reciente que se inicia con el siglo XX o incluso, más adelante, con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Todo lo anterior es para ellos Historia Moderna o Modern History. Se utiliza, por tanto, un criterio distinto y se retrae su comienzo a una fecha más reciente. Sin embargo, aun respetando todos los criterios que, de acuerdo con los argumentos de convencionalidad empleados anteriormente, pueden ser perfectamente válidos. Hay razones para justificar que alrededor de los últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX, se inicia una nueva era histórica. Todos los movimientos revolucionarios o independentistas que se produjeron durante estas fechas están marcados por una nueva ideología, por ciertas diferenciales que los distinguen de los fenómenos históricos que se produjeron en la Edad Moderna. Hay quienes estiman que estas diferenciales estaban también implícitas en la etapa histórica anterior, pero ello no contradice la realidad incontestable del cambio y por tanto es natural la relación entre las distintas épocas históricas; se ha negado ya la existencia de cortes bruscos en el proceso histórico. Los cambios, aun siendo revolucionarios, no significan la ruptura total con lo anterior, ni la aparición de realidades totalmente nuevas; esto quiere decir que los procesos históricos se realizan paulatinamente y desde diversos contextos, por eso suele suceder que los contemporáneos no tengan conciencia de los fenómenos transformadores. Sin embargo, la observación del historiador, con la ayuda que representa la perspectiva del tiempo, puede fácilmente apreciar el contenido diverso de los distintos periodos en los que se suele dividir el discurso histórico. En efecto, por su contenido, la Historia Contemporánea resulta de más fácil aceptación como unidad monográfica; comprende el desarrollo histórico del Nuevo Régimen salido de la crisis de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, que se contrapone al Antiguo Régimen, anterior a la Revolución. El concepto de Nuevo Régimen fue fijado por los historiadores de la cultura a principios de siglo XX y constituye una realidad histórica coherente, cuyos supuestos políticos, sociales, económicos e institucionales se han mantenido, cuando menos, hasta la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, la novela “El Siglo de las Luces” de Alejo Carpentier nos instala en el centro de la tensión virado al marco caribeño durante el devenir de los sucesos. Basado en una exhaustiva investigación histórica acerca de la existencia de Víctor Hugues, ignorado por la historia oficial de la Revolución Francesa, Carpentier nos lleva al contexto colonial caribeño de una forma aguda, magistral e intensa, dejándonos ver aquella sociedad de castas, esclavista, con cierto aire de escrutinio y crítica hacia la moral pertenecientes a esta época de esclavitud, en donde precisamente es Víctor Huges, quien “envestido de poderes” lleva a cabo las ideas revolucionarias aboliendo la esclavitud en estas tierras de paraíso, en donde “Dos tiempos históricos, inconciliables, se afrontaban en esa lucha sin tregua posible, que oponía el Hombre de los Tótems al hombre de la Teología. Porque súbitamente, el archipiélago en litigio se había vuelto un archipiélago Teológico. Las islas mudaban de identidad integrándose en el auto sacramental del Gran Teatro del Mundo”. (Carpentier, 2004: 293). Bien cabe señalar la importancia de los sucesos históricos para poder comprender el orden geopolítico, social y económico de nuestros tiempos. Tal pareciera que nuestras sociedades modernas viven en un “mare mágnum” al no querer visualizar la importancia que tiene el conocer los hechos históricos, fundamentales para nuestra idea de  nación, condenándonos a tantos otros a vivir bajo la ignominia y la desazón. .

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